Aurora

Aurora


Capítulo 38

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Capítulo 38

Aurora regresó a su casa pasadas las once de la noche. ¿Podía sentirse más feliz? El tiempo con Maximiliano fue más de lo que ella pudo haber imaginado, sin duda después de lo sucedido iniciaba una nueva etapa en su vida, ¿sería cierto lo de la libélula? Se tocó el dije antes de bajarse de su auto, ¿de verdad estaba cambiando? Sonrió, lo que sea que haya sido ese momento sí lograba sentirse distinta y aunque todavía no llegaba a reconocer que estaba enamorada, con que le gustara él y su compañía y todo lo que el hombre era había sido suficiente, iban a darse una oportunidad y dejar que las cosas surgieran. Salió muy feliz de su auto y casi brincando como adolescente se metió a su casa.

—Aurora que bueno que llegas, ya estaba por llamarte —le dijo Minerva estando en la sala junto con Diana.

—Y yo que no aguanto el sueño pero que alivio verte aquí —le dijo la benjamina acostada en el sillón abrazándose a un cojín.

—¿Leyeron mi nota? —les preguntó la chica.

—Sí y por eso no te molestamos —le contestó Minerva—. Pero ya pasan de las once y estábamos preocupadas.

—Tranquilas, lamento no llamarlas para decirles que estaba bien —comenzó a subir los escalones.

—Pues bien pudiste llamarnos porque ocupada no estabas, pobre Maximiliano espero que al menos hayas hecho que su tiempo valiera la pena —le dijo Diana alcanzándola y subiendo primero que ella. Aurora y Minerva negaron muy sonrientes entendiendo a qué se refería con estar “ocupada”

—¡Prometo darte buenas noticias Diana! —le dijo Aurora cuando ella se perdía en uno de los pasillos superiores.

—Ajá, ¡eso espero! —le contestó antes de meterse a su habitación donde sus chicos, los New Kids on the Block la recibían con una balada romántica.

Aurora y Minerva subieron también para meterse a sus camas, ya era hora de dormir y al menos Aurora esta vez lo haría muy feliz. Luego de volver a ducharse y de vestirse con un conjunto de seda corto, suspirando y tocándose la libélula se metió a su cama, deseaba volver a pensar en él y revivir lo que había pasado. El orgasmo que Maximiliano le había dado con solo tocarla había sido solamente el primero y era obvio, que ahí en ese sillón iban a terminar lo que habían iniciado.

Aurora volvió a sus recuerdos, quería dormirse y tener dulces sueños reviviendo su entrega a él y todo lo que le había hecho sentir.

*****

Luego que él la besara ella atacó como fiera queriendo quitarle la camisa y el cinturón del pantalón, se había recuperado de las secuelas del orgasmo y quería más pero él la detuvo.

—No, aquí no —susurró él muy agitado, Aurora se desconcertó.

—¿Estás bien? —preguntó ella sintiendo que también le faltaba el aire.

Él sonrió besándole la punta de la nariz y asintiendo, sujetándola con fuerza de su espalda con un solo brazo la levantó, mientras que la otra mano la posaba en su trasero para que ella a horcajadas lo rodeara. Aurora le obedeció y más al sentir la fuerza del hombre que la excitó aún más, sin dejar de besarse y en esa posición mientras ella se aferraba de su cuello, dejó que él decidiera el siguiente paso. Maximiliano se encaminó a su habitación llevándola con él, la cama era lo ideal y podían hacer y deshacer a su antojo, porque a ella iba a tenerla como quería sin que nada se desperdiciara o lo impidiera. Al entrar a la habitación que tenía las cortinas de azul cobalto corridas, daba a la habitación una sensual penumbra justa solo para ver sus cuerpos a media luz, el aroma de la misma al perfume masculino hizo que los sentidos de Aurora se dispararan. Sujetándola con el mismo brazo Max la llevó directo a la cama y cayeron en ella, sus bocas no deseaban separarse y al escuchar sus gemidos supieron que lo estaban disfrutando. Sin pensarlo, Max volvió a llevar una mano al sexo de Aurora aprovechando que aún estaba anclada de su cadera y haciendo a un lado la prenda empezó a acariciarla con suavidad otra vez, quería estudiar el camino, sentirlo, imaginarlo con más calma.

