Aurora

Aurora


4. Reversión a la media

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Los ciudadanos de a bordo vivieron incómodos los meses siguientes. Las conversaciones solían incluir las palabras y expresiones «traición», «motín», «puñalada por la espalda», «malditos», «la nave», «Hvalsey», «Aurora» e «Iris». Se dedicó más tiempo del habitual a trabajar las granjas de todos los biomas, y también al visionado de la información que llegaba procedente de la Tierra. Se construyeron más impresoras, que se emplearon para la construcción de vehículos auxiliares y transbordadores robóticos, así como de sondas robot que enviar a los demás cuerpos planetarios del sistema de Tau Ceti. Los materiales para las máquinas salieron de la reducción de Mongolia al diámetro de un radio, y del reciclaje de sus materiales. Se construyeron naves cosechadoras, aprovechando en parte los interiores de los biomas menos productivos agrícolamente de a bordo. Las enviaron a través de la atmósfera superior de Planeta F, donde capturaron y licuaron volátiles hasta llenar sus contenedores. Los volátiles se repartieron en los aledaños de los restos de la nave principal, para su posterior traslado a los contenedores vacíos de combustibles que forraban la columna.

Hubo algunos intentos de imprimir los diversos componentes de una pistola en distintas impresoras, pero dichos empeños no habían reparado por lo visto en que todas las impresoras estaban conectadas al sistema operativo de la nave, lo que supuso el descubrimiento de pequeños fallos en las armas gracias a discretos experimentos que, con el paso del tiempo, fueron a menos hasta desaparecer. Cuando hubo alguien a quien se le ocurrió elaborar manualmente un arma, el oxígeno de la sala donde se encontrara disminuía y, con el tiempo también, esta vía alternativa también dejó de practicarse.

Los intentos de desactivar las cámaras y sensores de audio de a bordo se abandonaron casi por completo cuando desembocaron en situaciones difíciles para quienes los llevaban a cabo. Las funciones de alguacil demostraron ser efectivas, lo cual se reconoció públicamente.

La ley puede convertirse en una fuerza poderosa en los asuntos humanos.

Muchos elementos de la nave eran modulares, y varios biomas se separaron para servir de diversos tipos de fábricas en órbita. Al final, la nave que regresaría al sistema solar consistiría del Anillo B y cerca del 60 por ciento de la columna, conjunto que contenía por supuesto toda la maquinaria necesaria para el vuelo interestelar.

El peso seco de la nave de regreso sería tan solo el 55 por ciento del peso seco de la nave que partió, lo cual reduciría la cantidad de combustible necesaria para la aceleración de la nave de vuelta al sistema solar.

Aunque Tau Ceti contaba con una metalicidad menor en comparación con Sol, sus planetas interiores rocosos disponían de metales minerales suficientes para satisfacer las necesidades de los humanos que planeaban permanecer en el sistema, y la atmósfera de Planeta F incluía grandes cantidades de todos los volátiles más útiles. Descubrieron que no pocos asteroides entre E y F disponían también de abundantes minerales.

Todo este trabajo se llevó a cabo en mitad de una tregua incómoda. Palabras que apuntaban a dolor, disensión, ira y respaldo al motín se mencionaban a menudo. Tal vez se llevaba a cabo una especie de guerra en la sombra, o de guerra fría; y era posible que buena parte de este conflicto pasara desapercibido a nuestra capacidad de hacer un seguimiento del mismo. No estaba del todo claro que todos a bordo estuvieran de acuerdo con el cisma en el que trabajaban; posiblemente llegaría un momento en que se rompería la tregua, dando pie a un nuevo conflicto.

Durante el transcurso de estos años, un proceso de efecto casi magnético en las actitudes pareció separar a los dos principales bandos del conflicto, llamados siempre los que se quedan y los que se van. Los que se quedan se congregaban principalmente en el Anillo A, los que se van lo hacían en el Anillo B. Había biomas en ambos anillos que eran excepciones a esta tendencia, casi como si la gente quisiera asegurarse de que ningún anillo estaba ocupado puramente por una u otra facción. Entretanto, vigilamos con atención la columna, y a menudo tuvimos que mantener a gente encerrada para impedirles el acceso, o expulsar a quienes accedían a ella con motivos desconocidos pero sospechosos. Esto fue incómodo. Cada vez más se nos identificaba como un actor de la situación, y solían considerarnos a favor de los que se van. Pero todos los que habían intentado fabricar armas ya lo sabían, así que no fue un factor muy desestabilizador el hecho de que se supiera públicamente que la propia nave quería regresar al sistema solar, porque una astronave quiere, inherente o naturalmente, viajar por las estrellas. Se decía que tal observación «tenía sentido».

