Aurora

Aurora


Capítulo 45

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Capítulo 45

Manejaba dejándose envolver por la banda sonora de una película cuando se detuvo al esperar en el intercambio de la interestatal, momento en el que notó la camioneta a la que le cedía el paso adelantándose a gran velocidad, su piel se estremeció, la reconoció, era la Dodge de los Quintana.

Aurora suspiró con melancolía, sabía que él iba allí rumbo a Los Ángeles ya, Alonso regresaba a Toronto con la determinación de no regresar en mucho tiempo a Ontario, ella deseaba que las cosas hubiesen sido diferentes y él también. Alonso iba como pasajero mientras su mirada se perdía en el paisaje que dejaba atrás su ciudad, su tristeza era inevitable y aunque trató de disimular y a sus padres logró engañar, a su hermana Silvia no y ésta sabía perfectamente que la melancolía y tristeza de su hermano tenía nombre y que no era otra más que Aurora Warren. Se lo advirtió y en sus adentros se enfurecía por verlo así pero no podía hacer nada más, le dolía y ella disimulando que estaba triste porque él se iba se acercó y lo abrazó poniendo su cara en su pecho, Alonso la rodeó con un brazo y besó su cabeza al mismo tiempo que suspiraba. Los hermanos eran muy unidos y en silencio, todos como familia y llenos de melancolía iban hacia Los Ángeles a despedirlo. A él, ya nada lo ataba a Ontario.

Aurora prefirió manejar manteniendo una distancia prudente y evitar alcanzar al Dodge, como era lógico podían reconocer tanto a la Montero como a ella misma. Era mejor así, era mejor que Alonso regresara a Toronto a que Greg hiciera algo contra él y no le permitiera salir ni siquiera del mismo Ontario, eso sería truncar sus planes, su carrera y por culpa de ella jamás iba a perdonárselo, era mejor que saliera así y que regresara a su vida, aunque estuviera dolido pronto la iba a encauzar otra vez, con el tiempo iba a recuperarse. Era mejor que Alonso comenzara de nuevo y disfrutara del próspero futuro que le esperaba lejos de todo lo que podía molestarle. Por mucho que le doliera a ella, no debía seguir pensando en él aunque lo llevara en el corazón por el resto de su vida.

“Dicen que los obstáculos se los pone uno mismo, no hay límites a menos que tú mismo decidas

que los hayan, de ti depende superarte a ti mismo o conformarte con las barreras. Todo está en la

mente y en la actitud pero también en el corazón y ese cambio lo decides tú.”

—Eran los pensamientos de la chica mientras tenía como horizonte una carretera que la llevaba hacia Los Ángeles, una distancia que cada vez más se acortaba para acercarla a él.

Manejó muy concentrada a buena velocidad, la camioneta le parecía estupenda, sintiéndose optimista escuchaba en el reproductor una de sus canciones favoritas “I Want To Spend My Lifetime Loving You” era una balada romántica y el tema principal de una película que podía ver una y otra vez y suspirar con el amor de Alejandro y Elena, o por la gana de fantasear a cada minuto con Antonio Banderas al verlo. La verdad era que estaba muy sensible a temas de amor y todo por culpa de Maximiliano, a quien deseaba recuperar con todas sus fuerzas. Sin miedo a nada se atrevió a cantar alto el coro junto con los intérpretes, la voz de Marc Anthony le parecía sensual.

 

“I want to spend my lifetime loving you

If that is all in life I ever do

I will want nothing else to see me through

If I can spend my lifetime loving you”

 

Pensaba en él y sólo en él y en que las cosas pudieran arreglarse y en ese ritmo, ni se dio cuenta cuando ya estaba llegando a Los Ángeles. Se fue directo al Holiday y estacionándose caminó rápidamente hacia el lobby, debía preguntar por la persona con la que habló y corroborar todo lo que había dicho por teléfono. Evitó registrarse en habitación aparte porque de no lograr nada regresaría a Ontario en el primer vuelo que encontrara, así que después de hacerle ver al encargado de turno de la recepción que no estaba segura de quedarse, sólo sabiendo el número de habitación de Maximiliano caminó hacia el ascensor sujetando sus cosas. Era momento de verse cara a cara y comenzar de nuevo o terminar todo.