Aurora se tensó al sentirlo y más cuando el médico subía y bajaba por sus labios, tocando su clítoris para luego detenerse en esa entrada húmeda que esperaba con ansias recibirlo de nuevo. Complacido por saber cómo seguía ella, lentamente se desabrochó la camisa a la vista de la chica, le mostró su pecho, ella tragaba saliva a la vez que se saboreaba, estaba en su cama, con las piernas abiertas y él en medio de ellas, su acelerada respiración indicaba lo excitada que estaba. Maximiliano muy sonriente se quitó el cinturón lanzándolo al suelo e inclinándose, volvió a besarla y a tocarla para luego bajar a su cuello y esta vez sí llegó a sus pechos, los palpó con la boca por encima de la tela, sabía que el pezón estaba erguido. Abrió los ojos y los clavó en ella y en la expresión que tenía de estar disfrutando todo. Sacó la mano del sexo de Aurora haciéndola respirar y lentamente, con ambas manos sacó su blusa por encima de su cabeza descubriendo para él la desnudez de su piel que veía por primera vez. Se enfocó en sus pechos, se deleitó en verlos un momento, con el índice recorrió con suavidad un camino desde la garganta pasando por en medio de ellos, bajando por el estómago, haciendo un círculo en el ombligo para luego seguir bajando hacia ese sur que ya lo enloquecía. Se inclinó para desabrochar el sostén y quitarlo y al ver los senos expuestos sin dudarlo atrapó uno con su boca, era un delirio, era como los imaginó y Aurora seguía en su sinfonía de gemidos, de esa manera Maximiliano siguió bajando y logró deshacerse de la falda de ella y a su vez quitar el panty, al mismo tiempo que su barbilla jugaba en el monte Venus de ella. Aurora volvió a tensarse cuando lo sintió sabiendo lo que iba a hacer, de pronto Maximiliano no le dio chance de seguir respirando cuando ella soltó un jadeo al sentirlo en su intimidad, en su placer no fue consciente de que él había abierto sus piernas y había comenzado a degustarla, ella inconscientemente balanceaba sus caderas con lentitud incitándolo más, al mismo tiempo que sus manos buscaban acariciar el sedoso cabello del hombre. Maximiliano le arrancaba jadeos al sentir ella lo que él hacía con su intimidad, él parecía tener mucha paciencia cosa que a ella comenzaba a descontrolarla otra vez.

—Max… —logró decir en una súplica.

Esta vez él se apiadó de ella un momento y muy sonriente dándole besos cortos subió por su estómago, ver ese semblante en ella lo tenía complacido pero más lo disfrutó cuando —sin que ella lo esperara— la penetró con dos dedos de un solo otra vez. Estaba decidido a darle todo el placer y a hacer de esa noche inolvidable, Aurora volvió a jadear arqueándose y apretando los ojos, sentir esos dedos en su profundidad y el pulgar acariciándole el clítoris hacía que sus caderas se movieran con más prisa, la estimulación de Maximiliano estaba teniendo el efecto deseado y más, cuando su boca buscó uno de sus pechos succionando el pezón por lo que al sentirla y antes de que llegara sacó sus dedos, la tortura volvió a ella. Maximiliano se incorporó y sacándose el pantalón con todo y bóxer se mostró desnudo ante ella en esa media luz, se terminó de descalzar y colocándose encima de ella alzó su mano para prender una de las lámparas y buscar en su cajón un preservativo, lo metió debajo de la almohada y teniéndola así como siempre lo quiso la observó un momento para luego volver a besarla con suavidad. Aurora, se deleitaba en acariciar su espalda, esa tan bien formada espalda la incitó a bajar sus manos y tocar unos glúteos bastante firmes y duros como piedra. Colocó sus piernas alrededor de la cadera de él y al sentir que su miembro desnudo rozaba con su sexo gimió con fuerza otra vez, él también lo sintió y lo incitó más sentir también el movimiento de las caderas de Aurora al moverse, sin poder pensarlo con agilidad sujetó su miembro y se hundió en ella, su pene desnudo no dio tregua a nada. Aurora arqueó su cuerpo cuando sintió la penetración total, ahora si estaban unidos, ahora si estaban teniendo sexo, ahora si se estaban entregando mutuamente al placer. Las embestidas del hombre eran profundas, tanto que ella disfrutaba cada ir y venir y sabía que retener otro orgasmo sería imposible, Maximiliano lo supo y sacando el preservativo lo rasgó y saliendo de ella se lo puso con rapidez para luego volver a penetrarla, esta vez se hundió aún más profundo y era él, el que ya no podía retrasar su placer. Teniéndola debajo de él la observaba apoyado en sus brazos a cada lado de ella, esa mujer era perfecta, su piel, sus senos, la forma de su cuerpo, su cara y su forma de ser lo había enloquecido en poco tiempo.

