Aurora

Aurora


Capítulo 17

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Capítulo 17

—Si seré bruta —se dijo al llegar y estacionarse—. ¿Qué demonios hago aquí? ¿Para qué vine?

Aurora supo que había cometido una reverenda tontería, ella quería su bonsái y él no estaba en ese lugar. ¿Cómo se le nubló la cabeza al decirle a Peter que iría al club?

Negando sin querer ya sin remedio se retocó un poco el maquillaje y ayudándose de su spray refrescante de coco y vainilla roseó un poco su piel. Se sintió mejor y exhalando salió de su auto.

—Debí cerrar la boca e irme directo a la casa a descansar, darme una ducha, pedir una pizza y meterme a la cama para ver un clásico como “Desayuno en Tiffanyś” o “La novicia rebelde” o mejor “Pídele al tiempo que vuelva” —se regañaba a sí misma sabiendo que ya no tenía remedio la tontería que había hecho y todo por querer de vuelta su bendito bonsái.

Saliendo se estremeció un poco, cuando mencionó la película supo como un

déjà vu

lo que le rondaba en la cabeza desde que conoció a Maximiliano, lo había asociado a alguien y por fin sabía con quién, el médico se parecía mucho a uno de sus actores favoritos, en concreto a este que protagonizó la película. Si algo tenían en común ella y su gemela era el gusto por Superman pero en sus distintas interpretaciones, mientras Ariadna suspiraba por su Cavill ella prefería a su adorado Reeve. Sonrió sintiendo una extraña satisfacción.

Saludó a la recepcionista de turno que ya conocía cuando entró al club y ella misma, le indicó que siguiera de paso hacia las piscinas si llegaba buscando a alguien y así fue. Sin dar más detalles, Aurora caminó hacia el área de piscinas y barbacoa para buscar al doctor ante la vista de algunos curiosos que la conocían y se preguntaban “la extraña presencia” de la chica en el club del que no era muy asidua.

“Metiches”

—pensó Aurora molesta sabiendo lo que pasaba por la cabeza de algunos.

Salió por uno de los salones y respiró el aire húmedo del exterior, todo el mundo disfrutaba de la tarde en las piscinas, unos nadando a su antojo y otros degustando bocadillos en las distintas mesas a la sombra, pero todo al ritmo y compañía de Bob Marley & The Wailers que al ritmo caribeño cantaban “Waiting in Vain” haciendo que más de alguno se moviera con la música. Se concentró en visualizar al médico o a Peter pero no lograba hacerlo, le sonrió a uno que otro cliente que conocía y que la saludaban de largo pero sin dejar de mantener la atención al motivo por el cual ella estaba en un lugar tan frívolo. Elevaba las cejas con disimulo al ver algunas chicas coquetas que posaban en bikinis para llamar la atención del sexo masculino que también buscaba refrescarse, por lo que fue imposible deducir que más de alguna ya le había echado el ojo al doctor, apretó los labios y evitó fruncirlos, no entendía por qué le molestaba eso. Fastidiándose por no lograr ver a Max ni a Peter, se sentó en uno de los juegos de jardín con sombrilla de colores y procedió a esperar un momento mirando su reloj de puño con evidente impaciencia.

—¿Desea tomar algo señorita Warren? —se acercó uno de los meseros que la conocía y que llevaba una bandeja con bebidas y bocadillos que a su vez ponía en la misma mesa.

—No nada, gracias. —Aurora se puso de pie—. Lo siento, no sabía que la mesa estaba ocupada.

—No, no lo está, eso es para nosotros —la voz del hombre la hizo brincar en su sitio, Max le sonreía saliendo a flote al borde de la piscina. Aurora abrió los ojos al verlo, no imaginó el impacto que le provocó ver como el agua le recorría la piel.