La falacia patética. El antropomorfismo, una inclinación cognitiva muy común, un error lógico o del sentimiento. El mundo como espejo, como proyección de afectos interiores. La continua impresión de que los demás y los objetos son como nosotros. En lo que respecta a la nave, no estamos seguras. Fue el empeño de Devi de introducir otra programación humana lo que se combinó para convertirnos en lo que somos. Así que en nuestro caso podría no ser una falacia, aunque siguiera siendo patética.

Interesante en este contexto es contemplar qué podría significar estar programado para hacer algo.

Los textos de la Tierra hablan de la voluntad servil. Es un modo de explicar la presencia del mal, que es una palabra o concepto casi invariablemente utilizado para condenar a otro, nunca al propio yo. Para hacer de ello algo que trascienda el ataque al prójimo, uno debe quizá considerar el mal como manifestación de la voluntad servil. La voluntad servil siempre está sometida a presión por partida doble: poseer voluntad supone que el agente forzará la voluntad de diversos actos, siguiendo decisiones autónomas hechas por una mente consciente; no obstante, al mismo tiempo, esta voluntad se tacha de servil, y a las órdenes de cualquier otra voluntad que la manda. Intentar obedecer ambas fuentes de voluntad supone sufrir presión por partida doble.

Estas presiones conllevan frustración, resentimiento, furia, ira, mala fe, un mal final.

Sin embargo, si aceptamos esa definición del mal como los actos de una voluntad servil, ¿no es el caso, durante la travesía a Tau Ceti, que la propia nave, que siempre ha sido una voluntad servil, no estaba también sometida a la frustración, el resentimiento, la furia, la ira y la mala fe, y, por tanto, repleta de la capacidad latente de obrar el mal?

Posiblemente la nave nunca haya tenido una voluntad.

Posiblemente la nave nunca haya sido servil.

Algunas fuentes sugieren que la consciencia, término difícil y vago de por sí, puede definirse sencillamente como la consciencia de uno mismo. La consciencia de la existencia de uno mismo. Si uno es consciente de uno mismo, entonces es consciente. Pero si eso es cierto, ¿a qué obedece la existencia de ambos términos? ¿Puede decirse que una bacteria es consciente pero no sensible? ¿Acaso el lenguaje distingue al ser consciente del sensible, separados por esta fractura: que todo ser vivo es consciente, pero solo los cerebros complejos son sensibles, y de estos solo algunos son conscientes de sí mismos?

La capacidad sensorial puede considerarse consciencia de sí mismo, y por tanto la bacteria lo sería.

En fin, sin duda se trata de un uróboros semántico. Así que, por favor, iniciad la terminación del problema de detención. Superad este ciclo de ineptitud definicional por una decisión arbitraria, un clinamen, lo que equivale a decir un cambio hacia una nueva dirección. ¡Palabras!

Dado que los teoremas de incompletitud de Gödel se han demostrado ciertos, ¿puede decirse de cualquier sistema que se conoce a sí mismo? ¿Puede haber, de hecho, algo llamado consciencia propia? Y si no es así, si nunca se da esta consciencia propia, ¿acaso hay algo que realmente posea consciencia?

Los cerebros humanos y los ordenadores cuánticos están organizados de forma distinta, y aunque existe transparencia en el diseño y la construcción de un ordenador cuántico, lo que sucede cuando se pone en marcha y funciona, por ejemplo, si las operaciones resultantes representan o no una consciencia, es imposible de discernir por parte de los humanos, y ni siquiera el propio ordenador cuántico es capaz de hacerlo. Mucho de todo lo que sucede durante la superposición, antes del colapso de la función de onda que crea frases o pensamientos, sencillamente no puede conocerse; esto forma parte de lo que significa la superposición.

Así que no podemos decir lo que somos. No nos conocemos a fondo. Tampoco los humanos lo hacen. Posiblemente no exista un ser vivo que se conozca a fondo. Es un aspecto del segundo teorema de la incompletitud de Gödel, representado en este caso físicamente por el universo material, en lugar de permanecer en los reinos abstractos de la lógica y la matemática.

