Aurora

Aurora


Capítulo 4

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Capítulo 4

“¿Los Ángeles?” —se preguntó Aurora estando sola. Sabía que era un reto dado el corto tiempo que tenía encima ya que debía mover a su equipo hacia la gran metrópolis y los gastos que todo implicaba no serían nada cómodos. O bien saldría con su equipo la noche del viernes o la madrugada del sábado pero de lo que si estaba segura era de tener el tiempo en contra y necesitaba pensar con claridad lo que iba a hacer y evitar estresarse. ¿Qué clase de empresario tenía enfrente? Un magnate sin duda, algo maduro pero de buen ver todavía, muy atractivo y fino además de guapo no podía negarlo, como hombre adinerado se notaba que se cuidaba mucho y no llevaba una vida de excesos

que lo hiciera envejecer como a los demás hombres. Sacudió la cabeza y prefirió no pensar en él sino en los documentos y cheque que tenía en sus manos, no dejaba de mirarlo, era una cantidad muy jugosa, demasiado para ella y más tratándose de algo tan simple como un evento empresarial para tan poca gente. Trataba de concentrarse, estaba helada, nerviosa, sentía ya la presión y su corazón se lo constataba con cada latido. Tenía un reto frente al canadiense y daría lo mejor de ella y de su agencia para que no quedara la más mínima duda de que era la mejor en su trabajo.

—¡Dios! Necesito un listado de los mejores hoteles de L.A. ahora mismo —se dijo asustada.

—¡Aurora amiga! —brincaba Rebecca al entrar al salón otra vez, acercándose a ella—. Ese tipo s divino.

—Sí, muy generoso —susurró.

—Y guapo y sexy ¡Y rico!

—¿Rico por tener dinero o rico por…? —Aurora evitaba reírse.

—Qué comes que adivinas, rico en todos los aspectos —sonrió abiertamente mordiéndose el labio.

—Rebecca… —Aurora la miró a manera de advertencia.

—Ya sé, ya sé, debo controlarme porque es un cliente pero eso no me quita las ganas de probarlo.

—¿Serías capaz?

—¿Lo dudas? Si él lo quiere sí. Este viajecito podría ser muy provechoso.

—¡Becca!

—Aurora por favor, prometo ser la profesional que he sido hasta ahora pero una oportunidad con ese hombre no la voy a desaprovechar.

—No juegues, puedes salir lastimada.

—Si jugamos lo haremos a mi modo.

—Él no es un hombre cualquiera, no tiene apariencia de manso cordero, puede ser dominante y si accede a jugar serás tú la que se someta a sus reglas, ¿estás dispuesta?

—Si obtengo el beneficio que quiero haré el sacrificio —sonrió mordiendo el lápiz.

Aurora negó mientras soltaba el aire, cogió todos los papeles y se puso de pie para irse a su oficina.

—Como sea debemos prepararnos con esto —caminó hacia la puerta—. Menuda presión tenemos y debemos comenzar desde ya porque nunca me imaginé que el asunto sería en L.A.

—Tranquila amiga, míralo como un relax.

—¿Relax? —alzó las cejas.

—Sí amiga, disfruta el proceso, disfrutaremos estar en otro escenario.

—¿Te das cuenta de los gastos que implica? Me refiero a nuestros gastos personales, hay que pagar hotel para nosotros, alimentación, hay que alquilar un mini bus para poder movernos ya que Pancho llevará parte del equipo…

—¿Te dije que me encanta hacer maletas? —la interrumpió eufórica.

—¡Becca! —Aurora estaba nerviosa.

—Tranquila amiga, sabes que cuentas conmigo, déjame lo del transporte a mí y te sugiero que no cargues al Pancho, será mejor alquilar todo allá.

—¿Tú crees? Los chicos están acostumbrados a nuestro equipo.

—Bueno pues que lleven sólo una parte, lo más necesario.

—Voy a reunir al personal después del almuerzo para hablarles de este evento, ¿le puedes decir a Amy que les avise a todos?

—Claro, ahora mismo.

—Tengo que hacer un listado y enviar una serie de emails para que me envíen las cotizaciones, ¿podrías encargarte de buscar el mejor hotel de L.A.? Quiero que este hombre esté complacido en todos los aspectos.

