Aurora

Aurora


Capítulo 12

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Capítulo 12

—Amy ¿quedó registrado el número de teléfono del doctor? —Aurora llamó desde su escritorio a su recepcionista sin perder el tiempo.

—Sí, acabo de hablar con él.

—Comunícame con él por favor, me pasas directo la llamada.

Colgó y esperó, volvió a suspirar, ¿pero qué había hecho este hombre para arrancarle suspiros?

Sacudió la cabeza, se enfocaba en las flores no en él aunque lo intentaba. Al momento sonó la llamada.

—¿Doctor? —preguntó con una inexplicable curva en sus labios.

—No señorita —le dijo Amy—. Tiene una llamada de la asistente del señor Anderson, quiere hablar con usted.

Aurora reaccionó sacudiendo la cabeza otra vez, el trabajo le recordaba su prioridad.

—Sí, está bien, pásame la llamada.

Exhaló sin saber porque se sentía un poco decepcionada.

—Diga —contestó Aurora cuando timbró el tono.

—¿Señorita Warren? —preguntó la mujer.

—Con ella.

—Un placer saludarla, me llamo Cinthia McGee y soy la asistente personal del señor Anderson, la llamo en respuesta a su email y por orden del señor, a quien le parece bien lo que está haciendo y desea saber dónde se van a hospedar usted y su equipo en la ciudad de Los Ángeles.

Aurora digirió eso un momento,

¿al señor le parece bien?

—Pensó captando sólo eso—

“¿Sólo

bien?” deberé hacerlo mejor, al menos supo del email

—evitó fruncir los labios.

—Mucho gusto Cinthia, me alegra que el señor se sienta complacido y respondiendo a su inquietud pues… sí ya tenemos un hotel donde mi equipo y yo nos hospedaremos, algo dentro de nuestro presupuesto, son gastos que corren por cuenta de la agencia.

—El señor Anderson no se equivocó al suponerlo y por eso me indicó llamarla, él está hospedado en uno de los mejores hoteles de la ciudad y desea que usted y su gente estén allí mismo este fin de semana. ¿Me indica cuantas personas son? Debo hacer las reservaciones en habitaciones dobles.

Aurora abrió la boca y alzando ambas cejas también abrió más los ojos.

—No, no es necesario, no se preocupe, yo…

—Insisto, son órdenes del señor que desea que usted y su gente tengan el trato especial que se merecen, ya que él los hace ir a la metrópolis.

Aurora soltó el aire resignada.

—Está bien, supongo que no debo contradecirlo, somos ocho personas, cuatro mujeres y cuatro hombres.

Al darle toda la información que la mujer pedía, Aurora notaba en su acento de extraño inglés el francés que no podía ocultar, sin duda la mujer era mitad francesa y mitad canadiense. La curiosidad la tenía intrigada puesto que no sabía desde donde la llamaba, pero lo más lógico era que de una línea privada y seguramente desde Canadá.

Cuando terminó de hablar con ella pidió que la comunicaran con el doctor pero desgraciadamente, ya no estaba en la clínica por lo que la plática ya no sería posible. Preparando su bolso estaba cuando Rebecca entró a su oficina.

—¿Te vas amiga?

—Debo ir a la clínica de la doctora Cuéllar a ponerme la otra inyección y quiero terminar de arreglar mi equipaje, hagan ustedes lo mismo y nos encontramos aquí a las cuatro y treinta para salir a las cinco en punto. Tenemos mucho que hacer en Los Ángeles y apenas, nos dan tiempo hasta las ocho.

—Ay pero que arreglo tan hermoso. —Becca se enfocó en el bonsái después de asentir las indicaciones de su amiga.

—Sí verdad, está precioso.

—¿Y quién te lo dio? —se acercó para verlo mejor.

—Imagínatelo.

—¿El doctor?

—Él mismo.

—Ay por Dios, pero este hombre no pierde el tiempo, quiero conocerlo, de verdad que me pica la curiosidad por verlo.

—Pues ya lo harás después y me voy —sujetó el bonsái con cuidado para llevárselo.

—Yo aprovecharé para llamar al hotel en L.A. para reservar de una vez las habitaciones, ¿te parece?

