Azul

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LA primera noche devoró al navío aderezándolo con estrellas y una gran rodaja de luna. Fátima estaba en la cubierta, de pie al lado de uno de los mástiles. No contemplaba nada en realidad, sino más bien absorbía la esencia marítima que la envolvía. No era la primera vez que Fátima viajaba en barco, sin embargo si la primera en donde era ella el único ser femenino a bordo. Varios de los hombres de la tripulación la contemplaban como tratando de descifrar algo, quizá se preguntaban qué interés tenía en ella, el socio del Gobernador; se cuestionaban tal vez, cuántas veces habría ella pasado la noche con el Capitán. O posiblemente supondrían que el Capitán Drake le habría pagado una buena tajada de su fortuna para que ella lo acompañara en sus correrías sin compromisos y sin ataduras de por medio. O acaso solo la miraban, así, sin pensar y sin deliberar, solo observaban a una

mujer a bordo de un navío. Y si recordaba bien, una mujer a bordo de un barco era presagio de mala suerte. Deseó que se tratara de una suposición mal intencionada. Por extraño que pudiera parecer, ella no se sintió rechazada, sino protegida.

Ninguno de los integrantes de la tripulación se atrevía a acercarse demasiado a ella, y se limitaban a llamarla “milady” cuando debían pasar cerca de ella o se cruzaban en su camino y hasta notó que ellos evitaban a toda costa mirarla de frente. ¿Era el respeto o el temor a su Capitán la razón de su comportamiento, o tal vez su ciega obediencia a los códigos corsarios que ella desconocía?. Ya habría tiempo de averiguarlo. Pero hasta ahora, nadie parecía considerarla amuleto de mala suerte.

Cómo deseaba en ese momento que el tiempo fuera como la arena atrapada en un reloj de cristal que se desliza rápido. Quería ver a Oliver de nuevo, sentirlo a su lado, envolverse con su aroma masculino... Nunca, ni en sus más disparatados sueños, se imaginó a sí misma como una princesa rescatada de las fauces de un dragón por un galante príncipe. Y la realidad era que el dragón la rescataría de un pavoroso príncipe malévolo. Casi dejó escapar una carcajada.

¿Dónde estaría su dragón ahora?.

Obviamente, navegando para encontrarse con ella. Fátima suspiró.

¿Cómo sería navegar a su lado?. Contemplarlo mientras maniobraba el timón o giraba órdenes a la tripulación. Observarlo analizar las cartas navales y hacer los trazos para determinar la posición del navío. Comer con él. Charlar con él. Dormir con él. Dormir con él. ¿Dormir con él?. Tal vez solo unos cuantos minutos. Sus mejillas se sonrojaron y una leve sonrisa iluminó su rostro.

—Fátima, sería prudente que vayas a descansar al camarote. —Eugene desintegró sus pensamientos. Le tendió el brazo y ella lo sujetó. Él la condujo por la cubierta de la fragata al camarote del capitán— Aunque la tripulación sabe que eres la prometida del Capitán Drake y que tienen órdenes precisas de no tocarte so pena de muerte, es mejor que evitemos cualquier contrariedad. Una de nuestras reglas es que no se permiten mujeres a bordo. Aunque este caso es muy especial. —El guardó silencio un momento como si lo estuviera analizando y luego cambió de tema— El Capitán Morgan ordenó que te trajéramos este cofre.

Ella abrió el enorme cofre de madera y metal y encontró sus propias faldas, corpiños, camisas, medias, ropa interior y zapatillas.

—El señor Gobernador pensó en todo. Gracias Eugene.

—Que descanses Fátima. —Él hizo una breve caravana y se marchó cerrando la puerta tras él.

Finalmente Fátima se quitó ese perturbador vestido, se vistió un camisón largo de algodón y se metió a la cama. Apenas colocó su cabeza en la almohada, ella se sumergió en un armonioso sueño oceánico.

Oliver no estuvo presente en sus sueños como las noches anteriores, esta vez no hubo pasión, pero tampoco despedidas repetidas mil veces, fue una noche como no la había tenido desde hacía varios años. Pacífica.