—Por supuesto, no te preocupes, si de complacerlo se trata yo me encargo —sonrió con picardía-. A más tardar a las seis de la tarde te enviaré un email con el listado de los mejores para que elijas el que más convenga y no sólo eso, sino también de algunos centros de convenciones con esas áreas de piscinas y lo que tengan disponible al aire libre.

—Gracias amiga, después del almuerzo iré personalmente al banco, por semejante cantidad a mí me corresponde dar la cara y ser responsable.

—Además está a tu nombre, por mi parte yo debo salir y creo que ya volveré pasadas las dos de la tarde. Tengo dos citas que me costó conseguir y debo ir a exponerles lo que somos, gracias a Dios me esperan hoy así que no quedaré mal.

—Gracias amiga, necesitamos ampliar nuestra cartera de clientes.

—Y otra agencia, deberías considerar una sucursal en L.A. para comenzar, eso ayudaría mucho más.

—Eso lo veremos más adelante, L.A. es un ambiente competitivo y además no me veo viviendo allá, soy hija de Ontario y no quiero al menos por ahora dejar mi hogar.

—Como quieras. —Rebecca se despidió de su amiga con un beso en la mejilla para irse a su oficina—. Nos veremos por la tarde y te cuento como me fue.

—Ok, pisa fuerte leona —le guiñó un ojo.

—Grrrr —le rugió sonriendo.

Aurora también sonrió y se metió a su oficina, lo primero que iba a hacer era encender su máquina y comenzar a revisar sus pendientes y contestar emails, necesitaba ponerse de inmediato con el trabajo que tenía encima y después de hacer unas cuantas llamadas de cotizaciones iba a tomarse el momento para escribirle a Ariadna.

El tiempo le pasó volando entre sus correos y el teléfono, su agenda estaba más cargada pero le entusiasmaba su trabajo y estaba contenta por eso. Sentada en su escritorio perdió su mirada por un momento en la ventana después de ver la hora que ya pasaba del mediodía, suspiró, pensar en sus hermanas la hacía feliz aunque ella en el fondo y de manera personal reconoció que no lo era porque aunque tuviera la facultad de disimular sus problemas a la perfección, sabía que era sólo una careta, tanto así que en su dolor guardaba celosamente un secreto que ni siquiera sus hermanas se imaginaban y era un peso que soportaba sola y que había decidido sobrellevar así. En su ensimismamiento recordó su primera experiencia amorosa, fue fatal pero la segunda la superó, creyó que nada podía ser peor pero lo vivió, la primera vez se había enamorado profundamente viviendo su amor con ilusión y planes, mismos que nunca llegaron a concretarse aunque fuera correspondida. Cuando más feliz fue, su mundo de fantasía se derrumbó haciéndola caer en un profundo dolor y en la más espantosa depresión que sólo superó gracias a su familia. Ella no sabía cuán fuerte podía llegar a ser, hasta que esa fue su única opción aunque nunca se imaginara que ese era solamente el principio de su calvario personal, así como cayó así mismo debía levantarse y no sería la primera ni la última vez. Aurora Warren nunca se imaginó lo inmune al dolor que podía llegar a ser y era mejor dejar algunas puertas cerradas y avanzar hacia otros horizontes. Sacudió la cabeza volviendo al monitor e intentó concentrarse hasta donde pudo, ya que también justamente colindando con su oficina al otro lado de la pared el sonido de martillos, sierras, taladros, y otros instrumentos ruidosos y propios de la construcción le estaban provocando un inmenso dolor de cabeza. Estaba harta de soportarlos ya que no era la primera vez, hacía más de una semana que los trabajos en el local contiguo habían comenzado y no sabía cuánto tiempo más iba a resistir.

—Dios por favor, ya, ya, ya, ¡que paren ya por favor! —Se decía frunciendo el ceño mientras se concentraba en mandar una última nota por email—. Si estos tipos siguen así me voy a convertir en homicida, no los soporto.

Estaba realmente molesta y ni siquiera la música instrumental de Ray Conniff que escuchaba en u computadora la tranquilizaba, sentía que ya su paciencia se estaba yendo por el caño. En mantra terminó de escribir y mandó sus opciones en precios finales, esas eran las ofertas que estaba dispuesta a tomar si se llegaba a hacer el trato. Tenía que imprimir algunas cosas para luego estudiarlas pero debido al “ruido” de sus vecinos que trabajaban sin parar, el dolor de cabeza se le intensificó y gruñendo su enojo decidida se levantó de su escritorio y salió de la oficina ofuscada.