Estando frente a la puerta respiró con calma, tragó, rogó porque todo saliera bien, sabía que él estaba encerrado y seguramente estudiaba lo que iba a compartir en las conferencias. Se atrevió a tocar sin esperar un minuto más.

Maximiliano que estaba frente a su portátil intentando concentrarse en su trabajo, había salido de Ontario en compañía de Duran Duran cantándole “Ordinary World” mientras observaba por la ventanilla del avión la ciudad que quedaba atrás pero —a la que le gustara o no— tendría que volver y enfrentar una vida —cada día— sin ella. Salió de su ensimismamiento, cuando el toque de la puerta lo sacó de la burbuja en la que lo tenía en ese momento Richard Marx cuando escuchaba repetir “Wherever you go, wherever you do” sacudió la cabeza y agradeció la interrupción, él solo insistía en herirse más de esa manera y la canción lo ponía peor, se resistía a decirle adiós a ella pero no podía hacer otra cosa. Detuvo la música y se dirigió a la puerta caminando con desgane.

—¿Quién? —preguntó él antes de abrir, escuchar su voz puso más nerviosa a Aurora.

—¿Con el doctor Stewart? —contestó ella con valor.

—Sí —él abrió la puerta, se quedaron estáticos cuando se miraron.

Maximiliano no podía creer lo que miraba y ella hizo alarde de todo su valor para mantener sus ojos fijos en él y no bajar la cabeza, el médico vestía de camiseta blanca y calzoneta negra, muy informal como cualquier huésped que desea descanso, incluso estaba descalzo debido al alfombrado de la habitación. Él la miró de pies a cabeza, verla vestida como una adolescente y con el cabello recogido en media cola le dio otras sensaciones, una muy lejana a la ejecutiva que había tratado.

Aurora parecía emanar dulzura, inocencia, delicadeza y él controlándose recordando lo que había pasado, sacudió la cabeza y frunció el ceño. No podía ceder a más debilidades.

—¿Aurora qué haces aquí? ¿Cómo es que…?

—Vine por ti —lo interrumpió ella—. No voy a darme por vencida.

La escena no podía ser creíble en una historia de amor cuando los papeles estaban invertidos, se suponía que el hombre siempre terminaba buscando a la mujer para pedirle perdón y recuperarla y allí estaban ellos en papeles inversos, él se había alejado y ella haciendo a un lado su orgullo decidía buscarlo, ¿era eso real? Siempre hay alguien que marque la diferencia y rompa esquemas. No siempre se debe adaptar al molde ni a reglas establecidas.

—Aurora no… yo… —Maximiliano luchaba por mantenerse en su lugar porque lo que más deseaba era besarla con fuerza y adentrarla a la habitación pero para terminar en la cama.

—Sólo vine a hablar, una vez más —insistió ella—. Sí después de escucharme sigues en la misma posición haré de cuenta que nunca nos conocimos, que nunca pasó nada y nunca jamás volveré a buscarte.

Las palabras de Aurora sonaron firmes y eso lo asustó, sabía que podía cumplir la sentencia así que exhalando la invitó a pasar, ella caminó con lentitud sujetando su bolso y maleta y dejándolos a un lado de la puerta ante el desconcierto de él se separó a una distancia prudencial y volvió a mirarlo.

Verlo así le hacía secar la garganta, la camiseta le marcaba el pecho y los brazos, lo veía hasta más alto, Maximiliano bien podría ser un modelo perfecto, era del tipo de hombre que por ser atlético todo le quedaba bien, condenadamente bien por donde se le viera, fuese cual fuese el ángulo y ella tuvo que controlarse. Estar muy cerca era una debilidad para ambos.

—No me atreví a llamarte porque sabía que ibas a evitar contestarme y eso hubiera sido más doloroso —comenzó a decir ella mientras notaba algunas hojas de papel y carpetas junto a la portátil en un escritorio cercano, como lo supuso estaba estudiando—. Incluso no me registré en el hotel porque… si después de esto nada cambia tomaré el primer vuelo de regreso a Ontario.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —se cruzó de brazos reclinándose en la puerta.

—No te enojes con Peter, le rogué mucho, no quería ceder, es un buen y leal amigo, la fastidiosa fui yo —le mostró las llaves del auto y las puso en la mesa del televisor, Maximiliano se asombró porque las reconoció—. Me vine en tu camioneta, él mismo me la proveyó, espero no te moleste, no pude encontrar un vuelo directo y llegar antes de tu… conferencia.

