Aurora

Aurora


Capítulo 20

Página 23 de 52

Capítulo 20

Como sea esa noche fue también algo larga para las chicas que debido a lo sucedido con los Farrell, no iban a poder dormir tranquilas. Diana se retiró a su habitación pasadas las diez junto con Aurora, para dejar que Minerva respirara tranquila después de abrumarla tanto y que siguiera suspirando por su Rick. Di se sentía cansada por los estudios y la danza y deseaba caer en su cama sin levantarse hasta el amanecer y Aurora, una vez que se encerraba en la suya volvía a ser la misma que se dejaba envolver por sus pensamientos. Estando en la cama no lograba dormir, daba vueltas y vueltas, todo era un cúmulo de sensaciones para ella, buenas y malas. Recordaba lo que había sido su fin de semana, para comenzar la llegada de esa mujer de quien no sabía cómo hablarle a sus hermanas, el evento en Los Ángeles, el claro interés de Ethan por ella y el actuar de la misma Rebecca por celos que la hacía resoplar. La insistencia de Alonso que comenzaba a colmarla, ese problema de los Farrell que iba a acaparar las noticias del siguiente día haciendo estallar más la bomba y que no sabía cómo hablarlo con su hermana Ariadna cuando ésta se enterara y eso, la ponía más nerviosa porque sabía que en Italia ya eran más de las siete u ocho de la mañana. Se sentó un momento en su cama y exhaló, estaba muy nerviosa y mentalmente cansada, tenía demasiado en su cabeza y no sabía cómo poner todo en orden, desvió su vista un momento hacia la silueta del bonsái que tenía cerca de la ventana y sin querer suspiró. De súbito la imagen del doctor vino a su cabeza y sin darse cuenta sonrió, no deseaba detenerse a pensar en él pero era un hombre atractivo, mucho, seguramente no tan guapo como otros pero sin duda tenía algo interesante que llamaba la atención, además su porte atlético no pasaba desapercibido y verlo nadar había sido una prueba de ello.

Recordaba su sonrisa, su manera de hablar, lo atrevido que le había parecido estando en el club pero así como pensaba en él, el otro también ocupó un lugar y la sonrisa se le borró de la cara hasta formar esa línea recta y tensa que ya era parte de ella, nunca se imaginó que volvería a saber de él. Se acostó otra vez y sujetándose la cabeza evitó que ese recuerdo le afectara, debía ser aún más fuerte de lo que fue años atrás. No podía permitir que su tranquilidad, esa que había logrado construir y mantener se le viniera abajo como castillo de naipes, no podía permitirlo, él era parte de un pasado que ya no tenía cabida en ella y sabía que era su deber hacer alarde de todas sus fuerzas para mantenerse así, fuerte como siempre se había mostrado e iba a demostrarle que ya no era la misma mujer de años atrás. El hecho que aún estuviera sola no significaba que estaba disponible, eso no, él iba a darse cuenta de la clase de mujer en la que ahora se había convertido, de la Aurora que fue no quedaba nada, ni de él ni de otro quedaban huellas. Todas habían sido borradas y así como a las cenizas se las lleva el viento, así también a los recuerdos que no valen la pena. Esa noche Aurora se prometió seguir siendo la misma que había logrado ser y enfrentar a todo lo que la perturbaba pero jamás iba a retroceder, un paso atrás ni loca, las heridas seguían allí y aunque había intentado acariciar la palabra “perdón” para buscar sanidad emocional en el fondo sabía que dicha palabra no existía en su diccionario, al menos no para hombres como Greg.

No muy lejos de las chicas esa mañana durante su desayuno, Raissa que admiraba —desde el balcón de su habitación de la residencia que había alquilado— la vista de la ciudad mientras escuchaba el “Orlando Furioso” de Vivaldi recibió la llamada de un investigador contratado que era portador de noticias para ella.

—¿Y bien? —preguntó la mujer sin siquiera saludar.

—Buenos días señora McQueen —el hombre se acomodó frente a su escritorio en la habitación del hotel al escucharla—. La chicas salieron a sus labores, cada una, la empresaria a su agencia, la más joven a la universidad y otra algo mayor que no se había visto ya está en la ciudad, al parecer andaba de viaje y llegó anoche. Salió esta mañana también rumbo a su trabajo junto con la más joven, iban en el mismo auto.