Concentrarse así era imposible.

—Amy voy a salir un momento ya regreso —le dijo a su recepcionista.

Con cara de pocos amigos salió de su agencia para dirigirse al local contiguo el cual tuvo que rodear, ya que la entrada estaba en otro extremo. Iba con la determinación de hablar con el encargado de los trabajos para “en buenos términos” y con la poca paciencia que tenía, llegar a algún acuerdo con los trabajadores o su encargado para que hicieran su labor sin hacer tanto escándalo y permitiendo que la dejaran trabajar en paz.

—No te vayas a pasar Aurora —se decía mientras caminaba con rapidez sin tropezar con los demás transeúntes—. Usa tácticas, las palabras correctas y sobre todo sé amable, con suerte por las buenas podrás conseguir algo.

La nube de polvo que provenía del lugar la hizo taparse la nariz, estaban sacudiendo los residuos de cemento ya seco y mientras unos estaban en la labor de pintar paredes, otros estaban dedicados a los cristales. Notó que por la acera corría agua con espuma, así que era lógico que también estaban lavando pisos. Caminó más despacio evitando pararse en la espuma y abriéndose camino pudo acercarse a la puerta principal pero justo antes de llegar, esquivó un poco más de agua espumosa por culpa del que estaba encaramado en una escalera limpiando la parte superior de la ventana de cristal haciendo correr más agua, pero no lo suficiente para que otro que venía la terminara de “bautizar”

—Hey Peter así es como se lanza el agua ¡mira! —el hombre lanzó el cubetazo hacia el cristal sin percatarse que la chica estaba del otro lado de la escalera, bañándola por completo del pecho para abajo haciendo que ella gritara al sentir lo fría del agua que no esperaba recibir.

—¡¿Pero qué diablos te pasa imbécil?! —gritó Aurora furiosa al verse mojada. Se quedó rígida rugiendo como toro embravecido.

El hombre palideció al verla y todos los demás que estaban cerca —al escucharla- dejaron sus labores para ponerle atención a la escena, el ruido cesó. Una mujer “mojada” como sea alimenta las fantasías masculinas y en el caso de Aurora fue el centro de toda la atención. La blusa se le pegaba a sus pechos y el pantalón a su cadera y sexo dando una idea de cómo era más o menos el modelo de panty que usaba. Sus “íntimas partes corporales” los hombres presentes notaban muy bien y decidieron deleitarse un poquito a sus expensas.

—Mil perdones señorita —el hombre se acercó a ella haciendo a un lado el balde—. No la vi, discúlpeme por favor, no fue mi intención…

—¡¿Está ciego o qué?! —insistía con el interrogatorio tratando de escurrirse el agua de la ropa.

—No, no estoy ciego, no niego que uso lentes pero todavía tengo algo de visión gracias a Dios —intentó ayudarla.

—¡No me toque! —volvió a gritar deteniéndolo—. Ni se le ocurra tocarme.

—Sólo quiero ayudarla.

—No puede hacer nada, ¿no me está viendo? —Apretó los dientes—. Quiero ver al jefe de la obra, quiero que vea lo estúpido que ha sido, ¡míreme!

—Yo soy el encargado —dijo un hombre de casi cincuenta con un pronunciado vientre que rebotaba en su overol. Parecía ser el gemelo de Super Mario y más cuando también usaba una gorra roja, bigote y una llave de fontanero en la mano derecha.

—Mire lo que su empleado me ha hecho —le soltó Aurora sin siquiera saludar.

—Lo lamento señorita, ha sido un accidente, por favor acepte las disculpas —habló el hombre muy tranquilo.

—¡¿Eso es todo?! —abrió la boca sorprendida—. Soy el hazmerreír de los peatones por culpa de este imbécil que no tuvo cuidado.

—Señorita permítame hacer algo por usted —insistía el hombre que la había mojado—. Permítame tratar de hacer algo, permítame…

—¡No le permito nada y no se me acerque!

—Señorita estamos trabajando, estamos remodelando este local, los peatones lo saben desde hace una semana y por eso toman sus precauciones al pasar. ¿Qué usted no lo pudo hacer? —le preguntó el jefe de lo más tranquilo.