Maximiliano se acercó y sentándose de nuevo frente al escritorio la miró luego de exhalar.

—Está bien, no me molesta y ya que estás aquí puedes hablar.

Aurora lo miró también y evitaba decepcionarse, él parecía tener la misma actitud del día anterior aunque también notaba la vista roja seguramente por el desvelo y… por haber llorado también. Inhaló impulsándose de una vez.

—¿Sabes lo que significa para una mujer como yo estar en esta posición? —continuó resignada—. A simple vista es humillante, con nadie había hecho esto, el que me hace daño por mí que se pierda del mapa, es un tema para nunca más tocar más sin embargo aquí estoy contigo haciendo una excepción, ¿y sabes por qué? Porque si tengo algo de culpa en lo que pasa debo dar la cara y enfrentar las cosas, la solución no es huir de los problemas porque tarde o temprano regresan y al menos en este caso quiero tener la satisfacción de haber hecho las cosas, de haberlo intentado, de haber luchado aunque pierda.

—Yo también reconozco mi culpa Aurora —suspiró él—. Como te dije me gustaste desde que te vi con todo y tu mal carácter, intenté comprender el por qué eras así, insistí en mi necedad de acercarme a ti y conocerte más sabiendo que posiblemente no me darías ninguna oportunidad. Lo hice por un impulso y porque como imán me atraías hacia ti aunque yo lo evitara e intentara hacer lo contrario y alejarme, no pude resistirme a ti ni tampoco dejaba de pensarte pero siempre sabiendo que nada más íbamos a tener. Fuiste como una necesidad y debía aceptar mi condición y no insistir.

—¿Qué condición? ¿Insistes en menospreciarte? Quien decide soy yo y si decido estar contigo es porque así lo quiero con todo el conocimiento de mis facultades mentales, ¿por qué dejaste que llegáramos tan lejos al grado de tenerme varias veces en una sola noche?

—Porque lo deseaba, era un anhelo a pesar de todo.

—¿Anhelo o capricho?

—Anhelo —afirmó—. Me hiciste desearte desde el primer instante en que te vi, yo mismo me hice el firme propósito de ser sólo amigo si eso querías, lo intenté, te lo juro pero esa noche… llegaste tan hermosa, tan diferente que… supe que había cometido un error citándote en mi apartamento porque sabía que no iba a poder resistirme. Incluso… apelé a todas mis fuerzas rogando que me rechazaras para controlarme pero cuando te toqué… sabía que no iba a detenerme y tanto me deleité que… con verte satisfecha creí saciarme y que era suficiente pero luego verte y sentirte tan dispuesta… supe que era inevitable porque deseaba tenerte completa y eso implicaba tener sexo como debía ser. Me di cuenta que aún no me saciaba como lo creí. La sed se intensificó más y debía calmarla.

Aurora apretó las piernas con disimulo, si se ponía a pensar en lo que había sido esa noche se iba a olvidar del propósito que la había llevado a ese momento. Debía concentrarse en lo que estaban y evitar ver la tentadora cama que parecía llamarlos a gritos y decirles que se dejaran de tanto drama, cuando lo que deseaban realmente era volver a entregarse.

—¿Sabes que le gusto a un empresario canadiense para quien recién trabajé? —le hizo ver ella con tranquilidad, Maximiliano tensó los labios cuando escuchó eso, si había algo que no podía disimular eran sus celos y al notarlo ella continuó—. Es un hombre maduro, guapo y millonario.

¿Qué mujer en su sano juicio iba a rechazar una oportunidad así? Ninguna excepto yo porque ni su dinero, ni sus empresas, ni sus lujos, ni lo que él mismo es me interesa, no quiero una vida de opulencia en donde tenga que salir a la calle con guardaespaldas, no quiero dejar mi empresa para que otros se encarguen de ella mientras yo me dedico a… ¿estar encerrada en una jaula de oro? no quiero regalos costosos ni nada que el dinero pueda comprar porque todo eso es efímero. Quiero a alguien normal, a un hombre luchador que se levante conmigo día a día, que trabajemos juntos, que luchemos juntos, que caminemos de la mano y seamos apoyo, que juntos en un futuro nos encarguemos de un hogar como cualquier pareja que desea estabilidad.

—Sabes que yo no puedo darte lo que quieres —los ojos del médico brillaron notando las lágrimas que evitaba fueran evidentes.

