Aurora

Aurora


5. Nostalgia

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NOSTALGIA

*

En la primera noche tras la ignición, todos a excepción de 33 de los 727 pasajeros a bordo de la nave se reunieron en La Pampa, justo a la salida de Plata, y bailaron alrededor de una hoguera. El fuego era una excepción a la regla, una licencia, y principalmente constaba de gases limpios. Risas, tambores y bailes, la luz de las llamas se reflejaba en sus ojos. ¡Habían vuelto a partir! ¡Y de vuelta a la Tierra nada menos! Era como si estuvieran ebrios. De hecho, muchos de ellos lo estaban. Algunos de los serenos comentaron que la hoguera les recordaba a la época de los disturbios. No todo el mundo se mostró aprobador.

En las semanas siguientes hubo diversas muestras de alegría e incluso euforia, mientras la nave aceleraba lejos del sistema de Tau Ceti. El combustible de aceleración se consumiría hasta que la nave se desplazase a su velocidad objetivo interestelar de 0,1 c. Durante estos primeros meses, el total de los 727 miembros de la dotación se reunían a menudo en La Pampa para celebrar fiestas. En estas se desataban de nuevo sus espíritus carnavalescos, a pesar de la ausencia de hogueras. El promedio de tiempo de sueño nocturno disminuyó en 84 minutos. Para cuando la nave hubo rebasado la tercera y densa Nube de Oort de Tau Ceti, 128 de las 204 mujeres en edad de concebir estaban embarazadas. Los doce biomas de su anillo restante eran cuidados con una intensidad rayana en la devoción. La gente hablaba con serena euforia, había en ellos propósito. Regresaban a un hogar que nunca habían visto, pero decían que su nostalgia era a nivel celular, que la llevaban en los genes, lo cual podía incluso ser cierto, trascender incluso lo metafórico.

Freya y Badim regresaron a su apartamento en el Fetch, tras la cornisa situada al final de Long Pond, con Aram instalado en la puerta contigua. No salían a navegar como cuando Freya era niña, pero llevaban una vida tranquila, trabajando en la clínica del Fetch. Algunos de los doctores que había allí se mostraban descontentos por el hecho de que hubiese tantas mujeres que iban a dar a luz al mismo tiempo.

—Es la única situación normal en la que uno o ambos pacientes pueden morir —explicó Badim a Freya.

Ella había superado la edad de concebir, algo que lamentaba a veces. Badim le dijo que ella era el padre y la madre de todos a bordo, que tendría que bastarle con eso. Freya no respondió.

Fuera como fuese, el asunto de la regulación reproductiva saltó de nuevo a la palestra. En ese momento, podían permitirse el lujo de aumentar la población, y posiblemente debían hacerlo con tal de ocupar todos los trabajos necesarios para mantener el funcionamiento de la sociedad durante las décadas y las generaciones venideras. La agricultura, la educación, la medicina, la ecología, la ingeniería, todas estas y más eran ocupaciones cruciales. Nadie a bordo pensaba que pudiesen mantener la población muy por debajo del millar y hacer lo que había que hacer. Pero ¡no tan rápido!, decían los médicos.

Durante ese año de embarazo restablecerían el sistema de gobierno y consejo ejecutivo, al cual Freya fue invitada en calidad de miembro, aunque ella pensó que sería como una especie de figura ceremonial. Tenía cuarenta y seis años.

No tardaron en iniciar intensas labores agrícolas en todos los biomas en cuanto analizaron la situación, para reconstruir la reserva de alimentos. Acordaron que toda la gente joven debía asistir a la escuela a tiempo completo, y los estudiantes recibieron tests de aptitud con un rigor que los adultos a bordo nunca habían afrontado. Un grupo numeroso se encargaba de atender las comunicaciones provenientes de la Tierra, de grabar y estudiar todo lo que estas contenían. Tal vez fuera prematuro, puesto que se producirían cambios significativos, tanto históricos como biofísicos, en los ciento setenta años anteriores a su regreso, y nadie a bordo estaría vivo cuando la nave efectuase la reentrada en el sistema solar, no obstante había un gran interés.