—¡Dios! Maximiliano… —ella apretó los ojos sintiendo que iba a volver a estallar por sus arremetidas y él haciéndolo con más fuerza y rapidez se dejó ir también.

—Aurora… —susurró en sus impulsos.

Tres más con fuerza y llegaron juntos, entre jadeos el orgasmo les llegó al mismo tiempo, el hombre cayó agotado sobre el pecho de ella y Aurora, con las pocas fuerzas lo acunó entre sus brazos y senos. Las secuelas los tenían trémulos, sudorosos, agitados y muy sensibles, la chica no podía controlar los espasmos que la hacían temblar al sentir el miembro de Maximiliano palpitar dentro de ella, era delicioso.

Ahora estaban mucho más unidos, más que sexo había sido una entrega y entre suaves besos y caricias de adoración se quedaron así un momento más.

—¿Ahora si estás lista para la tina? —sonrió él luego de un silencio lleno de complicidad.

Aurora también sonrió, vaya que las tácticas del médico habían funcionado y ahora ya nada eran excusas.

—Pero primero quiero comer, tengo mucha hambre —le dijo ella.

—Cierto, yo también estoy hambriento.

Le dio un suave beso y saliendo de la cama buscó en su closet una calzoneta y le prestó a ella una camiseta de él mismo para que estuviera más cómoda, luego él se metió al baño para quitarse el preservativo.

Aurora se puso la camiseta que le quedaba algo grande pero al menos le cubría sexo y trasero y decidió quedarse así sin usar nada más. Esa noche era libre en todo sentido y al salir él del baño, juntos, descalzos y de la mano se encaminaron a la cocina.

Cenaron con unos trozos de carne con vegetales, arroz blanco con camarones, tacos de wantán en salsa de soya y como bebida Aurora pidió una soda de lima bien helada, luego de recalentar todo y ayudar a preparar las viandas pusieron todo en la isla y se sentaron a comer muy hambrientos.

Maximiliano reservaba en el refrigerador el postre con que la quería sorprender; una deliciosa tarta de limón, avellanas y queso crema.

—¿Todos en tu familia son así de altos? —preguntó Aurora mientras comía.

—Algo, mi papá medía uno ochenta y dos pero en mi caso es que desde pequeño también practiqué basket y eso me estiró, sin contar después mis prácticas de karate y boxeo.

“Con razón del cuerpo”

—pensó ella saboreándose.

—Y sumado a tu gusto por lo oriental no me extrañaría que fueras fanático de Bruce Lee —le dijo ella comiéndose un wantán relleno, estaban deliciosos.

—¿Cómo lo sabes? Me encanta, ese hombre fue mi ídolo, cuando era niño veía sus películas y yo decía que iba a usar los nunchakus como él —sonrió con entusiasmo—. Lastimosamente no pude, una vez por poco y me quiebro la nariz, así que mi padre me lo prohibió, igual siempre seguí aprendiendo las artes marciales y ahora sigo los pasos de Jackie Chan.

Aurora soltó una carcajada, Maximiliano sí que era ocurrente, ella nunca se imaginó disfrutar la cultura asiática de la mano de alguien como él pero algo se le prendió en la cabeza y no se iba a quedar con la dudas.

—Vaya gusto por Asia —levantó una ceja mirándolo fijamente—. ¿Y de casualidad te gusta también ese tipo de mujer?

Maximiliano sonrió sintiendo algo de celos en sus palabras.