—Tú no decides lo que yo quiero Max. —Aurora se acercó a él—. Tú decides por ti creyendo lo que es mejor para los demás pero en mi caso no es así.

—Aurora no hay nada más que desee que tener una familia, mi propia familia pero sabes bien que no puedo darla, no puedo estar con una mujer que intente engañarme diciendo que es feliz a mi lado cuando en su corazón el deseo de ser madre es más intenso. No quiero tener que caminar con ella y notar como la nostalgia la invade cuando vea a otras mujeres con sus hijos en brazos, porque aunque diga amarme sabe que ese vacío no podrá ser llenado y yo…

—Y tú mereces estar con alguien que sufra de la misma manera contigo —le sujetó la mano.

—Por favor Aurora no lo hagas más difícil, no puedo arrastrarte a esto, por favor detente ahora antes de que sea tarde.

—¿Tarde para qué? —se hincó entre sus piernas.

—Para que no podamos volver atrás y evitar más heridas.

—A pesar de todo me sigues pareciendo perfecto.

—Por favor no digas eso, sabes bien que no lo soy.

—Eres lo que quiero Max, dime si yo no soy lo que tú quieres.

—No podría decirte eso —le acarició la mejilla—. No cuando eres todo lo contrario, no cuando eres lo que más anhelo, no cuando eres todo lo que me llena. Para mí eres la mujer ideal Aurora y te quiero, te quiero tanto que no soporto este dolor de saber que no podré volver a tenerte. No soporto el dolor de saber que no te haré completamente feliz, no soporto el dolor de saberte sólo amiga mientras haces tu vida con otro, no lo soportaré pero es mejor que nos alejemos.

—Pues no tienes nada que soportar y si te diera otro motivo para que me creyeras tu pareja perfecta… ¿me darías la oportunidad?

—No puedes hacerlo, para mí eres perfecta tal y como eres, quien está en desventaja soy yo.

—No estás en desventaja Max —cerró los ojos sujetando su mano, el pulgar del médico le limpió una lágrima que se escapó—. Estamos al mismo nivel y por eso decido estar contigo si me aceptas también.

—¿A qué te refieres? —no pudo evitar la curiosidad por sus palabras.

—A que también sobre mí he llevado un peso de años, algo que me consume y que me lastima, algo que… debo aceptar porque no hay otra solución. Algo que mis hermanas desconocen, algo que también me marca como mujer y me impide ser del todo feliz.

—Aurora no me asustes —la miró él con atención sujetándole la cara para que lo mirara a los ojos—. ¿Estás enferma? ¿Tienes…? —le aterraba sólo con pensarlo—. ¿Los días contados? ¿Es por eso que quieres estar conmigo?

Maximiliano sintió que la temperatura del cuerpo le bajó al imaginar que su chica podía dejarlo en la mejor etapa de su vida, eso no iba a soportarlo. Eso era peor que todo lo demás, perder a la mujer de la que se había enamorado de esa manera era lo peor que podía pasarle en ese momento.

—No estoy enferma pero si incompleta —le contestó, la chica temblaba, estaba muy nerviosa por la reacción de él—. Maximiliano… —tragó y exhaló mordiéndose los labios—. Yo también soy estéril, nunca podré ser madre.

La expresión del médico era indescriptible, tanto que se quedó mirándola sin reaccionar, se quedó estático tratando de asimilar de la manera más rápida en que su cerebro pudiera permitirle procesar y entender lo que había escuchado.

—¿Escuché bien? —reaccionó—. Aurora… ¿acabas de decirme que…?

—Escuchaste bien —asintió a la vez que sus lágrimas caían.

—No, no es posible, tú… —la miró con asombro de arriba abajo—. Tú no… —se negaba a creerlo—. Esto lo dices para… para que yo…

—No lo digo para solidarizarme contigo, ni estoy mintiendo, eres el único que lo sabe a parte de mi doctora. Soy la única de las hermanas Warren que no podrá tener hijos, nunca tendré a un ser gestándose en mi vientre, soy la que deberá conformarse con… volcar su cariño maternal en sus sobrinos.

