Aurora

Aurora


Capítulo 19

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Capítulo 19

Pasadas las ocho de la noche la algarabía cubría a las chicas Warren, haciendo que Aurora se olvidara un momento de su mala experiencia en la tarde. Ya la mayor de las Warren estaba con ellas y las tres mosqueteras estaban muy felices hablando y comiendo pizza en la misma habitación de Minerva, quien les hacía entrega de los recuerdos que les traía a sus hermanas.

—Me alegra verte muy feliz Mina —le decía Diana sin dejar de abrazarla—. Definitivamente eres otra, estás radiante.

—Siento que lo soy Di, gracias a Rick soy otra mujer —suspiraba por él como una adolescente.

—Y no sabes lo feliz que eso nos hace —le dijo Aurora estando en su cama al mismo tiempo que observaba unas pulseras que Minerva le había traído—. Verte feliz es un gran alivio para nosotras, definitivamente eres otra como dice Diana, traes muy buen semblante a pesar del estado de ánimo porque se te acabaron las vacaciones.

—Y como no va a traer buen semblante —añadió Diana—. Mírala si hasta trae un bronceado divino, ay… —suspiró—. De verdad que el amor y la playa deben hacer magia, yo quiero todos los detalles.

—¡Diana! —exclamó Aurora—. No seas indiscreta, la intimidad de Mina es sólo de ella, lo que Rick y ella hayan hecho en Miami no es asunto de nosotras.

—Que mal pensada eres Aurora —la chica cogía una de sus camisetas de Minie Mouse que Minerva le había traído junto con otros accesorios—. No me refiero a… a… al romance explícito, sino a sus paseos por Miami y el sentir de ellos como enamorados, nada más.

Las hermanas mayores de la joven sonrieron aliviadas mirándose en complicidad.

—Aunque si Mina quiere contarnos como es él en la cama yo soy toda oídos —insistió sonriendo con picardía cuando se miraba al espejo modelando.

—¡Diana! —Aurora se sonrojó como si fuera con ella el asunto.

—Rick me hizo muy feliz estos días. —Minerva se sentó en su escritorio y volvió a suspirar—. No puedo quejarme, fue divino en todo, es un hombre maravilloso. Decir que estoy enamorada de él es poco, lo quiero chicas, definitivamente Rick está muy dentro de mi corazón y esta separación… —

se detuvo mordiéndose los labios y sonrió para evitar la tristeza—. Me ha afectado como no me imaginaba, hoy que amanecimos yo no quería dejar de sentir su cuerpo junto al mío pero me levanté antes porque deseaba ver el amanecer de la playa y lo hice, pero luego él también despertó y juntos volvimos a la cama. No deseábamos salir de ella, no deseábamos dejar de amarnos. ¡Dios! Es que no sé cómo describirlo, él es tan perfecto en todo. Por ejemplo con su música, si lo vieran bailando se mueren, es tan sensual.

—¡¿Bailando?! —preguntaron las chicas al unísono con asombro.

—Nunca me había detenido a escuchar “Red Red Wine” de UB40 —señaló Minerva—. Pero Rick… la playa…

—¿Bailaron esa canción? —preguntó Diana interrumpiéndola.

—Hizo que me moviera con él, a Rick le fascina la música retro —se mordió los labios cerrando los ojos y suspirando, poco faltó para que le hiciera lo mismo que en su apartamento con George Michael—. Ni se imaginan como se movía y cómo me hizo hacer lo mismo junto a él en esa pista, su manera de seducir es irresistible.

Aurora y Diana la miraban con una sonrisita y semblante de colegialas enamoradas, suspiraron con ella también. Podían imaginarse el idilio de su hermana mayor con semejante hombre y en un escenario como Miami, era como para desbordar todas las fantasías aunque imaginarla bailando eso si no podían creerlo.

—Pero lastimosamente todo se acaba y debimos regresar a nuestra vida —suspiró Minerva—. Él tiene que presentarse a su trabajo y yo también y vaya decepción, saber que le volveré a ver la cara a la odiosa de Tiffany hace que se me revuelvan las tripas, esa ofrecida está interesada en Rick —achinó los ojos.

—Pues a ponerla en el lugar que merecen las zorras —sugirió Diana chasqueando los dedos—. Total eres tú la que lo tiene a él, ríete de eso y que sea tu satisfacción, eres tú la que lo goza no esa y que se aguante. Que sea ella la que reviente porque de él no tendrá nada, que siga envidiándote que a lo que ella le falta a ti, te sobra.

