Aurora

Aurora


Capítulo 2

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Capítulo 2

Según Aurora no había nada más relajante al momento de manejar que ser arrullada por la voz de Cat Stevens o por el contagioso ritmo de Andy Gibb —este último fue el amor platónico de su mamá— o deleitarse con el talento en el saxofón de su querido Kenny G. pero al no tener su música a mano se resignó y decidió regresar a Ontario entonces en la compañía de la música clásica que Diana tenía en su reproductor. Escogió a Tchaikovsky porque al ver que tenía otras listas de reproducción la hizo arrugar la cara. Diana era muy especial, le fascinaba el ballet, disfrutaba su disciplina, pero en cuanto a baile también tenía otros gustos que Aurora no quiso escuchar o mejor dicho no había vuelto a escuchar desde hacía mucho tiempo. Antes de decidirse por el compositor ruso había sonado por casualidad Madonna con su canción “You’ll See” y sólo el primer verso le trajo malos recuerdos a la chica que la hicieron darle su atención unos minutos:

You think that I can't live without your love

You'll see,

You think I can't go on another day.

You think I have nothing

Without you by my side,

You'll see

Somehow, some way.

 

Sacudió la cabeza ante el estremecimiento de su cuerpo y espantando tristes recuerdos quitó la canción inmediatamente y prefirió escuchar la selección de “El Cascanueces” aunque estuviera fuera de la temporada navideña.

Haciendo de cuentas que no había escuchado la canción y después de comer, mientras admiraba el paisaje y la carretera despejada prefirió recordar lo que había sido esa semana atrás, aún le parecía increíble el giro inesperado que había tomado la vida de su hermana y no dejaba de sonreír por verla tan feliz. No pudo evitar recordar a Leonardo y llenarse de nostalgia pero desgraciadamente él ya no estaba, quiso sentirse mejor creyendo que él estaría feliz por Minerva y pensando eso suspiró, las vueltas del destino eran simplemente incomprensibles. Hacía unos días la vida tenía su curso de manera normal para todas pero justo desde el día 8 tanto para Minerva como para Ariadna pareció tener un giro completo poniéndoles todo de cabeza, la primera ahora gozaba de otro amor y la segunda seguramente haría lo mismo en el viejo mundo sin dudarlo.

—Es increíble —se decía hablando sola—. Es increíble todo lo que ha podido pasar en tan poco tiempo, en sólo unos días la vida le ha cambiado a Minerva y posiblemente a Ari también. ¿Quién seguirá? ¿Diana o yo? —Volvió a sacudir la cabeza frunciendo el ceño—. Espero que Diana porque yo… paso.

Exhaló negando con la cabeza, los planes de amor no formaban parte de su lista de prioridades.

En el fondo no deseaba perder la “aparente tranquilidad emocional” que había logrado equilibrar desde que el amor le había mostrado su peor cara y encajándole un cuchillo de carnicero en el corazón. Después de tanto tiempo las heridas se rehusaban a cicatrizar y el dolor era tan recién que prefería mostrarse de piedra con cuanto hombre se le cruzara que ser burlada otra vez. Tensó los labios al pensar, tragó y con seriedad siguió concentrándose en la carretera, pensar en su experiencia era lo peor que podía hacer mientras manejaba. Se distrajo mejor volviendo a pensar en sus hermanas y en el caso de la mayor, en lo feliz que era en ese momento junto a un nuevo amor con quien disfrutaría unos días más de idilio. Verla enamorada de nuevo le hacía mucho bien y deseándole que fuera muy feliz en la compañía de la música y en silencio, prefirió seguir manejando y llegar lo más rápido posible a Ontario.

Aurora agradeció saberse sola cuando llegó a su casa ya que eso le daría chance para aspirar el interior del bicho antes de que Diana se diera cuenta y eso fue lo primero que hizo al llegar. Se estacionó frente al pórtico, corrió hacia el garaje para buscar la aspiradora y rápidamente procedió a limpiarlo.

—Gracias a Dios que Diana no está —se dijo con alivio—. Si no quien la calla mirando todo este basurero.

Sacó la bolsa de la basura que ya traía, las migas y demás lo aspiró hasta dejar limpio y reluciente los asientos, las alfombras y el tablero, al cual le pasó un paño seco roseado con aceite de almendras para que quedara mejor y más reluciente. Todo el interior del bicho estaba mucho mejor y olía rico.

—Uf… —suspiró—. Así estás mucho mejor bichito —se sentía satisfecha por su obra—. Tu dueña no va a notar nada, quedaste mucho mejor —sonreía complacida.