—¿Qué clase de auto?

—Un beetle rojo que parece ser de la menor.

Raissa se quedó pensativa, siendo la mayor ¿no tenía también auto propio?

—¿Señora? —insistió el hombre al notar su silencio.

—¿Y sabes en donde trabaja? —reaccionó.

—Parece que en una revista.

—¿Parece? —replicó sintiendo que eso no era una seguridad.

—Perdón señora, quise decir que si trabaja en ese lugar, por lo poco que pude saber ella escribe para ese medio.

Raissa respiró con lentitud y de la misma manera soltó el aire, bebió un poco de su té y con la misma paciencia lo tragó.

—También ya le tengo noticias de lo otro.

Raissa se alertó reaccionando.

—¿Buenas noticias? —inquirió.

—Espero que sí.

—Dime.

—Mi contacto lo encontró en Nueva Orleans.

“Por fin”

—pensó ella con alivio.

—¿Está seguro que se trata de él?

—Más que seguro señora, tiene las mismas características de la fotografía que me dio, no hay duda que se trata de él, el parecido es asombroso.

—¿Y tiene familia? —Raissa hizo todo lo posible porque lo que tuviera disponible de entereza la mantuviera en su lugar y que su corazón también se mantuviera tranquilo.

—Se le ha visto acompañado y también paseando con dos niños pero ninguna sortija en sus dedos, salvo una.

—¿Cuál?

—La de la universidad.

Raissa volvió a suspirar, era obvio que si era un hombre nacido por los setentas según sus cuentas debía estar graduado, tener un trabajo y también una familia. No iba a descansar hasta saber todo de él.

—Se le ve ir todos los días a la universidad de Loyola pero no en calidad de estudiante sino como maestro —continuó el hombre.

—Bien, quiero saber más, de todos —enfatizó—. Te daré instrucciones después —ordenó la mujer que seguía con la mirada perdida en la ciudad—. Antes de partir a Nueva Orleans quiero tener la seguridad y no perder mi tiempo, además todavía debo arreglar un asunto aquí.

—Como ordene señora —el hombre asintió con mucho respeto como si la tuviera enfrente.

Cortaron la llamada.

Por la mente de la mujer pasaban muchas cosas, muchas que la tenían nerviosa y eso la fastidiaba y la ponía de mal humor. La orgullosa e inquebrantable Raissa McQueen, una de las mujeres más ricas de Rhode Island y de las más poderosas de la nación americana, aquella que no le tenía miedo a nada por primera vez estaba sintiendo lo contrario y a punto de desquebrajarse por un asunto al que le dedicó la vida postergándolo, pero no era tanto por el hombre del que le daban cuentas sino por las chicas Warren. El primer paso que dio no fue lo que esperaba aunque no debía extrañarse ya que pudo haber sido peor, pero sabía en verdad que lo peor aún no llegaba y era eso el terror que le daba cuando debiera enfrentarlo. No estaba segura de cómo hacerlo y dudaba en que Aurora fuera la persona correcta para llevarlo a cabo, ella era sólo un canal, su verdadero propósito era llegar más allá.

Exhaló con lentitud llevando un puño cerrado a sus labios. Debía pensar.

 

—Gracias Jackie, seguiremos en contacto, yo veré si la llamo después —colgó Aurora exhalando algo preocupada en su oficina.

Miró su reloj y se preguntaba el por qué Ariadna no se había comunicado si era lógico que este problema de los Farrell ya había trascendido y las noticias matutinas no hablaban de otra cosa, además de involucrar a su jefa por lo que no era difícil suponer que el jefe con el que andaba ya lo supiera y lo que más le asustaba, era que no contestaba ni llamadas ni mensajes y eso comenzaba a ocupar su mente porque sabía que en Italia debían ser más de las cinco de la tarde y el que no se haya comunicado ni con Jackie ni con ella, definitivamente comenzaba a quitarle la paz matutina.

En esa primera hora de la mañana Aurora estaba reunida con su contadora mostrándole el cheque de bonificación que Ethan le había entregado y estaban sacando el porcentaje que iba a recibir cada quien cuando tocara el día de pago.

—Muy generoso el señor Anderson —decía Margy haciendo sus anotaciones para planilla con calculadora en mano a la vez que se acomodaba más sus lentes.