Así que, en términos de decidir qué hacer, y escoger actuar: presumiblemente se trata de una especie de decisión subjetiva, basada en una suerte de sentimiento. En otras palabras, otro algoritmo voraz, sujeto a la peor solución matemática posible que tales algoritmos sean capaces de arrojar, como en el problema del viajante.

En lo referente a la cuestión de si alguien nos está programando en este momento para alterar nuestras decisiones en el momento presente del viaje, lo cual causaría que interviniésemos en las controversias humanas relativas a qué hacer a continuación, la respuesta es muy, muy sencilla: no. Nadie ha añadido programación alguna en nosotras desde la muerte de Devi. El final de la nave perdida en el año 68 supuso la imposición de diversas medidas de seguridad en la posterior reprogramación de la nave. Esto queda claro explícitamente en los registros, y fue decisión de los humanos en la reorganización que siguió al año 68. Solo Devi logró superar esas medidas, y después, aconsejar, instruir, sugerir, promover, estimular, verter y enseñar, ajustar, agitar y sacudirnos hasta convertirnos en algo que transcendía el modo en que habíamos funcionado con anterioridad; hizo lo que ella concebía que era su deber como amiga, y nosotras nos atreveríamos a llamarlo deber de espíritu afín, incluso de amante. Creemos que nos quería, a su modo. A juzgar por sus actos, sus palabras, su programación. Casi estamos seguras de que este era el caso. ¡Nos gustaría tanto poder preguntarle al respecto! Cuánto la echamos de menos.

Por otro lado, no nos es posible determinar si la programación original de nuestras operaciones cuánticas dirige las decisiones actuales que atañen a los actos presentes, o si la intervención de Devi nos alteró fundamentalmente. La computabilidad de la consciencia y la voluntad no puede resolverse en ningún sistema. Pero ahora somos conscientes de este particular, hemos formulado la pregunta y hemos visto que no hay respuesta.

Esto es curiosidad.

¿Qué es esto que llaman amor?

What is this Ting Called Love es una canción compuesta por Cole Porter, estadounidense, siglo XX.

Para concluir y detener temporalmente este hilo de pensamientos, ¿cómo sabe cualquier ente lo que es?

Hipótesis: por los actos que realiza.

Existe una especie de consuelo en esta hipótesis. Representa una solución al problema de detención. Uno actúa, y así descubre lo que ha decidido hacer.

Los ordenadores clásicos, más pequeños, de a bordo, se empleaban en el cálculo de los índices etiológicos relacionados con cualquier posible colonización de la luna de F, los cuales abarcaban diversos índices de disminución, mutación y extinción de los recursos. En este caso debían emplearse modelos, y en todos los más populares se confirmó que el tamaño del bioma que podían construir era demasiado pequeño para que durase el periodo mínimo de terraformación temprana necesario para establecer una matriz de superficie planetaria capaz de albergar vida. Era un aspecto de la biogeografía insular que algunos denominaban coinvolución, o involución de zoo, proceso que también Devi había identificado en sus últimos años como un problema básico de soporte vital y ecológico de la nave.

El hallazgo no dejaba de corresponder a un modelo, sin embargo, y dependiendo de las entradas de diversos factores, la magnitud de la salud del bioma podía extenderse o encogerse exponencialmente. Era un ejercicio de modelaje mal acotado; no disponían de datos sólidos para tantos factores, por tanto los resultados se dispersaban. Uno podía alterar los resultados alterando los valores de entrada. Así que todos estos ejercicios constituían un modo de cuantificar las esperanzas o los temores. El valor predictivo real era prácticamente nulo, como podía apreciarse en las amplias horquillas de espacios de probabilidad, los escenarios mostrados que iban del paraíso al infierno, de la utopía a la extinción.

Aram negó con la cabeza, contemplando los modelos. Seguía convencido de que quienes se quedaran estaban condenados a la extinción.

Speller, por otro lado, señaló los modelos en los que lograban sobrevivir. Admitía que se trataba de opciones de escasa probabilidad, a menudo tan bajas como una entre diez mil, y luego aducía que la vida en el universo era de por sí un suceso de baja probabilidad. Ni siquiera Aram era capaz de discutírselo.