Después de cuatro días de navegar, los marinos se acostumbraron a la presencia de Fátima deambulando en la cubierta de la fragata. Ellos ya no perdían el tiempo observándola de reojo, aunque si era evidente que mantuvieron su distancia. Eugene, no la perdía de vista y trataba a toda costa de permanecer lo más cerca de ella todo el tiempo posible.

Sus días a bordo del barco resultaban ser muy entretenidos, pasaba horas contemplando el mar, memorizando los nombres y las actividades de cada uno de los marinos, o al lado de Tim en el puente, viendo como maniobraba el timón y escuchando infinidad de historias de sus aventuras en altamar. También había recorrido cada centímetro de la fragata, sabía cuántos cañones tenía, en dónde estaba almacenado el parque, la bodega, el camarote donde dormían los marinos, la cocina, conocía ese barco de proa a popa y de babor a estribor.

Finalmente cuando la quinta noche se derretía sobre el mar, arribaron a Maracaibo. Robbie estaba a cargo del navío, y ordenó que tiraran el ancla y recogieran las velas y luego envío a Tim y a otro marino al puerto en un bote. El resto de la tripulación esperaron a bordo del Black Clover hasta que Tim regreso en el bote. Él informó a Robbie que el carruaje estaba preparado y que esperaba por ellos en el muelle. Entonces, Eugene, Robbie, Tim, dos hombres más y Fátima abordaron el bote y remaron hacia el muelle.

Desembarcaron y sin demora se enfilaron hacia el carruaje que ya los esperaba a la orilla del atracadero. Eugene ordenó a Tim que le indicara al cochero el camino y se sentó en el asiento al lado del conductor. Eugene y Robbie entraron al carruaje con ella. Los otros dos hombres se sentaron en los asientos de la parte trasera del coche, esos que estaban reservados para los vigilantes.

Fátima permaneció en silencio observando con todo cuidado el paisaje que desfilaba por la ventana, hasta que Eugene la arrancó de aquel lugar tácito en donde se había hundido.

—Fátima, iremos a la casa de un viejo amigo nuestro. Tenemos entendido que está deshabitada por el momento, ahí esperaremos al Capitán Drake. Ya hemos estado antes en ese sitio, por lo tanto Oly no tendrá problemas para encontrarnos.

Fátima respiró profundamente, si bien no había dejado de pensar en él, hacía varios días que no escuchaba su nombre y sin embargo la conjunción de sus letras estallaba en su corazón con fuerza volcánica. En sus oídos se reproducía cada una de esas letras como el eco atrapado en un caracol marino. Y su sonrisa se delineaba automática al percibir ese vocablo, como si con su sola pronunciación se materializara la efigie varonil de su Oliver.

Después de un largo trayecto, el carruaje se detuvo frente a la puerta de ingreso de la mansión. La casa estaba iluminada y había movimiento en su interior, Eugene bajó del carruaje y le indicó a Tim que lo acompañara, mientras que a Robbie le pidió que se quedara montando guardia. Esperaron durante largos minutos, solamente se escuchaban sus respiraciones. Fátima notó como la luna se había deslizado de la ventanilla izquierda del carruaje perdiéndose de vista, entonces se abrió la portezuela.

—Fátima ya podemos entrar en la casa. El Capitán Vane nos está esperando.

Ella bajó del carruaje y caminó flanqueada por Eugene y Robbie. La luna brillaba con tal viveza que no fueron necesarias las lámparas para indicarles el camino a través del jardín.

Era una mansión neo—clásica con base de piedra y piso superior con decoraciones de argamasa, la construcción estaba elevada varios metros sobre la superficie, y esto le proporcionaba una vista panorámica excepcional de la costa caribeña. La elevación estaba pensada para fines estratégicos más que estéticos, considerando que pertenecía a un pirata.

Entraron en la casa y se dirigieron a la sala principal. La mansión tenía pisos, y los marcos de ventanas, puertas, techos y revestimientos, todos eran de caoba; en su mayoría; ornamentada con candelabros y el mobiliario era de cedro y roble al puro estilo inglés. Y ahí sentados en los sillones con cubiertas en terciopelo verde con adornos dorados, varios hombres bebían vino.

—Capitán Vane, ella es Fátima de Castella, la prometida del Capitán Drake.

Eugene se apresuro a presentarla al cabecilla.