—Extrañamente no, no son mi tipo, mi admiración es sólo por la cultura nada más. Uno de mis sueños es conocer la gran muralla china y estoy decidido a hacerlo, tengo que caminar por allí.

Ella sonrió.

—Pues por mientras te toca el turno también de pasearte por el trono del Crisantemo, tendrás que seguir como hasta ahora aquí en América —brindó ella con su soda.

—Eso es en Japón —sonrió él chocando la lata con ella.

Aurora evitó rodar los ojos, eso lo sabía no era ignorante pero para ella —que esos temas no le llamaban la atención— todos los asiáticos eran iguales en aspecto, así que no iba a seguir discutiendo con alguien experto que le iba a ganar en toda la ronda de preguntas y respuestas.

—Al menos tu música no es oriental —recordó la selección que había puesto en la sala y en la que en ese momento sonaba “Make it with you” de Bread.

—La música oriental sirve más que todo para relajación y sesiones de meditación —le dijo a la vez que mojaba uno de los wantán en la salsa—. Mi gusto musical… ya lo pudiste escuchar, aunque también me gustan las baladas rock.

“¿Baladas rock?”

—pensó alzando una ceja, en ese momento se le vinieron a la cabeza algunos grupos musicales que por su trabajo conocía pero no era lo de ella. No era muy dada al sonido de la guitarra eléctrica, al único que le pasaba su estilo en el instrumento era a Santana pero ya había escuchado a Def Leppard así que no debía de extrañarle.

—Creo que mi cuñado y tú se llevarían de maravilla en cuestión de música.

—¿Tu cuñado?

—Sí, la pareja de mi hermana mayor, dice que es fanático de la música retro.

—Pues siendo así si podríamos llevarnos —sonrió—. El tema para hablar no se acabaría entre nosotros.

—Si deseas ir al gimnasio puedes inscribirte en el que vamos mi hermana gemela y yo, tenemos un entrenador personal que si quieres te lo presentamos, es muy bueno.

—Me gusta la idea, gracias, quisiera ejercitarme al menos dos veces por semana.

Y es que por demás estaba poner en duda la disciplina del hombre, su cuerpo era la mejor prueba de su cuidado y apariencia personal.

—Yo también practiqué algo de box desde adolescente —le confesó ella.

—¿En serio? —él sonrió más, tener tanto en común ya no sabía cómo interpretarlo.

—Sí, de vez en cuando voy a entrenar dándole de puñetazos al costal, es una manera de liberarme.

—Me encantará verte, ya me excita la idea de practicar juntos.

—Cuando quieras —bajó la cabeza muy sonriente para seguir comiendo, el arroz estaba riquísimo.

Maximiliano no dejaba de darle gracias a la providencia que la hizo conocerla, sentía que nadie era mejor que ella para él.

—Tu altura me intimidó ese día que nos conocimos —confesó ruborizada volviendo al tema.

Y si alguien le hubiese dicho que el médico iba a seguir mojándola en otros aspectos tampoco lo habría creído.

—A veces ser alto no es algo bueno, en la adolescencia eres objeto de muchas bromas y burlas y i usas lentes entonces eres el “nerd” de la escuela.

Aurora comprendía eso de las burlas, en la secundaria también tuvo compañeros con una altura considerable y uno de ellos siendo latino, hacía la broma sobre sí mismo en que parecía el santo de una procesión porque sobresalía de todos los demás cuando caminaba entre ellos. Sonrió al recordarlo, igual era buen elemento en el equipo de basket, sólo tenía que estirar el brazo y echaba canasta.

—Pero en la escuela no usabas lentes —reaccionó.

—Pero la universidad no es distinto, allí florecen más los inmaduros que no dejan de lanzarte bolas de papel en pleno salón. Me llamaban Clark Kent y tuve que acostumbrarme al menos los primeros tres años.

—Pues peor para esos idiotas —ella le sujetó una mano—. Todo el mundo sabe quién es Clark y que detrás de él se esconde un hombre muy guapo y poderoso —se mordió los labios—. ¿Te dije ya que tanto mi hermana gemela y yo tenemos un gusto por Superman?

Maximiliano sonrió llevando su dorso a sus labios.

—Gracias mi querida Lois —sonrió él siguiéndole el juego—. Y no, no me habías dicho eso pero si sigues así te advierto que te volverás mi kryptonita.