Minerva sonrió con el ánimo que su hermanita menor le daba.

—Ignora a esa estúpida, con verte así de feliz nosotras nos damos por satisfechas, ¿verdad Diana? —Aurora codeó a su hermana menor que se había sentado junto a ella asintiendo a su pregunta—. Verte así es la mayor prueba que tenemos para constatar que eres feliz.

—Y sin dudarlo —secundó la benjamina—. Cuando Ariadna lo sepa estará muy feliz también.

—¿Y por cierto cómo está? ¿Cuándo regresa? —preguntó Minerva levantándose para sacar todo de las maletas que tenía en su cama—. Espero que le guste las cosas que le traje, la última vez que hablé con ella fue… —se tocó la sien con su índice intentando recordar—. El jueves que ella iba en camino para París, la llamé por lo que le pasó y la sentí algo triste por lo mismo y como no, no es para menos. ¿Han sabido algo más de ese asunto? Yo no volví a llamarla para no molestarla por su trabajo.

—No, tampoco sabemos nada y de su regreso menos —suspiró Aurora su cansancio—. Ojalá y al cerdo ese alguien lo deje sin pelotas, ella confía en que la policía francesa hará su trabajo pero al menos ya no está en Francia, hace poco que Jackie llamó me dijo que hoy tenían un evento en Milán así que ahora mi doble está durmiendo bajo el cielo italiano. No sé cuántos días más estará en Italia, no sabemos exactamente cuando regresa, habrá que esperar que nos llame.

—Y ojalá y se encuentre un cuero divino, dicen que esos italianos son excelentes amantes —opinó Diana mordiéndose los labios y acostándose en la cama de Minerva—. ¿Qué tan cierto será?

Me gustaría constatarlo, dicen que son unos dioses en la cama, son dominantes e imponentes pero también muy complacientes y muy dispuestos a otorgar el placer que sean capaces de proporcionar.

Dicen que son inolvidables y que pueden llevarte a tener todos los orgasmos habidos y por haber.

Las caras de Aurora y Minerva eran para enmarcarlas al escuchar a Diana decir todo eso. Era la hermanita menor y no era posible que tuviera más experiencia en “práctica” que ellas en el tema.

—¿Oye niña y tú de donde sabes todo eso? —inquirió Aurora con asombro. Minerva la miró de la misma manera.

—Simple, para eso es el internet y hay cientos de webs para sacar provecho —sonrió con picardía.

—¿Has visto porno italiano? —Los ojos de Aurora se abrieron al máximo.

—Ay no. —Diana frunció el ceño con desagrado—. Oye te recuerdo que aquí la pervertida es Ariadna, pero igual conozco algo porque lo he averiguado, no porno de mal gusto sino “erotismo y sensualidad” que es muy diferente. He visto fotos de algunos, no totalmente desnudos, o al menos no muestran su arma delantera en su grueso calibre pero igual alimenta la imaginación. Además en mi defensa y como información adicional, mi curiosidad a temas sexuales no es tanto para ponerlos en práctica sino por bienestar físico, la sexualidad es muy saludable.

—Diana no eres buena inventando excusas aunque te aprendas tus líneas como buena actriz —sonrió Minerva—. Además si mal no recuerdo tú pediste un francés antes de que Ariadna se fuera, también se dicen que son buenos amantes.

—¡Mina no la alientes! —exclamó Aurora.

—Eso hermanita, tú si me entiendes —sonrió Diana con picardía.

—Diana deja de jugar, ¿te olvidas de Harry? —le reprochó Aurora.

—Que afán el tuyo con arruinar el momento Aurora, te pasas.

—No niña, tú y yo debemos hablar.

Diana infló las mejillas en un puchero cruzándose de brazos.

—¿Qué pasa? —insistió Minerva al sentirse que estaba desactualizada de todas las noticias de su familia.

—Pasa que Diana está jugando con fuego —le contestó Aurora—. De pronto ya no sabe quién es Harry por tener en la cabeza a un pianista que llegó a la academia.

—No exageres Aurora —le hizo ver la benjamina.

—No niña, ningún exagerar, parece que no conocieras a los hombres cuando están celosos y no mides las consecuencias de lo que tu juego puede acarrear. No quiero verte lastimada Diana, por lo poco que he tratado a Harry puedo darme cuenta que aunque puede ser “aparentemente” una buena persona si lo provocan lo dudo y si arma tremendo lío por celos la que va a salir perdiendo serás tú.