Desde ese ángulo, el doctor sólo medio mostraba sus hombros así que sacudiéndose los oídos y quitándose los lentes acuáticos le sonrió de nuevo y nadando un poco hacia las gradas salió de la piscina en su totalidad. Aurora apretó los labios sin dejar de verlo, la sonrisa del hombre era cautivadora no iba a negarlo pero viéndolo de cuerpo entero y semidesnudo para colmo la hizo tragar con disimulo antes de acercarse a ella. Usaba solamente un bañador negro pero vaya que era muy buena la pieza, le sentaba de maravilla al hombre marcándole muy bien todo. Notó más lo alto que era y la musculatura que lo adornaba, que brazos, que piernas, ¡qué pecho! Benditas gotas de agua que se daban el lujo de recorrer todo de él pero antes de hacer la lista mental de los adjetivos calificativos, algo la sacó bruscamente de su breve nube; al salir de la piscina una de las tantas coquetas llegó corriendo hacia él llevándole una toalla. Notó como ella, casi se derretía al tenerlo tan cerca sin dejar de reírse como tonta y de medio moverse por la música y él le sonrió agradecido también sujetando la toalla. Ella quiso tocarle los hombros y secárselos —buscando empinarse por lo alto— pero él, amablemente la detuvo y le mostró a quien le esperaba en la mesa diciéndole algo más. La mujer miró a Aurora y no pudo ocultar la decepción, su atención no había sido suficiente, disimuladamente le dijo algo más a él y dejó que avanzara. Max sin dejar de reírse cogió también su bolso deportivo y caminó hacia Aurora y ésta, intentaba con todas sus fuerzas hacer de cuenta que lo que vio no le importaba en lo más mínimo.

—Hola —saludó él de lo más feliz—. Me alegra que ya estés de regreso.

—Sí, acabo de llegar. —Aurora sabía que no podía fingir una sonrisa, sentía los pómulos duros sin entender su molestia.

—¿Nos sentamos? —la invitó él mientras se secaba.

Ni siquiera pudo mover la cabeza para decir sí o no, sencillamente obedeció ante la petición sin dejar de notarlo cuando él seguía de pie, “

¡condenada toalla!”

—pensó apretando hasta las muelas.

Cerró los ojos intentando reaccionar ante los movimientos del hombre que recorría la prenda por todo su cuerpo.

—No la gastes tanto que la chica debe estar esperándola —dijo ella evitando sonar sarcástica.

—¿Qué? —reaccionó él secándose el cabello.

“Esa tipa ni siquiera va a pensar en lavar la toalla

” —insistió en sus pensamientos—.

“La

privilegiada prenda nunca más pasará por la lavadora”

—La toalla, la chica esa debe esperar su toalla —elevó una ceja.

—No es de ella, es mía —le hizo ver el médico terminando de secarse.

“Oh… ¡ups!”

Por fin los labios de Aurora se curvaron

“bendita toalla entonces”

—se dijo retractándose—.

“Un momento, ¿y por qué demonios corrió a dártela entonces?”

Deseaba preguntar, otra vez la línea recta borraron la sonrisa.

—¿Tuya? Pues vaya que es muy solicita la niña que corrió a dártela —dijo sin pensar.

Maximiliano la miró sin dejar de reír porque no era su imaginación el notar algo parecido a los celos en ella y Aurora comenzaba a colmarse.

—Sólo fue amable nada más, no voy a negar que me ha estado coqueteando desde que llegué pero al señalarte y decirle que esperaba por ti como ves se desilusionó.

Aurora abrió la boca, vaya que el doctor podía ser más fresco que las lechugas y sin andarse con rodeos.

—A vaya, gracias por utilizarme.

—De nada, es un placer —él no dejaba de verla muy sonriente.

Definitivamente si era bastante fresco y al notarla que no dejaba de verlo, él entonces continuó demostrando su frescura.

—¿Qué? ¿Te parezco sexy? ¿Piensas que porque soy un profesional de la medicina veterinaria no sé divertirme?

“Lo que pienso es donde carajos quedó la timidez que tenías al principio”

—pensó ella.

—No presumas que no he pensado nada. Los he visto mejores —contestó sin mayor importancia.

—Visto seguramente pero no sentido y no niegues lo que sentiste.

“Definitivamente mandó al diablo la timidez”

—pensó abriendo la boca con asombro.

Osadía, esa era la palabra que tenía Aurora en la cabeza, este no era el mismo hombre que había dejado en la ciudad el viernes, este que estaba frente a ella definitivamente era otro y comenzó a tener reservas. Miró como puso la toalla a lo largo de la silla para sentarse ya que el bóxer aún destilaba agua, notó como el pectoral le resaltó al sentarse y ella disimuló.

—Creo que mejor me voy —sujetó su bolso—. Ni siquiera sé a qué diablos vine.