Aurora entendió que se refería a la debilidad, ¿sería posible?

—¿Te han dicho que te pareces al señor Reeve? —insistió.

—Muchas veces y yo también lo admiraba —bebió un poco de su soda—. ¿Y qué me dices de tus hermanas? Ya que las mencionas me gustaría saber más de ellas aunque debo confesar que me asusta conocer a esa gemela tuya.

Y vaya que si podía asustarse y más por su manera de ser, Ariadna no se iba a andar por las ramas para intentar seducirlo y más sabiendo que bien podía ser una réplica del hombre de acero, así que en ese momento que cenaban y al sonido de “Kiss from a Rose” de Seal se abrió más a él contándole sobre sus hermanas y a qué se dedicaban. También le contó cómo fue que ella se convirtió en la cabeza de la agencia y los momentos duros que como hermanas habían pasado, con todo eso Maximiliano admiró más a la chica y la sintió aún más dentro de él. Cuando terminaron de comer luego de levantar todo, él le mostró lo que había en el refrigerador, la chica se saboreó pero como estaban llenos esperarían un poco más para degustar la tarta por lo que Maximiliano la llevó de nuevo a la habitación, aún no tenía suficiente y quería más de ella, el postre podía esperar. Eran pocos minutos más de las nueve.

Se lavaron los dientes juntos y luego él corriendo una cortina le mostró la tina, Aurora se quedó estática mirándola, no sólo por el mármol sino por lo que había en ella; rodeada de velas aromáticas, frascos con algunas sustancias tanto líquidas como en polvo y cristales, pequeñas plantas de bambú en tiernas bases de cristal y porcelana y toallas enrolladas, sumado a que el agua tenía pétalos de rosas la había dejado sin habla. Maximiliano al notarla conectó un utensilio cilíndrico que después metió al agua, iba a calentarla un poco, luego ayudándose de un encendedor prendió las velas una por una y el aroma frutal no se hizo esperar inundando el espacio. Bajó la intensidad de la lámpara del techo hasta dejarla en una luz tenue, propiciando así un ambiente que despertaría todos los sentidos.

—¿Te gusta? —le preguntó él.

—Max… esto es… perfecto pero ya debo irme. —Aurora buscaba una excusa que le permitiera luchar contra sus deseos.

Sabía que metiéndose a esa tina iban a terminar teniendo sexo otra vez y ella evitaba que la fiera que había en ella de verdad se descontrolara y le hiciera perder totalmente la cabeza.

—Prometo escoltarte hasta tu casa si temes salir más tarde pero prometí quitarte parte de ese estrés al menos, déjame hacerlo, creo que ya no tienes nada que temer. Además te recuerdo que nos falta el postre y te adelanto que es una delicia irresistible —sonrió él besándole la mano.

Aurora suspiró, total, qué más daba un momento de relajación, asintió. Él feliz sacó otro albornoz de uno de los cajones que colgó en el perchero cerca y luego de tocar el agua ya tibia, desconectó el cilindro y luego lo sacó. Aurora se ayudó de su pinza para hacerse un moño alto y evitar que el cabello se le mojara, volvió a exhalar con calor.

—Yo me sentaré aquí —dijo él mostrándole la cabecera de la tina—. Y quiero que te recuestes y pongas la cabeza en esta toalla —la palpó.

—Está bien —ella asintió.

Él se paró frente a la chica y para darle más confianza sujetó su cara y le dio un suave beso en los labios, ella decidida levantó los brazos y él con lentitud y suavidad comenzó a levantarle la camisa y a desnudarla, al mismo tiempo que tocaba su piel con las palmas abiertas. Aurora se estremeció, total, hacía unos minutos ya había perdido el pudor así que al diablo con lo demás.

Maximiliano abrió la boca cuando miró su cuerpo desnudo nuevamente y ella, sintió un calor electrizante recorrerla toda. Mostrándose profesional se colocó detrás de ella para hacerla sentir cómoda sin pensar en nada más, la sujetó de la mano y le ayudó a meterse a la tina, ella se apoyó de los bordes e inclinándose logró sentarse, el agua estaba deliciosa. Maximiliano se sentó a la cabecera fuera de la tina como lo había dicho y ayudándole a reclinar la cabeza a ella, se acercó para besarle la nariz.

