Aurora

Aurora


Capítulo 1

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Capítulo 1

 

Junio 19, 2013

Aurora sonreía sola al saber feliz a Minerva, sentía que Rick era el bienestar que su hermana necesitaba y aunque no tenía claro los problemas que podían acarrear, por los momentos rogaba porque en los siguientes días Minerva se sintiera plena y felizmente enamorada, que disfrutara la compañía de Rick en todos los aspectos y se dieran esa oportunidad que tanto necesitaban. Luego de comprarse un hot-dog se dirigió al bicho que la esperaba en el estacionamiento, cuando abrió la puerta notó todo el desastre de chucherías que habían en los asientos así que con cuidado colocó su hot-dog en el tablero, se inclinó y se apresuró a limpiar la evidencia de sus niñerías. Usaba un atuendo deportivo por lo que al hincarse en el asiento con parte de su cuerpo afuera del auto, su bien formado trasero quedó expuesto a la vista de los curiosos que admiraban el panorama que —sin querer— ella les brindaba.

—Dios, qué barbaridad, que desorden dejamos —se decía hablando sola—. Qué vergüenza, Minerva tiene razón al decir que en algunos aspectos no hemos madurado aunque yo siga siendo la más sensata de todas, mejor limpio todo esto antes de que Diana lo vea y pegue el grito en cielo, lo siento bichito —acariciaba el tablero—. Si no te dejo limpiecito tú y yo no volvemos a salir juntos, tu dueña no volvería a dejar que me acercara a ti después de haberme insultado —luego se dirigió al peluche de “Flounder” que colgaba del espejo retrovisor—. Y tú Flounder calladito ¿ok? No me vayas echar de cabeza con Diana porque si no, ni siquiera nos volvemos a ver.

Cuando Aurora quería ser infantil lo era, o al menos mostraba su niña interior mientras estaba sola, de esa manera no se avergonzaba de su forma de ser. Una peculiaridad en ella era hablar sola algo que mostró desde pequeña y que sólo su madre entendió, los psicólogos nunca hallaron explicación ya que no era hija única y mucho menos tenía señal de autismo. Le gustaba apartarse de los demás niños y prefería hacer las cosas sola aunque su único problema fuera la hiperactividad, algo que compartió con su hermana gemela pero a diferencia de Aurora, Ariadna mostró también déficit de atención haciendo que el problema fuera algo intenso para sus padres.

Hablando sola metía toda la basura, latas y migajas en una bolsa de plástico, rogaba porque Diana no estuviera en la casa al llegar para al menos luego pasarle la aspiradora a los asientos y alfombras y dejar al bicho como si nadie lo hubiera manejado. Concentrada en su labor no se dio cuenta que alguien estaba detrás de ella mordiéndose los labios y con una serie de excitantes pensamientos que amenazaban con elevar su erección sin que pudiera detenerlo, no quería interrumpirla y que la chica terminara con lo que estaba haciendo porque iba a privarse de lo que contemplaba. Quería seguir admirándola pero resignado decidió hablar y quedarse con ese panorama en su mente.

—Hola Ariadna —saludó muy contento.

Aurora se quedó quieta y se asustó,

“¿Quién es? ¿Quién es?”

—se preguntaba en sus adentros apenada—.

“¿Me habrá escuchado hablar sola?”

Pero al escuchar el nombre de su gemela reaccionó y frunció el ceño, no podía creer que alguien la había confundido con su coqueta hermana y antes de saber quién era exhaló. Lentamente salió del auto y lo miró seriamente.

—¿Perdón? —levantó ella una ceja parándose erguida frente al hombre.

Él la miró aún más sorprendido de pies a cabeza, le había gustado verla con ese “look” que la hacía ver muy diferente,

“sensualmente sexy”

—pensó el chico. Los leggins grises le ceñían a la perfección las caderas, las piernas y el sexo que apenas y lo notaba a través del top celeste de delgados tirantes que ceñía su abdomen y pechos. Se había amarrado la sudadera también gris a la cintura pero no era lo suficientemente grande como para cubrir su trasero cuando se inclinó, por lo que al verla tan deportivamente sexy se sintió atraído aún más por ella, le sentaba bien el cambio según él.

