Aurora

Aurora


10. Un nuevo hermano, un amor perdido

Página 14 de 27

Ahora comprendía por qué siempre nos habíamos marchado tan rápidamente en mitad de la noche y por qué nos mudábamos tan a menudo. Padre se debía asustar o debía pensar que alguien les había reconocido a Madre y a él. Ahora sabía por qué no podíamos ir demasiado hacia el Sur en esos tiempos y por qué nunca volvimos a ver a sus familias. Todo el tiempo éramos fugitivos y no lo sabíamos. Pero, ¿por qué me habían raptado? No podía soportar no saberlo todo.

Se me ocurrió una idea. Abrí el cajón superior de mi mesa de noche y encontré un poco del papel del hotel y empecé a escribir una carta que tuve la esperanza de que encontrara su camino.

Querido Padre:

Como ya debes saber, he vuelto con mi auténtica familia y mi verdadero hogar, los Cutler. No sé qué habrá ocurrido con Fern y con Jimmy, pero la Policía me dijo que irían a vivir con familias adoptivas, probablemente dos familias diferentes. De manera que ahora estamos todos separados, todos solos.

Cuando la Policía vino a buscarme y te acusaron de haberme raptado, se me hundió el corazón porque no hiciste nada para defenderte y en la Comisaría lo único que me dijiste era que lo sentías. Bien, sentirlo no es suficiente para sobreponerse a la pena y al sufrimiento que has causado.

No comprendo por qué Madre y tú me robasteis a los Cutler. No podía ser porque Madre no podía tener más hijos. Tuvo a Fern. ¿Qué os obligó a hacerlo?

Sé que la razón no parece tener ya importancia, ya que todo ha terminado pero no puedo soportar vivir con este misterio y este dolor, un dolor que estoy segura que Jimmy siente igualmente en dondequiera que esté. ¿Por favor, podrías tratar de explicarme por qué Madre y tú hicisteis lo que hicisteis?

Tenemos derecho a saberlo. Guardar un secreto no puede representar nada para ti ahora que estás encerrado en la cárcel y Madre se ha ido.

¡Pero a nosotros nos importa! Por favor, contéstame.

DAWN

Doblé la carta cuidadosamente y la metí en un sobre del «Cutler Cove». Entonces, dejé mi habitación y me fui a buscar a la única persona que esperaba que podría hacerle llegar esta carta a Padre: mi verdadero padre.

Llamé a la puerta del despacho de mi padre y la abrí cuando oí que contestaba. Estaba sentado detrás de su mesa, con un montón de papeles delante suyo y una grapadora. Dudé en el umbral.

—¿Sí? —Por la mirada de soslayo que me dirigió, pensé por un momento que había olvidado quién era.

—Debo hablarte, por favor —dije.

—Oh, no tengo mucho tiempo en este momento. Me he atrasado con el papeleo, como puedes ver. La abuela Cutler se disgusta mucho cuando las cosas no son hechas en su momento.

—No tomará mucho tiempo —supliqué.

—Está bien, está bien. Pasa. Siéntate. —Levantó la pila de papeles y los movió hacia un lado—. ¿Has visto ya a Philip y a Clara Sue?

—Sí —contesté. Me senté en la silla frente a la mesa.

—Bien, me imagino que será toda una experiencia para los tres el conoceros como hermanos, aunque ya os conocierais como compañeros de colegio, ¿eh? —preguntó moviendo la cabeza.

—Lo será.

—Bien —dijo irguiéndose en su asiento—. Lamento no tener más tiempo para pasar contigo ahora… —Hizo un gesto señalando su despacho como si todas sus responsabilidades y su trabajo colgaran de las paredes—. Hasta que las cosas se encaminan, siempre hay mucho que hacer.

»No obstante —dijo—, he estado planeando una noche de diversión para todos. Estoy sólo esperando que Laura Sue escoja la noche. Entonces tu madre y yo, y Philip y Clara Sue y tú, nos iremos a uno de los mejores restaurantes de mariscos de Virginia. ¿Te parece bien la idea?

—Sí —respondí.

—Bien —dijo riendo suavemente—. No pareces muy excitada sobre ello.

—No lo puedo evitar. Sé que con el tiempo se supone que me acostumbraré a mi nueva vida, mi verdadera familia, y olvidaré todo lo que ha pasado… —miré hacia abajo.

—Oh, no —repuso—. Nadie espera que olvides completamente el pasado. Yo lo comprendo. Te llevará tiempo —dijo sentándose hacia delante y acariciando el anillo con un rubí que llevaba en el dedo pequeño mientras hablaba.

—Y ¿qué puedo hacer por ti? —preguntó. Su comprensivo tono de voz me dio ánimos.

—No puedo comprender por qué lo hicieron. No puedo.

—¿Hicieron? Ah, quieres decir los Longchamp. No, por supuesto —respondió asintiendo—. Es bastante difícil para un adulto comprender este tipo de cosas así que es más difícil para una persona joven.

—Así que escribí una carta —añadí rápidamente y saqué el sobre.

—¿Una carta? —Sus ojos se agrandaron y las cejas se le levantaron—. ¿A quién?

—A mi padre… quiero decir, al hombre que siempre pensé que era mi padre.

