Azul

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SANTIAGO levantó la voz, difuminando los recuerdos de ella.

—Tu despacho. Tu despacho Fátima, eso me sorprendió mucho más cuando lo escuché. Era imposible que una mujer tuviera un despacho, y mucho menos verla administrando una plantación y una naviera y que hasta participara de las negociaciones. —Hizo una breve pausa y prosiguió— Sin embargo, entendí que no quisieras quedarte, fue muy evidente tu incomodidad debido a mi presencia, y hasta la actitud defensiva de tu pirata cuando escuchó que yo era español. En ese momento yo ansiaba tocar tu mano y testificar que realmente eras una mujer viva, quería sentir la fortaleza atrapada en tus delicadas manos. Desde luego ese no era el momento adecuado. Tu pirata seguramente se habría abalanzado sobre mí si yo me hubiera acercado un centímetro más. Cuando te marchaste las cosas no cambiaron, en su mirada había escepticismo, y sus enormes ojos verdes me amenazaban, como si fueran dagas de jade afilado presionando mi garganta. Sin embargo, logré convencer a tu pirata de que yo no era enemigo.

Él hizo una pausa. Desde luego que él no era su enemigo, no deseaba ser su amigo tampoco, entonces ¿qué demonios era él?. Le costaba trabajo creer que ella no había sido capaz de descifrarlo. Ella no podía ser tan insensible, le había demostrado lo contrario en varias ocasiones.

—No. Enemigo no. Eres algo mucho peor.

La última frase que ella pronunció con especial desprecio, se le incrustó a él justo en el centro del pecho. ¡Ella lo sabía!. Y entonces ¿por qué le disgustaba tanto saberse poseedora de él?. Haciendo uso de su inestable desinterés, él retomó el hilo de la conversación que ella había interrumpido.

—Yo no soy tu enemigo, nunca podría ser tu enemigo. Y lo sabes, condenadamente bien.

Ella se tragó cualquier respuesta, y Santiago hizo otra pausa y la miró; sus ojos brillaban, ella no había percibido antes el brillo de sus ojos, por lo menos no con esa chispa de remordimiento.

¿Remordimiento?.

Si, ella la reconocería oculta en la mirada más inescrutable o fría. Había vivido con ella durante muchos meses y había aprendido a detectarla en sus propios ojos. Ella misma había sido presa del remordimiento cuando fue obligada y no lucho para buscar a Oliver en el interior de la mansión en llamas.

¡Santiago se sentía culpable!.

Vaya, por lo menos el destino estaba pasándole factura por su maldita intervención.

Sin embargo, ella no se sintió reconfortada. Ese remordimiento que emanaba de él, no procedía de sus acciones contra de Oliver, sino por ella. El estómago se le desgarró produciéndole un vacío doloroso con oleadas que le inundaron todo el cuerpo. Ella entrelazó las manos y cuadró los hombros enderezando la espalda y poniendo todo el cuerpo rígido para evitar que él notara su sobresalto.

Él no lo notó y prosiguió con el relato.

Fue a través de mi interés comercial en el arroz que conquisté la aparente confianza de Oliver. Yo soy hombre de mundo, y tengo los conocimientos suficientes sobre la tierra en donde ahora vivo y sobre los cultivos que manejo, fue eso lo que me sacó del atolladero.

—Tomen asiento, por favor. ¿Desean beber algo?.

Oliver nos habló forzando sutileza en su voz. Ese hombre estaba analizando cada uno de mis movimientos y mis gestos, supe en ese momento que era mejor entregarme por completo a mi problema comercial y evitar cualquier comentario o ademán que lo pusiera alerta.

—No, gracias Oly, yo ya he bebido suficiente en casa de Armand.

—¿Y usted señor de Alarcón?. —Me preguntó Oliver cáustico.

—No gracias, señor Drake.

—Bien. Entonces hablemos de negocios.

De inmediato se hizo cargo de controlar la conversación. Pensé que este hombre debió ser un estratega extraordinario mientras fue pirata, y ahora aplicaba ese talento en los negocios. Esa aptitud era extraordinaria, pero la mujer que tenía a su lado era muy superior...

¡Estúpido!.

No debía pensar en esas cosas ahora. Pero resultaba endemoniadamente difícil no pensar en ella al tenerla tan cerca. Así que tuve que lanzarle mi problema. Era lo conveniente, para demostrarle que yo estaba en un serio aprieto.

—Señor Drake, tengo urgencia de conseguir 500 sacos de arroz, requiero de esa cantidad para cubrir mis compromisos. Tuve problemas personales que me impidieron efectuar la compra en el momento adecuado.

Lo miré directamente a los ojos y mi desesperación la hice evidente. Él lo percibió.

