Aurora

Aurora


Capítulo 24

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Capítulo 24

Apenas comenzaba la semana y Aurora no se imaginaba el giro de su vida. Por la noche, iba a cumplir el compromiso con Alonso sin saber a ciencia cierta si era lo correcto o no pero era la única manera de darse cuenta cuáles eran sus intenciones y qué era, lo que se traía entre manos porque lo cierto era que él se había obsesionado con ellas como gemelas y no iba a descansar al menos hasta tener a una de ellas. Para su mala suerte, Ariadna que era la indicada para sacarse otro clavo no estaba en la ciudad y ella como pensaba con firmeza no iba a ser su sombra ni plato de segunda mesa, era mejor que si esa noche Romeo comenzaba a ponerse poético ponerlo de una vez en su lugar, aunque en el fondo no dejaba de sentir cierta pena por todos ellos como familia por lo que estaban pasando y era mejor enterarse por él sobre lo que pasaba con veracidad y no por chismes de otros medios.

Esa tarde antes de irse a su casa pasó por la clínica de Maximiliano para buscar la comida de Romeo y Julieta que Diana que había encargado. La benjamina no tenía un pelo de tonta y aunque Aurora no le había vuelto a remover nada sobre el médico, era obvio que no iba a desaprovechar las oportunidades que su hermana tuviera con él si de ella dependía el asunto y la excusa de los peces —sumado a su falta de tiempo según ella— era perfecta. Aurora se estacionó y adentrándose a la clínica saludó a todos y luego pasó directo a buscar a Peter como encargado de la tienda.

—Hola Peter.

—Hola señorita Warren, en qué le sirvo.

—¿Tienes comida para peces? —se acercó a la vitrina.

—Tenemos variadas, ¿qué clase de peces tiene?

—Son unos payasos y están pequeños.

—Hay variedades de ese tipo de pez. ¿Le da alguna marca específica?

—La verdad no.

—Como están en etapa de crecimiento su comida debe ser balanceada entre proteínas y vegetales sin contar las vitaminas, estas bolitas les sentarán bien y les será más fácil de digerir —le mostró el pequeño frasco—. Están hechas a base de mariscos también, algo que los atraerá pero sin dejar de lado su aporte de acelga y algo de espinaca y las mismas algas.

—Sí, la comida que se les acabó eran bolitas. —Aurora lo miró—. La verdad yo no me encargo de ellos, son de mi hermana menor pero supongo que estas les gustarán también.

—Le recomiendo que se los traiga al doctor para que sepa qué clase de peces son, él sabrá que es lo mejor para ellos hasta que los conozca.

—Por los momentos me llevaré la comida porque no tienen para cenar —dijo ella sacando un billete — . Ya luego le diré a mi hermana que los traiga.

Peter hizo las cuentas en la caja registradora luego de escanear el producto y le extendió el recibo, en ese momento Maximiliano salía de una de sus consultas dándole instrucciones a un chico sobre qué hacer con la herida en la cabeza que su pobre gato había sufrido y cuando lo despedía miró a Aurora con Peter y ella al escucharlo lo miró también, se sonrieron. Ella cogió la bolsita con el frasco.

—Me alegra verte —le dijo él acercándose a ella, por la confianza ya obtenida le dio un beso en la mejilla.

—Y yo no esperaba verte —le contestó ella evitando ruborizarse.

—¿A qué debo el honor? —sonrió él.

—Vine por esta comida para peces —se la mostró—. Mi hermana menor tiene unos payasos y Peter me sugiere que tú los conozcas para saber qué alimentos darle.

—Será un placer, puedes traerlos o yo ir a verlos, como quieras —sujetó el frasco y a la vez su mano.

—Yo te avisaré.

—¿Llevas prisa?

—Me voy ya para mi casa, tengo un compromiso y debo ir a prepararme, es algo debido al problema este que nos afecta como familia.

—Entiendo —suspiró.

—Doctor ¡ayuda! —exclamó una mujer asustada entrando a la clínica en compañía de su hijo pequeño y alarmando a todos.

—¿Qué le pasa? —preguntó Peter que estaba más cerca de ella, en el área de la tienda.

—Mi tortuga ¡mi tortuga! —evitaba llorar pero era obvio que estaba desesperada.