—Ya veo. —Se apoyó en el respaldo de su asiento, pensativo, estrechándosele los ojos y tomando un poco del color metálico que tan a menudo veía en mi abuela.

—Quiero que me diga por qué Madre y él lo hicieron. Tengo que saberlo —dije con determinación.

—Ajá. Bien, Dawn. —Sonrió y bajó la voz a un murmullo alto—. No le digas a mi madre que sigo llamándote así —dijo mitad en broma, mitad en serio, pensé. Su sonrisa desapareció y su mirada se tornó severa—. Esperaba que no tratarías de mantener el contacto con Ormand Longchamp. Sólo dificultará las cosas para todos, incluso para él.

Miré al sobre que tenía en las manos y asentí. Las lágrimas me nublaban la visión. Me froté los ojos como lo haría un niño, sintiéndome como tal en un mundo loco de adultos. Empecé a sentir el corazón como si un puño de piedra me hubiera golpeado en el pecho.

—No puedo empezar una nueva vida sin saber por qué lo hicieron —dije. Miré hacia arriba con severidad—. No puedo.

Me contempló silenciosamente por un momento.

—Ya veo —dijo asintiendo.

—Tenía la esperanza de que te enteraras de a dónde lo mandaron y le enviarás esta carta.

Mi sugerencia le sorprendió. Levantó las cejas y miró rápidamente hacia la puerta como si temiera que alguien pudiera estar escuchando por la cerradura. Entonces se llevó su índice y pulgar de la mano izquierda al anillo de su dedo meñique y empezó a girarlo y girarlo mientras movía la cabeza y meditaba.

—No sé —murmuró—. No sé si eso traería complicaciones con las autoridades —dijo.

—Es muy importante para mí.

—De todos modos, ¿cómo sabes que te dirá la verdad? —preguntó rápidamente—. Te mintió, te contó historias horribles. No quisiera ser el que te endureciera el corazón en contra suya —añadió— pero lo que es verdad es verdad.

—Sólo quiero intentarlo —supliqué—. Si no me contesta o si no me lo explica, dejaré el asunto para siempre. Lo prometo.

—Ya veo. —Repentinamente levantó el montón de papeles y lo colocó delante suyo otra vez, prácticamente desapareciendo de mi vista—. Bien, no sé —murmuró—. No sé. Tengo todo este trabajo… La abuela Cutler quiere que todo funcione como una seda —repitió. Empezó a grapar papeles. Me pareció que ni siquiera miraba lo que estaba uniendo—. No debemos eludir el hacer las cosas, haciéndolas a tontas y a locas. Hay responsabilidades, obligaciones… una preparación —sermoneó.

—No sé a quién pedírselo, quién lo puede hacer por mí —dije con la voz en tono de súplica—. ¡Por favor! —gemí vehementemente.

Se detuvo y me miró.

—Bien… de acuerdo —dijo asintiendo—. Veré lo que puedo hacer.

—Gracias —agradecí entregándole el sobre. Lo cogió y lo miró. Yo ya lo había cerrado. Lo puso en el cajón superior de su mesa rápidamente. Tan pronto como desapareció, le cambió la cara. La expresión preocupada se desvaneció y sonrió.

—Bien —dijo—. Quería hablarte sobre tus trajes. Laura Sue y yo hablamos anoche sobre ello. Hay una serie de cosas que Clara Sue ya no usa que quizá te sirvan. Mrs. Boston te las llevará a tu habitación más tarde en el día de hoy y podrás ver lo que te sirve o no.

—Ya lo ha hecho —repuse.

—Oh, bien, bien. Laura Sue te quiere llevar de tiendas mañana o así, para comprarte cualquier otra cosa que necesites. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti?

Negué con la cabeza.

—Gracias —dije y me levanté.

—Es una bendición, un milagro que nos hayas sido devuelta —me dijo. Entonces se levantó de su silla y dio la vuelta a su mesa para acompañarme hasta la puerta—. Oh, Philip me dijo que tocas muy bien el piano.

—Apenas estoy empezando. No lo toco tan bien.

—A pesar de ello, sería muy agradable si subieras y tocaras algo para Laura Sue y para mí en el piano.

Me estaba preparando a contestar cuando volvió a mirar hacia su mesa.

—Lo siento. Estoy tan ocupado. Pronto pasaré mucho tiempo contigo.

¿Ocupado con qué?, me pregunté, ¿grapando papeles? ¿Por qué no tenía una secretaria que se lo hiciera?

—Todo irá bien. Sólo dale tiempo —me aconsejó y abrió la puerta.

—Gracias —dije.

Y entonces se inclinó y me besó en la mejilla. Fue un roce breve, tentativo. También me apretó la mano en la suya y entonces cerró la puerta rápidamente entre nosotros, como si tuviera miedo de que alguien hubiera visto que me había besado y que había estado hablando conmigo.

Su extraña forma de ser, la inesperada aspereza de mi abuela, las raras enfermedades de mi madre, todo me dejaba aturdida, flotando en la desesperanza. ¿Cómo iba yo a nadar en este nuevo océano de remolinos y confusión?

¿Y quién sería mi balsa y me mantendría a flote ahora?

Ir a la siguiente página

Report Page