Azul

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LOS rostros de Eugene y Robbie se habían sosegado y hasta esbozaban ligerísimas sonrisas. Oliver y Fátima, se dirigieron a la carreta y la abordaron. Oliver la conducía y ella estaba sentada a su lado, Eugene y Robbie viajaban en la caja.

Se dirigieron sin escalas al muelle en donde ya los esperaban un par de botes custodiados por Georgie y dos marinos del Black Clover.

—Milady, me alegra volver a verla. —Georgie en señal de saludo, se quitó de inmediato el sombrero de tela con una borla en la punta.

—A mí también me da gusto verte de nuevo, Georgie.

Antes de que Fátima abordara el bote, Robbie se le acercó y le sujetó ambas manos entre las suyas.

—Fátima, aquí nos separamos. Me embarco en el Black Clover, mi tripulación y yo zarparemos rumbo a Port Royal. Yo me quedo con el Capitán Morgan, he aprovechado el ofrecimiento de perdón del Rey Carlos y me estableceré en Jamaica.

Le entregó la espada en su vaina y luego la abrazó con dulce firmeza, como lo haría un hermano mayor. Este hombre recio y peligrosamente agradable se había encariñado con ella, él, junto con el resto de su tripulación velaron por la seguridad de ella, la entrenaron y la vieron metamorfosearse de una indefensa jovencita a una fascinante mujer y ella a cambio les había obsequiado su afecto y su confianza.

—Robbie, —Ella depositó un beso en la mejilla sin afeitar de varios días de él— te echaré de menos.

Robbie sujetó el rostro de ella entre sus manos y la besó en la frente. Sus ojos felinos mostraban por primera vez un atisbo de nostalgia.

—No olvides sostener la espada siempre con firmeza, mujercita. Y tampoco olvides todo lo que te enseñé.

—¿La espada?. ¿Lo que le enseñaste?. Me estoy alarmando.

Preguntó Oliver burlón con una muy masculina media sonrisa de lado adornando su rostro, mientras sujetaba a Fátima por la cintura en un gesto posesivo.

—Aye Capitán. Aunque dudo mucho que ella aplique ciertos movimientos tácticos contigo. No creo que ella desee verte tirado en el piso aullando y retorciéndote de dolor. Créeme que sé de lo que hablo.

Ella sonrió mientras confirmaba con un movimiento afirmativo de su cabeza, lo que Robbie acababa de confesar. Oliver la sujetó por los hombros y la miró a los ojos con una expresión entre complacida y burlona.

—Por Dios mujer, tienes que ponerme al tanto de todas esas barbaridades. —Él se volvió y extendió el brazo ofreciéndoselo a Robbie— Capitán Brenton, estoy en deuda contigo.

Robbie sujetó la mano con mucha fuerza y se abrazaron. Entonces el capitán Brenton le habló al oído, disfrazando su voz en una sonrisa que más bien se antojaba tétrica.

—Sólo encárgate de hacer feliz a esta mujercita y la deuda estará cubierta con creces.

Le dijo en tono de discreto ultimátum. Oliver aflojó el abrazo y miró directamente a los ojos dorados de Robbie que ahora brillaban con un chispeante tono amarillo y le brindó una sonrisa maliciosa.

—Parece que mi mujer ha hecho alianzas estratégicas. Me alegro.

—Así es Capitán Drake, la tripulación del Black Clover y su capitán, se rindieron a punta de espada a los pies de tu mujercita. Hasta pronto Oliver.

—Hasta pronto Robbie.

Robbie subió a otro bote, donde un par de marinos aguardaban por él, ellos remaron hacia el Black Clover y Oliver, Eugene, Georgie y Fátima se enfilaron rumbo al Cerulean, ambos barcos esperaban anclados en la bahía.

Fátima ya no se sentía fuera de lugar a bordo del barco, a pesar de que el Cerulean un galeón de tres palos, era un navío diferente al Black Clover, ella se movía con mayor desenvoltura sobre cubierta, ya no le parecieron tan ajenos los amarres, las velas, los mástiles y hasta los cañones. Georgie a cargo del timón maniobraba con tal delicadeza que pareciera que en lugar de surcar el mar, lo hacían sobre las nubes.

