Aurora

Aurora


Capítulo 3

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Capítulo 3

—Buen día caballeros —saludó Aurora a sus posibles clientes—. Disculpen la demora pero tuve que ir a L.A. hoy muy temprano y vengo llegando.

Al escucharlas y verlas los hombres se pusieron de pie como respetuoso saludo. Uno de los hombres se enfocó más en ella con atención haciendo que su molestia por la tardanza de la chica desapareciera en segundos. El hombre era muy importante, el más importante del grupo.

—Buenos días tenga usted mi estimada Aurorita —le dijo uno de los hombres ya maduros que no dudó en ir a su encuentro y saludarla con un apretón de manos, misma que el hombre parecía no querer soltar—. No se preocupe por la demora, entendemos, a usted vale la pena esperarla. Luce preciosa esta mañana como siempre.

Aurora fingió la sonrisa apretando los labios, para comenzar odiaba que la llamaran con diminutivo y en segundo lugar veía el halago de más porque sencillamente usaba un pantalón de tela azul celeste, una blusa blanca de seda y botones frontales y una chaqueta del mismo azul del pantalón, se había dejado el cabello suelto con su coqueto flequillo a un lado de la frente y usaba un maquillaje natural de sombras celestes y brillo labial durazno. No era un arreglo del otro mundo pero sin duda el hombre deseaba quedar bien con ella.

—Gracias —se limitó a decirle al hombre.

Ella sabía perfectamente quien era, un rabo verde, casado, con hijos casi adolescentes y con una reputación de mujeriego que no se la acababa. Presumía su dinero por eso porque con lo demás que cargaba difícilmente lo hacía, como siempre ella puso la distancia que la caracterizaba si de hombres —y más como ese— se trataba y prefirió saludar a los demás uno por uno con el mismo apretón de manos. El hombre que la había observado al principio la saludó con seriedad como respeto, aunque en el fondo la inquietud que le provocó la intentaba disimular porque no lo iba a negar.

—Señores pueden ponerse cómodos —sugirió Rebecca para que todos tomaran sus respectivos lugares—. Es un placer tenerlos a todos hoy aquí, estamos agradecidas por su preferencia a nuestra agencia, esperamos no defraudarlos.

El grupo de cinco hombres se sentaron después que ellas lo hicieran, Aurora a la cabeza de la gran mesa ovalada y Rebecca a su izquierda, ambas sacaron unas libretas de sus bolsos y preparando bolígrafos iban a tomar nota.

—Somos inversionistas y empresarios extranjeros, de Canadá para ser exactos —dijo uno de ellos—. Pero confiamos en el buen gusto de nuestro amigo Ulysses Brown aquí presente que fue quien las escogió, así que no dudamos que todo será de primera para el evento tal y como lo queremos.

El hombre en mención le sonreía a distancia a Aurora tratando de acaparar su atención, era el mismo que la había halagado y la chica volvió a fingir la sonrisa apretando los labios, era incapaz de darle confianza y no quería deberle nada a nadie y menos a él que bien podía buscar la manera de “cobrarse el favor” pero se mantuvo tranquila y hacer creer que todo estaba bien.

—Además por lo poco que hemos visto en su catálogo de eventos y productos vemos que todo es de primera y se esmeran en ofrecer una atención de calidad profesional y si sus clientes están satisfechos creo que nosotros no seremos la excepción —añadió otro que estaba sentado en el otro extremo de la mesa, justo frente a frente de ella. El hombre era de piel blanca, ojos celestes casi grisáceos y el cabello un tanto castaño rojizo, se notaba que estaba casi en sus cuarenta pero era

sumamente interesante y atractivo. Rebecca ya se había fijado en él pero Aurora hasta ese momento lo hizo con atención, era el mismo que la había visto con detenimiento cuando entró y cuando la saludó.

—Y viniendo de usted esas palabras son todo un halago para nosotras —le dijo Rebecca muy sonriente y coqueta y luego se dirigió a su amiga—: Aurora querida te presento al señor Ethan Anderson, la mera cabeza y cerebro de su propia empresa, él personalmente quiso participar de esto.

—Un placer señor Anderson —le contestó Aurora con un gesto de la cabeza—. Sin duda es un honor contar con su presencia.

—El placer es mío señorita Warren —asintió también curvando los labios pero al mismo tiempo manteniendo seriedad para infundir respeto—. Como dijo mi amigo somos extranjeros y cualquier excusa es buena para conocer la ciudad. Ontario me parece un rincón muy acogedor y aunque nosotros tenemos también un Ontario pero como estado, nunca está demás cambiar de ambiente de vez en cuando.