—Pero le advertí que no se le volviera costumbre —contestó Aurora anotando también.

—¿Y por qué no? A nosotros no nos molesta, al contrario —sonrió Margy—. Que diéramos porque todos fueran tan generosos como él.

—Sí, yo no me esperaba esto, suficiente con el adelanto que nos dio para comenzar a trabajar. Yo ya había pensado repartir ese sobrante ya que él no lo aceptó de vuelta pero esto terminó de sorprenderme más.

—No creo que se trate de presumir su dinero, es sólo que debe ser un hombre de esos a quien las cosas materiales ni les va ni les viene y eso es bueno. Si se desprende fácilmente de eso significa que su interés debe ser más a lo emocional, a esas cosas que perduran.

Aurora no dijo nada ante el comentario, sabía que Margy lo decía con sinceridad sin pensar con doble sentido como generalmente lo hacía Rebecca, ni siquiera lo dijo mirándola a ella sino con la nariz en los papeles y de forma desinteresada. Ethan en sí no le parecía un hombre materialista, algo presumido no lo negaba pero tenía el orgullo de porqué hacerlo, no era un hombre cualquiera. Era un empresario importante y como tal, se daba a respetar al menos en público aunque ella, aún no tenía clara la mera versión de Rebecca al respecto que era la que lo había logrado conocer

“íntimamente”

—Buenos días —la voz de la mujer entrando hizo que Aurora reaccionara a sus pensamientos.

“Y pensando en la reina de Roma

” —se dijo para sí cuando la miró.

—Buenos días —saludaron las mujeres al mismo tiempo.

—Perdón por el leve retraso pero ya estoy aquí —les dijo sentándose frente al escritorio de Aurora.

—¿Y mejor que ayer? —le preguntó Margy con curiosidad.

—Mucho mejor —contestó con una sonrisa de oreja a oreja.

Aurora y su contadora se miraron algo extrañadas.

—¿No eres bipolar verdad? —Margy levantó una ceja al notarla.

—No —la mujer se acomodaba su cabello con coquetería.

—Que bueno que llegas —le dijo Aurora volviendo a sus papeles—. Estamos distribuyendo el porcentaje de la bonificación que Ethan nos dejó.

Aurora la miró esperando ver en Rebecca algún tipo de reacción de molestia o rechazo como en el hotel de Los Ángeles pero la mujer ni siquiera se inmutó, sencillamente estaba de buen humor.

—Y le decía a Aurora que el señor fue bastante generoso, el personal no se espera esta sorpresa en su cheque —comentó Margy.

—Y será para todos —continuó Aurora—. Tanto para los que fueron a Los Ángeles como para los que se quedaron aquí, todos somos un equipo, todos somos Warren & Smith.

—Me alegra —dijo Rebecca al fin—. Como te dije Aurora, era obvio que con este hombre teníamos asegurada nuestra navidad, bueno aún es mitad de año pero fue un decir.

—Pero le decía a Margy que no lo mencione con nadie, quiero que sea una sorpresa, sé que algunos lo deben de adivinar pero lo que no se imaginan es la cantidad y quiero que eso sea una grata sorpresa para todos.

—Perdón por interrumpir señorita Warren pero acaba de llegar esto para usted —dijo Amy entrando a la oficina de Aurora llevando otro arreglo floral que la hacía caminar dando tumbos porque no lograba ver su horizonte con claridad.

Las tres mujeres se quedaron estáticas al ver la preciosidad del arreglo, un fino y delicado jarrón de porcelana portaba dos docenas de rosas de intenso color rojo, Margy no pudo evitar abrir la boca y quitarse los lentes. Rebecca lo miraba sorprendida medio sonriendo, ya que en sus adentros rogaba que fueran del médico y no de Ethan. Aurora sintió la reacción de su cuerpo cuando el mismo, le hizo erizar todos sus minúsculos vellos.

—¿Quién las envía? —preguntó sin siquiera querer levantarse de su silla.

—No lo sé, sólo vinieron a dejarlas, el arreglo viene desde Los Ángeles.

—Con razón la fineza —opinó Margy—. Ni aquí ni en ninguna otra floristería había visto un arreglo así, se nota que no ha sido nada barato. Quien quiera que lo haya enviado quiere hacer saber que puede comprar lo que sea, porque hasta me atrevo a decir que ese arreglo mínimo viene directo de algún prestigioso lugar de Beverly Hills.