El cofre con los vestidos y demás pertenencias de Fátima que Sir Henry había enviado al Black Clover, fue llevado a la cabina del Capitán del Cerulean.

Sola, Fátima tomó un baño y se vistió con un vestido azul aguamarina de mangas bombachas y escote en ojal que dejaba al descubierto el ligero tostado de la piel de su rostro y sus hombros y peinó su cabello en una trenza que luego transformó en un moño sujeto por horquillas, le pareció reconfortante haberse aseado, vestido y peinado ella misma, la hizo sentir más completa y capaz. Después de asegurarse de que estaba presentable, ella se dirigió a la popa del galeón en donde se encontraban Oliver y Eugene.

Si la tripulación de barco hubiera tenido un poco de candidez habrían comentado la expresión del capitán cuando vio a Fátima caminando hacia él a través de la cubierta del barco. Cualquiera hubiera pensado que el Capitán Drake había olvidado como respirar y el aire intentaba encontrar el camino a los pulmones a través de su boca ligeramente abierta.

Oliver tuvo que hacer uso de todo el autocontrol que tenía a mano para no abalanzarse sobre ella y devorarla a besos. Sentía como su cuerpo empezaba a ponerse rígido reclamando una desesperada liberación. Sin embargo, también estaba consciente que si se concedía un solo beso, difícilmente podría mantenerse lejos de ella y eso era algo que no podía permitirse, estaban aún inmiscuidos en un grave problema y debía encontrarle solución antes de poder sumergirse en las profundidades dulces y tempestuosas de Fátima. Aunque tuvo que reconocer para sí mismo que ella lucía diferente, su piel había tomado un ligero color tostado, que la transformaba en una diosa caribeña, pero había algo más que irradiaba, se le veía más entera, más fuerte y segura. Pensó que su repentino cambio, lo desconcertaba, si ella había conquistado a un grupo de hombres temerarios y soeces al punto de haber jurado lealtad a ella, entonces finalmente esta mujer había encontrado la manera de recobrar el espíritu que él había vislumbrado en la profundidad de sus ojos castaños. Y muy a pesar de que él no había estado ahí para presenciarlo, el resultado del cambio era evidente y lo complacía.

Cuando ella estuvo frente a él, Oliver la envolvió en sus brazos enredándose con ella en un abrazo candente que lo hizo fundirse nuevamente en las curvas del cuerpo de ella. Ella levantó el rostro un par de veces ofreciéndole sus labios entreabiertos pero él se obligó a colocar su mirada lejos de aquel manjar. Él debía mantener la cabeza en su lugar y sus ideas claras, y con ella cerca, tan cerca de él, le estaba resultando físicamente imposible.

Ella se incomodo ante el discreto rechazo de Oliver y nuevamente la punzante “decep...”, “desconcierto”, corrigió. El

desconcierto se apoderó de su espíritu. Ella permaneció anclada entre los brazos de Oliver contemplando el océano juguetón, recostada en el pecho fuerte y tibio de él. Ella disfrutó en silencio de su cercanía, no había necesidad de romper la magia azul que le proporcionaba el océano y el cielo combinados, con pensamientos destructivos y dudas lacerantes, él estaba con ella, y ella otra vez en sus brazos, y por ahora, sentía la agresiva necesidad de saborear hasta el último segundo de este contacto.

—Oly, seguramente encontraremos barcos españoles en el camino. El duque y la tía, encontraron a Fátima en Maracaibo, por eso salimos huyendo de ahí y nos refugiamos en Tortuga.