—No, no lo hagas —caminaron a la salida—. Te cuento que el señor Anderson nos tiene una sorpresa.

—¿Cómo? —A Rebecca le brillaron los ojos.

—Nos hospedaremos en el hotel que él indique.

—¡Wow! Quiero brincar, es maravilloso. ¿Cómo lo sabes?

—Su asistente acaba de llamarme, luego te cuento. Por favor avísale a todos que deben estar aquí a las cuatro y treinta, quien no esté a las cinco se queda, sabes que soy muy exigente en cuanto a la puntualidad.

—Claro amiga aquí estaremos.

Aurora se despidió de su amiga saliendo al parqueo, sabía el porqué de la felicidad de Becca, estaba ilusionada con volver a ver a Ethan y eso no podía ocultarlo.

Antes de irse directamente a la clínica decidió pasar antes por la veterinaria, no era que quería ver al doctor —total ni siquiera estaba— sino simplemente pedirle un favor. Dio la vuelta y se estacionó frente al local que contaba también con su propio parqueo, notó que aún habían algunos trabajadores terminando de dar los últimos toques y exhalando sin remedio bajó, cargó su bonsái con cuidado y caminó hacia la entrada a la vista de los hombres que la habían reconocido y no dejaban de verla. Entrando notó que ya el lugar tenía forma y el área que sería el pet shop le pareció tierna. Un hombre joven de color al verla, salió de detrás de unas vitrinas que estaban ordenando y la saludó.

—¿Le puedo servir señorita? —le preguntó muy cortés.

—Estaba buscando al doctor.

—Maximilien no está, salió hace como unos veinte minutos, ¿gusta dejarle algún recado?

—Sí, sí… es que… quería pedirle un favor, en un par de horas saldré para Los Ángeles y… no podré cuidar del bonsái durante dos días, vengo a dejárselo para que lo cuide él por mí.

—No se preocupe —el hombre lo sujetó con cuidado—. Yo le diré, ¿de parte de quien le doy el mensaje?

—Aurora Warren, él ya me conoce.

—Bien señorita Warren, no se preocupe —el hombre la había reconocido pero se hizo el desentendido para disimular.

—Disculpe, ¿y usted es…?

—Me llamo Peter Boyerg y seré el encargado de la tienda.

Le extendió la mano y Aurora lo aceptó, el chico aparentaba unos veintitrés años. Peter descendía de sudafricanos pero él ya tenía otras mezclas, de madre afroamericana y padre de igual color pero francés haciendo que algo lo caracterizara; era su simpatía y amabilidad, por lo que a Aurora le cayó bien.

—Mucho gusto Peter y te encargo el bonsái, por favor dile al doctor que lo cuide bien, luego vendré por él.

—No sé preocupe, es posible que lo lleve a su apartamento, ¿él tiene la manera de contactarse con usted?

—Tiene el número de mi agencia, cualquier duda que llame allá, en todo caso creo que tengo el número de aquí así que no hay problema.

—Como quiera.

—Los dejo seguir trabajando, tengo algo de prisa, hasta luego.

—Adiós —el chico la despidió con una blanca y sincera sonrisa.

Aurora subió a su auto y se dirigió a la clínica de su doctora, después se iría a su casa para terminar de arreglarse. El viaje a L. A. estaba a las puertas y las expectativas —así como la presión sobre el evento a su cargo— crecían, asuntos que le ocupaban toda su mente haciendo que en ningún momento se percatara de quién era el chico con el que había tratado, ni siquiera por su nombre. Peter también presenció todo el problema que ella había ido a hacer a la agencia y más cuando Max la mojó, él era la persona que estaba en la escalera limpiando el vidrio de una ventana, por lo que ahora se preguntaba si la mujer que había tratado y la anterior eran la misma porque la veía muy cambiada.