—Wow Ariadna te ves… —tomó aire en su pecho para encontrar el aliento y con mucha satisfacción exhaló—. Me gusta tu nuevo look, te hace ver más… —el chico no encontraba el adjetivo calificativo con el cual halagarla, Aurora no entendía nada—. De verdad que te ves muy diferente no pareces la misma, me alegra que cambiaras tu apariencia, te ves preciosa.

Aurora lo miraba fijamente sin entender quien era ese hombre y porque intentaba deshacerse en halagos, pero al saber que la confundía con su gemela se decepcionó.

—¿Ari por qué me ves así? no puedo creer que me hayas olvidado —la sonrisa del chico comenzaba a desaparecer, estaba desconcertado por la frialdad de Aurora.

—Creo que me ha confundido, no soy Ariadna —dijo seriamente por fin la chica.

—¿Cómo?

—No sé de donde la conoce ni qué relación tienen pero se nota que usted no es de Ontario, de otro modo no nos confundiría.

El chico se quedó perplejo sin entender nada, se sentía apenado al saber que no era Ariadna la mujer que intentaba cortejar, pero al ver que tenían la misma cara y el mismo cuerpo se confundió más, aunque lo ceñido del traje sport de la chica y su cabello negro azulado recogido en una coleta alta, lo hacían tener un efecto alucinante en él, le atraía más.

—Perdón, lo siento, no era mi intención confundirla.

—Si busca a Ariadna pierde su tiempo, ella está de viaje por Europa.

—Si lo sé y creo… que eso me… desorientó un poco.

—Siento haberlo decepcionado —la chica intentó meterse al bicho pero él la detuvo.

—Perdón —se disculpó de nuevo—. ¿Usted es pariente de ella?

—Definitivamente no es de Ontario —contestó Aurora evitando poner los ojos en blanco.

—No, no, bueno tengo parientes en Ontario y en Rancho Cucamonga pero yo resido por los momentos en Toronto, sólo vengo de vez en cuando, casualmente ya voy de regreso a Canadá.

—Bueno eso explica que se conozcan entonces.

—Aún no me ha contestado —insistió mirándola fijamente.

—Primero dígame una cosa ¿De dónde se conocen usted y ella? —inquirió seriamente intentando ignorar su mirada verde que la escrutaba.

—Bueno… ella… era… —titubeó apenado—. La prometida de mi primo.

Aurora abrió más los ojos y la boca sorprendida.

—¿Usted es primo de Lucas?

—¿Lo conoce?

—Desgraciadamente, yo tampoco le voy a perdonar lo que le hizo a mi hermana y más le vale que se pierda del mapa porque no respondo de mí si me lo encuentro en la calle.

—Veo que tiene usted un fuerte temperamento —el chico sonrió.

—Sí señor, así es, soy lo que llaman “de pocas pulgas” o “mecha corta” como usted quiera.

—Muy diferente a Ariadna —sonrió mirándola con insistencia sin disimular su interés—. Me pregunto que le hubiera pasado a Lucas si usted hubiera estado en el lugar de ella.

—No querrá saberlo, así que no me lo pregunte, ¿sabe qué? Usted ya me amargó el día recordándome a su primo, dígale que Ariadna está muy feliz con su decisión, que le hizo un favor librándose de él, ella está muy feliz en Europa haciendo lo que le gusta, es como un pez en el agua y ojalá se encuentre un europeo divino que la ame y valore y aún mejor, que sea un dios en la cama y la satisfaga en toditos los aspectos, dígale eso o que vaya a buscarme a la agencia así se lo digo yo personalmente.

Molesta se metió al bicho, encendió motores y bajó la ventana, el chico tuvo mejor panorama de sus pechos, lo tentaban, se saboreó y mordió su labio, comenzaba a sentirse sediento.

