Aurora

Aurora


Capítulo 13

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Capítulo 13

Lo primero que hicieron al llegar a Los Ángeles fue obviamente ir hacia Beverly Hills y directo a registrarse al hotel donde estaba el empresario. Cuando Aurora y su gente miraron la fachada se quedaron sin habla, era una réplica “casi” exacta del antiguo edificio rascacielos de principios del siglo XX del “Waldorf Astoria” de New York, modelo rescatado por un antiguo socio y a la vez arquitecto que quiso remembrar el edificio original. El “Calton Empire” tenía una historia de más de setenta años en el estado de California habiendo sido uno de los hoteles favoritos de actores, músicos, escritores, políticos y hasta celebridades reales que habían dejado su huella allí desde su inauguración a principios de los años cuarenta.

—¿Señorita Warren? —preguntó un hombre que la esperaba saliendo a la entrada principal.

—Sí, soy yo.

—Me llamo Armand Le Beu y viajo junto con el señor Anderson quien me encomendó atenderla como se merece —le extendió la mano y Aurora lo saludó.

—Mucho gusto señor Le Beu.

—Por favor sólo Armand, sin formalidades.

—En ese caso llámeme Aurora solamente.

—Un placer Aurora, la esperaba para acompañarla a usted y a su equipo para que se instalen en el hotel, pasemos al lobby por favor —los invitó—. El señor Anderson está muy complacido de que haya aceptado su invitación de quedarse aquí.

—Somos nosotros los agradecidos —le decía mientras caminaban—. Nos sentimos halagados por la estima, esto es demasiado para nosotros.

—El señor quiere que se sientan bien como también pone a su disposición una camioneta para que se movilice como usted quiera y a la hora que quiera, ya que sabe que usted debe hacerlo ya estando aquí.

—De verdad gracias, traemos nuestra propia camioneta Van pero viene con equipo técnico y el autobús que alquilamos nos iba a servir para movernos.

—Un autobús no se mueve tan rápido como lo hace un auto más pequeño y más potente, además de ser menos cómodo. Deje su camioneta para su equipo solamente —se acercaban a recepción—. La que el señor Anderson le ha asignado está a su disposición desde este momento, ¿van a salir de nuevo?

—Sí, tengo dos citas que cumplir antes de las ocho y la verdad si me ayudará mucho gracias, no voy a desairar la buena voluntad del señor Anderson.

El hombre de unos treinta y cinco años, alto y de buen ver sonrió cuando la escuchó decir eso.

Aurora prefirió irse por la tangente sin sonar con sarcasmo ya que eso rogaba precisamente, que fuera “la buena voluntad” del empresario sin que buscara algo más con qué cobrarse después, como sucedía en la mayoría de los casos. Por lo menos Armand le había creído sus palabras.

—Margy por favor, ve a cancelarle al chofer el costo del hotel en Los Ángeles y parte del combustible —le pidió Aurora a su joven contadora—. Que te firme un recibo y dile que se regrese mañana temprano a Ontario y que vuelva el domingo por la mañana a recogernos.

—En seguida.

La mujer giró en su sitio y obedeció.

Se registraron en la recepción sin problemas y todos subieron a conocer sus habitaciones divididos en dos ascensores, ya que los encargados del equipaje iban con el carrito detrás de ellos. El ascenso parecía no tener fin a pesar que el edificio sólo tenía treinta pisos. Llegaron por fin al suyo y Armand personalmente, les indicó a cada uno las habitaciones dobles donde iban a quedarse. Los hombres estaban fascinados por el lujo y la comodidad y las mujeres ni se diga, las habitaciones tenían esa modernidad y a la vez un aire clásico encantador. De paredes color peach, techo blanco y focos de luces tenues incrustados en el mismo concreto como si traviesos se asomaran, daba al ambiente la claridad deseada. Relucientes ventanas de cristal tenían la vista a la ciudad, las enormes camas estaban cubiertas por finos edredones blancos y cafés, haciendo juego con las lámparas clásicas del mismo color a cada lado. Frente a ellas estaba un televisor plasma de cuarenta pulgadas incrustado en la pared, debajo de él sobre una mesa de madera oscura un jarrón de porcelana conteniendo algunas flores con ramas secas como decoración y en una esquina, un precioso escritorio de caoba con su lámpara personal daba el toque de distinción a la habitación. El cuarto de baño era de ensueño, con tonos beige en las paredes y blanco en el techo con las mismas lámparas asomándose, daba la luz perfecta al ambiente. En una de las paredes, un enorme espejo rectangular horizontal de marco dorado sobre un lavado lujoso de mármol peach dejaba sin habla, sin contar el fino inodoro que parecía no haber sido usado nunca y la parte de la ducha encristalizada con el más delicado vidrio, hacía que una persona no quisiera salir del baño. Jabón líquido, cremas, esencias, toallas grandes y medianas acomodadas en el gavetero de mármol, papel sanitario más suave que el algodón, lociones, toallitas desmaquillantes y hasta un albornoz colgando de un dorado perchero había dejado a todos con la boca abierta, sin duda era un hotel muy lujoso que hacía honor a su nombre e inspiración. Las cuatro habitaciones dobles, daban la bienvenida al equipo de la agencia de Aurora.