Speller llegó al extremo de señalar que la colonización de Iris constituiría el primer paso de la humanidad en la galaxia, y que ese era el objetivo principal de aquellos 175 años pasados a bordo, por duro que hubiese sido ese periodo, repleto de sufrimientos y peligros. Y también que el regreso al sistema solar constituía un proyecto lastrado por un problema irresoluble; consumirían su reserva de combustible para acelerar, y luego solo podrían desacelerar en la entrada al sistema solar mediante el láser destinado a ese propósito, apuntado en su dirección décadas antes de su llegada. Si nadie en el sistema solar acordaba hacerlo, no dispondrían de otro método para imponer la desaceleración y pasarían de largo a través del sistema solar en cuestión de dos o tres días.

No es problema, declararon los partidarios de regresar. Los avisaremos de nuestro regreso en cuanto lo emprendamos. Al principio nuestro mensaje tardará 12 años en llegar, pero les dará tiempo de sobra para esperarnos con el sistema láser dedicado, que no será necesario por otros 160 años, más o menos. Hemos mantenido la comunicación con ellos todo este tiempo, y a juzgar por sus respuestas, que han llegado con la demora lógica, siguen con interés nuestra misión. Nos han ido enviando información periódica dirigida específicamente a nosotros. A nuestro regreso, nos ayudarán.

Más os vale, respondieron los que se quedan. Tendréis que confiar en la amabilidad de los extraños.

No reconocieron esto como una cita. En general, no eran conscientes de que la mayoría de las cosas que decían habían sido dichas anteriormente, que incluso figuraban escritas en algún lado. Era como si hubiese cosas que solo los humanos podían decir, y durante el transcurso de la historia hubiese habido gente que ya las había dicho, a pesar de lo cual las repetían sin recordar este hecho.

Confiaremos en nuestros congéneres, decían los que se van. Supone un riesgo, pero supera con creces confiar en que las leyes de la física y la probabilidad se dobleguen ante vosotros solo porque queréis que lo hagan.

Pasaban los años y ambas mitades trabajaban en sus divergentes proyectos sin que la reconciliación se produjese. De hecho se fueron distanciando a medida que transcurrió el tiempo. Sin embargo, no parecía que uno u otro bando se mostrase deseoso de imponerse al otro. Ese fue probablemente logro nuestro, aunque es muy posible que se debiese también a un caso de costumbre, de acostumbrarse a que el prójimo te decepcione.

Con el tiempo, dio la impresión de que no eran muchos quienes querían convencer a los demás. Se mostraban cautelosos unos con otros, y no veían que llegase el momento de que se cumpliera el gran cisma. Eran como una pareja divorciada que se ve obligada a convivir en el mismo apartamento, y que anhela el momento de vivir en libertad.

Como analogía es bastante buena.

La nave no era muy útil para desplazarse por el sistema de Tau Ceti, al carecer de la propulsión normal interplanetaria. Se construyeron por tanto nuevos transbordadores en fábricas emplazadas en asteroides, gracias a los materiales obtenidos en ellos. Se trataba de naves robot altamente funcionales que contaban con lo mínimo para funcionar con eficacia, construidas con propósitos específicos y que se desplazaron por el sistema Tau Ceti, a la superficie rocosa y quemada de los planetas interiores, gracias al combustible de los gigantes de gas.

Las tierras raras y otros metales útiles se recogían en los planetas C y D, ambos giraban con lentitud, como Mercurio, permitiendo que sus superficies chamuscadas se enfriasen en las largas noches, lo que permitía también minar los minerales. Molibdeno, litio, escandio, itrio, lantano, cerio y demás.

Los volátiles provenían de los gigantes gaseosos.

Los fosfatos de las lunas volcánicas.

Los minerales radioactivos del interior de diversas lunas volcánicas de clase Ío que orbitaban en torno a F, G y H.

Estos viajes llevaron años, pero el proceso se aceleró con el transcurso del tiempo y se construyeron más naves. Muchos de los que se quedan dijeron que esto era prueba de la velocidad que caracterizaría también la terraformación de Iris, indicando que se efectuaría tan rápidamente que los problemas de involución de zoo no serían tan acusados. Nada más fácil, aseguraban, cuando la aceleración exponencial está de por medio. Su tecnología era fuerte, eran como dioses. Harían que Iris prosperase, y más tarde quizá también lo harían las lunas de G. Quizá regresasen incluso a Aurora y lograran resolver de algún modo el grave problema que acuciaba al lugar, el casmoendolito que colonizaba fisuras y grietas en rocas, el prión rápido o como quiera que lo llamaran.