¿No tienes miedo que te pase lo que a Mina y termines siendo suspendida de la academia o peor, expulsada? ¿Estás preparada para ver como Harry le parte la perfecta cara a tu pianista?

—Qué dramática eres —resopló.

—Di… creo que Aurora tiene razón. —Minerva se detuvo para verla con atención—. Eres adulta así que actúa como tal, entiendo que la llegada de otro hombre a la vida… puede ponértela de cabeza pero sé que no permitirás que nada pasajero te trastoque tu vida. Harry ha sido tu novio por… cuatro años y lo conoces bien, ¿y qué de este tipo? ¿De verdad crees que los artistas son personas estables?

—Y no sólo eso Mina —insistió Aurora—. Sino que el tipo está de paso y la señorita soñadora parece olvidarlo. ¿Qué confiable puede ser? él es un músico de no sé dónde y así como vino así también se irá.

—Y una aventura de este tipo con una joven bailarina y estudiante de arquitectura, que para colmo tenía su novio a quien traicionó… ¿Qué clase de noticia será? —continuó Minerva—. ¿Crees que no nos afectará? No lo decimos para contradecirte sino porque te amamos sobre todo y queremos verte feliz como hasta ahora. Sensatez, es todo lo que te pedimos.

—Lo sé, prometo… tratar de… no dejarme llevar por tontas ilusiones —suspiró la chica—. Como dice Aurora, él sólo está de paso por aquí y luego se irá y con seguridad no volveré a saber de él.

—Sea lo que sea cuentas con nosotras Di, no nos ocultes nada que estamos para ayudarte y apoyarte en lo que decidas —le hizo saber Minerva.

Diana intentó sonreír pero sabía que su situación se estaba volviendo complicada por su propia culpa y por la culpa de existir un hombre físicamente perfecto que le había sacudido todo el piso, algo con lo que no sabía cómo lidiar por más que lo disimulara.

—Volviendo al tema de Ariadna… —insistió Minerva regresando a sus maletas—. Todas deseamos que olvide lo que le ha pasado y esté mejor y como menciona Diana, lo portentosos que pueden ser los italianos pues como que son el hombre perfecto para ella. ¿No les parece? Ariadna es insaciable y con un italiano pues encontraría por fin la horma de su zapato, ¿no creen? Sirve que de paso olvida al imbécil de Lucas de una buena vez.

Aurora y Diana se hicieron las desentendidas con lo último dicho por su hermana mayor porque sabían lo que había pasado esa tarde con los Farrell, pero Minerva las notó.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó curiosa al verlas.

—Tremendo lío Mina —volvió a suspirar Diana sin remedio—. Lucas está metido en serios problemas.

—¿Cómo? —dejó de sacar su ropa para darles su atención.

—Será mejor que te sientes —le sugirió Aurora—. Para eso me llamó Jackie precisamente y antes lo había hecho Alonso Quintana Farrell también.

—Me están asustando. —Minerva se sentó al notar que el asunto era muy serio.

—Es muy delicado Mina —insistió Aurora—. Lucas está… acusado de asesinato y… desgraciadamente hace unas horas se lo llevaron detenido.

—¿Qué?

Las chicas se dispusieron a contarle a Minerva con detalle todo lo que había pasado con Lucas y la delicada situación que envolvían a los Farrell y a la jefa de Ariadna. Media hora después el teléfono sonaba y era Jackie.

—Diga. —Aurora contestó mientras Minerva y Diana seguían hablando en voz baja.

—Aurora soy Jackie otra vez, te llamo porque no puedo comunicarme con Ari, debe tener su teléfono apagado.

—Jackie es normal, deben de ser como las cuatro de la mañana en Italia. Ariadna está en el quinto sueño y muy agotada por su trabajo.

—Es que yo sé que ella no lo iba a apagar, ella espera que yo la llame y mantenerla informada sin importarle la hora.

—¿Y qué pasa? ¿Para que quieras llamarla?

—Solamente que al parecer el arresto de Lucas es más que un hecho, no lograron sacarlo de la comisaría donde está, pasará la noche allí y seguramente también mañana. Ha comenzado el proceso que amerita el caso, ya abrieron expediente, Lucas está formalmente acusado de asesinar a la hija de Sharon y pronto habrá juicio, puede ser condenado.