El tiempo pasó muy rápido y apenas Aurora pudo comer algo en su casa. Antes de salir llamó a Diana para darle todas las indicaciones, Aurora no estaba tan tranquila dejándola sola por dos noches pero no había remedio. Le dolió no despedirse de su hermanita menor personalmente —de manera más formal y no como lo había hecho por la mañana— pero Diana estaba en sus clases y en un ensayo muy importante, por lo que ni siquiera podía asomar la nariz a la ventana así que la llamaría por la noche. Después de dejar la casa bien cerrada subió a su auto para volver a su trabajo y reunirse con su equipo, faltaba poco para estar en Los Ángeles y no dejaba de pensar en lo que sería esa noche y en si tendría que entrevistarse otra vez con el empresario. Era imposible que no repasara mentalmente todo lo que tenía que hacer, porque su propósito era que todo estuviera perfecto la noche del sábado.

—Hola —su móvil había timbrado justo antes de estacionarse en su agencia.

—¿Aurora?

—Sí —escuchar su nombre en esa voz la había estremecido por alguna razón.

—Soy yo, Maximiliano.

—¿Doctor? —se extrañó de que tuviera su número privado.

—Hola, lo siento, cuando me llamó la última vez su teléfono quedó registrado y por eso me atreví a llamarla.

Aurora se terminó de estacionar y apagó motores, recordó que lo había llamado del móvil a la clínica para agradecerle lo de las flores, negó sin remedio.

—Cierto, no se preocupe.

—Disculpa la confianza, ¿podríamos tutearnos? Es que me sentiría mejor, esto de la formalidad crea una barrera, ¿no crees?

—Sí claro —ni supo lo que había dicho, ¿por qué iba a permitirlo?

—Gracias, puedes decirme Max, sólo eso, te llamo por el asunto del bonsái, me dijo Peter que me pides que lo cuide por ti.

—Sí, bueno… —se rozó la sien—. Es que voy para Los Ángeles en este preciso momento y no podré cuidarlo durante dos días, tengo una hermana que se queda pero ella no pasará pendiente.

—No te preocupes, lo haré.

—Gracias y gracias también por regalármelo, está precioso, me encanta.

—De nada, me alegra que te guste, ¿regresas el domingo?

—Sí, creo que ya por la tarde estaré aquí.

—Voy a enviarte un mensaje de mi móvil privado y así lo guardas, sirve que me llamas y te lo devuelvo —sonrió, la excusa era buena.

—Me parece bien, gracias.

—Gracias a ti por la confianza y por cierto, estoy complacido con la ayuda que me brindó tu asistente.

—¿Asistente?

—Sí, la chica con quien me contactaste para la inauguración de mañana.

—Ah… Amy, ella es… mi recepcionista pero sí, hace muy bien su trabajo de asistente.

—Luego te contaré como estuvo, te dejo, feliz viaje.

—Gracias y espero que todo salga muy bien, éxitos. Seguimos en contacto cuando regrese, adiós.

—Hasta pronto.

Aurora se reclinó en el asiento exhalando mientras Maximiliano no dejaba de reír por un logro más, no sólo por la confianza con lo del tuteo entre él y ella que los acercaría más, sino por lo que sería su consultorio que ya tenía la forma que quería y en esas vueltas había andado comprando más mobiliario. Aurora cogió sus carpetas y su bolso y saliendo del auto se encaminó a su oficina a esperar a su gente y al microbús que los llevaría a la metrópolis.

A las cinco en punto ya estaban listos todos para salir, Aurora había sacado su maleta y bolso de mano de la cajuela para que los chicos encargados de guardar todo el equipaje en el autobús, lo hicieran mientras ella le daba instrucciones a su recepcionista y las demás personas que se quedaban en la agencia como también a su guardia de turno para que le indicara al siguiente las recomendaciones a su vehículo, que se quedaba en el parqueo junto con el de Rebecca y los demás.

Uno de los chicos llamado Orlando, alto y de cabello ondulado y que era parte del equipo manejaría a Pancho e iría junto con otro compañero llevando la médula espinal de la agencia; el equipo electrónico para amenizar el evento. Cuando todo estaba listo subieron al autobús y ambos después de constatar que estaban en perfecto estado mecánico, salieron por la carretera interestatal rumbo a Los Ángeles.

Mientras iban en el autobús disfrutando del paisaje Rebecca murmuró después de suspirar, algo sobre un problemita que tenía en su apartamento.

—Odio quedarme sin luz, se me quemó un bombillo de la estancia y me urge cambiarlo, necesito un hombre alto, guapo y musculoso que pueda ponerlo.