Un comentario así si podía tener doble sentido pero no era la intención de Margy el provocar, Rebecca tragó en seco tensando los labios sintiendo que podía ser una provocación y Aurora la notó.

Amy puso las flores sobre el escritorio de su jefa.

—Amy… ¿no preguntaste quien las enviaba? —insistió Aurora.

—No pero ahí viene la tarjeta.

Aurora dudaba en coger el pequeño sobre y salir de la duda de quién había sido el osado que volvía a enviarle flores. En su mente habían varios nombres que no debía descartar; Maximiliano al que ya se le había hecho costumbre y rogaba que fueran de él y evitarse dolores de cabeza, Alonso era el segundo nombre que tenía en mente aunque lo dudaba ya que con el problema de los Farrell difícilmente tendría cabeza para cortejar y menos con flores. ¿Ethan? Aurora evitó tragar para que Rebecca —que tenía los ojos puestos entre ella y las flores— la notara, esperaba que no fueran de él porque si no, no iba a soportar a su mano derecha en mercadeo con sus tontos celos que ya la colmaban también. De súbito otro nombre se le vino a la cabeza y como punzada al corazón lo intuyó, era el colmo que también buscara contentarla de una manera tan común como si eso bastara y fuese suficiente. Apretó los labios y medio frunció el ceño, todo le parecía pasar en cámara lenta.

—¿Y bien Aurora? —la interrogó Rebecca con curiosidad contenida haciéndola reaccionar—. ¿No piensas saber quién te manda semejante arreglo?

Valor, eso era lo que necesitaba para saberlo y era precisamente lo que le faltaba.

—Nuestra querida gerente ha estado muy cotizada últimamente —comentó Margy para suavizar la tensión que se sentía—. ¿Será el mismo de las flores de la otra vez?

En el fondo eso rogaba Aurora, deseaba que fuera Maximiliano el que le aliviara el momento, o de plano Alonso pues qué más daba pero ninguno de los otros porque no estaba segura de cómo manejar el asunto. Alargó su mano a la tarjeta, evitaba el nerviosismo. Con determinación abrió el sobre y exhalando tembló.

“Para Aurora, la única mujer que existe en mi corazón, aquella que ocupa un lugar que ninguna

otra podrá tomar, aquella por la cual vale la pena entregar todo. Para ella es lo que soy, siempre.”

Aurora estaba boquiabierta, la nota no decía nada más, ni siquiera tenía firma, no decía quien mandaba las flores ni quien había escrito la nota y Aurora tampoco tenía una mísera idea de quién podía haber sido, estaba aún más confundida.

—¿Y bien? —insistió Becca—. ¿Vas a decirnos quién te tiene así?

—¿Así como? —reaccionó.

—Pues así nerviosa, pareces perturbada, creo que no es la… reacción más común cuando se reciben flores pero contigo que eres y has sido un caso extraño, el asunto es diferente.

—Definitivamente —secundó Margy—. Si bien sabemos lo seria que es Aurora constatarlo me ha dejado perpleja, de verdad hace creer lo fría que es para cuestiones sentimentales.

—No hago creer, lo soy —contestó ella en su defensa—. Y la nota no dice nada, al menos no a mí aunque diga mi nombre, el tipo ni siquiera la firma. ¿Amy estás segura que son para mí? Quiero decir para mi persona, no soy la única que se llama Aurora —se volvió a su recepcionista.

—Sí, ellos fueron muy claros cuando mencionaron el nombre de la agencia y también el nombre a quien las flores iban dirigidas. Tal vez no sea la única Aurora pero si Warren, no pueden haber dos personas con el mismo nombre y apellido y ellos dijeron claramente Aurora Warren.

—¿Podemos saber qué dice? —preguntó la experta en mercadeo.

Aurora leyó la nota en voz alta para saciar la curiosidad de todas.

—Wow como sea suena intenso —opinó Margy luego de escucharla.

—Que romántico —suspiró Amy.

—Muy galante —acotó Rebecca elevando una ceja, lo escrito no le pasaba de largo sacando sus propias conclusiones y la espinita se le clavó.

—No me apetece tener nada y menos de un desconocido, por favor llévatelas —le ordenó Aurora a su recepcionista.

—¿Cómo?