Lo que pudieron averiguar en cuanto a los asuntos del sistema solar generó motivos de preocupación. En el momento en que se había enviado la comunicación, casi doce años antes, en lo que era el año 2733, había un desorden político casi continuo. La transmisión no incluía datos de trasfondo que abarcasen todo el sistema, por tanto había que inferir los hechos a partir de diversos hilos de noticias. Lo que estaba claro era que el nivel del mar en la Tierra superaba en varios metros el que era cuando la nave partió de viaje, y que el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre se situaba en torno a seiscientas partes por millón, significativamente reducido respecto al momento del inicio de la travesía, cuando era de 1000 ppm. Eso apuntaba a esfuerzos para rebajar el nivel de carbono, y que había distribuciones de dióxido de azufre en la región polar septentrional de la Tierra, lo que indicaba a su vez empeños en materia de geoingeniería. Habían recabado varios cientos de nombres correspondientes a naciones terrestres en las noticias, y pese a todo la lista no parecía completa. Había diversas estaciones científicas en Marte, así como en los asteroides; se habían ahuecado miles de asteroides para convertirlos en pequeños terrarios giratorios. También había muchas estaciones e incluso ciudades cubiertas en las grandes lunas jovianas y saturnianas, en todas excepto en Ío, lo que no era sorprendente teniendo en cuenta su nivel de radiación. Había una ciudad móvil en Mercurio que circulaba siempre a poniente para permanecer en el terminador crepuscular. Luna, aunque moteada por estaciones y ciudades cubiertas, y la fuente de muchas de las transmisiones informativas enviadas a la nave, no estaba siendo terraformada. Hubo quien en la nave declaró que se habían hecho pocos avances en el sistema solar durante el tiempo que la nave había permanecido ausente, y nadie tenía una explicación que justificara este efecto de estancamiento en cuanto a los descubrimientos y los esfuerzos, si es que de verdad se trataba de esto. Estaba, por supuesto, la curva estándar en S de la función logística, que trazaba el diagrama de la velocidad de crecimiento vista en tantos y tantos fenómenos físicos; nadie podía decir con seguridad si la historia humana también se conformaba a esta pauta de rendimiento decreciente. En resumen, no podía analizarse la transmisión terrestre y explicar qué estaba pasando allí. Las teorías a bordo eran muy variopintas, pero las transmisiones constituían únicamente en torno a 8,5 gigas de datos a diario, así que no había mucho de lo que inferir. Había un amplio margen para la especulación.

Mientras fuimos haciéndonos más y más conscientes de esta incertidumbre sobre la situación en el sistema solar, nos preguntamos si debíamos detener la aceleración de la nave un poco antes de lo planeado, para ahorrarnos después combustible.

El peso de los recién nacidos de la nueva generación se situó algo por debajo del promedio resultante del viaje de ida, y se registraron también un porcentaje mayor de problemas y defectos de nacimiento. El equipo médico no pudo explicar lo sucedido, y algunos de sus integrantes dijeron que no había explicación, que la muestra era demasiado insignificante para que tuviese peso estadístico. Pero sí tuvo un peso emocional, hubo padres muy decepcionados, y su dolor se extendió a toda la población por ósmosis conversacional o emocional. No hubo dificultad a la hora de detectar un cambio de humor. La gente estaba ansiosa. El promedio de la presión sanguínea, ritmo cardíaco, tiempo de sueño: todo cambió en la dirección señalada por un aumento del estrés, de una inquietud y un miedo crecientes.

—¿A qué se debe todo esto? —preguntaba la gente—. ¿Qué ha cambiado?

Solían preguntárselo a Freya, como si, dijo a Badim, ella pudiera canalizar el espíritu de Devi y ofrecerles una respuesta. Puesto que carecía del afán investigador forense de Devi, se limitaba a decir:

—Debemos averiguarlo. —Tal como la propia Devi hubiese dicho. Después, por supuesto, llegaba el momento en que las cosas se ponían más difíciles, el momento en que Devi había encabezado el camino a seguir. No había nadie como Devi vivo a bordo en ese momento. Esto podíamos confirmarlo sin lugar a dudas, aunque no lo hicimos.

Durante un periodo de unos tres meses, experimentaron una serie de cortocircuitos eléctricos en los biomas tropicales, y despacharon equipos en busca del problema, pero no encontraron nada hasta que subieron por la columna, donde, en el interior de un cuarto eléctrico del tamaño de un armario, que siempre se había mantenido cerrado para impedir actos de sabotaje, encontraron una gotera flotante de agua de un metro de circunferencia, cuya agua estaba salpicada de vida bacteriana sin identificar. Al examinar las bacterias, resultó tratarse de una especie de geobacteria, una especie que en gran medida se alimentaba directamente de electrones. Tras investigar se hallaron muestras de esta cepa de geobacteria en todas partes del sistema eléctrico de a bordo.

Preocupación generalizada. La electricidad estática era inevitable en la nave, y en la microgravedad de la columna, campos de electricidad estática podían condensar la humedad del aire y crear concentraciones de agua, dando paso más adelante a gotas flotantes de agua que no se limitaban a las paredes laterales, sino que crecían y adquirían tamaños como el hallado. No existía un método fácil de que la nave dispusiese de sensores capaces de detectar tales gotas de agua, las cuales eran capaces de concentrarse en las así llamadas zonas muertas de la columna, e incluso en espacios útiles como en aquel cuarto eléctrico. Además, también, como había finas capas bacterianas (también de virus y arqueobacterias) que cubrían todas las superficies de la nave, el crecimiento bacteriano se producía con casi toda certeza en cualquier gota de agua que se condensase.