Un hombre de poco más de treinta años se puso de pie, su cabello era rubio, ojos grises y piel dorada, era tan alto como Oliver, y poseía la misma entereza que sir Henry y Oliver; Eugene y Robbie, sería tal vez que el grado de Capitán les inyectaba la fuerza y la superioridad que emanaban en todos ellos y que los hacía sobresalir de los demás.

El Capitán Vane se acercó a ella y sujetándole delicadamente la mano, depositó un beso en su mejilla. Su actitud la tomó por sorpresa. Fátima estaba muda y rídiga, bien podía haber sido tomada por una estatua.

—Fátima, es un placer conocerte. Nunca imaginé ver el día en que nuestro caballero pirata sentara cabeza. —Ella abrió los ojos tanto que su expresión no pasó desapercibida para aquel hombre— No te ofendas Fátima, es sólo que aún me cuesta trabajo creer que el Capitán Drake finalmente se decidió a abandonar el mar y su embrujo, creí que después de tantos años de travesía, él se había librado de las costumbres nobles. En fin, Henry tuvo suerte de encontrarme aquí, recibí su nota justo antes de embarcarme a Charles Towne, y no quise irme sin antes conocerte. Dispón de la casa y sus sirvientes como te plazca.

Ciertamente, desconcertó a Fátima la familiaridad con la que el Capitán Vane le hablaba, pero por extraño que pudiera parecerle su comportamiento, ese hombre le inspiraba confianza.

—Agradezco su amabilidad Capitán Vane. —Recobró la capacidad de hablar y se dirigió a él con firmeza y mirándolo directo a los ojos.

—Alastair. Oliver es mi amigo, hemos blandido las espadas en varias ocasiones juntos y en un par de ellas él ha llevado la peor parte para sacarme del aprieto, ¿no es cierto Eugene?.

—Aye sir.

—Cuando Henry me envío la carta en la que me habló de tu existencia y del inconveniente que se había presentado estando Oliver lejos, no dude en brindarles mi ayuda. —El Capitán Vane observaba con excesiva atención el rostro y los movimientos de Fátima. La estaba descifrando, no la veía como a una mujer, después de todo, ella era la prometida de su amigo, y eso la hacía intocable. Sin embargo, ella le parecía demasiado inocente y frágil para siquiera imaginarla involucrada con un pirata. Mientras la estudiaba, él descubrió sobre el pecho de ella la medalla de Oliver, se le acercó y sujetó el dije examinándolo con cuidado, constatando de inmediato que era real y que sin duda era el mismo que Oliver había usado desde que se había convertido en pirata— En realidad debo decirte que aplaudo tu valentía Fátima, cualquier otra mujer hubiera sucumbido al primer obstáculo. Sabes una cosa, me apetece mostrarte la casa antes de marcharme, así podremos conversar un poco más. ¿Estás de acuerdo?.

Su voz estalló en una tonalidad emotiva, y en su rostro se instaló una sonrisa. Eso desconcertó a Fátima, este hombre de un segundo a otro había cambiado la curiosidad por simpatía

Ella contempló a ese grupo de piratas transformados en una especie extraña, lucían elegantes ropajes, eran educados, podían asirse a la camaradería de una manera tan leal y al mismo tiempo no dejaban de ser mortíferos. Se les veía tan tranquilos y alegres, que le costaba mucho trabajo a Fátima poder imaginarlos sosteniendo una espada, asaltando navíos y tomando puertos.

—Será un placer Alastair.

—Por aquí milady.

Con la mano derecha le indicó el camino y luego le ofreció su brazo, y ella lo sujetó con más tranquilidad.

Caminaron por el jardín hasta llegar a la plantación de azúcar. Durante todo el trayecto, Alistair le habló de los cambios en la cofradía pirata, el fin de su legado y de las persecuciones que estaban sufriendo y como uno a uno, los piratas y corsarios estaban siendo ejecutados por las autoridades de los países que los engendraron y que ahora ya los consideraban un peligroso estorbo. Él, le contó historias escalofriantes de sus correrías marítimas al lado de Oliver y Henry. Y con cada historia que él le compartía, Oliver se transformaba en un ser auténtico, sorprendentemente frágil que podía sucumbir al embate de una espada, y tan poderoso al mismo tiempo que podía salvaguardar las vidas de su tripulación en una sola maniobra náutica o terrestre, y que indiscutiblemente, ella sabía, él era poseedor un sublime corazón que se estremecía con un beso.