Se detuvo un momento y observó todo, asintió haciendo un puchero.

—Mejor que como Diana lo dejó —levantó una ceja—. Voy a cobrarle la limpieza, me salió peor el chiste.

Preparando todo y mientras en una mano tenía la bolsa de la basura y en la otra la aspiradora, asintió complacida mirando todo el interior.

—Definitivamente quedaste mucho mejor bichito —volvió a decir acariciando el tablero—. Estás más limpio de lo que ella te tenía —sonrió satisfecha de su obra.

Llevó de nuevo la aspiradora manual en su estuche al garaje y la basura a su lugar, luego entró a su casa y se encaminó derecho a su habitación. Se sentía cansada, tenía sueño por lo que se lanzó directo a la cama para descansar un momento pero en un abrir y cerrar de ojos su teléfono sonó, era Ariadna desde Europa.

—Hola Ari…

Habló poco y medio dormida, Ariadna estaba en Rouen descansando un poco en su habitación del hotel antes de su evento en el museo de la ciudad por la noche, por lo que aunque en Francia era tarde para Aurora era de madrugada en Ontario y necesitaba cerrar los ojos un momento. Así que resumiendo todo lo que había pasado con Minerva y su aventura le contó a Ariadna y le prometió enviarle un email desde la agencia para contarle todo con más detalles.

A las nueve y treinta minutos de la mañana la chica estacionaba al bicho en el parqueo de su negocio, en el patrimonio de las hermanas Warren. La agencia de eventos “Warren & Smith” era la más solicitada en la ciudad de Ontario y era dirigida personalmente por Aurora. Como gerente general y propietaria contaba únicamente con doce almas que trabajaban junto con ella con amor y entusiasmo, sin contar con “Pancho” la camioneta Ford Van E350 de los años 80ś que había servido desde entonces para cargar los pedidos. La agencia estaba posicionada como una de la más fuertes y preferidas al momento de solicitar sus servicios para cualquier evento, desde clientes adinerados, hasta la clase media, familias promedio o empresarios, hoteles e instituciones para cualquier evento con calidad profesional en todos los aspectos “Warren & Smith” era la indicada y la más querida, no sólo por sus conscientes costos sino por el trato humano y profesional de su gerente y personal.

—Buenos días Gus —saludó la chica al llegar a su guardia de seguridad que pasaba los cuarenta y él se apresuró a abrirle la puerta de cristal principal para que ingresara a la recepción.

—Buenos días señorita Aurora —le contestó él con un gesto de su gorra un poco desconcertado al ver que no llegaba en su “Yaris” azul marino.

—Te encargo mucho el bichito de mi hermana Diana —lo sacó de la duda—. Hoy nos tocó cambiar de autos.

—Como guste, no hay problema.

Aurora entró a su recinto pero antes verificó que los arreglos en cristales y maceteras de barro que estaban en la entrada se miraran bien, suspiró luego de acariciar algunos. Unos eran de flores ornamentales como ejemplo de su trabajo en decoración y otras con flores verdaderas que se vendían a precio razonable en arreglos más pequeños y finos que sacaba de apuros a cualquier enamorado que con urgencia necesitara alguno. Aurora no sólo era la cabeza de su agencia sino que como hobby tenía el arte de las manualidades, le encantaba idear arreglos como recuerdos para cualquier ocasión, su gusto por los cristales, cintas, flores ornamentales, acrílicos, bisutería, papelería y todo lo que sirviera para decorar cualquier tipo de evento era algo que la desconectaba de todo al momento de crear, así que los clientes que solicitaban los servicios de la agencia sabían que también podían contar con ella para tener de una vez los suvenires tanto para bautizos, bodas, cumpleaños, baby showers, graduaciones y hasta para uno que otro funeral, ya que había gente extraña que deseaba despedir a sus muertos de una u otra manera, así que para todo ella estaba preparada contando a su vez con la ayuda de su gemela en cuanto a lo hecho con barro y para los clientes era mejor encontrar todo lo que deseaban en un solo lugar, eso la llenaba de satisfacción. Luego de ver que todo estuviera bien en las vitrinas caminó al interior de su agencia.

Su amiga y mano derecha en mercadeo, administración y publicidad Rebecca Winston, estilizada, de cabello rubio oscuro, ojos azules y de impecable traje sastre marrón, de falda corta y chaqueta estaba en recepción y soltando el auricular se apresuró a encontrarla y saludarla con un beso en la mejilla.