—¿Usted es del Ontario canadiense?

—No, nací en Montreal, soy de Quebec y allí está nuestra casa matriz pero la empresa se expandió hacia Ottawa y Toronto, pronto abrirá operaciones también en Vancouver y también veremos junto con los inversionistas que vendrán si nos aventuramos a hacerlo en la unión americana, siendo su sede en Los Ángeles para convertirnos así en una multinacional.

—Perdón pero ¿de qué se trata la empresa? —preguntó curiosa mientras escribía con atención.

—Tecnología y telecomunicaciones, tratamos sobre redes y telefonía, estamos en una era digitalizada y satelital, sin duda uno de los negocios más lucrativos.

—Interesante y si es en L.A. ¿no entiendo que hacen en Ontario?

—Somos turistas y quisimos escapar un poco de la metrópolis, como dije este Ontario me parece un lugar muy agradable, un relax para ir con calma, para pensar y tomar las mejores decisiones. Un break a la presión.

—Lo entiendo y bienvenido a la ciudad —lo miró pero luego bajó la mirada disimulando para seguir escribiendo.

—Gracias, lo poco que he visto me parece preciosa.

Al escuchar eso como por inercia la chica levantó la mirada evitando mal interpretar lo que había dicho. El hombre la miró con detenimiento y Aurora le mantuvo la mirada para demostrarle que no la perturbaba en lo más mínimo. Era muy atractivo para la edad, interesante, con un halo de misterio y sofisticación que atraía más, ella levantó una ceja, medio sonrió y bajó la mirada otra vez fingiendo escribir algo. Ethan había estudiado bien a la mujer que tenía frente a él, el que fuera profesional, cabeza de su propia empresa, joven y además muy hermosa le llamaba mucho la atención y lo atraía, él era un hombre maduro y soltero por convicción pero al conocer a Aurora podía considerar renunciar a su libertad, sentía que con una mujer como ella podía valer la pena ser exclusividad. Por ella estaba dispuesto a correr el riesgo y perder su preciada soltería.

—Respondiendo a su halago sobre la agencia señor Anderson déjeme decirle que de eso se trata —volvió Aurora a su condición de profesional enfocándose en su labor—. Nuestro compromiso es primordial y no sólo con nuestros clientes sino con nosotros mismos primero, nuestra visión y misión la cumplimos al pie de la letra. Mi padre decía que el todo de una empresa es tener clientes satisfechos, que ellos eran nuestra carta de presentación y nuestros mejores avales, valoramos una recomendación hecha porque es otra puerta que se abre y esa a su vez abre otra y por eso ponemos todo nuestro empeño para no quedar mal y superar las expectativas que se tengan de nosotros, nuestra meta es ser mejores cada día y dar lo mejor de cada uno a nuestros clientes. Mi padre decía que esas puertas eran las que debían dejarse abiertas para recibir con gusto las bendiciones y el bienestar y es algo mutuo, la sonrisa, agradecimiento y satisfacción de un cliente es la nuestra propia.

Todos los hombres se habían quedado mudos y rígidos cuando la escucharon con atención, Ethan no le quitaba los ojos a Aurora y el tal Ulysses menos. El empresario canadiense la miraba sin parpadear, le había gustado sus palabras, la soltura para hablar y desenvolverse y la madurez que para su edad no la aparentaba. Sólo con haberla escuchado se sentía muy complacido.

—Odio no tener una copa de champagne bien frío para brindar por usted señorita Warren —dijo Ethan exhalando satisfecho—. Sus palabras, actitud y calidad profesional son dignas de un brindis y de admirar.

—La bella Aurorita es digna de toda alabanza —dijo Ulysses sonriéndole con coquetería y se volvió a su amigo sin dejar de verla—. Te lo dije Ethan, nadie mejor que ella para los eventos, por eso la agencia “Warren & Smith” está donde está y yo soy de los primeros en besar los pies de tan hermosa y joven empresaria.

Aurora evitó fruncir el ceño pero eso no impidió que se retorciera un poco en su silla, algo incómoda.

—Gracias —se limitó a decir sentándose más derecha haciendo que sus pechos sobresalieran de su blusa, Ethan lo notó y sintió que la piel le reaccionó desde la cabeza hasta los pies.

—Por lo que veo es usted digna hija y heredera de su padre señorita Warren y eso me gusta mucho —insistió el empresario cerrando una carpeta y haciéndola a un lado—. ¿Con qué cifra se le hace el cheque?