—¿Qué sucede? —Maximiliano se asustó seguido por Aurora al escuchar el escándalo que también atrajo la atención de los demás clientes que estaban en la tienda.

—Doctor por favor haga algo —la mujer se acercó a él poniendo el pequeño acuario en sus manos—. Mi tortuga se va a morir si no hace algo.

—¿Pero que tiene? —miró extrañado a la pequeñita dentro de su jaula, estaba metida en su caparazón.

—Mi mamá exagera —dijo el niño de unos ocho años de manera desinteresada y acercándose a las jaulas de hamsters que jugaban en sus ruedas.

—La compré hace unos días en Los Ángeles —le contestó ella ignorando a su hijo—. Pero resulta que todo este tiempo no ha comido nada, ni siquiera asoma la cabeza, ¿estará enferma?

Maximiliano puso la jaula encima de la vitrina de accesorios y la sacó, la diminuta tortuga parecía una mancha verde en la palma de su mano y seguía sin querer salir, se acomodó los lentes y la acercó a su cara.

—Por favor doctor, haga algo, no quiero que se vaya a morir.

—¿Hace cuánto que no come? —le acarició el caparazón.

—Casi seis días, hace una semana que la compré.

—¿Y en la tienda la miró bien?

—Sí, ella venía bien, algo asustada y bastante inquieta pero sólo fue que llegara a la casa y que luego ya no era la misma.

—¿Qué comida le compró?

—Unas bolitas hechas a base de algas, esas eran las que ella y sus compañeras comían y a la que estaba acostumbrada.

—Que linda y tierna —opinó Aurora al acercarse junto al doctor para observarla.

—Es la típica “orejas rojas” aunque en realidad sean naranjas —señaló él sólo notando su caparazón.

—Pero doctor ¿Qué pasará si sigue sin comer? ¡Se va a morir! —insistía la mujer que casi lloraba.

—Tranquila, ellas están adaptadas para pasar días sin hacerlo, se dice que son capaces de pasar un mes así aunque yo la verdad no lo creo y debido a que ya ha pasado casi una semana sin que coma sólo tengo dos teorías.

—¿Y cuáles son?

—Que necesita vitaminas o compañía.

—¿Cómo?

—Es así de simple, no hay que alarmarse y es más, creo que se trata de lo segundo.

—Explíqueme por favor.

—Viendo que su color y caparazón están bien le puedo decir que esta chiquita tiene aproximadamente dos meses de vida y digo “chiquita” porque según la planicie de su barriga indica que puede ser hembra, aunque sea posible que a medida que crezca cambie y resulte ser macho si se le curva un poco. Estoy más que seguro que lo que ella tiene es tristeza, depresión, nostalgia.

—¿Pero es eso posible?

—Así es. ¿Qué más ha intentado darle de comer?

—Zanahoria y repollo.

—¿Y ni aún así verdad? —la mujer negó y él continuó—. Es muy posible que su tristeza se deba a su soledad, las tortugas son mejores compañeras estando “valga la redundancia” acompañadas que solas, aunque a la hora de comer si marquen su territorio. Aquí tenemos vitaminas y suplementos pero si ella está triste porque extraña a sus compañeros de acuario le digo que tampoco va a servir de nada.

—¿Y qué me sugiere?

—Que le consiga una compañera y verá el cambio.

—Doctor ¿se da cuenta que esta niña me está chantajeando entonces? ¿No va a comer hasta que tenga una amiga?

—Y jure que puede ser, es capaz de dejarse morir.

—¡Ay Dios! ¿Tanto así? ¿Quiere decir que tengo que conseguir a Leonardo, a Rafael, a Donatello y a Miguel Ángel para que la niña esté contenta?

—¡Cool! —exclamó feliz el vástago desviando su atención de los hamsters y levantando los pulgares cuando escuchó a su madre decir eso.

Todos los presentes no pudieron evitar las carcajadas al escuchar la ocurrencia de la mujer, en cuenta el mismo doctor porque supieron a quienes se refería con esos nombres.

—No, no se trata de que se consiga a todas las demás tortugas del acuario sino simplemente otra compañera, ya verá el cambio, haga la prueba.

—¿Y usted no tiene aquí?