—Ahora entiendo por qué había tal alboroto en la casa de Alastair. Vane se va a poner como enyerbado cuando se entere lo que esos oficiales han hecho con su casa. Prácticamente la saquearon. Nosotros, navegamos rumbo a la mansión, y me extraño no encontrar al Black Clover anclado frente a la casa, supuse que algo había salido mal, bordeamos el desfiladero y llegamos al otro lado. Ahí, Georgie y yo desembarcamos y cruzamos la selva hasta llegar a la plantación, vimos soldados rodeando la casa, por un momento pensé que ustedes habían sido detenidos, sin embargo no percibí señales de que hubiera prisioneros, los oficiales parecían muy tranquilos más que alerta, el saqueo estaba en su punto álgido. Regresamos al Cerulean y navegamos hasta llegar al muelle, Georgie y yo desembarcamos y de inmediato nos detuvieron los soldados y nos interrogaron. Les dije que habíamos desembarcado por provisiones. Georgie y yo nos disfrazamos de peones, rentamos una carreta, compramos víveres y nos encaminamos a la mansión de Vane. Había soldados por todas partes, no nos detuvimos pero pude ver claramente en el portón de la entrada un trébol y una tortuga, regresamos al Cerulean y zarpamos de inmediato rumbo a Tortuga.

—Me preocupaba que no hubieras encontrado el mensaje. Además, todos estábamos muy inquietos, calculamos el tiempo en que llegarías a Jamaica y luego lo que tardarías en arribar a Maracaibo, pero te retrasaste un par de meses y no recibíamos ninguna noticia tuya, ni de Henry.

—Tuve que desviarme a Charles Towne. Debía resolver un asunto antes de regresar a Jamaica. Por cierto, tengo una sorpresa para ti. —Finalmente depositó un levísimo beso sobre el cabello de Fátima y separándose de ella, le sujetó una mano entre las suyas— Acompáñame.

La condujo al interior del barco, en donde se ubicaban los camarotes de la tripulación. Él abrió una puerta y con la cabeza le indicó a Fátima que entrara, él no la acompañó, solamente cerró la puerta tras de ella y se marchó.

—¡Fátima!.

Índigo estaba en malas condiciones. La mujer vigorosa se había transformado en un ser demacrado y endeble. Fátima se lanzó a abrazarla, cuando sus brazos la rodearon y sus manos tocaron su espalda, percibió canales húmedos sobre su piel. La mano de Fátima se tornó escarlata, mientras que el rostro de Índigo se decoloraba. De inmediato le dio vuelta y levantó su blusa. Había verdugones por toda su espalda, la carne viva se contraía con cada inhalación que ella difícilmente completaba. Fátima sintió como el estómago se le comprimía y un intenso escalofrío helado le recorría el cuerpo.

—¿Qué fue lo que sucedió contigo?.

Le preguntó horrorizada mientras le quitaba la blusa y examinaba con más detalle las heridas en su espalda.

—Fue Amelia. La tarde que tu tía y tú se marcharon a la fiesta de compromiso, llegó a la casa un enviado del Gobernador para avisarme que debía llenar un baúl con las prendas que pudieras necesitar para un viaje largo y que también tenía que huir de inmediato. Me dijo que corría peligro si me quedaba y que tú también estarías en problemas si a mí me encontraban en la casa porque yo sabía muchas cosas. Me dijo que me esperaban en el muelle y que me llevarían contigo. Pero no alcancé a salir de la casa a tiempo. Quería revisar que no hubieras dejado nada que les indicara tu paradero. —Fátima recordó que Eugene y Robbie discutían y observaban continuamente a través del catalejo el muelle de Jamaica. Ellos esperaban a Índigo, y al no llegar decidieron zarpar sin ella— Pero justo cuando yo salía de la casa, tu tía apareció acompañada de un tipo con peluca blanca y muchos soldados. El Gobernador venía con ellos, y se dedicaron a interrogar a todos los sirvientes. Durante varias semanas tu tía y el hombre de la peluca blanca entraban y salían de la casa, hasta que una tarde ellos regresaron con las joyas que aquel hombre te había regalado. Escuché que la esposa de alguien importante las estaba usando cuando las descubrieron. Ella dijo que su esposo las había comprado, pero no pudieron probarlo. Y me llamaron a mí, yo era la única de los sirvientes que conocía esas joyas, y me interrogaron. Tu tía estaba furiosa conmigo porque aseguraba que yo debía saber algo sobre tu desaparición, insistía en que tú me habías dado las joyas como pago por mi silencio y que yo te había ayudado a escapar. Yo no le dije nada, y ordenó que me castigaran. Recibí veinticinco latigazos y luego decidió que me vendería. Pasé la noche en prisión, el Gobernador me envió a uno de sus hombres para decirme que no podía venir a verme porque todo se descubriría si alguien lo veía conmigo, pero también me dijo que se encargaría de ponerme a salvo una vez que fuera llevada al mercado de esclavos. Tu tía no permitió que el doctor Parker me visitara. Sin embargo el Gobernador mandó en varias ocasiones a una hierbera para que curara mis heridas.