—Entiendo. —Oliver bajó el rostro un segundo y luego me observó nuevamente, pero su mirada había cambiado, ya no era suspicaz, ahora era más bien curiosa, y en su boca se delineó una breve sonrisa— Bien, señor de Alarcón, creo que podemos cubrir su pedido de arroz. Sólo tendría que indicarnos por qué medio será transportada la mercancía para que podamos llevar el cargamento al lugar preciso.

—Sería embarcada, primero debo verificar la disponibilidad de los navíos de la compañía que en ocasiones anteriores ha transportado mercancía para mí, y contratar los servicios del barco que pueda efectuar el viaje a Veracruz lo más pronto posible.

Yo sabía que Oliver tenía una naviera, y si él controlaba la conversación, yo podría obligar varios cambios de dirección y obtener alguna ventaja. Estaba seguro de que él me ofrecería transportar mi mercancía para asegurarse de que yo no estuviera mintiéndole y desde luego enviaría espías que pudieran confirmar que lo que yo decía era real. Los dos estábamos dispuestos a encontrar respuestas y ocultar verdades.

—Le tengo una propuesta señor de Alarcón —Oliver se frotó la barbilla— Yo poseo una naviera, puedo ofrecerle los barcos que necesite para llevar el cargamento a dónde usted lo indique.

Oliver intentaba a toda costa encontrar alguna debilidad en mí, sin embargo no había nada que temer siempre y cuando me mantuviera en el campo que yo conocía a la perfección.

—Señor Drake, su oferta me parece extraordinaria. Y si no tiene inconveniente me gustaría viajar en el mismo barco que transporte el cargamento. Desde luego, si esto es posible.

El rostro y la mirada de Oliver modificaron su expresión, estaba más tranquilo y sus ojos ya no lucían amenazantes. Sin embargo, no bajaba la guardia.

—Desde luego es posible que usted viaje en el barco.

—Solo falta un detalle importantísimo: el precio.

—¿Cuánto está dispuesto a pagar?. No me gusta sacar provecho con la desgracia de las personas.

De nuevo su voz estaba matizada con una aguda mordacidad. Imagino que esperaba acorralarme en medio de alguna trampa o mentira, sin embargo, yo estaba preparado para todo eso, en ese momento mi misión principal era concretar algún negocio que salvara mi patrimonio, así que acepté el ofrecimiento que él me hacía.

—Digamos 30 monedas de oro por 100 sacos, ¿le parece?, es el precio en que yo lo vendería sin tener pérdidas en la negociación.

Los ojos de Oliver pusieron al descubierto su sorpresa cuando mencioné el precio, ahora él sabía que yo no estaba mintiendo con respecto a la compra del arroz y que estaba enterado de los costos tanto en compra como en venta.

—¿Estás de acuerdo con ese precio Alastair?.

-Preguntó Oliver.

—Totalmente Oliver.

—Es un precio justo. Es usted un comerciante muy hábil señor de Alarcón. —Me miró con los ojos entornados y una sonrisa ladeada que más bien me pareció tétrica.

—Solamente trato de proteger mi patrimonio señor Drake. ¿Cuándo podré zarpar con el cargamento?.

—Hoy mismo. El Cerulean será cargado y preparado para la travesía y por la noche, usted estará navegando de vuelta a Veracruz.

—¿Cerulean?. —Hice una pausa, me pareció curioso que la nana, la mansión y el barco fueran derivación del azul— Índigo, Viridian, Cerulean... Es curiosa la persistencia del azul, ¿cierto?.

—Cierto. —Me respondió esbozando una sonrisa maliciosa pero no hizo aclaración alguna al respecto— Cómo le decía, el Cerulean será cargado durante las próximas horas y zarparán con la marea.

—Perfecto. ¿Señor Drake, sería tan amable de decirme el costo total de esta negociación, incluyendo mi pasaje?. Quisiera hacer el pago de una vez, no es conveniente deambular por la ciudad cargando sacos de monedas de oro. Prefiero finiquitar este asunto ahora mismo.

—Desde luego señor de Alarcón.

Oliver tomó una pluma la sumergió en el tintero y en un trozo de papel escribió varios números y conceptos.

Observé con mucha atención la alianza que Oliver llevaba en el dedo anular de la mano izquierda, mientras sujetaba el papel donde anotaba las cantidades y los rubros que amparaban el costo de la compra y transportación del arroz. Percibí que la sortija era de dos colores, tal vez una mezcla de oro blanco y amarillo, estaba formada por dos partes almenadas que se embonaban perfectamente una en la otra, medía por lo menos un centímetro de ancho.