Aurora se llevó una mano a la boca y buscó sentarse, miró a sus hermanas y éstas la miraron también. En ese momento el móvil de Minerva sonó y ésta, corrió a contestar a otra esquina para hablar bajito.

—Aurora ¿Qué pasa? —Diana se acercó a ella.

—El asunto con Lucas se complica —susurró.

—¿Cómo?

—Jackie… —Aurora se volvió a la amiga de su hermana—. Es muy lamentable lo que está pasando con los Farrell pero ahora sólo resta esperar, ya no insistas con Ari, déjala descansar.

Además es posible que en sólo unas horas, o sea en la mañana de allá ella lo vaya a saber si le avisan a su jefe también, deja que te llame, ve a la cama y descansa, no hay nada más que hacer y si Ariadna te llama pues le dices todo y ya, que ella decida si se queda allá o si se regresa. Puedes llamarla por la mañana si ella no lo ha hecho, igual si me llama yo también le diré las cosas, ya no tiene caso ocultarlas.

—Está bien Aurora, haré como dices, nos estamos comunicando, hasta mañana, buenas noches.

—Buenas noches y gracias por avisar, hasta mañana.

Colgaron y Aurora soltó todo el aire, notaron que Minerva hablaba en voz baja en la esquina de su ventana al mismo tiempo que jugaba con sus cortinas, era obvio con quien hablaba.

—¿Aurora? —insistió Diana.

—Es horrible Di, Lucas pasará la noche encerrado, ya se le abrió expediente y comenzará el proceso. Un juicio contra él se llevará a cabo, oficialmente está acusado de asesinato.

Diana se llevó las manos a la boca sin poder creerlo, tenían la esperanza de que el hombre saliera al menos bajo fianza pero no había sido así y cuando Ariadna lo supiera, iba a ser un terrible golpe para ella y más que nada por la decepción.

La noche era diferente para Ethan que ya estaba en su país, el viaje desde Los Ángeles lo tenía cansado, a pesar de volar en su avión privado con toda la comodidad junto a su equipo no era suficiente. Su incomodidad no era tanto físicamente sino emocional y eso le molestaba más, no sólo por su sentir personal como hombre sino por su posición como empresario visionario que debía enfocarse en la futura sucursal de Vancouver. Cavilando miraba el privilegiado paisaje nocturno de su querida Montreal a través de un gran ventanal de reluciente cristal que tenía en el salón de su lujoso pent-house mientras se bebía un trago de brandy, intentaba divagarse pero sabía que era inútil.

En todo el vuelo no dejó de pensar en Aurora y lo que provocó sobre él el haberla conocido, definitivamente le parecía una mujer muy diferente y eso le atraía y mucho. Lo poco que pudo tratarla había producido un enorme efecto en él y sentía que no había sido suficiente. Sus planes en la metrópolis americana no resultaron ser como los deseaba, ella sencillamente no lo permitió.