—Buenos días Aurora que bueno que llegas, te estaba marcando al móvil —la saludó aliviada.

—Buenos días, pues ya estoy aquí —sonrió.

—Y a tiempo, en un momento comenzamos con todo, ya las personas están reunidas en la sala de juntas disfrutando de un rico cafecito y galletas antes de iniciar.

—Que buen aperitivo, yo sólo traigo un yogurt en el estómago, me alegra que estén siendo bien atendidos no podemos dejar escapar este evento, es muy conveniente aunque dejemos el alma en ello.

—Por supuesto que nos conviene amiga, con eso aseguraremos nuestra navidad.

Ambas chicas sonrieron.

—Amy por favor en las próximas dos horas no estoy para nadie. —Aurora se dirigió a su encargada en recepción quien a su vez se encargaba también de los arreglos que Aurora había verificado antes—. Así que no me pases ninguna llamada, quien sea que llame que dejé su mensaje y yo me comunico luego, ya después me pondré al día y por favor ¿le puedes pasar un paño a las vitrinas? Las noto con un poco de polvo y también las flores reales necesitan agua, quiero que el rocío las mantenga frescas.

—Como diga señorita Warren, ya lo hago y en su escritorio hay unos sobres y carpetas para usted.

—Bien, luego los veré, gracias, ¡ah! y por favor al terminar la reunión que alguien vaya a buscarme mi granizado de café, necesito mi droga —sonrió.

—Por supuesto —asintió.

—¿Por qué vienes en el auto de Diana? —La interrogó Rebecca con curiosidad—. Creí que era ella la que llegaba, me asusté, creí que te había pasado algo y más con eso de que nadie contestaba.

Aurora y Rebecca se encaminaron a paso lento a la sala de juntas.

—Porque hoy nos tocó cambiar de autos y ella anda en el mío, mi querido Yaris anda paseando con Diana.

—Pero algo más te pasa, te veo diferente, feliz. ¿Algo en particular?

—Sí lo estoy Becca —con ese diminutivo Aurora llamaba a su amiga—. Mi hermana Minerva por fin sonríe y es feliz de nuevo.

—¿De verdad? ¿Significa que van a publicar su libro? ¡¡¡Awwww!!! Quiero leerlo.

—Lo del libro va a esperar un poco más, tiene un excelente asesor que la ayuda y que además…

Aurora no dejaba de sonreír.

—¿Y que además qué? —Rebecca se moría de la curiosidad.

—Además está locamente enamorado de ella.

—¿En serio? —La publicista abrió más los ojos—. Me alegra mucho por ella.

—Imagínate cómo estamos nosotras sus hermanas, por fin vemos una luz en su oscuridad.

Minerva al fin vuelve a reír y espero que sea la misma de antes.

—Oye ¿y está guapo el asesor? —Rebecca elevó una ceja con picardía al mismo tiempo que se mordía los labios.

—Guapo es poco, es hermoso, un hombre bellísimo, se llama Rick y es una excelente persona —lo describió emocionada—. Me gusta mucho para Minerva, espero se conozcan muy bien y formalicen algo más serio pronto.

—¿Tanto así te ganó el cuñado? —estaba sorprendida—. Pues debe de ser una maravilla, para que haya pasado la prueba de escrutinio de la desconfiada Aurora Warren, debe de ser un ejemplar único y divino.

—Jura que lo es —sonrió sin poder contenerse.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—Ya te dije que te veo algo distinta también, no te ruborizas por el enamorado de tu hermana, ¿verdad?

—Ay Becca, no se te escapa nada —exhaló.

—Porque te conozco muy bien querida —la sujetó del brazo.

—Pues no sé cómo catalogar lo que me pasó hace unas horas en L.A.

—¿En L.A.? ¿Y a eso se debe que manejes hoy el auto de Diana?

—Sí bueno, luego te cuento el porqué estaba en L.A. esta mañana, lo que pasa es que justo cuando estaba regresando para acá conocí un hombre que…

—¿Que qué? ¡Cuéntame! —estaba ansiosa.

—Sólo sé que se llama Alonso, me confundió con Ariadna, obvio él no vive aquí pero sus padres sí y son conocidos, emparentan con los Farrell.

—Uy… —Rebecca arrugó la cara con desánimo.

—Lo sé, lo sé, es imposible no asociar al imbécil de Lucas y para colmo son primos.

—¡¿Qué?!

—Sh… luego hablamos.

Las chicas se detuvieron frente a la puerta del salón y arreglándose un poco el cabello entraron, la reunión de negocios iba a comenzar.

 

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