Las ocurrencias de Rebecca como siempre captaron la atención de Aurora, haciendo que apartara la vista de los documentos que iba estudiando y más al notarla seria cuando dijo eso, creyó que era alguna broma.

—¿Hablas en serio? —preguntó la chica frunciendo la frente.

—Sí —intentaba con atención quitarle el papel a un dulce de chocolate que iba a comerse.

—Consigue una escalera. —Aurora le solucionó el problema—. Puedes decirle a uno de los chicos que vaya con una de las de la agencia y asunto arreglado.

—Sí, ya sé que necesito una escalera, no te preocupes, tengo una —le compartió el dulce a su amiga.

—Entonces no te entiendo. —Aurora le quitó un pedazo y lo llevó a su boca.

—Necesito la escalera y a un tipo alto, guapo y musculoso —volvió a insistir.

—Mira lo de la escalera y el tipo alto se entiende si te cuesta a ti ponerlo. —Aurora se saboreaba por el chocolate—. Lo que no entiendo es por qué debe de ser guapo y musculoso, ¿desde cuándo ese es un requisito?

—Porque para mí sí lo es querida, quiero contemplarlo en primera plana cuando lo esté poniendo —sonrió con picardía alzando ambas cejas.

Aurora sonrió con ganas, aparte de sus hermanas —especialmente Ariadna— Rebecca era la otra ocurrente que la hacía reír con ese tipo de cosas. Ariadna y Becca tenían mucho en común, ambas podían incendiar Ontario sin problemas porque cuando se trataba de chicos guapos que estuvieran dentro de sus expectativas, no había quien les ganara si de generar fantasías se trataba.

—Ay Becca y supongo que después lo invitarás a tomarse una tacita de café. —Aurora se reponía mientras tomaba un poco de agua.

—¿Y por qué no? Lo invitaría a lo que quisiera, eso no lo dudes —sonrió mordiéndose los labios.

—Tú y Ariadna son iguales —suspiró—. No les importa pasar algún bochorno si obtienen lo que quieren, ¿te conté que una vez mi hermanita cayó de bruces dentro de un basurero en la secundaria?

—¡¿Qué?! No, cuenta, cuenta. —Rebecca hasta se acomodó en su asiento riéndose a carcajadas imaginando la escena.

—Fue cuando conoció al chico más popular en ese tiempo, el nuevo líder del equipo de fútbol americano que llegó de intercambio —bajó un poco la voz para que nadie más escuchara—. Se obsesionó con él desde que lo presentaron y obvio él tampoco fue indiferente cuando la vio, los hombres caen ante la coquetería de una mujer y en ese sentido Ariadna supo cómo usar sus armas desde que tuvo razón de ellas. Aún era virgen pero era muy curiosa en cuanto a temas sexuales que no desconocía y al verlo, supo que era con él con quien deseaba perder la virginidad. Le atrajo tanto que se escapaba de las clases sabiéndolo en el entrenamiento y fue precisamente una de esas ocasiones, en las que por estar vigilándolo no se percató por donde caminaba y al quitarse él el casco y la camisa del uniforme luego de entrenar, ella al verlo así con su perfecto y marcado pectoral y sudado pues obvio se… excitó y sin darse cuenta chocó contra el basurero perdiendo el equilibrio y cayendo adentro.

—Ya me imaginó la vergüenza. —Rebecca no paraba de reír.