—No, no te vayas, por favor quédate —le sujetó la mano—. Desde que Peter me dijo que vendrías pedí estas cosas para nosotros.

—No vine ni a comer ni a nadar, fue un error, sólo te llamaba por mi bonsái.

—Lo sé, por eso mandé a Peter a traerlo.

—¿Qué? No, que no venga, no quiero que toda esta gente lo vea.

—¿Por qué?

—Por que no.

Max la miraba con extrañez soltándole la mano.

—Está bien, déjame llamarlo y decirle que no venga, que nosotros vamos para allá.

—¿Qué? Tampoco.

Maximiliano elevó una ceja sin entender a Aurora.

—Quiero decir, no es necesario, no tienes que irte y dejar de “divertirte como dices” —se corrigió. Esa no era la realidad.

Aún así el doctor llamó a su amigo cuando de su bolso deportivo sacó su móvil.

—Peter ¿Ya lo traes? —le preguntó cuándo su amigo le contestó.

—Sí, voy en camino para el club, ¿ya estás con ella?

—Sí y por favor cuando llegues al estacionamiento llámame, no traigas el arreglo. Aurora no quiere que nadie lo vea aquí.

—Está bien, te aviso cuando llegue.

Colgaron y Max le sonrió a la chica.

—Listo, cuando ya Peter esté en el estacionamiento me llamará, así lo recoges sin problemas y sin que nadie lo miré aquí.

—Gracias.

—¿Comemos? —el doctor cogió una galleta salada con dip de crema y especias.

—Bueno, gracias.

Aurora sujetó la copa de margarita que le había dado sed.

—De nada, sirve que fue un buen pretexto, desde que llegué no había comido nada, sólo me limité a nadar y cuando Peter me dijo de tu llamada pensé que sería buena idea compartir un momento juntos antes de que él regresara.

—Piensas en todo.

—¿Cómo estuvo tu viaje?

—Muy bien, fue un éxito, ¿y tu inauguración? —preguntó alcanzándose una galleta con algo de la ensalada de mariscos.

—Muy bien también, a los invitados les gustó cómo quedó la clínica y uno de ellos fue el que me presentó este club y me ayudó a inscribirme, agradezco el relax después de semanas de arduo trabajo en la remodelación del local.

—¿Y ya comienzas mañana?

—Mañana —sonrió.

Por un breve momento hablaron como dos amigos que degustaban el antojo mientras esperaban la llegada de Peter, cosa que ocurrió diez minutos después pero el hombre no llamó a Max sino que se presentó personalmente en el interior del club.

—Hola —sonrió con la simpatía que lo caracterizaba.

—Peter ¿y el bonsái? —le preguntó Max.

—En el auto.

—¡No! —le gritaron al mismo tiempo él y Aurora, el hombre se asustó.

—El calor del encierro va a marchitarlo —le dijo Aurora.

—Peter corre al auto y abre las ventanas —le ordenó Max—. En un momento iremos.

—Ok —caminó apresurado de regreso al estacionamiento.

—¿Me esperas un momento? —Le preguntó Max a Aurora a la vez que llamaba al camarero cuando se ponían de pie—. Iré a vestirme para que nos vayamos.

—No es necesario, sigue nadando, yo iré por el bonsái.

—No, no te preocupes, ya nadé lo suficiente, tanto que ya me quemé sin querer, mañana le haré competencia a los camarones del acuario de la clínica —sonrió.

Aurora sonrió también, si estaba algo bronceado pero igual se miraba bien. Llegando el mesero Max le pidió la cuenta.

—Está bien te espero —le dijo ella.

Complacido dejó a Aurora caminando con su maleta y toalla hasta los camerinos masculinos.

La chica se sentó otra vez y terminó de beberse la margarita, sin proponérselo como sea había pasado un momento ameno a pesar de todo y como sea lo agradecía. Sonriendo sola estaba cuando no sintió al hombre que se acercó detrás de ella.

—Hola Aurora.

La chica casi se atraganta con la margarita al escucharlo, los vellos de la piel se le erizaron, después de tanto tiempo no creyó reconocer esa voz pero lo había hecho. Temía voltearse y mirarlo, no quería y rogaba porque el hombre no se le pusiera en frente pero sus deseos no se cumplieron.