—Relájate —le susurró él haciéndole suaves círculos en los sentidos con los pulgares. Ella asintió mordiéndose los labios y cerrando los ojos.

Maximiliano sujetó uno de los pequeños frascos que tenía aceite de vainilla y coco y frotándose las manos, las llevó luego a los hombros de ella. Al entrar al contacto con el calor de sus pieles la hizo gemir a ella, definitivamente las manos de ese hombre eran divinas y ella comenzaba a adorarlas.

—¿Te han dicho que eres perfecto? —inquirió ella.

—No —sonrió.

—Pues lo eres —volvió a gemir.

—No soy perfecto, también tengo defectos —el semblante de él cambió y agradeció que ella no se diera cuenta.

—¿Lo dices por usar lentes? —ella abrió los ojos y lo detuvo sujetándole una mano, pudo intuir su tono de voz que había cambiado, no era necesario que lo mirara.

—Puede ser —contestó él.

Aurora no pudo evitar con rapidez atar cabos con lo que él le había dicho, tuvo esa pelea comenzando la universidad por lo que entonces tuvo que haber sido en Iowa y si dijo que siguió sus estudios en California, fue por ese mismo problema que se mudó de su ciudad natal. ¿Qué tan serio fue? Él había dicho que al graduarse estuvo unos meses en Iowa y que incluso al morir su padre tenía claro no asentarse otra vez allí. ¿Por qué? ¿Por qué había sido esa pelea? ¿Sería por una mujer? Era lo más lógico, él dijo que había tomado una decisión, ¿por qué y qué era? La curiosidad comenzó a picarle pero si eran asuntos muy personales era mejor no removerlos, igual ella tenía lo suyo así que con lo poco que sabían el uno del otro podían estar a mano. Ella también cargaba con la cruz de su parroquia y al menos ese momento era mejor disfrutarlo sin pensar en nada más.

—Sigues estando tensa —le hizo saber él al seguir con el masaje—. Creí que el encuentro te hubiera ayudado un poco, pero parece que vas a necesitar de muchas terapias.

—¿Terapias de sexo? —sonrió ella.

—¿Por qué no?

—¿Y supongo que contigo?

—Por supuesto, yo encantado.

Aurora sonrió con ganas, el señor doctor ahora era modesto.

—Me refiero a los masajes —insistió él—. Lo que sea que te está molestando debes desprenderte de eso, ¿conoces las consecuencias del estrés?

—Algunas, no lo creas y eso también me preocupa.

Ambos volvieron a reírse a carcajadas, Aurora flexionó las rodillas y él observó sus piernas y más cuando ella se las acariciaba. El agua no tenía espuma sólo los pétalos de las rosas pero aún así, no podía ver más al fondo el cuerpo de ella.

—Esto que haces es riquísimo Max. —Aurora gimió al sentir como él apretaba un poco sus hombros y acariciaba la base del cuello y nuca.

—Y me alegra que te guste.

—Al igual que tu voz, es tan suave y tan tranquilizante escucharla —suspiró.

—Gracias —se acercó a ella y la besó con suavidad.

—Tendrás que darme lecciones de tu cultura asiática —se frotó los brazos con el agua a la vez que algunos pétalos se quedaban en la base de sus pechos.

—Cuando quieras. —Maximiliano notaba sus movimientos pero él debía concentrarse en los suyos.

—Creo que eso del feng shui debe ser interesante —sujetó uno de los pequeños bambú que ella conocía muy bien—. Como también eso del Tao —se atrevió a decir por fin.

Maximiliano se detuvo al escuchar eso último,

“¿Tao?”

—pensó con desconcierto.

—¿Eso que dicen del ying/yang será cierto? —Siguió ella provocando a la vez que ponía el bambú en su sitio—. Mi hermana gemela insiste en que lejos de ser opuestos más bien se complementan y que también representan el “69” en la sexualidad, bueno eso lo dice ella y su pervertida mente.

Sin querer Maximiliano apretó más los hombros de ella haciéndola brincar.

—Auch —se quejó.

—Perdón —sacudió la cabeza—. Lo siento.