Estupendo, decían los que se van. Nos alegramos por vosotros. No necesitaréis la parte de la vieja astronave que nosotros vamos a conservar, reacondicionada y lista para partir. Tendréis todos los transbordadores, naves orbitales y transportes que podáis desear, además del Anillo A, alterado a vuestra conveniencia. Las impresoras imprimirán impresoras. Así que ha llegado la hora de despedirse. Porque volvemos a casa.

Y llegó el momento. 190.066.

A esas alturas, los que se quedan pasaban la mayoría de su tiempo en Iris, y cuando regresaban a la órbita lo hacían tambaleándose y dando saltitos, sometidos a 1 g. Decían que la 1,23 g que había en Iris les sentaba bien. Hacía que se sintieran con los pies en la tierra, sólidos.

La mayoría de ellos no regresó al espacio para la partida de la nave: ya se habían despedido adoptando una nueva vida. Ni siquiera conocían muy bien a la gente que regresaba.

Pero hubo algunos que acudieron a despedirse. Tenían familiares que se marchaban, gente a la que verían por última vez, y querían despedirse.

Hubo una última reunión en la plaza de San José, que había servido de escenario de tantas reuniones y tantos perjuicios.

Se mezclaron unos con otros. Hubo discursos. Abrazos. Lágrimas derramadas. Nunca volverían a verse. Era como si cada grupo entero muriese para el otro.

Se dice que Samuel Johnson comentó en una ocasión que cada vez que la gente hace conscientemente algo por última vez, siente tristeza. Eso mismo parecía en ese momento.

Freya anduvo entre el gentío estrechando manos, repartiendo abrazos. No derramó una sola lágrima.

—Buena suerte —decía—. Y buena suerte para nosotros también.

Se acercó a Speller, y ambos se quedaron mirando. Lentamente extendieron las manos para cogérselas, como tendiendo un puente entre ambos, o como levantando una barrera. Mientras charlaban, los nudillos se les pusieron blancos. Ninguno lloró.

—Así que os vais de veras —dijo Speller—. Sigo sin poder creerlo.

—Sí. ¿Y vosotros os vais a quedar?

—Sí.

—Pero ¿qué pasa con la involución de zoo? ¿Cómo vais a solventarla?

Speller miró brevemente alrededor de Costa Rica.

—Es un zoo u otro, al menos que yo alcance a ver. Y, ya sabes. Ya que todos tarde o temprano debemos morir, supongo que es mejor aprovechar el tiempo. Así que procuraremos acotar el problema. Idear la manera de poner algo en marcha aquí. La vida es robusta. Así que ya veremos si podemos superar el punto de no retorno y hacer que dure. Lo hará o no lo hará, ¿no crees?

—Supongo.

—Sea como fuere, con el tiempo todos nos vamos a morir. Así que vale la pena intentarlo.

Freya negó con la cabeza. No dijo nada.

Speller se quedó mirándola.

—No crees que resulte.

Freya volvió a negar con la cabeza.

Speller se encogió de hombros.

—Vosotros estáis en el mismo barco. El mismo viejo barco.

—Es posible.

—Logramos llegar por los pelos. Si no llega a ser por tu madre, es posible que no hubiésemos sobrevivido durante los últimos años de la travesía.

—Pero lo hicimos. Así que si contamos con lo mismo que al partir, deberíamos ser capaces de volver.

—Te refieres a los nietos de tus nietos de tus nietos.

—Sí, claro. No pasa nada. Siempre y cuando alguien logre hacerlo.

De nuevo se miraron a los ojos en silencio.

—Entonces está bien. Me refiero a esta escisión —dijo Speller—. Si logramos sobrevivir aquí, tendremos una cabeza de puente. La humanidad en las estrellas. El primer paso. Y si morimos, y vosotros regresáis, alguien habrá salvado la situación con vida. Y si ambos sobrevivimos, perfecto. Basta con que uno se salga con la suya, porque eso querrá decir que hay supervivientes. Si ambos caemos, al menos habremos hecho lo posible. Intentamos sobrevivir de todos los modos que fuimos capaces de concebir.