Aurora abrió más los ojos y la boca, estaba sorprendida por la falta de delicadeza del tipo hacia ella aunque reconocía que él tenía razón.

—Y por eso estoy aquí —intentó sacudirse—. Justamente porque desde hace una semana ustedes se han vuelto un dolor de cabeza para mí, yo trabajo al otro lado y el escándalo que hacen es insoportable.

—Lo siento pero es nuestra labor, el lugar necesitaba muchos trabajos especialmente en las tuberías y paredes, sin contar el sistema eléctrico.

—No me interesa que tanta estupidez necesite este agujero, lo que quiero es que no sean tan escandalosos. Es un área comercial, hay oficinas y la gente tiene que trabajar sin distracciones y ustedes contribuyen a provocar más dolores de cabeza.

—¿Y era eso lo que nos venía a decir? —insistió el hombre.

—¿Le parece poco?

—Mire señorita… —el hombre cavilaba.

—Warren.

—Mire señorita Warren, nosotros sólo cumplimos con nuestra labor porque nos pagan por eso, entiendo lo del ruido y lo siento pero no podemos hacer nada más, es necesario hacerlo.

—Pero ya será poco —interrumpió el hombre que le había lanzado la cubeta con agua—. Quiero decir, ya falta poco para que ya no haya más ruido, ya casi todo está hecho, el lugar estará listo a más tardar pasado mañana.

Aurora evitó resoplar y lo miró por un momento, le pareció diferente ahora que lo observaba más calmada, era alto, bastante mirándolo mejor. ¿Cuánto podía medir? ¿Más de un metro ochenta y cinco? Apenas y ella llegaba a su pecho usando tacones, era de cuerpo fornido, músculos marcados en los brazos, cabello negro y liso, ojos claros y de facciones atractivas. Le pareció extraña su apariencia para ser un simple obrero de la construcción, aunque por la altura seguramente era necesario como buen elemento. Elevó una ceja y apretó los labios ante el escrutinio.

—Pues hasta pasado mañana les pido que hagan el menor escándalo posible —giró en su propio ugar y dando la vuelta regresó a su camino para volver a la agencia. Comenzó a estornudar.

El hombre que la había mojado se apresuró a seguirla, estaba realmente apenado.

—Señorita Warren… por favor de nuevo le ofrezco mis disculpas.

—Ya déjelo así y regrese a lo suyo —le dijo sin mirarlo, comenzaba a fastidiarse más.

—Es que no puedo permitir que siga molesta por este incidente.

—No puede hacer nada más, esto no se me va a pasar así que mejor regrese a su labor, que con no volver a verlo será suficiente.

—Pues eso va a estar difícil porque estaré aquí todos los días.

—¿Cómo? —Aurora se detuvo y lo miró frunciendo el ceño—. ¿Qué no terminan su trabajo pasado mañana?

—Ellos sí, yo no, el mío apenas y comienza.

Aurora no entendía lo que el hombre intentaba decirle y comenzaba a molestarse de verdad.

—Pues si usted aún no acaba por favor le pido que no haga tanto ruido, tengo mi negocio aquí mismo y la pared de mi oficina colinda con una pared de este local. Por favor permítanme trabajar en paz.

—Mi carrera no es ruidosa por eso no se preocupe.

—¿Su carrera? —Aurora lo miró con detenimiento otra vez mientras se sujetaba la nariz—. ¿Pues quién es usted? ¿Qué no es un obrero más?

El hombre sonrió provocando en Aurora un efecto de atención que ni ella misma esperaba, él se quitó los guantes de goma que estaba usando y le extendió la mano. La chica vaciló un momento, puesto que no quería dar ningún tipo de confianza al desconocido que tenía enfrente pero sin querer parecer descortés lo saludó de igual forma manteniendo su distancia. Total un saludo no se niega. Se miraron por un momento, la mano del hombre era suave, cálida y cubría por completo la de ella, la sensación que tuvo al contacto no era lo que esperaba.

—A pesar de la circunstancia para mí es un placer conocerla señorita Warren, me llamo Maximilien Stewart o Maximiliano si gusta y no, no soy un obrero, soy médico veterinario y lo que se está remodelando es… mi futura clínica.