—¿Qué le pasa doctor? —sonrió imaginando su cara.

—Nada, es que… me has dejado pensando con lo del Tao —volvió a masajearla con suavidad.

—¿Por qué? —Elevó una ceja mientras seguía jugando con el agua, ella quería que le hablara del libro—. Supongo que sabes lo que es, ¿no?

—Sí… son sólo… todo lo que has mencionado es parte de la filosofía oriental, todos están ligados y sí, lo del ying yang... son energías opuestas pero que existen para complementar al otro en equilibrio.

—Y supongo que toda esa filosofía también aplica a la vida sexual de los individuos, ¿no? —Aurora sabía que lo estaba provocando.

—Aurora… —Maximiliano siguió en su masaje pero ya no podía controlarse.

—Dime —ella son osadía sujetó ambas manos del hombre y las llevó a sus pechos. Maximiliano tragó con asombro.

No dijo nada sólo exhaló y los apretó con suavidad, se inclinó más a ella mirándose de esa manera al revés.

—¿Qué haces? —preguntó él con una coqueta sonrisa.

—Nada, sólo quiero que me instruyas en tu arte oriental —sonrió ella también fingiéndose inocente.

—¿De verdad? —se saboreó masajeando sus pechos en el agua.

Ella asintió.

La besó con suavidad de esa manera, la nariz de Aurora tocaba la barbilla de él y la de él, la de ella. Al mismo tiempo que bajaba una mano por su estómago, vientre y más abajo todavía. Aurora sabiendo lo que iba a hacer le facilitó las cosas, abrió las piernas y dejó que la tocara. Maximiliano se hizo paso por su sexo, volvió a acariciar el clítoris y los labios íntimos, aprovechó la libertad para asearla bien y ella ante las caricias gimió.

—Más… —le pidió ella. Él estaba muy dispuesto a complacerla.

Volviendo a besarla bajó más la mano hasta hundir sus dedos en su interior, ella se retorció debajo de él otra vez, el placer dentro del agua comenzaba a descontrolar a la chica. Las caricias en su seno, el beso en esa posición y la penetración del hombre ya amenazaba con darle otro orgasmo, el tercero de la noche.

—Max entra al agua —le suplicó ella—. Por favor entra.

La necesidad era urgente y él obedeció, se quitó la calzoneta y entró colocándose detrás de ella, afortunadamente la tina no estaba llena así que no había agua que derramar. Aurora se dio vuelta para quedar frente a él y al tocarlo, supo que su miembro estaba listo para encontrarla. Lo masajeó un momento mientras volvía a besarlo, lo estimuló bajo el agua y escuchando los gemidos del hombre supo que lo disfrutaba. Se acomodó entre su pelvis y sin perder más tiempo se hundió en él, era piel con piel, no había consciencia ni razonamiento para pensar en otras cosas que no fuera ese placer de sentirse plenos. Cada uno confiaba en la salud del otro, así que dando rienda suelta al deseo se entregaron ahí, en ese momento que era sólo de ellos. Se besaban mientras ella lo montaba, Aurora se movía con fuerza sobre él, Maximiliano se deleitó en lamer y succionar sus pechos a su antojo mientras ella llevaba las riendas del encuentro.

—Aurora… —él quiso hablar pero no podía.

—No digas nada sólo dame más.

Él apretó sus glúteos otra vez impulsándola.

—Eres deliciosa pero… —él sentía que no podía razonar.

—¿Temes hacerlo dentro de mí? —adivinó sus pensamientos.

—¿Tú no?

Ella negó, con eso fue suficiente para darle a él toda la confianza y seguridad. La sujetó de la nuca para besarla instándola a impulsarse con más fuerza, no le importaba dejar el pene allí, si era con ella valía la pena darle todo lo que él era.

—Max… —el orgasmo salía al encuentro de ella con cada movimiento.

—Siéntelo preciosa, que me voy contigo también —le contestó agitado.

Aurora no pudo más y lo hizo, se dejó ir, sintió caer en un abismo de placer orgásmico que la envolvió completa. Maximiliano saltó con ella y expulsando su esperma sintió el alivio también.

Agitados se tranquilizaron, se abrazaron, se besaron y se quedaron en la tina un momento más.

*****

 

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