—Aurora no exageres —le dijo Margy—. Sin importar de quien sean las flores están bellísimas, no desperdicies el regalo.

—Ese es el problema, que no se saben de quien son.

—Lo único claro es que son para ti —señaló Rebecca con algo de envidia—. Y eso no lo puedes discutir.

—No te precipites Aurora —le aconsejó Margy—. Espera averiguar quién es el Romeo y luego decides, si no es nadie conocido y menos alguien que te interese pues las pones en la basura y ya.

—Ay no, mejor que me las regale, a mí sí me gustan —respondió Amy con pesar imaginando las flores en el basurero.

—Dolería desperdiciar un arreglo así —opinó Becca evitando mostrar interés—. Las flores no tienen la culpa de lo que Aurora pueda sentir.

—¿Pero y si son del doctor? —insistió Amy—. Él ya ha mandado dos arreglos más, este no sería de extrañar.

—¿Pero desde Los Ángeles? Eso no tiene sentido —añadió Aurora.

—Pues te recuerdo que seguramente el bonsái vino desde más largo, no desde Japón pero si de algo distante —le hizo ver Rebecca.

—Pues ya está solucionado el enigma. —Margy volvió a su calculadora—. Las flores seguramente son del doctor este que desea permanecer anónimo como poeta, ya que le debe de dar pena el saber que su Julieta tiene amigas metiches que desean conocer sus amoríos.

Las mujeres se rieron y en parte sirvió para relajarse un poquito.

En ese momento Orlando tocó la puerta y entró.

—Buenas, siento interrumpir pero la hice de secretaria y contesté el teléfono de recepción ya que no hay nadie —rodó los ojos hacia Amy con gracia quien más bien los abrió asustada—. Hay una llamada para Aurora y está en espera.

—¿De quién? —preguntó la chica.

—De un doctor… Maximiliano o algo así.

—Ay Dios, perdón —se disculpó Amy apenada por no estar en su lugar.

—Hmmm… lo sabía ya se está reportando, que oportuno —sonrió Margy—. Creo que ese hombre sería un marido perfecto —no pudo evitar reírse abiertamente.

—Parece un sabueso —sonrió por fin Rebecca sintiendo algo de alivio—. Que buen tino para olfatear tiene.

—Gracias Orlando, tomo la llamada aquí. —Aurora evitó apenarse por los comentarios de las mujeres a la vez que se volvía a su recepcionista—: Y Amy ya puedes volver a la recepción, sabes que no me gusta que permanezca sola pero por esta vez te entiendo.

La chica asintió y salió junto con Orlando mientras que Becca y Margy hacían de cuenta que no les importaba la llamada volviendo a las cuentas, pero siempre atentas a su modo a la plática o al menos a la actitud de Aurora.

—Buenos días Maximiliano —saludó Aurora rogando de verdad que la llamada fuera por lo de las flores.

—Buenas días Aurora, ¿no interrumpo? Sólo llamaba para saber cómo estabas, espero que mejor.

—Sí, gracias, mejor, no te preocupes.

—Me alegra, esa es la actitud.

—Y con ánimo para una nueva semana ¿y tú? ¿Que tal del bronceado?

—Me arde un poco la piel pero lo voy a superar, creo que no volveré a abusar del verano por muy tentadora que se vea una piscina —sonrió.

Aurora intentó sonreír porque de repente se le vino a la cabeza la “solícita” que había corrido a darle la toalla, tragó.

—Si a pesar del calor no hay que abusar —la chica no lograba como seguir con la conversación sin entrar en detalles con el tema de las flores que la tenía con extrema curiosidad.

—Tal vez la próxima vez me quieras acompañar, ¿no te gustaría?

—No soy muy asidua de clubes, el Mónaco lo conozco porque la mayoría de los eventos que debo montar son allí.

—Bueno pero siempre se puede hacer una excepción, ¿no crees?

Aurora comenzaba a exasperarse porque no lograba saber lo que quería al menos para lograr tranquilizarse.

—¡Agradécele las flores! —Le gritó Rebecca con osadía más que nada para que él escuchara al ver que Aurora le daba vueltas al asunto, ella no pretendía quedarse con dudas. Aurora se quedó rígida mirándola sintiendo que los nervios se le iban a disparar—. Es muy lindo el doctor, sus gestos enamoran —evitó con todas sus fuerzas sonar sarcástica.