Al decir eso no pudo más y soltando el llanto comenzó a llorar abiertamente, Maximiliano viéndola derrumbada no hizo otra cosa más que abrazarla con fuerza, no podía creerlo y sus lágrimas comenzaron a caer también, se quitó los lentes y lloraron juntos desahogándose de esa manera. Los casos de infertilidad no son extraños pero si contados y el que una pareja que se sentía atraída y con todo el deseo de amarse y estar juntos padecieran lo mismo era una increíble casualidad, un caso en un millón. Sólo se tenían ellos y era su deber apoyarse mutuamente y comprenderse en el caso de no decidir en un futuro por la adopción. Allí en ese momento estaban ellos dos, sintiendo aún más que eran el uno para el otro en donde no había otra salida más que aceptarse y amarse como eran. No podían ser más perfectamente imperfectos y se amaban, era su destino estar juntos y caminar de la mano de esa manera.

—Ahora entiendo porqué no te importó hacerlo sin protección cuando estábamos en la tina —susurró él—. Tú si fuiste honesta.

—Pero tampoco iba a decirte porqué, ¿crees que yo no he sufrido por lo mismo? —Lo miró un momento—. Esto me confirmaba más que el amor no era para mí, no sólo se trataba de mi carácter sino de lo que soy. Creía no encontrar a alguien a mi medida que pudiera comprender el que no fuera una mujer completa, porque eso soy también Maximiliano, estoy incompleta, no podré darle hijos al hombre que quiera estar conmigo a menos que su amor sea en extremo incondicional y acepte la realidad.

—¿Por eso los rechazas?

—En parte —se encogió de hombros.

Maximiliano suspiró y volvió a abrazarla, ella era para él no había duda, dos desconocidos que se habían encontrado teniendo algo muy delicado en común era para que consideraran una relación más seria, ¿iba a seguir él en la necedad de apartarla cuando sabía que la necesitaba como a nadie?

—Y después de esto… —continuó ella—. ¿Sigues pensando en dejarme ir?

—Nunca —la miró acariciándole los labios—. No podría hacerlo porque te quiero Aurora, porque te necesito y porque quiero que estés conmigo y seas para mí.

—Soy para ti —sonrió—. Y si me quieres estaré contigo.

Sin poder resistirlo más el hombre la atrajo a él y la besó con fuerza, bebió su aliento y su rendición. Aurora estaba entre sus brazos y él no veía la hora de terminar la reconciliación en la cama.

—Quiero que sepas todo —insistió ella luego de saborearse—. Quiero decirte lo que fue mi relación con Greg, sobre otra relación que tuve después y de cómo me enteré que era estéril, no quiero ocultarte nada, quiero que me conozcas más.

—Luego habrá tiempo para hablar —la puso de pie—. Yo también te diré por qué soy así pero por ahora, quiero recuperar el tiempo que perdimos antes de que tenga que irme a las conferencias, ¿me quieres acompañar?

—Por supuesto, será un placer escucharte, ya te dije que me gusta tu voz.

—Aurora, Aurora… —volvió a abrazarla—. Hasta tu nombre lo es todo para mí, eres un nuevo comienzo, el motivo y esa luz que ilumina mi vida, dándole el calor que necesito cada día.

—Me hace feliz escucharte decir eso.

—Gracias por venir, gracias por… tomar la iniciativa y decirme lo que te pasa, a pesar de todo me devolviste la vida, una vida que perdí desde ayer.

—No podía permitir que siguieras en esa actitud y pensando quien sabe qué tantas cosas y menos por este compromiso que tienes —ella le sujetó la cara para verlo—. Nunca me imaginé pasar otro in de semana en la ciudad pero esta vez es diferente, tengo a mi lado a un hombre que considero maravilloso.

—Y saber eso también me hace muy feliz —la abrazó otra vez, quería sentirla así y que esa sensación hiciera que el tiempo se detuviera.

—Peter me dijo que vas para Santa Bárbara a una reserva, yo regreso mañana a Ontario.

—No, no por favor —la miró levantándole la cara—. Sí debo confirmar una reservación en Santa Bárbara para mañana en la noche, pero ahora que estás aquí te vienes conmigo.

—¿Cómo? No puedo dejar la agencia.

—Sí lo harás —la besó con desesperación—. Un par de días nada más así como yo dejo la clínica, será genial, será nuestro tiempo, uno para encontrarnos una y otra vez.

Aurora sentía ya derretirse ante él, la idea no le parecía mal.

—Pero mira mi maleta, no traje nada, no tengo equipaje para dos días más, no puedo.

—Pues haremos compras aquí no te preocupes.