—Y la pasó, los chicos se dieron cuenta, unos se rieron a carcajadas cuando vieron que lo que sobresalía del mismo era el trasero y piernas de una mujer, ya que todo lo de la cintura para arriba estada adentro pero el susodicho por el que ella suspiraba como todo un caballero se acercó a ayudarla, fue allí donde tuvieron el primer acercamiento y donde comenzaron a tratarse. Se presentaron formalmente y la supuesta “amistad” comenzó. Ariadna al principio se sintió avergonzada pero gracias a Dios andaba con pantalones y luego le pasó la vergüenza sin importarle nada porque había obtenido lo que quería sin querer, llamar la atención de su chico y lo hizo. Dos meses después de tratarse fue cuando ella… decidió acostarse con él, en otras palabras él la despertó sexualmente aún más, lo que sabía en teoría con él lo practicó y su curiosidad fue en extremo saciada por él mismo. La verdad yo pasaba muchas preocupaciones por su culpa, no sólo cubriéndole las espaldas con nuestros padres sino porque con toda la educación sexual recibida en clases, yo pensaba demasiado en las enfermedades y en el embarazo pero la pícara sorteaba todo eso, además de que reconozco que él era muy responsable en ese aspecto. Lo que al principio fue un trato “sexual” entre ellos lo supieron manejar como amigos, él le ayudó a Ariadna a madurar en ese aspecto, él fue sincero desde el principio porque aunque se atraían y gustaban, no podían permitirse enamorarse ni llegar a algo más serio ya que él solo estaría ese año en la escuela. Cuando todo acabó y la hora de irse se acercaba obviamente Ariadna lloraba mucho, lo estimaba y en el fondo sé que se enamoró y fue su primer amor de estudiante aunque ella lo niegue a estas alturas pero no me quejo de él. A pesar de eso la respetó como pareja sexual no involucrándose él con nadie más, seguramente sintiéndose en alguna obligación por haber sido el dueño de su virginidad. Hacían varias actividades juntos y fue él quien la obsesionó con el fitness y los deportes ya que para qué negarlo, él tenía un cuerpo infartante. Era guapo pero aparte de eso yo lo admiraba porque estimó a mi hermana a su manera.

Ariadna no se arrepiente de haberle entregado a él su virginidad, todavía a este tiempo que lo recuerda con cariño afirma que nadie hubiese sido mejor que él porque la inició como debía hacerlo y sin aprovecharse, como lo hubiese hecho cualquier otro estúpido. Sin duda ese fue un muy buen año para ella en su despertar sexual pero no en sus calificaciones que bajaron considerablemente, apenas y pudo pasar al siguiente año de escuela pero lo hizo con un poco más de madurez y al mismo tiempo con melancolía sin la presencia de él.

—¿Y no volvió a verlo cuando se fue?

—Mantuvieron correspondencia un tiempo después hasta que él acabó la escuela y fue enviado a estudiar a Europa, fue allí donde perdieron contacto porque para colmo hizo un servicio militar antes, en fin…

—Que bonito recuerdo.

—Sí.

Aurora se giró un momento hacia la ventana, definitivamente los días de escuela y adolescencia jamás volverían pero las secuelas de lo que este chico había sido para Ariadna se dejaban sentir aún en el tiempo. Fue justo antes de su partida que él la inició en el proceso y placer de la masturbación, adiestrándola de esa manera y aún en la ardiente correspondencia que se escribían después no omitían el asunto. Ariadna se encendía rápidamente cuando él le describía algunas cosas y de esa manera leyéndolo y pensando en él, se encerraba en el baño de su habitación y comenzaba con su proceso de alivio. El único consuelo que tenía en esos momentos.

—Pues yo seguiré los pasos de tu hermana a ver si me funciona la táctica —insistió Becca.

—¿Cómo? —Aurora se giró para verla.

—Oh sí, me gusta Ethan, lo sabes y no perderé una oportunidad con él si lo quiere.

—Becca…

—Lo sé amiga pero tengo que probar a este hombre y este fin de semana será mi oportunidad.

Aurora no quiso insistir más, Rebecca ya estaba bastante grandecita para decidir su vida, el problema era que no quería que la agencia se viera afectada por lo mismo si el asunto le salía mal.

Mantener por separado el asunto laboral y personal era —al parecer— un asunto que sólo Aurora podía manejar pero lo que no quería, era que el prestigio de su empresa se pusiera en entre dicho por la insistencia de Becca acosando a un cliente. Se retorció un momento en su asiento y exhaló mientras Rebecca se reclinaba y se ponía los audífonos para escuchar algo de música. Su amiga era un elemento muy importante para ella y la necesitaba pero si el asunto con el empresario se le escapaba de las manos, ella como cabeza de la empresa y por el bien de la misma debía tomar una decisión, cosa que comenzó a preocuparle y a rogar a Dios porque ese hombre fuera indiferente a los encantos de Rebecca para no llegar a enfrentar algún hecho escandaloso en el que se viera implicada.

 

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