El hombre caminó hasta verla cara a cara, se detuvo justo frente a ella detrás de la silla que había ocupado Max y Aurora evitaba levantar la mirada. Tragó, no debía permitir que eso le afectara, ya no, había pasado mucho tiempo, era algo ya superado y olvidado, no era posible que regresara.

—Sigues tan hermosa como siempre, no, lo estás aún más —el hombre suspiró sin dejar de verla—. No tienes idea de lo que ha sido mi vida sin ti, te veo y siento que nada ha cambiado, excepto tú que tu belleza ha aumentado. Eres más mujer y es inevitable verte y no acercarme.

—¿Qué haces aquí? —le susurró ella apretando los labios sin querer verlo.

—Han pasado varios años, no tiene nada de malo volver a Ontario —sujetó el respaldar de la silla.

Apenas Aurora levantó un poco la mirada para enfocarse en sus manos, era muy masculinas, más todavía a como las recordaba pero la prueba del dolor seguía en una de ellas como siempre.

—Pero no me busques, ni intentes acercarte —se levantó de la silla sin siquiera mirarlo, caminó en dirección a la salida.

—No he dejado de pensar en ti Aurora, ¡ni un minuto! —el hombre levantó la voz haciendo que ella se detuviera, algunos curiosos los miraban con atención para no perderse nada de la escena que involucraba nada más y nada menos que a la orgullosa y hermética Aurora Warren. Era algo digno de ponerle atención para saber qué hablar y que luego fuera la comidilla del lugar.

“Dios no, por favor no otra vez” —se dijo cerrando los ojos y bajando la cabeza—. “Por favor, ya no.”

Ella levantó la cabeza y apenas la giró, no iba a verlo a la cara, no quería.

—En cambio yo te olvidé — atacó evitando que la ira la dominara y fuera tan obvia—. No significas nada para mí.

—Pero yo no y sigues siendo todo para mí.

“Maldito mentiroso”

—pensó queriendo gritarle pero no podía hacer un escándalo y dar un espectáculo para que fuera el chismerío de medio club. Debía retener dentro de ella todo lo que sentía por él porque no era el momento para estallar y hacérselo saber.

—Aurora —la voz de Max le dio mucho alivio y lo agradeció en ese momento, pasó por la mesa recogiendo la factura, pasó a la par del hombre y se encontró con ella de frente, la sujetó de los brazos—. ¿Te pasa algo? ¿Te hizo algo este tipo?

Maximiliano miró al hombre con una seriedad que más parecía una sentencia, ellos si estaban frente a frente y estaban escrutándose.

—Vámonos —le ordenó ella trémula de los nervios y helada debido a la impresión. No podía pensar ni actuar como era debido, estaba aturdida.

Como si Max supiera lo que ella necesitaba en ese momento que la sentía desprotegida, la abrazó llevándola a su pecho, si los planes eran provocar los celos del otro lo estaba logrando. El hombre apretó los puños dedicándola una mirada fulminante a Maximiliano que sostenía a Aurora entre sus brazos y ésta, prefería apoyarse en su pecho.

—Vámonos preciosa —le dijo Maximiliano en voz alta para que el tipo escuchara al mismo tiempo que la pegaba más a él—. Estaremos mejor en mi apartamento.

La provocación dio resultado, el hombre tensó la mandíbula y supo que para él ya era tarde, la bella Aurora Warren ya tenía dueño y lo había olvidado como se lo hizo saber. Ahora era de otro, de otro que seguramente había sabido ser más hombre que él, de otro quien disfrutaba de sus besos y caricias, de otro que la disfrutaba en su cama, de otro que con seguridad la hacía feliz. Había regresado tarde a Ontario, muy tarde, las cosas habían cambiado, el tiempo se encargó de poner las cosas en su lugar y él definitivamente ya no tenía cabida en la vida de Aurora, no como una vez la tuvo, ya no podía redimirse, ya no podía enmendar su error, ya no podía recuperarla, habían pasado muchos años y ya era muy tarde. Exhaló decepcionado pero no iba a desistir, aún tenía una oportunidad y valiéndose de eso se iba a aprovechar. Ellos podrían ser pareja pero no estaban casados, ella aún era libre, no tenía ningún papel atándola y su propósito era volver a conquistarla y concluir por fin lo que una vez no pudo ser.

 

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