Ethan miró a uno de los hombres que andaba con él y éste, inmediatamente sacó una chequera de su saco y preparando el bolígrafo esperó órdenes. Las mujeres abrieron más los ojos al escuchar lo que había dicho, no lo asimilaban. Aurora no lo creía.

—¿Cheque? Pero todavía no… no hemos hablado… —decía desconcertada—. Aún no les muestro…

—Con ver las imágenes en sus catálogos es más que suficiente —dijo él muy tranquilo reclinándose en su silla—. Confío en su buen y exquisito gusto y en la labor de su equipo.

—Pero aún no me ha dicho qué es lo que quiere ni cuando es el evento, además tenemos pautas y prohibiciones por ética y prestigio que debo decirles…

—Lo entiendo —miró al hombre que tenía el cheque y con un gesto de la cabeza le ordenó comenzar a llenarlo.

—Señor Anderson… —Aurora se asustó más al ver que lo estaban preparando con determinación, sin comenzar con los preparativos ya se sentía presionada.

—No se preocupe —insistió él—. No queremos nada parecido a un night club, ni chicas desnudas, nada que sea vulgar ni de pésimo gusto, nada corriente ni pornográfico en otras palabras, no se asuste ni nos ofenda. Para comenzar un refrigerio de finos bocadillos estará bien, se trata de un ágape de gusto exquisito en cada detalle para recibir a unos posibles inversionistas europeos y japoneses que vendrán pasado mañana —se detuvo sin dejar de mirarla al notar la tensión en ella pero al instante continuó—. El evento es el sábado a las seis y dejo todo a su criterio, salón, decoración, música pero eso sí, lo primordial es una excelente conexión eléctrica, impecable, porque esa es nuestra médula espinal. Deben de haber pantallas plasma en los cuatro puntos cardinales del evento y obviamente la más grande al norte donde estaremos nosotros, por la cámara no se preocupe, eso lo tenemos nosotros y también quién filmará. No creo que sea necesario una tarima pero vuelvo a repetirle lo dejo todo en sus manos, el equipo de sonido debe ser de alta calidad con una conexión eléctrica de buena señal y el internet más veloz del que se pueda disponer. Lo demás lo dejo a su buen gusto.

Aurora muy concentrada escribía rápidamente todo en su libreta para no omitir nada y luego repasar después. Ethan la notaba y esa dedicación lo satisfacía más.

—Cuando dice “lo demás” ¿podría ser más específico? —inquirió curiosa después de anotar todo como eficiente secretaria.

—Es sencillo querida Aurorita —contestó el rabo verde confianzudo—. Queda a su excelente gusto el ambiente musical que mejor le parezca, la comida porque terminaremos el evento con una cena, las bebidas, las mesas, mantelería y todas esas cosas en las que usted es experta.

Aurora siguió anotando todo.

—Trataré de que queden muy complacidos —se limitó a decir sin dejar de escribir—. ¿Para cuantas personas es el evento?

—Máximo veinticinco a treinta —contestó Ethan—. Queremos que todo inicie al atardecer para concluir por muy tarde a las diez de la noche.

—Muy bien, para eso deberemos contratar un servicio de meseros, tenemos varias propuestas en cuanto a mantelería y servicio buffet que me gustaría que mirara…

—Vuelvo a decirle que dejo todo a su buen gusto —repitió.

—Pero aún no hay presupuesto y debo enviarle todos esos datos por email para que usted escoja el que más le convenga, serían varias cotizaciones, además entre bocadillos, platos fuertes, postres…

—¿Seis mil dólares para comenzar está bien? —la interrumpió.

Aurora y Rebecca se asombraron al escucharlo y más, cuando el que parecía secretario se alistaba para escribir sobre el cheque.

—Señor Anderson es…

—Tiene razón, que estúpido soy, creo que es poco, que sean diez mil dólares.

—Le sugiero que espere el envío de nuestras propuestas —insistió Aurora con la honestidad que la enorgullecía.

—Confío en usted —insistió él dándole la orden al hombre de terminar el cheque—. Luego le enviará a mi asistente lo que dice, sé que todo valdrá la pena.

Aurora evitaba retorcerse en su silla mientras que Rebecca se relajaba en la misma de manera insinuante para él, bajo la mesa las chicas se sujetaron las manos que las tenían heladas.

—Aquí tiene —lo extendió después de firmar él, Rebecca se levantó para sujetarlo con la intención de hacer que el empresario se fijara en ella—. Queda en blanco el portador para que usted decida quien lo cobrará.