Oliver, se puso de pie y me entregó el papel y yo revisé las cuentas que estaban escritas.

—Me parece una suma razonable. —Saqué del interior de mi casaca cuatro pequeñas bolsas cada una con cincuenta monedas de oro y las coloqué sobre el escritorio— Creo que con esto el trato queda cerrado. —Oliver se puso de pie y observó el dinero y luego extendió su brazo y estrecho mi mano.

—Celebremos que hemos hecho un buen negocio. ¿Le ofrezco un vaso de ron?.

—Se lo agradecería. Ahora si me siento con ánimos de festejar.

Él se acercó hacia la mesa con las botellas y sirvió tres vasos de ron, luego me entregó uno a mí, otro a Alastair y él tomó el tercero. Entonces fui testigo de una conversación mucho más importante que el cargamento de arroz que acababa de adquirir.

—Oly le avisé a Armand que venga a verte mañana mismo como me lo pediste. Él se sorprendió cuando supo que tienes planeado embarcarte.

—Ah, precisamente por eso he pensado en enviar la mercancía del señor de Alarcón esta noche. Todos los barcos están en travesía. El único disponible es el Cerulean. Así el galeón estaría de regreso la próxima semana. Tendremos tiempo suficiente para prepararlo para el viaje. Zarparemos después de la fiesta.

—¿Fátima ya lo sabe?.

—Desde luego. Eugene y Georgie se quedarán a cargo de la administración, las plantaciones y la naviera mientras estamos de viaje.

¡Ella se marcharía... con él!

Debía encontrar la manera para evitar que Ella se fuera, y era prioritario que averiguara con cuanto tiempo contaba para organizar algún plan.

—Espero no importunarlo al utilizar su barco para llevar mi mercancía.

Le dije a Oliver mientras bebía un trago de ron.

—De ninguna manera señor de Alarcón, mi viaje está previsto hasta dentro de tres semanas.

Apuré el resto del licor, coloqué el vaso de cristal sobre el escritorio y me despedí de ellos. Debía prepararme para partir en unas cuantas horas de vuelta a Veracruz. Además tenía que armar algún plan que me permitiera mantener a esa mujer cerca hasta que recibiera nuevas instrucciones de Alfonso.

—Caballeros, debo retirarme. Fue un placer hacer negocios con ustedes, y espero que no sea la última vez. —Estreché sus manos.

—Le recomiendo que llegue al embarcadero al anochecer, el Cerulean levará anclas cuando suba la marea, debe de tener eso en mente para que no se demore la partida del barco.

—Le aseguro que estaré a tiempo en el muelle, señor Drake. Señor Vane, hasta la próxima vez.

—Hasta pronto señor de Alarcón.

—Lo acompaño a la salida.

Oliver me guió hacia la puerta de ingreso y salió de la casa acompañándome hasta mi carruaje que esperaba detrás del de Alastair.

—Tiene usted una mansión hermosa, señor Drake. Y ese jardín de rosas es espectacular.

—El jardín es obra de mi esposa, ella adora las rosas y se esmera en protegerlas y cuidarlas, por eso este jardín siempre está hermoso durante todo el año.

—Ya veo. —Le respondí sin mayor interés dejándole patente que el jardín sería la actividad apropiada para una mujer— Hasta pronto, señor Drake. Cochero, al hotel Renaissance, por favor.

Subí al coche y no volví el rostro, no quería provocar suspicacias. Llegué al hotel y preparé mi maleta para partir esa misma noche. Luego tomé una hoja de papel y dibujé la alianza de Oliver, y coloqué esa hoja en el bolsillo interior de mi casaca.

Después de arreglar mi maleta, salí del hotel y abordé un carruaje que me llevó al embarcadero. Busqué el muelle en donde estaba atracado el barco al que Oliver llamaba “Cerulean”. Me sorprendió ver la dimensión del navío. Era un majestuoso galeón de tres palos, el casco estaba pintado precisamente en azul cerúleo y sus velas blanquísimas. No supe con precisión si había sido extraído del océano o del cielo.

Regresé a mi hotel y me encontré a mi mismo imaginando como podría llevar a esa mujer conmigo. El pirata no me interesaba, sin embargo, él era el único inconveniente que tendría que sortear. Debía eliminarlo para llegar a Ella directamente. Pero mi intención no era asesinarlo, eso debía dejárselo a Alfonso, él se mancharía manos de sangre una vez más, él era experto en eso y yo no tenía interés en convertirme en algo similar. Finalmente él los quería a ambos. Pensé que tal vez podría solo entregarle al pirata y proteger a la mujer poniéndola fuera del alcance de Alfonso. En cualquier caso, el pirata tendría que ser sacrificado.

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