—No, lastimosamente aún no, pero aunque la tuviera tampoco se lo aconsejaría porque ella necesita una compañera de las que ya conocía. —Max metió a la tortuga de nuevo a su jaula—. Deberá ser de la misma tienda y del mismo acuario, ella las extraña y por eso su tristeza, es más, si todas tienen la misma edad es posible que sean hermanos y por eso el apego.

—Pues ahorita mismo manejo hasta Los Ángeles, ¿pero y si aun así sigue igual?

—Entonces probaremos con las vitaminas pero lo dudo, ya verá el cambio, se va a sorprender.

Yo veo al animalito bien físicamente, su problema es “emocional” y le daré otras indicaciones, cámbiele el agua de la jaula todos los días, no permita que estén en agua sucia porque eso si puede enfermarlas y debe ser agua purificada no del grifo, ellas son muy delicadas y es común la infección en los ojos. Manténgales un monto de piedras en un extremo del acuario, ellas casi siempre y la mayor parte del tiempo la pasan en terreno seco, bajan al agua solamente cuando quieren comer y esos restos de comida que dejan es necesario limpiarlos. Y eso no es todo, no sólo es que se hidraten el caparazón a su modo, una vez a la semana cepíllelos con un cepillo de dientes en desuso y que tenga cerdas suaves, utilice jabón neutro y con cuidado hágales masaje de manera circular tanto en el caparazón como en la parte del estómago, luego quite todos los residuos del jabón, no permita que se queden con él. Ellas aún tienen el caparazón muy suave y si hace un poco de presión podrá sentir que se hunde, esté pendiente de esto todas las semanas, si pasados los cuatro o cinco meses aún sigue frágil si necesitarán al doctor de manera periódica hasta hacer que se fortalezcan. No las exponga a lugares altos donde se le puedan caer, el caparazón no debe tener fisuras, ninguna, si se les quiebra a causa de alguna caída si la va a llorar porque no podrá sobrevivir.

—¡Ay no! —La mujer se abrazó a la jaula llevándola a su pecho—. Haré lo que me diga doctor, es usted muy profesional y ha sido una bendición, le prometo venir cuando mi niña se mejore que espero lo haga cuando tenga a su compañera. ¿Cuánto le debo por la consulta?

—No se preocupe, no es nada, ni siquiera entramos al consultorio.

—Ay mi querido doctor, muchas gracias, bendito sea usted —la mujer eufórica lo abrazo haciendo que él se asombrara por el gesto pero lo agradeció—. Prometo mantenerlo informado del avance, lo voy a recomendar con toda mi familia y amistades. Mi hermano mayor tiene caballos y ganado en Cucamonga, la menor tiene como cinco perros de diferentes razas, una amiga tiene gatos, otra canarios, mis sobrinos hamsters ¡ah! Y a mi mamá le acaban de regalar un hermoso papagayo,

así que prepárese que le voy a mandar mucho trabajo.

—Pues muchísimas gracias, yo encantado —amplió la sonrisa y la mujer evitó suspirar.

—Gracias a usted y feliz día —la mujer salió más feliz de lo que había entrado junto a su hijo que ya deseaba también otra mascota.

—Gracias a usted, para servirle —la despidió.

Todos los clientes que estaban en la tienda se dieron cuenta de la vocación y del gran corazón que el médico tenía, murmuraban hablando del asunto y era obvio que la clínica y su carrera como veterinario iban a despegar de un solo como un cohete a las alturas porque lo merecía. Él apenado un poco volvió a acomodarse los lentes y al notar como Aurora lo observaba no pudo evitar ruborizarse.

—¿Qué? —preguntó él con curiosidad.

—Eres sorprendente, la manera en la que muestras tu pasión por tu carrera… —Aurora suspiró acercándose más a él y sujetándole una mano que se escondía entre la bata blanca del galeno insistió en los halagos—. Eres admirable Max, me siento orgullosa de ti.

El hombre sonrió más al escucharla decir eso.

—Amo lo que hago —contestó él.

—Y eso es el todo para que las cosas estén bien hechas —le dio un beso en la mejilla y lo dejó ahí.

La chica salió de la clínica y él miró hasta sus últimos movimientos antes de meterse a su auto, definitivamente algo más nacía entre ellos, algo que ambos sentían crecer y sabían los iba a unir más… en poco tiempo.

 

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