Baby doll

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12. Eve

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Sentada en el coche, Eve se quedó sin respiración al ver que Rick Hanson, el profesor más respetado de Lancaster y un hombre al que consideraba su amigo, salía esposado del instituto. «No puede ser», se dijo. A lo mejor Lily había cometido un error. «Es imposible. No puede ser Rick Hanson».

Rick era el profesor favorito de las chicas. Era el profesor favorito de todos los alumnos. Recordaba que, cuando llegó a la ciudad años atrás, todas las madres que compartían vehículo para ir a buscar a los niños chismorreaban sobre él y se preguntaban si un hombre con su aspecto podría ser un buen profesor. A Eve le gustó al instante; su entusiasmo por el éxito de sus alumnos era patente. Después de la desaparición de Lily, siempre les mostró su apoyo, siempre estuvo atento con ellos, se pasó por el hospital a ver a Abby después de uno de sus episodios para llevarle los deberes y desearle lo mejor. Tenía que haber un error. Pero entonces, como si estuviera hecho a propósito, Sky se incorporó, su cuerpo empezó a temblar y aporreó la ventanilla.

—¡Papá Rick, vuelve! ¡Papá!

Sky rompió a llorar y lo único que pudo hacer Eve fue seguir mirando por la ventanilla, viendo cómo lo escoltaban hasta el coche patrulla. Era Rick Hanson. Ese era el hombre que había secuestrado a su hija. Aquel hombre. Un amigo de la familia. Era él.

Eve intentó tranquilizar a Sky, pero los gritos y lloros de la niña continuaron. Lo sucedido fue abriéndose paso en su mente por oleadas. Aquel monstruo había violado a su hija y la había dejado embarazada. Sky seguía llorando y Eve trató en vano de sosegarla.

—Todo irá bien, Sky. Todo irá bien. Mamá vendrá enseguida. Todo irá bien, corazón.

Si Rick podía ver u oír a Sky, no hizo el más mínimo gesto de reconocimiento. Siguió caminando con la cabeza muy alta, sin ningún indicio de culpabilidad o recriminación en sus estoicas facciones. Eve se quedó asombrada al ver cómo, incluso cuando lo obligaron a entrar en el coche patrulla, guardaba de aquel modo la compostura y mostraba la ligereza y la confianza de un hombre al que estaban deteniendo erróneamente.

Ver a su dulce y delicada nieta sumida en tanto dolor era terrible, pero Eve agradecía el consuelo que le proporcionaba Sky. Por muchas cosas que Eve deseara hacerle a Rick Hanson, por muchos castigos que quisiera infligirle —y la lista era interminable—, tenía una tarea más importante entre manos: velar por la seguridad de su niña. Pero comprendía el dolor de Sky. Comprendía la desesperación y el anhelo de estar cerca de tu padre… o de tu hijo. Daba igual que el padre de Sky fuera un monstruo. El amor que la niña sentía hacia él era real. En aquel instante, la punzada que Eve notaba en el cuello le recorrió el cuerpo entero. Intentó contener la sensación, centrarse en el presente tal y como los médicos le habían aconsejado. El dolor siempre reaparecía cuando estaba estresada. «Deja de pensar en ti. Céntrate en el aquí y el ahora».

El coche patrulla que llevaba a Rick Hanson se puso en movimiento y Lily, ignorando a los mirones, salió corriendo del instituto para volver con Eve. Abrió la puerta del coche patrulla y arrancó a Sky, que seguía histérica, de los brazos de Eve. Abrazó con fuerza a la niña y la llenó de besos.

—No te preocupes, pollito. No pasa nada. Ya no pasará nada.

—He visto a papá Rick, pero él no me ha visto. ¿Está enfadado con nosotras?

—No. Estaremos bien. Papá Rick tiene que marcharse por una temporada, pero tú y yo estaremos bien. Siempre estamos bien, ¿a que sí?

Sky siguió sollozando pegada al hombro de su madre, llamando a Rick, pero esta vez Lily no la calmó. Dejó que Sky siguiese llorando y volcó su atención en Eve. Lily le indicó con un gesto a la enfermera que empujaba la camilla de Abby.

—No sé qué le ha pasado a Abby…, pero se ha derrumbado.

Eve miró a su otra hija herida y meneó la cabeza con preocupación. No estaba segura de sí debía contarle a Lily todo lo que Abby había pasado, no estaba segura de si era justo que supiese lo duro que había sido.

—Abby se pone así a veces. Desde que…, desde que te secuestraron, está…, está luchando.