—De verdad este lujo me ha dejado sin habla —dijo por fin la chica.

—Me alegra que les guste —sonrió Armand—. Pónganse cómodos.

—Sólo dejaremos el equipaje y saldremos a nuestras diligencias, ¿hay algún estacionamiento privado? Necesito que la camioneta que carga nuestro equipo se quede allí.

—Puede quedarse en la misma ala donde están las camionetas que está usando el señor Anderson, yo me encargaré no se preocupe.

—En ese caso indique a Orlando donde estacionarla —le señaló al hombre—. Tenemos un equipo valioso allí y necesito que esté vigilado.

—No se preocupe, si gusta ahora mismo lo hacemos.

—Gracias, se lo agradeceré.

Todos solamente dejaron el equipaje en las habitaciones y de la misma manera salieron a sus compromisos. Armand hizo llamar la camioneta, un lujoso BMW X5 plata oscuro se estacionaba frente al hotel y luego le indicó a Orlando con su compañero que se habían quedado a donde llevar la Van de la agencia. Al momento de subir le sonó el móvil a Aurora.

—Hola nena, ¿todo bien? —contestó saludando a su hermanita menor mientras se ponía el cinturón dándole a la vez, la orden a Rebecca de orientar al chofer hacia donde debían ir, ya que esperaba instrucciones.

—Hola Aurora, todo bien, tranquila, como sabía que no ibas a estar en la casa tuve que traer una pizza que me comeré luego.

—Me alegra Di, cierra bien todo y no olvides dejar las luces exteriores encendidas, cualquier cosa me llamas, no importa la hora ¿está bien?

—Está bien, pero te llamo porque llegando a la casa sonó el teléfono y era un tal Alonso. ¿Lo conoces?

—¿Qué?

—Me dijo que había estado llamando desde pasadas las cinco pero como no había nadie… en fin, dijo también que había hablado contigo por email, me dijo que era primo de Lucas y que si podía le proveyera tu número para hablar contigo, saben de la visita que te hizo el señor Andrew la noche pasada.

Aurora evitó apretar la mandíbula pero si exhaló.

—¿Y le diste mi número?

—Pues sí, sonaba desesperado el pobre.

“Ahora no voy a quitármelo de encima”

—pensó Aurora evitando resoplar, esto le iba a resultar peor que tener detrás al mismo Pepe Le Pew y lo peor es que no iba a huir como lo hacía Penélope.

—¿Aurora? —insistió Diana.

—Aquí estoy —evitó reírse recordando a los personajes.

—¿Hice mal? ¿No quieres hablar con él? Oye es larga distancia, llamó desde Toronto, Canadá.

—Tranquila, no te preocupes, si vuelve a llamar tendré que atenderlo, ni modo. Es sólo que ahorita estoy demasiada ocupada, sólo dejamos las maletas en el hotel y estoy saliendo a las diligencias programadas para dejar todo ya reservado.

—Está bien, cuídate.

—Igual Di, seguimos en contacto y enciérrate por favor, a nadie que llegue atiendas, ¿está bien?

—Sí mamá, como digas —sonrió.

—Bueno, descansa, besos, feliz noche.

—Igual, buenas noches, bye.

Aurora exhaló cuando cortó la comunicacion y al ver la pantalla vio el listado de llamadas perdidas que tenía, obvio era un número desconocido para ella pero era el mismo número en todas las llamadas y dedujo que era él. Además tenía un correo de voz del mismo número y aprovechó escucharlo;

“Hola Aurora soy Alonso, disculpa el atrevimiento y entiendo que te moleste pero necesito

volver a hablar contigo, cuando puedas contéstame por favor o envíame un mensaje a este número y

yo te devuelvo la llamada, gracias.”

Evitó rodar los ojos aunque la voz del hombre le sonara muy bien y para evitar también líos, prefirió memorizar el número para no ignorarlo como desconocido la próxima vez.

—Luego —se dijo en voz baja guardando su móvil en su bolso.

El chofer llevó a Aurora y su equipo a donde ella le pedía, según las direcciones que tenía en agenda, esa noche debía dormir tranquila sabiendo que los arreglos, las mesas y mantelería y los equipos electrónicos que necesitaban para montar el día siguiente, estaban ya a su disposición sin que hubieran contratiempos así como la confirmación de la reservación del salón del resort, que era uno de sus caprichos y lo que tenía como prioridad. Horas después y cuando por fin se sintió tranquila luego que le mostraran todo —y a la vez satisfecha por la reservación— regresaron al hotel casi a las diez de la noche.