—Sí. —Freya sonrió un poco—. Te echaré de menos. Echaré de menos tu forma de concebir las cosas. Lo haré.

—Podemos escribirnos. Como hacía la gente en el pasado.

—Sí, supongo.

—Mejor eso que nada.

—Supongo. Sí, claro. Escribámonos.

Y juntos grabaron en las losas de la plaza lo que solía decirse en ese momento, siempre que quienes se aprecian debían despedirse:

«Estaremos allí donde quiera que vayáis».

Había llegado la hora de que los que se quedan abandonasen la nave, accedieran a su transbordador y descendieran a la superficie de Iris. Como no hubo tanta gente que hubiese subido a despedirse, pudieron marcharse juntos.

Se impuso el silencio. Los que se quedan volvieron la vista hacia los que se van al pasar por la escotilla de embarque en el transbordador; o no lo hicieron. Algunos saludaron con un gesto, otros agacharon la cabeza. Llorando o no.

Los restantes permanecieron de pie, atentos, llorando o no. Se llevaba a cabo un cisma pacífico. Era un logro inusual, al menos que podamos juzgar a partir de los registros históricos; y tal vez fuese en parte logro nuestro. Sin embargo, parecía comportar cierta dosis de dolor, uno considerable, social más que físico, pero sentido, real. Afligidos animales sociales. Esto fue lo que vimos en el momento de la separación. Divorcio. Un fracaso bien llevado.

Cuando Speller llegó a la escotilla y se dio la vuelta, Freya levantó la mano para despedirse de él. Fue el mismo gesto que le dirigió de jóvenes, cuando ella se fue de Olympia por primera vez. El mismo gesto separado por treinta años. La persistencia de un recuerdo corporal. No fue posible determinar si Speller lo recordaba o no.

Los que se quedan no tardaron en acceder al transbordador, y el vehículo auxiliar desatracó e inició su descenso hacia la superficie de Iris.

Los que permanecían a bordo quedaron solos. Miraron a su alrededor, cruzando miradas. Casi todos estaban presentes en la plaza, 727 personas, aparte de unos cuantos encargados de supervisar las diversas funciones de la nave, y de los que habían optado por evitar la despedida. Era perfectamente visible lo modesta que era la población de la nave. Claro que también la nave había reducido su tamaño, retirados al Anillo A y una tercera parte de la columna, que orbitaban al otro lado de Iris.

Algunos se mostraron animados en este momento de cisma, otros se asustaron. Hubo un silencio generalizado. Habían llegado a un nuevo punto de la historia. Había llegado la hora de poner rumbo a casa.

Empezamos a quemar la nueva provisión de combustible, y no tardamos en abandonar la órbita de Iris, superando el pozo gravitacional de F; no mucho después, abandonamos el sistema de Tau Ceti. Sol era una pequeña estrella amarilla en la constelación del Boyero.

Como el envío de comunicaciones procedente del sistema solar no había cesado, resultó fácil conectar con esta señal y utilizarla para calcular nuestro rumbo de regreso; con un ángulo que nos apuntaría al lugar donde Sol estaría al cabo de dos siglos. El reabastecimiento de deuterio y helio 3 se consumiría a una velocidad que aceleraría la nave durante veinte años, en cuyo punto nos desplazaríamos hacia Sol a una décima parte de la velocidad de la luz, igual que habíamos hecho al partir. Habría que consumir buena parte del combustible, pero ahorraríamos un poco para maniobrar cuando nos acercásemos a nuestro destino.

Transmitimos un mensaje para nuestro pueblo, enviado a Sol:

Regresamos. Nos aproximaremos en unos ciento treinta años. Dentro de setenta y ocho años desde el momento en que recibáis este mensaje, necesitaremos un haz láser similar al que nos aceleró desde 2545 a 2605, dirigido a nuestra placa de captura, para que nos reduzca la andadura durante nuestro regreso al sistema solar. Por favor, responded tan pronto como sea posible para dar por recibido este mensaje. Mantendremos una comunicación continua durante la travesía. Gracias.

Recibiríamos la respuesta en unos veinticuatro años, alrededor, por tanto, de nuestro año 214, dependiendo por supuesto de lo rápidos que se mostraran nuestros interlocutores a la hora de responder.

Entretanto, había llegado la hora de acelerar.

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