Recordó su tiempo a solas con ella, esa cena de la que él tenía muchas expectativas, ese momento que era sólo de ellos y en el que esperaba conocerla mejor y lo hizo pero no como él lo deseaba. Esa mujer comenzaba a frustrarlo, no entendía él porqué era así, tan cortante, fría y distante cuando de temas sentimentales se trataba. No le daba cabida a nada y él debió mostrarle su lado profesional para no darle una mala impresión. aunque sabía que seguramente no lo había logrado. Fue muy obvio en su interés, a él no le interesaba saber lo que ella estaba haciendo con respecto al evento porque sabía que estaba de más, él confiaba en ella y en su labor, en sus manos estaba todo y por eso no le preocupaba en lo más mínimo ni le interesaba saber detalles. En cambio ella, como buena empresaria analítica era de lo único que deseaba hablar yendo directo al grano y detallándole todo para que estuviera bien sabido. Lo único que él deseaba, era conocerla como mujer un poco más sin imaginarse que iba a toparse con semejante tempano de hielo que no le dio cabida ni siquiera a saber su fecha de cumpleaños, estaba desconcertado. Tenía todo lo “humanamente perfecto” para una velada que era justa para terminar de cualquier manera, menos con la firmeza tajante de una mujer con carácter decidido que no parecía doblegarse ante nada y menos, a impresionarse por un lujo al que no le daba ni frío ni calor. Para colmo buscó la peor salida a lo que sintió, usar a Rebecca sentía que había sido como una sentencia para él, estaba arrepentido, mucho, ni siquiera la comparación le valía, era mayúscula. Rebecca era muy fácil y eso lo dejó más vacío en cambio Aurora… lo único que consiguió fue encapricharse y por lo mismo, debía evitar que lo enloqueciera más porque si algo le decía su experiencia era que la mujer que se mostraba fría e impenetrable podía bajar la guardia cuando se sintiera amada y cuando eso pasa, no existe nada más apasionado y ardiente, podía ser hielo de día pero de noche era fuego consumador con la capacidad de desbordar un placer delirante que lo llenara completamente llevándolo cautivo. Algo mucho más que un encuentro cualquiera, era lo que él buscaba, lo que deseaba sentir, pero sabía que de ser así él debía dar más, dar lo que no daba y seguramente lo que no conocía, cosa que lo inquietaba porque temía no poder salir airoso después de una experiencia así, pero con ella bien valía la pena jugársela porque un hombre inteligente que sabe reconocer una mujer así no la dejaría escapar y eso era Aurora Warren para él, una mujer decidida, independiente, inteligente y la que lo hacía desear conocer el otro lado de la moneda. La razón por la cual estaba despierto a esa hora era también porque durante el vuelo se durmió un momento y había soñado con ella, era Aurora la que ocupaba todo de él y al menos agradecía, que debido a la oscuridad de su lugar en el jet mientras dormía quien lo despertó no fue consciente de la erección que tenía y pudo controlarse al despertar, pero todo había sido tan real para él que lo primero que pidió fue una bebida bien fría debido a la sed que sentía. Aurora lo ponía de cabeza sin siquiera saberlo o darse cuenta, soñó que la tenía en sus brazos, soñó como pudo sentir el calor de su piel y como sus respiraciones se aceleraban por la excitación que comenzaba a envolverlos, se deleitó en recorrer su piel, en besar su cuello, en tocarla con fuerza. No pudo resistirse más y en el sueño hizo lo que en la vida real no hacía y fue besarla, se saboreaba al recordar ese deseo de poseerla que lo quemaba por completo enardeciéndole, el sentir el sabor de su boca lo enloquecía, sus labios eran tan suaves como los imaginaba, sintió beberse toda su alma de esa manera y lo disfrutó. Se deleitó al sentirse correspondido y se excitó más cuando sin preámbulos la llevó a una amplia cama y la acostó allí, sentir a Aurora tan suya en todos los aspectos y sentidos era la gloria para él, nunca había hecho el amor como tampoco nunca había disfrutado a una mujer en la cama como sabía que con ella sí lo haría e iba a tomarse todo el tiempo para que el proceso fuera de lo más placentero y la mejor experiencia que pudiera tener y a la vez recordar. Era la primera vez que iba a entregarse a una mujer, a una como Aurora Warren, a una que valía la pena en toda la extensión, estaba ansioso por desnudarla, por tenerla a su antojo y porque ella hiciera con él lo que le diera la gana también. El deseo porque su boca recorriera todo de ella lo ponía muy ansioso, no iba a dejar rincón de su cuerpo que sus labios y manos dejaran libre e iba a darle todo el placer que él era capaz de ofrecerle. Ambos iban a disfrutar la entrega e iba a quedar como huellas que jamás olvidarían, ambos iban a poseerse y cada uno ser el dueño del otro. Imaginaba a esa Aurora que tanto deseaba, por fin rendirse a él pero su excitante sueño le había sido interrumpido cuando le comunicaban que ya pronto iban a aterrizar y su frustración volvió a llegar. Ni en sueños podía tenerla y aunque en el mismo ella no se había resistido tampoco podía hacer de su sueño realidad, maldecía tener dinero para comprar lo que se le antojara pero no para poder tener lo que realmente quería y ser feliz. Ella era más que suficiente para conocer una vida distinta, para atreverse, para arriesgarse, definitivamente Aurora se había metido muy dentro de él y la atracción incontrolable que sentía era demasiada para soportarla.

—Siempre has tenido todo bajo control Ethan —se exhortó a sí mismo con orgullo y frialdad mirando su reflejo en el cristal—. No dejes que nada te sacuda, mantente como hasta ahora lo has sido o vas a condenarte. Tu prioridad por ahora debe ser Vancouver y nada más.

Tensó la boca y bebiendo el último trago decidió meterse a la cama, debía mantener el firme propósito de enfocarse en su horizonte y en sus intereses, aunque uno de ellos lo mantuviera en desvelo y con la mente en los Estados Unidos.

 

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