—¿Y qué me promete si decido ir señor doctor? —recorrió con sus manos su pecho.

—Un tiempo inolvidable entre la naturaleza y hoy, soy capaz de regalarte la ciudad completa de Los Ángeles si así lo deseas —sus manos comenzaron a recorrer su espalda y cintura haciendo que ella se estremeciera.

—Que tentador… —se mordió los labios—. Creo que será una aventura para recordar, creo que será divertido.

—Bueno, te aclaro que no soy un experto en diversión como Matthew Broderick pero creo que podríamos bailar al ritmo del “Twist and Shout” en un desfile de carros alegóricos y luego tener la mejor aventura de nuestras vidas.

Aurora soltó una carcajada sin querer, imaginarse esa escena entre ellos le provocaba risa.

—Pues sin duda para mí es la mejor escena de la película —le dijo cuando se repuso—. Y con mucho gusto bailaría contigo, ¿también vas a cantar?

—Ah no, eso sí que no, yo soy de los que no canta ni en la ducha —se contagió por la risa de Aurora.

—Me encantas Max, no tienes idea de lo mucho que me gustas —susurró ella acariciando su mejilla.

—Digo lo mismo Aurora, no creo pasar mejor mi tiempo que estando contigo, siento que tenerte es todo para mí, has cumplido mi anhelo y por eso cada minuto lo dedicaré a adorarte.

Sonrientes se fundieron en un solo beso cargado de desbordante pasión que hizo derribar cualquier barrera de orgullo. Aurora se sujetó con fuerza de su cuello mientras las manos de él la aferraban de la misma manera a su cuerpo, al mismo tiempo que se acercaban a la cama en retroceso.

El ímpetu de esa necesidad que ambos reconocían los hacía ceder ante el otro con desesperación y anhelo, deseaban detener el tiempo en ese instante y vivir a plenitud el amor que sentían sin esperar

más. Cayeron en la cama y lentamente él la atrapó entre sus brazos y ella entre sus piernas.

—Al menos hay un lado positivo. ¿Sabes cuál es la ventaja de todo esto? —preguntó Maximiliano recuperando el aliento.

—¿Cual? —la chica y él enlazaron sus dedos.

—Que podremos tener sexo y sexo y más sexo como queramos sin tener que preocuparnos —contestó a modo de broma.

—¿Sólo sexo? —Aurora elevó una ceja.

—No, bueno, me refiero a… momentos de arrebato en donde me hagas perder la cabeza —se corrigió y luego acarició su cara besándole la punta de la nariz.

—¿Cómo ahora? —jadeó cuando él descubría sus piernas evitando que el vestido le estorbara.

Sentir ya esa erección en su sexo amenazaba con descontrolarla y acelerar el proceso.

—Tú no eres una mujer de ocasiones, eres mucho más —la besó con sensualidad—. Eres una mujer para adorarla, venerarla, eres una mujer para disfrutar en todos los sentidos. Eres una mujer que va más allá del deseo y del placer de querer tener sólo sexo, eres una mujer para hacerle el amor con todo el deleite del mundo y disfrutar minuto a minuto el proceso.

—Gracias por tus palabras pero… ¿Qué pasará cuando…? —ella no podía olvidar la realidad.

—Sh… —la detuvo poniendo su índice en los labios adivinando la pregunta—. Nos tendremos el uno al otro y eso será suficiente.

Max la besó con fuerza haciéndola gemir.

Comenzaron a despojarse de la ropa y a explorarse buscando encontrarse y revivir el ardiente deseo recuperándose al mal momento que habían experimentado horas atrás. Iban a olvidarse de todo y hacer que existiera un mundo sólo para ellos en donde iban a entregarse sin control, dándole completa libertad a todo lo que sentían. Eran sólo ellos y sus sentimientos expuestos, nada ni nadie más existía, el mundo y su vertiginoso ritmo no tenía lugar en ese momento, todo aquello que no formaba parte de sus intereses quedaba afuera de la habitación del hotel. Iban a amarse y a entregarse en cuerpo, alma, mente y corazón. En ese momento sólo se tenían el uno al otro y eso era más que suficiente.

Ya después tendrían tiempo para pensar y decidir si regresaban a Ontario o seguían la ruta y se escapaban unos días solos hacia el destino al que iba Maximiliano, a la reserva silvestre en las montañas de Santa Bárbara.

 

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