—No señor Anderson, eso es muy delicado, debido a la suma será mejor que ponga un nombre —contradijo Aurora, Rebecca la miró devolviendo el cheque.

—Mujer sensata y precavida, además de responsable —insistió él mientras el secretario sujetaba el cheque—. Como quiera, supongo que usted misma lo cobrará ¿está bien?

Ella asintió echando sobre su espalda semejante responsabilidad con tan alta suma que ya la tenía sudando frío. Cuando el hombre terminó le mostró el cheque a su jefe y éste, después de aprobarlo volvió su mirada directo a Aurora. Rebecca lo sujetó otra vez y se lo dio a su amiga quien lo sujetó también pero con la mano temblorosa, se mordió el labio cuando lo miró, diez mil dólares era una fuerte cantidad y por adelantado era un enorme peso por lo que no sabía si reír o llorar. Como agencia se pedía un porcentaje, un adelanto consciente según el total de la cifra para comenzar con los preparativos y el resto se cobraba después de finalizado el evento pero el empresario canadiense, la había dejado sin habla al poner en sus manos semejante cantidad para que dispusiera de todo como lo quisiera sin escatimar nada y eso la asustaba. Si quería presumir su dinero y poder lo estaba logrando.

—Prometo darle a su evento una prioridad personalizada —le dijo la chica sintiendo la tensión en el cuerpo y la lengua dormida debido a los nervios—. Desde este momento nos pondremos a trabajar en todo y le enviaré las imágenes y el presupuesto a utilizar, prometo no defraudarlo.

—Eso espero porque el evento no será aquí sino en Los Ángeles.

Ambas mujeres reaccionaron asustadas y lo miraron con atención. Aurora sintió que la emperatura de su cuerpo iba en picada, odiaba estar bajo presión porque de la misma manera ella debía presionar a su equipo y eso no era bueno.

—¿Los Ángeles? —preguntaron ellas al mismo tiempo.

—Así es y sé que no me defraudará como lo dice, que todo será de primera, en esta carpeta le dejo mi tarjeta y los datos de mi empresa para que vaya familiarizándose con todo —se pusieron de pie para despedirse—. Allí están también los datos de mi asistente para lo que le va a enviar.

—Pero si es en Los Ángeles… —insistió Aurora poniéndose de pie también.

—¿Algún problema? —la miró él.

Rebecca con la mandíbula tensa y disimulando sus nervios miró también a su amiga esperando su sensata respuesta.

—No señor, ninguno, se hará como diga, ¿algún hotel de su entero gusto? —contestó ella con seguridad.

—Como le dije le dejo todo al suyo, usted debe conocer Los Ángeles mejor que yo, confío en usted.

Él resbaló por la mesa la fina carpeta de cuero y Rebecca la alcanzó para dársela a su amiga, Aurora la abrió de inmediato y hojeó los papeles. Los hombres salieron de sus asientos para despedirse, Rebecca se apresuró a la puerta para abrirla con cortesía.

—Estaremos en contacto —insistió Ethan dándole la mano a Aurora cuando se acercó a ella.

—Como usted quiera señor Anderson y gracias por confiar en nosotros —ella correspondió.

—Es un placer señorita Warren —la miró fijamente y no sólo le dio el clásico apretón sino que llevando su mano a su boca le dio un suave beso en el dorso. Aurora levantó una ceja ante el gesto del empresario y dos por día le parecía de lo más extraño. No sabía que ella podía provocar ese efecto y sacar el “lado caballero” en los hombres. Era como si se hubieran puesto de acuerdo para impresionarla.

—El gusto ha sido mío —concluyó.

Uno a uno se fueron despidiendo y Aurora evitó que el rabo verde se pasara de amable con ella prefiriendo hacer valer la distancia que marcaba.

—Un placer haberla visto querida Aurorita —le dijo un Ulysses coqueto besando su mano castamente también pero a la vez sin dejar de sonreír.

—Sí, gracias, adiós —le contestó para quitárselo de encima sin interés y sin reparar en él.

—Los acompaño —añadió Rebecca muy sonriente sin evitar coquetearle a Ethan para que se fijara en ella.

Antes de salir del salón Ethan volvió su vista hacia Aurora y la estudió completa antes de privarse del panorama, le sonrió y Aurora le curvó los labios asintiendo con la cabeza como despedida. Cuando todos salieron soltó todo el aire y la presión que sentía y se volvió a sentar en su silla, se apoyó en sus codos sobre la mesa y cerró los ojos un momento, aún nerviosa necesitaba asimilar con calma lo que había sido ese primer tiempo de su mañana.

 

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