Lily no hizo ningún comentario. En vez de eso, tiró de Eve hacia la ambulancia donde el personal de urgencias estaba instalando a Abby. Le habían administrado sedantes y estaba grogui. No dejaba de susurrar: «El señor Hanson. Fue el señor Hanson».

Eve le cogió la mano.

—Abby, todo va bien. Soy mamá. Estoy aquí. Lily y yo estamos aquí.

—No tendría que haberlo hecho. No lo he pensado. Lo siento mucho —musitó Lily.

Eve captó la expresión cargada de culpabilidad de Lily.

—Ni se te ocurra pedir perdón —dijo Eve. Por lo que a ella se refería, Lily estaba disculpada para toda la vida. Además, Lily no podía tener ni idea de las crisis de Abby, de que se producían con tanta frecuencia que habían acabado convirtiéndose en la norma—. Ya está hecho, Lily. Y eso es lo único que importa. Ahora, tenemos que ayudaros a vosotras dos.

Eve adivinó que Lily empezaba a desmoronarse. Pálida y temblorosa, agotada toda su adrenalina, se mantenía en pie en precario equilibrio. Eve hizo un gesto hacia la enfermera, que le cogió la mano a Lily y la ayudó a subir a la ambulancia. Lily le indicó a Eve que la siguiera.

—¿Subes, no? —le dijo a Eve.

Pero la enfermera negó con la cabeza.

—Lo siento, señora Riser, pero me temo que no van a caber todas.

—Quiero que estés con nosotras. Por favor, mamá —suplicó Lily, con los ojos llenos de lágrimas.

Eve sabía que era por una cuestión de seguridad; que no podían llevar demasiados pasajeros, pero aborrecía la idea de tener que decirle que no a Lily.

—Te llevaré en el coche, Eve. Iremos justo detrás de vosotras, Lily —dijo Tommy, señalando el coche patrulla.

Lily miró a Sky y a Abby, vencida por el agotamiento y la preocupación.

—¿Me lo prometes?

Eve asintió.

—Iremos justo detrás.

Lily se despidió de Eve, sujetando aún a Sky entre sus brazos, se dejó caer en la camilla y dejó que la enfermera cerrara las puertas de la ambulancia.

Eve se encontró separada de sus hijas una vez más. Deseó aporrear la puerta, insistir en ir con ellas, pero dejó que Tommy la arrastrara hacia el coche patrulla. Durante el recorrido hasta allí, se dio cuenta de la cantidad de gente que estaba mirándolos. Docenas y docenas de estudiantes tomando fotografías, grabando con el teléfono. Quería gritar. ¿Qué le pasaba a toda aquella gente? ¿Por qué querrían documentar aquello? La asoló una gigantesca ola de vergüenza. Siempre había sido una persona muy reservada, que se guardaba las cosas para ella. Después de la desaparición de Lily, Dave había sido el encargado de asistir a las ruedas de prensa. Pero ahora la gente le formularía interminables preguntas, preguntas indiscretas, sobre Lily, sobre su vida sexual, sobre todas las cosas que Rick le había hecho. Eve deseaba marcharse de aquel lugar, alejarse de todos aquellos ojos y objetivos indiscretos. Subieron al coche y abandonaron el aparcamiento escoltados por las sirenas y el centelleo de las luces, con la ambulancia abriendo el camino. Tommy meneó la cabeza en un gesto de incredulidad.

—Es un milagro, Evie. Un maldito milagro.

Siguió un silencio incómodo, durante el cual ambos intentaron procesar lo que acababan de presenciar. Eve fue quien acabó rompiéndolo.

—No lo entiendo. Nunca habría…

—En mis veintiocho años como policía, jamás había visto nada parecido. Maldita sea, Eve, esto es la prueba de que el mal existe. Que no es solo algo que mencionan las Escrituras. Está vivo, respira y se mueve entre nosotros; te lo digo en serio.

Mientras lo escuchaba, se le pasó una idea por la cabeza. ¿Y si el conductor de la ambulancia estaba implicado? A lo mejor era un amigo de Rick Hanson. Eve sabía que era un pensamiento irracional, pero habían confiado en Rick Hanson. Tal vez había más gente implicada. ¿Por qué siempre tenía que seguir las reglas? ¿Por qué no había insistido en acompañar a las chicas? La idea de volver a perderlas se le hizo insoportable.

—Mantente pegado a la ambulancia. No la pierdas de vista —le ordenó Eve a Tommy, su voz rebosante de desesperación.

Tommy la miró sorprendido pero obedeció y pisó el acelerador. A Eve le daba igual que la tomara por loca. A lo mejor lo estaba, pero estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no volver a perder a su familia.

—Llévame con mis niñas, Tommy. Haz lo que sea pero llévame con mis niñas.

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