Alastair, también le habló sobre la procedencia de algunos de los piratas, le dijo que había algunos que provenían de familias nobles o bien acomodadas, Oliver era uno de esos. Ella entendió al instante el por qué de sus diferentes comportamientos, algunas veces tan cortes, educado y en otras tan violento y hasta vulgar.

—Oliver viajaba mucho acompañando a su padre, y en uno de esos viajes, el barco fue asaltado por piratas. Debo aclararte, que no fue ninguno de nosotros. Como es bien sabido, les ofrecieron dos opciones: unirse a ellos o morir. El padre de Oliver había rechazado la propuesta de unirse a los piratas, ellos le iban a cortar el cuello, y para salvarlo de la muerte, Oliver aceptó el trato. Él era un niño, no más de catorce años pero con un endemoniado carácter. Tiempo después, conoció a Morgan en Tortuga, y se unió a él. Con los años, Oliver se convirtió en uno de los piratas más poderosos en el Caribe y desde luego su cabeza tenía un precio alto. Hace algunos años, regresó a Inglaterra en busca de su familia. Pero no tuvo el recibimiento que él esperaba. Su padre aún estaba enfurecido con él. Le echó en cara que su comportamiento no había sido el de un caballero inglés. Y lo repudió. El distinguidísimo Conde de Ardley, denunció a su propio hijo a las autoridades y se ofreció a ser él quien le tendiera la trampa para que fuera capturado. Lo sorprendió con una estocada en el hombro y la cicatriz que Oliver tiene en el rostro también fue obra de su propio padre. Después de eso, tuvo que hacerle frente a un ejército de soldados. Oliver es un gran estratega, por eso logró escapar apenas con un hilo de vida.

Esa revelación, ciertamente impactó a Fátima, Oliver estaba solo también, igual que ella. Ambos habían sido rechazados y alejados de sus familias. Ese conocimiento la hizo sentirse más cercana a él.

¡Dios Santo!. ¡Oliver es hijo de un conde!. Recapacitó, pero logró controlarse. Él ya se lo había mencionado, se reprendió mentalmente.

—Yo no sabía que su familia lo había rechazado.

—Mi querida Fátima. Oliver no es el tipo de hombre que va por el mundo gritando sus aflicciones. Yo sé esto porque después de ese incidente, él y yo nos vimos envueltos en una batalla. La toma de un puerto, para ser preciso. Yo estaba herido, había perdido mi espada y un soldado a punto estuvo de atravesarme el corazón con la suya mientras yo yacía en el piso. Oliver apareció en el momento justo. Me ayudó a ponerme en pie, y me llevó a uno de los botes, le ordenó a Eugene que me llevara de regreso a bordo del Leprechaun. Y fue en ese momento cuando vi como la espada de otro solado le atravesaba el costado. Eugene intentó regresar a ayudarlo, pero él le gritó que no se detuviera hasta llegar al barco. Robbie y Georgie, se encargaron de rescatarlo aún contra su voluntad. La toma del puerto fue exitosa. Sin embargo, él quedó malherido, mucho peor que yo. Creímos que no resistiría. Él había tenido fiebre durante varios días y en sus delirios hablaba de su padre y preguntaba por qué lo había rechazado. Él quería que lo mataran por causa de la actitud que su padre había tomado contra él. Pero afortunadamente aún no era su momento de morir. Le tomó mucho tiempo recuperarse, y cuando finalmente estuvo saludable, yo hablé con él. Tuve que hacerlo entender que lanzándose a la muerte como lo había hecho no repararía la relación disuelta con su padre. Él estaba solo como todos nosotros y tenía que aceptarlo así. Imagino que Oliver no tuvo tiempo para hablarte sobre esta parte de su vida, ¿verdad?.

Fátima estaba genuinamente sorprendida al escuchar aquella historia. Oliver no le había mencionado nada sobre eso cuando hablaron la última vez que estuvieron juntos. Ella supuso que si él se lo revelaba, ella pensaría que solo trataba de aparentar que su vida había dado un vuelco dramático debido a una situación similar a la que ella había enfrentado. Pero, él no se iba a arriesgar a que ella se sintiera engañada.