—Estoy cansadísima, no aguanto los pies —decía Becca queriendo quitarse los zapatos llegando al ascensor.

—Igual yo, será mejor que pidamos la cena en la habitación porque también estoy muy cansada, sólo quiero bañarme y meterme a la cama —suspiró Aurora tocándose los hombros.

—¿Todo bien señorita Warren? —Armand se encontró con ellas.

—Sí todo muy bien, gracias.

—Me alegra, el señor Anderson solicita su presencia en “las cuatro estaciones”

—¿Qué? ¿En dónde? —frunció el ceño.

—“Las cuatro estaciones” es uno de los más finos restaurantes del hotel, el señor Anderson le solicita que lo acompañe a cenar, creo que quiere hablar algunos puntos con usted.

Las mujeres se miraron extrañadas, Becca evitó pensar mal pero a Aurora poca gracia le hacía la dichosa invitación. Sabía que su amiga estaba interesada en ese hombre y el que él mostrara abiertamente un interés en la cabeza de la agencia, sería un chisme del que se daría de qué hablar.

—Sólo permítame… subir al menos a darme un baño y a arreglarme —dijo la chica sin remedio.

—Como quiera, voy a esperarla aquí en el lobby para llevarla con él.

Aurora asintió y junto con las demás mujeres subieron a sus habitaciones. Cuando ella y Rebecca entraron a la suya notó que su amiga no estaba muy bien, lo parlanchina se le había quitado de un solo golpe y el motivo era muy obvio.

—Pidan todos algo para cenar y no me esperes despierta —le dijo Aurora a Becca acercándose a su maleta para meterse al baño.

Aurora notó como Becca apenas y torció la boca y eso no le gustó.

—Becca no me salgas con escenas de celos por favor —la miró a través de un espejo.

—Disculpa Aurora pero no puedo evitarlo —se dejó caer en su cama—. Sé que no tengo ningún derecho a molestarme pero no voy a negarte que lo estoy, este hombre me gusta y mucho. Sé que no tienes la culpa y seguramente él quiera… como dijo tratar asuntos de negocios contigo pero… te ha invitado a cenar, es prácticamente una cita.

—Becca él no me interesa y lo sabes. —Aurora se acercó a su amiga, lo que menos quería era que su amistad se viera afectada por un completo desconocido—. Voy a aceptar su invitación porque no puedo desairarlo, recuerda lo que él ha puesto en nuestras manos pero tú me conoces y sabes bien que mi ética profesional me impide ir más allá, sin mencionar que no es mi tipo de hombre.

—¿De verdad no te atrae?

—Te lo juro.

—¿Ni un poquito?

—Nada, así que puedes estar tranquila, ahora lo que no voy a negarte es que tú si me preocupas.

Becca no permitas que ese hombre entre en tu corazón, no le des cabida a alguien que sólo puede lastimarte.

—¿Lo dices por lo que es él?

—Piensa Becca, un hombre como él puede tener a las mujeres que quiera, utilizarlas a su antojo y luego olvidar que las conoció, se nota que puede ser superficial en ese tipo de relaciones si es que él las llama así. Para un hombre como él sólo hay mujeres del momento nada más, no es difícil deducirlo. ¿Te arriesgarías?

—Lo intentaría.

—¿Y cómo queda tu trabajo y tu ética?

—Sé separarlos.

Aurora resopló y volvió a su maleta para meterse a la ducha.

—Piénsalo Becca —le advirtió más que aconsejar—. El prestigio de la agencia está de por medio y hay cosas que como gerente, no puedo tolerarlas porque sería tirar a la basura lo que con tanto esfuerzo levantaron mis padres.

Se metió al baño esperando que su amiga entendiera sus palabras, si Becca estaba dispuesta a tener relaciones muy íntimas con un cliente de la talla de Ethan Anderson entonces debería decidir entre eso o su trabajo.

Vistiendo un atuendo muy formal de pantalón y chaqueta como era su costumbre y sujetando su bolso, salió para cumplir con su compromiso porque eso era para ella lo que Becca creía una cita.

Aurora se encaminaba a un compromiso impuesto por un cliente al que no podía darse el lujo de rechazar y —a quien— de ser posible le iba a dejar bien claro de una vez quien era ella y lo único que podía ofrecerle, para después del evento dar por concluido su “trato” y salir de ese asunto lo más pronto posible. Así era ella, esa era la frialdad de Aurora Warren.

Antes de la media noche regresó a la habitación, ya su amiga estaba dormida así que metiéndose al baño para desvestirse en piloto automático de la misma manera se metió a la cama. Estaba muy agotada y le dolían los pies, quería despejar su mente, no quería pensar en nada más y menos en lo que había sido la reunión con Ethan, así que acomodando las almohadas y sintiendo la suavidad del colchón, exhalando aliviada se dispuso a dormir profundo por lo menos unas cuantas horas porque lo necesitaba.

 

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