—Bueno, cuando vuelva a verlo se lo diré ¿De parte de quien le doy el mensaje? —el chico sonreía y Aurora sentía que quería burlarse de ella, lo miró seriamente colocándose sus lentes oscuros y exhalando.

—Aurora Warren, él sabe quién soy —contestó firmemente.

—Aurora… —el chico tomó valor y extendió su mano para presentarse, con reservas ella aceptó—. Mucho gusto Aurora —hizo énfasis en su nombre—. Creo que ahora ya… tengo una razón más ara venir a Ontario más seguido.

Ella no bajaba la guardia, ni aún con la sensación que el chico y su penetrante mirada verde le habían provocado.

—¿Y usted es…? —preguntó sin interés pero para no quedarse con la duda.

—Alonso —como un caballero de antaño besó su mano sin dejar de mirarla, Aurora sintió cosquillas en el estómago ante el gesto—. Me llamo Alonso Quintana Farrell.

Se miraron por un momento sin decir nada, él no podía disimular que se sentía tremendamente atraído por ella, era una sensación muy diferente a lo que Ariadna le había provocado, no era sólo atracción física ya que de esa manera encontraba todo en Aurora y se sintió satisfecho, sino que había sido su manera de ser y el diferente “look” que le gustaba más. Aurora no pudo resistir esas esmeraldas clavarse en ella y disimulando se soltó de la mano de él, no quería saber qué era lo que le había provocado.

—No sé si decirle mucho gusto ya que no sé que tanto usted y su primo se parezcan —le soltó directamente y sin rodeos.

El chico no pudo más y sonrió con ganas.

—Pues creo que tendría usted que averiguarlo “Aurora” —hizo énfasis para no olvidar su nombre—. Será un placer para mí que usted desee averiguarlo.

—¿Me reta? —la chica levantó una ceja.

—La invito —corrigió.

—Feliz viaje señor Quintana —dijo desinteresadamente—. Ya no lo atraso más, debo irme.

—Alonso, por favor llámeme Alonso, para mí fue un placer conocerla y le aseguro que después de esto si tendré un feliz viaje.

Aurora quiso rodar los ojos pero se limitó a torcer un poco la boca apretando los labios, el chico la miraba hipnotizado.

—¿Me disculpa por favor? —le pidió la chica evitando fastidiarse. Él la miró sin entender—.

Alonso, voy saliendo para Ontario —explicó para no parecer descortés—. ¿Podría quitarse para que yo pueda salir?

—Maneje tranquila y con cuidado —el chico no pudo evitar preocuparse—. Que tenga un feliz viaje también.

—Gracias —agradeció ella un poco desconcertada ante la sugerencia de él, no disimulaba su interés y preocupación y en parte eso le agradó.

Alonso se apartó del auto y ella salió del estacionamiento, él perdió su mirada en el Beetle rojo que se llevaba su aliento hasta que salió del estacionamiento del aeropuerto.

—¡Alonso! —le gritó Silvia al ver que se tardaba, debía registrarse, el chico se apresuró a ella—. ¿Con quién hablabas tanto? Ya tus maletas están adentro con papá y mamá.

—Bueno, vamos entonces —Alonso besó la frente de su hermana—. ¿Oye conoces a Aurora Warren?

—Un poco —contestó mientras entraban a la sala—. Es la gemela de Ariadna, la que iba a ser nuestra cuñada.

—¿Gemela? —preguntó sorprendido y muy sonriente.

—Sí, bueno usan looks muy diferentes para que nadie las confunda, ella me llevó a la casa de los tíos el día del cine. ¿Lo recuerdas? ella es la gerente general de la agencia Warren & Smith y la que estaba organizando todo lo de la boda, la tía Emma la conoce mejor. ¿Por qué lo preguntas?

—No, por nada, simple curiosidad.

—Oye no te pierdas tanto. ¿Cuándo vuelves?

—Pronto hermanita —la abrazó y suspiró volviendo su cabeza hacia L.A. muy sonriente—. Prometo regresar muy pronto.

 

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