Después de los sucesos traumáticos acaecidos en Aurora, muchos se pusieron nerviosos por este recordatorio de la existencia en todas partes de la microflora y fauna. La nave siempre había estado provista de estas formas de vida, por supuesto, así como todos los cuerpos de los animales mayores; cualquier analogía con Aurora era falsa. Pero a bordo todos vivían conscientes de tantas analogías cuestionables que sin duda era difícil para ellos saber dónde debían trazar la línea (por expresarlo de este modo).

A Freya le pidieron unirse al grupo de trabajo encargado de recorrer toda la nave en busca del menor indicio de condensación, así como de concentraciones de moho, hongos y bacterias.

—En realidad la invitación se la hacen a Devi —dijo Freya a Badim.

Este se mostró de acuerdo, pero también la animó a sumarse al estudio.

Los resultados de la investigación los perturbaron. La nave rebosaba microbios, tal como era sabido por todos, pero no era eso lo que constituía un problema, sino el modo en que funcionaban las cosas en cualquier estructura que incluyese vida de cualquier tipo. Sin embargo, habían visto los problemas sufridos por los recién nacidos, y las cosechas eran consistentemente inferiores que durante el viaje de ida, a pesar incluso de que las mismas plantas recibían la misma luz y los mismos nutrientes. El peso de los recién nacidos era inferior en todos los animales presentes a bordo, mientras que el índice de abortos ascendía. Por tanto, la naturaleza viva del interior de la nave se convirtió en algo ominoso y premonitorio.

—Mirad, siempre ha sido así —recordó Freya a los miembros del consejo ejecutivo cuando convocaron a una reunión al grupo de trabajo para que compartiese sus hallazgos—. No hay modo de esterilizar la nave cuando esta se compone de un conjunto de biomas. Está viva, eso es todo.

Nadie pudo mostrarse en desacuerdo. A pesar de su ansiedad, tenían que vivir en un rico caldo de cultivo de bacterias, en un microgenoma acumulativo que era mucho mayor que su propio genoma, hasta el punto que era imposible estimar su importancia, especialmente porque era fluido y se hallaba en continuo cambio.

Pero algunas bacterias eran nocivas. Igual que las arqueobacterias, hongos, virus, priones, viris y ves. Debían hacer distinciones, como parte de su capacidad para mantener una biosfera saludable y funcional. Había que tolerar algunos patógenos, pero había que destruir a otros, si eso era posible; sin embargo, cualquier empeño de matar bacterias suponía que las variedades resistentes supervivientes de esas especie se volverían más dominantes y más resistentes, tal como suele suceder a niveles microscópicos de vida, o, tal vez, a todos los niveles de vida.

Freya les recordó que era muy peligroso intentar matar cosas. Lo sabía muy bien; con la desolación que acompaña a recurrir a los recuerdos más tempranos, señaló que Devi creía firmemente que intentar eliminar a cualquier especie invasora solía crear más problemas de los que solucionaba. Un microbio desestabilizado causa a menudo mayor daño que cualquier cosa que un microbio equilibrado pueda hacer. Por tanto, era preferible intentar equilibrar el conjunto con la menor intrusión posible. Cambios sutiles, orientados todos sin excepción a obtener el equilibrio, a optimizar. El equilibrio era crucial, balancines que subían y bajaban. Devi siempre había abogado por que todo el mundo se inoculase helmintos, gusanos intestinales, para obtener una mayor resistencia más adelante a parásitos semejantes. Se había mostrado un tanto fanática en este aspecto, como en tantos otros.

El consejo y todos los demás se pusieron de acuerdo con Freya en este asunto; era la sabiduría común. Pero empezaban a sufrir problemas que ninguno de ellos había visto anteriormente. La persona de mayor edad a bordo tan solo contaba con setenta y ocho años. El promedio de edad era de treinta y dos. Ninguno de ellos había visto muchas cosas en su corta vida, y la complejidad de los problemas que Aram denominaba involución de zoo era nueva para ellos, si no en el plano abstracto, sí en la experiencia vital.