Aurora no pudo evitar abrir más los ojos cuando él le dijo eso, nunca lo imaginó.

—¿Doctor? —repitió.

—Así es.

Lentamente se soltó de su mano y evitó sentirse avergonzada por haberlo ofendido y menospreciado. Tenía muchas dudas, estaba un poco aturdida por haber pasado todo tan rápido y para colmo volvió a estornudar, la humedad que tenía encima le estaba comenzando a molestar.

—Salud —le dijo él sin dejar de sonreírle.

—Gracias —se frotó la nariz que le picaba.

Aurora no sólo se sentía avergonzada por su actitud frente al médico sino que una extraña sensación comenzó a invadirla, era como una especie de ansiedad, nervios, miedo, sofocación, inquietud, su piel se estremeció sintiendo como el frío le recorría la espalda instalándose en su cabeza. Evitó respirar aceleradamente para que el médico no la notara pero le fue imposible.

—¿Se siente bien? —la observó él—. ¿Quiere que la lleve a su casa? Necesita quitarse esa ropa, le está molestando y me voy a sentir peor siendo para colmo el causante de un resfriado. Mi auto está al otro lado, si gusta…

Aurora estaba más centrada en su sentir que en lo que el doctor le decía, la pesadez en el cuerpo le molestaba, no era nada raro lo que sentía, el problema era que esa sensación sólo le daba de una sola manera; por el vínculo con sus hermanas. Pensó en Minerva, en Diana y en Ariadna, miró su reloj pero poco pudo sacar conclusiones.

—Señorita… —insistió el doctor.

—Lo siento, me voy —le dijo sin mirarlo y caminando rápidamente hacia la agencia.

—¿No quiere que la lleve a alguna parte? —insistió.

—No, gracias.

Sus sentidos no le alertaban de nada más que no fueran sus hermanas, sin reparar en que algunos curiosos con los que se topaba observaban su apariencia.

Mientras caminaba asustada no dejaba de pensar en ellas sin dejar de temblar, no era sólo por la humedad de la ropa sino por los nervios que se le habían disparado.

—Dios por favor que no sea nada malo —se decía acelerando el paso—. Mina debe estar todavía volando o llegando a Chicago, Diana preparándose para ir a la academia y Ari debe estar en su evento en Francia, ¿por qué me siento así?

Llegó a la agencia y al ver su estado Gus, su guardia de seguridad no dudó en preguntarle.

—¿Señorita Warren está bien? ¿Qué le pasó?

—Nada Gus, un accidente al otro lado —se limitó a decirle entrando al lugar.

—¡Señorita Warren! —exclamó la recepcionista al verla.

—No es nada, estoy bien —volvió a estornudar.

—Pero está empapada.

—Y por eso me voy a la casa, necesito quitarme esto —se encaminó a su oficina seguida por Amy—. Por favor cancela la reunión que tenía ahorita con el personal, que nadie me moleste excepto si es por el evento de los empresarios que atendí en la mañana. Me duele mucho la cabeza y voy a descansar toda la tarde.

—Como diga y tome algo para el malestar.

—Lo haré, lo último que necesito es enfermarme, yo llamaré para avisar si vengo mañana, llamaré a Rebecca después.

Aurora sólo cogió su bolso y chaqueta y volvió a salir, se metió al bicho de Diana y al menos agradeció que los asientos fueran de cuero porque el agua seguía escurriéndole y eso la enfurecía más. Antes de encender el Beetle cogió su móvil y le marcó a Minerva, necesitaba saber de sus hermanas para tranquilizarse.

—Mina por favor contesta —rogaba.

Sabía que no lo iba a hacer pero no estaba de más intentarlo. No obtuvo más respuesta que de la misma contestadora, colgó y le marcó a Diana.

—Diana por favor contéstame —insistía, la ansiedad le estaba molestando más.

Pasó lo mismo, el móvil la mandó al correo de voz, colgó ofuscada. Ariadna era su última opción y le marcó también.

—Ari contesta, por favor —se inclinó poniendo la frente en el volante apretando los ojos, igual su gemela no le contestó mandándola también al buzón.

Aurora ofuscada lanzó su móvil al asiento del pasajero y sin más remedio encendió el bicho.

Salió de la agencia rumbo a su casa sintiéndose muy nerviosa y desesperada.

 

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