—No creo que haya sido por falta de tiempo. Más bien fue precaución. —Dijo ella más para sí misma.

—Pues debiste ponerlo en una situación difícil para que optara por ser precavido. En cualquier caso, ya he hablado yo. Eso le facilitará las cosas cuando intente revelarte algo sobre este asunto.

—¿Y tú?. —Preguntó ella.

—Yo. Bueno, mi historia es más simple. Soy el tercer hijo de un duque, y me harté de ser un bueno para nada con la latente angustia de tener que buscarme el sustento sirviendo a mi padre o a mi hermano mayor. La vida inherte de un aristócrata me enfermaba. Siempre me gustó la aventura y siempre la busqué. En uno de los múltiples berrinches de mi padre, causado por mi terquedad, no acepté a hacerme cargo de las cuadras, me embarqué y llegué al Caribe. Ahí conocí a Armand Ladmirault y a Robert Brenton. Ni siquiera lo pensé dos veces. Era justo lo que yo deseaba, vivir aventuras, hacerme mi propio camino sin depender de nada ni nadie. Y bueno aquí estoy ahora, ya soy un pirata retirado.

—Lo haces parecer como si fueras ya un anciano artítrico. —Él reventó en una carcajada.

—En esta profesión cumplir treinta años es una proeza. Además, deseo disfrutar de mi familia. Tengo dos hijos, uno de cuatro y otro de seis años y una esposa encantadora esperando por mí en casa. Ya no soy un buen compañero del mar.

Después de una larguísima charla, la distancia que los había enfrentando a la llegada de Fátima, se había esfumado, derrumbando todos los formulismos y los tornó en dos aliados. Y después de una extensa travesía de recuerdos, el Capitán Vane se preparó para zarpar.

—Fátima, ya debo irme. Zarparé rumbo a Carolina, para ser preciso a Charles Towne, las plantaciones son un excelente negocio en estos días. Allá nos hemos establecido muchos de nosotros. Hablé con Oliver sobre esto hace un tiempo, y le cautivó esa idea. Él compró un buen trozo de tierra y mandó construir Viridian. Armand y yo nos hemos encargado de administrar la plantación de Oliver, mientras él sigue intentando abandonar el mar. Me alegra constatar que ya ha decidido establecerse. Por cierto, dile a Oly que no se olvide de invitarme a la boda. No me la perdería ni por todo el maldito oro del mundo.

Él le guiñó el ojo, y ella no pudo evitar sonrojarse. El breve recuerdo de la noche que había compartido con Oliver antes de que él zarpara, le atiborró el cuerpo con oleadas candentes.

—Así lo haré Alastair.

Ella le sonrió sin reservas, sin abanicos de por medio, sin reglas, sin frenos, simplemente le obsequió una radiante y vital sonrisa. En el rostro de Alastair se dibujó una sonrisa de lado muy pícara. Con esa simple sonrisa que ella le obsequió, vislumbró el motivo que había empujado a Oliver a comprometerse. Su amigo se había enamorado de esta mujer transparente y cálida. Ella era justo lo que Oliver necesitaba, pensó Alastair.

—Hasta entonces Fátima.

Él le ofreció su mano y ella la estrechó como si fueran dos colegas, iguales, sin diferencias de ninguna clase.

—Hasta entonces Alastair.

—Capitán Brenton, Capitán Armitage, nos veremos pronto.

Dio un par de palmadas sobre las espaldas de Robbie y Eugene, luego los abrazó como lo habrían hecho los grandes y viejos amigos.

Robbie y Eugene también tenían el mismo rango. Ella entendió por qué Oliver había dejado a Eugene custodiándola y a Robbie para comandar el barco. Dos capitanes sabrían tomar decisiones apresuradas si era necesario y podrían emplearse a fondo en cada una de sus responsabilidades.

Fátima flanqueada por Robbie y Eugene acompañaron al Capitán Vane y a sus camaradas a la salida. Ellos se encaminaron hacia la playa en donde aguardaban varios botes, los abordaron y remaron hasta el galeón que esperaba anclado en la distancia.

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