Azul

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—Quiero que me permitas ayudarte con la administración de las plantaciones. Deseo volver a trabajar con los libros y los números. Yo me encargaba de la administración de las plantaciones en... —Ella hizo una pausa, era notorio que se esforzaba por pronunciar esa palabra, sin que le hiciera daño— ... Viridian.

Me reconfortó escuchar su petición. Ella había regresado del lugar oscuro y profundo en el que se había refugiado por tanto tiempo, y yo no podía negarle nada que Ella deseara, y mucho menos si ésta era la oportunidad para que esa mujer volviera a ser tan única como yo la había conocido.

—Mañana vendrás conmigo. Te llevaré a recorrer las plantaciones y luego iremos a mi despacho en el almacén y ahí te entregaré los libros.

—Gracias Santiago.

Esa frase se estrelló en mi pecho.

Sentí que me asfixiaba.

Un horrendo estallido doloroso en mi estomago me hizo temblar. Ella me estaba agradeciendo por haberle desbaratado su mundo. Bajé el rostro un segundo y evité mirarla a los ojos.

Mi culpabilidad se había encendido de nuevo.

—Fátima, no me des las gracias nunca más. No he hecho nada que merezca tu agradecimiento.

Ella me miró desconcertada, pero no hizo preguntas.

Y sucedió algo que me arrebató cualquier sentimiento de culpa o angustia, Ella sujetó mi rostro entre sus manos y ensambló sus labios a los míos. Cuando sus manos se posaron sobre la solapa de mi chaleco, pude sentir como su calidez traspasaba la tela de mi traje, alcanzando mi pecho,.

¡Ella me había besado!.

La mañana siguiente fue el inicio de una nueva historia para Ella. La llevé conmigo a las plantaciones y las recorrimos de punta a punta. Intenté explicarle sobre el cultivo de caña de azúcar, pero Ella estaba perfectamente enterada de los pormenores, la caña de azúcar era uno de los productos con los que se hacían negocios en Viridian. Sobre el café se mostró más interesada, me hizo infinidad de preguntas sobre el cultivo, la cosecha, el procesamiento del grano.

Descubrí que esa mujer era brillante y su inteligencia la delineaba como un ser de belleza divina casi irreal.

¡Definitivamente una obra de arte!.

Fuimos después a mi despacho en la bodega y ahí le entregué los libros, Ella los revisó y sin mayor problema comenzó a hacer anotaciones y cálculos y a revisar papeles y facturas y notas de embarque. Yo la dejé trabajando en el despacho y me fui a revisar el almacén y a organizar los embarques y las entregas de mercancía que tenía pendientes. Volví por Ella a medio día. La encontré radiante, detrás de una montaña de papeles y luciendo una majestuosa sonrisa.

—Fátima es hora de ir a casa a comer.

Ella se puso de pie, acomodó un puño de papeles, los colocó en dentro de uno de los libros, que luego apiló en una torre y me los entregó.

—La contabilidad está retrasada, debo ponerla al día.

—Es cierto, no he tiempo de actualizarla.

—¿Te importaría que use tu despacho?. Me gustaría trabajar también en casa.

¿En casa?. Ella consideraba que estaba en “su” casa. Casi reventé de alegría, poco me faltó para gritar.

—No tengo ningún inconveniente. Pero ya debemos regresar a casa, seguramente Conchita tendrá la comida lista y nos estará esperando.

Esa tarde pude paladear por primera vez en mucho tiempo el sabor de la comida. Me alegraba atestiguar como Ella se había recuperando a sí misma.

Ella me acompañaba a las plantaciones y luego trabajaba en mi despacho en el almacén. Otros días Ella permanecía en la oficina de la casa. Nunca antes había tenido la administración y mis cuentas tan claras y ordenadas como cuando Ella las tenía bajo su cargo. Pero no solo la contabilidad estaba en orden, también todo en mi casa funcionaba mucho mejor. Ella se encargaba de los criados, de la alacena, hasta de mis caballos y las reparaciones necesarias en mi casa. Llegó hasta darme consejos sobre cómo administrar mis plantaciones y como mejorar mis negocios.

Desde ese momento, todo mi ser se lo entregué a Ella.

En cada breve oportunidad que se me presentaba, no dudé en abrigarla entre mis brazos y besarla. Fueron esos hermosos minutos que me proporcionaban un trozo de genuina paz.

Así transcurrieron semanas formidables. Ella me obsequiaba deliciosos besos y caricias; sonrisas y abrazos, noté que cada minuto que transcurría me resultaba imposible existir sin Ella.

Sólo se me estaba presentando un problema, aún no podía llevármela a la cama. Cada día me resultaba físicamente doloroso no poder hacerle el amor, cuando Ella se acurrucaba en mis brazos o cuando me besaba o simplemente cuando me tocaba. Pero, era por Ella que yo mantenía a raya mi deseo, Ella estaba casada con Oliver, y él estaba vivo aunque Ella no lo supiera. Y yo no la convertiría en una adúltera, aunque me consumiera de pasión por Ella.

Creí que las cosas se habían resuelto favorablemente, hasta hubo momentos en que olvidé mis crímenes y podía convivir con esa mujer sin experimentar la sensación horrible de culpabilidad.

Pero un maldito día, Eugene apareció sin avisarme, sin hablar conmigo antes de encontrarse con Ella en la playa.

Y, todo colapsó.

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