—¡Rebecca! —Aurora susurró queriendo gritarle tapando a la vez el auricular pero le fue tarde, Maximiliano había escuchado.

—¿Flores? ¿Qué flores? —preguntó con una curiosidad que evitaba delatar la molestia.

—Nada, nada, unas rosas que me acaban de llegar, las chicas piensan que fuiste tú.

—Pues lamento decepcionarlas, no fui yo.

Aurora sintió que el concreto del cielo de su oficina iba a caerle encima.

—¿No? ¿Entonces de quien serán? El problema es que la tarjeta no tiene remitente y por eso creyeron…

—¿Y tú también lo pensaste? —Maximiliano quería saber la opinión de ella que era la que realmente le importaba pero igual ya se sentía molesto.

—Yo… no sé, creo que sí, no lo niego, es más creí que por eso llamabas. —Aurora evitaba tartamudear, estaba algo aturdida.

—Pues no, no fui yo.

—Seguramente se deben haber equivocado —la mano de Aurora temblaba y más al sentir la mirada de reojo de Rebecca que le ponía más atención a sus gestos que a la planilla.

Maximiliano no era tonto y sabía que si Aurora había recibido flores no podían ser de otro más que del mismo del club, ese hombre se le había atravesado y estaba más que seguro que ya había comenzado con la provocación que con la mirada le había advertido.

—Seguramente deben de ser de algún cliente agradecido —señaló él manteniendo la calma antes de sentir que se iba a calcinar y no precisamente del calor.

—Seguramente —suspiró ella intentando también mantener la calma, porque el volcán de Rebecca estaba a punto de hacer erupción suponiendo al culpable de las flores.

—Bueno te dejo, tengo trabajo y sólo llamaba para saber cómo estabas.

—Está bien, igual yo tengo trabajo, gracias de nuevo, adiós.

—Adiós.

Aurora colgó tensando los labios, comprobar que no había sido Maximiliano el que le enviara las flores no la tenía bien, ya había salido de la duda de uno el problema era que los tres restantes no le hacían ninguna gracia.

Maximiliano apretó el auricular cuando con el índice había hecho colgar la llamada, prefirió hacerlo con la excusa del trabajo y no seguir hablando porque sabía que no le iba a ser posible controlarse. Realmente estaba molesto y eso sólo le indicaba una sola cosa, la misma en la que él llevaba días pensando y era que Aurora le gustaba y mucho y los celos que comenzaba a sentir se lo comprobaban. Exhaló apretando los labios también y se sentó en su escritorio, pensaba en ese hombre que había perturbado a Aurora en el club y deseaba saber quién era, intuía que se conocían y no era la primera vez que se veían. A ella la vio muy mal por la presencia del tipo y ahora, no iba a descansar hasta saber qué había significado para Aurora, sabía que seguramente tuvieron algo en el pasado y por la actitud de ella era obvio que no habían terminado bien. Ella parecía detestarlo y con todas sus fuerzas y en parte eso lo tranquilizaba pero no por eso iba a bajar la guardia, no sabía qué iba a hacer, exhaló sujetándose la cabeza. Trataba de pensar cuando su reproductor de sonido en su consultorio le sonó suavemente con Crowded House y su clásico “Don´t Dream Itś Over” suspiró con desánimo, tal vez era muy precipitado todo y nunca se esperó conocer a una mujer que le sacudiera las bases como Aurora lo hacía con él, pero tampoco quería creer que el asunto fuera imposible y como la canción se lo decía aunque tuviera una batalla por delante, aunque hubiera un muro entre ellos que los separara, él seguía caminando de nuevo paso a paso hacia un corazón, el suyo y no quería soñar con quimeras, no quería creer que las cosas podían acabar sin siquiera haber empezado. “No sueñes que se acaba” o en su defecto que los músicos le decían, “no sueñes que esto se acabó” eso él no iba a permitirlo aunque no tuviera ni una mísera idea. Sólo podía estar seguro de algo y era de mantenerse cerca de Aurora tanto como le fuera posible. Ella le atraía y el haberla sentido vulnerable cuando la protegía en sus brazos ese breve momento en el club, fue suficiente para darse cuenta de lo que le importaba y con eso, tenía para comenzar a pelear por ella y protegerla aunque fuera sólo como amigo.

 

Ir a la siguiente página

Report Page