El relato que se desprendió de los labios de Índigo, aterró a Fátima, ella desconocía que su tutora alojara en su interior tanta crueldad capaz de castigar de manera tan brutal a un ser indefenso como Índigo. ¡Y ese ente abominable era su propia tía!. En cambio quien se suponía debía ser una creatura monstruosa, el pirata sin derecho al reconocimiento y respeto público, se comportaba de manera más humana, mucho más que todos aquellos que presumían de serlo. A Fátima se le heló la sangre al recordar su encuentro con Amelia y Alfonso en Maracaibo, imaginó en un segundo toda clase de torturas que hubiera tenido que padecer si por mala suerte la hubieran capturado.

—Lo lamento tanto Índigo, fue mi culpa, yo no debí dejarte.

Inútiles lágrimas se desprendieron de sus ojos, era como si todos los sueños hermosos que había cultivado durante todas esas semanas se le hubieran deshojado en las manos como débiles flores moribundas. Era su propia familia quien encabezaba un ataque en su contra y podía esperar cualquier clase de atrocidad de su parte.

Ella se estremeció al imaginar a Oliver como la víctima perfecta. Después de todo, ella se había convertido en la carnada que terminaría haciéndole daño a él. Ese pensamiento la aterrorizó. Sin duda él se ofrendaría para protegerla a ella. Y eso, ella no lo permitiría.

¡No lo permitiría!

—Fátima, hiciste lo que tenías que hacer. Me alegró saber que finalmente habías sido capaz de tomar una decisión determinante para dirigir tu vida. Además ninguna de las dos hubiéramos imaginado que tu tía se ensañaría tanto con nosotras. Pero sabes, después de todo tuve buena suerte. El día que me llevaron al mercado de esclavos, yo tenía fiebre muy alta, difícilmente lograba mantenerme en pie, me sujetaban entre dos carceleros cuando empezó la puja. Alguien me compró. Ni siquiera puse atención de quién se trataba, hasta que me subieron a un carruaje y me llevaron de inmediato con el Doctor Parker. Al principio, él se negó a atenderme, decía que tu tía lo había amenazado con arruinarle la carrera si nos brindaba ayuda a ti o a mí. Fue entonces cuando descubrí quién me había comprado. El Capitán Drake. Él sujetó al doctor por el cuello de la camisa, lo sacudió con fuerza y colocó una daga en su cuello y le dijo que había llegado el momento de saldar su deuda y le advirtió que si no me atendía, no habría necesidad de arruinarle la carrera a un muerto. Estuve varios días en una posada, ahí me hacia las curaciones el doctor Parker, y siempre custodiado por el Capitán Drake y un par de sus hombres. Oliver se encargó de que yo recibiera atención médica. Fátima, gracias a eso, estoy viva. Yo no... —Fátima la interrumpió.

—No hables más, debes recuperarte. —Susurró mientras sujetaba la redonda cara entre sus manos— Yo estoy ahora contigo y me voy a asegurar de que esas heridas sanen pronto.

Fátima, la ayudó a llegar a la cama y la acostó boca abajo, luego limpió las excoriaciones que habían sangrado, y les aplicó un bálsamo que había sobre la mesa. Índigo se mordía los labios o reprimía un quejido cada vez que Fátima pasaba el trozo de tela suave empapado con aquella solución sobre los verdugones. Una vez terminada la curación, Fátima acarició el pelo rizado de la mujer hasta que ella se durmió.

Fátima se levantó y sin hacer ruido salió del camarote dirigiéndose a cubierta. Ella buscaba a Oliver a babor y a estribor, en la popa y la proa pero no lo encontró.

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