A medida que los equipos continuaban inspeccionando la nave, averiguaron que algunas de las bacterias moraban en las soldaduras, así como en los huecos y las grietas que había entre las paredes y los componentes, devorando los sustratos físicos de la nave. La corrosión no era química, sino bioquímica. A medida que siguieron investigando, descubrieron que todas las paredes de la nave, las ventanas, los marcos, los engranajes y pegamentos habían sido alterados por bacterias, primero químicamente y luego física y mecánicamente, hasta el punto de que su función se veía perjudicada. Se hallaron protozoos, amebas, bacterias y arqueobacterias en las juntas situadas en torno a ventanas y puertas cerradas, así como en los componentes de los trajes de vacío, en el aislamiento del cableado, en los paneles interiores y los chips de sistemas eléctricos, incluidos los ordenadores. Los componentes eléctricos a menudo se calentaban, y había una sensación de humedad en el ambiente. Encontraban microorganismos que vivían en el acero al carbono y el acero inoxidable, e incluso los degradaban. Y allí donde coincidían dos materiales de tipos distintos, la vida microbiana moraba en los puntos de encuentro de los mismos, creando circuitos galvanizados que con el tiempo los corroían. El metal picado, el cristal esmerilado; los plásticos devorados, digeridos y excretados: todo se había endurecido y desintegrado, sin moverse excepto cuando estaba sometido a las fuerzas de la rotación centrífuga de la nave y a la presión de su aceleración. Criaturillas cuyo número ascendía a trillones, sino más. Era imposible hacer un cálculo aproximado, y menos aún uno real. Crecían, comían y morían, y nacían y crecían de nuevo, y devoraban de nuevo. Estaban devorando la nave.

La vida es una parte necesaria de la matriz de la vida; así que la nave debía estar viva. Y por tanto la nave estaba siendo devorada. Lo cual suponía que, en cierto modo, la nave estaba enferma.

Las reuniones semanales del grupo de trabajo bacteriológico se parecían a aquellas a las que Freya había acudido de pequeña, cuando Devi la ponía en un rincón con un juguete desmontable, o papel y rotuladores. Solo que ahora se sentaba a la mesa de reuniones, aunque con tan poco que decir como cuando era niña. Los patólogos botánicos hablaban, los microbiólogos hablaban, los ecólogos hablaban. Freya prestaba atención y asentía, paseando la mirada de rostro en rostro.

—Los organismos de esa gota enorme de agua son principalmente geobacterianos y hongos, pero también hay un prión ahí que nadie había visto antes a bordo y que no estaba presente al principio.

—Alto ahí, espera. Querrás decir que nadie sabía que estuviese presente al principio. Que nadie lo había visto. Pero debía de estar ahí. Es imposible que haya evolucionado, partiendo de algún tipo de precursor, no en el tiempo que hace desde que se construyó la nave.

—¿No? ¿Estás seguro?

Los microbiólogos comentaron la jugada un rato.

—Hay muchas cosas que han tenido tiempo de evolucionar un poco —dijo uno de ellos—. Me refiero a que ese es nuestro problema, ¿no? Las bacterias, los hongos, puede que las arqueobacterias, evolucionan a mayor velocidad que nosotros. Todos los organismos lo hacen a ritmos distintos, así que aumentan las discrepancias porque no hablamos de un ecosistema lo bastante grande para que se dé una coevolución capaz de imponer un equilibrio. Eso es lo que Aram lleva tiempo diciendo.

Convocaron a Aram a la siguiente reunión para hablar de ello, y cuando los microbiólogos lo mencionaron, él asintió.

—Es verdad. Pero coincido en que no es probable que este prión haya evolucionado a bordo. Creo que se trata de otro polizón, abandonado aquí junto al resto de nosotros. La única diferencia es que ahora somos conscientes de su existencia.

—¿Y es venenoso? —preguntó Freya—. ¿Nos matará?

—Bueno, puede que sí. Claro. Quiero decir que no quieres tenerlo dentro. Eso es lo que tienen los priones.

—¿Estás seguro de que no ha podido evolucionar aquí, partiendo de una forma precursora?

—Supongo que cabe esa posibilidad. Básicamente, los priones son proteínas mal dobladas. Y ya llevamos un tiempo expuestos a la radiación cósmica. Posiblemente una proteína ordinaria recibió un impacto en una matriz que le permitió iniciar el tipo de reproducción extraña del prión. Creo que así es cómo empezaron las cosas en la Tierra, ¿no?

—No se sabe con seguridad —respondió uno de los microbiólogos—. Los priones son muy raros. Que nosotros sepamos a partir de las transmisiones de la Tierra, allí siguen sin tenerlo claro. No se sabe mucho sobre ellos.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora con ellos? —quiso saber Freya.

—Sin duda pertenecen a la clase de organismos que podríamos querer intentar erradicar. Ha llegado la hora de empuñar los plaguicidas, si es que damos con uno que nos sirva. O podemos averiguar cuál es la matriz de estos priones, y atacarla. Rascar y pulverizar todos los rincones donde pueda estar. Desintegrar la gota de agua, eso está claro, incluso arrojarla al vacío. Perderemos agua, pero tendremos que vivir con las consecuencias. Algo que podría proporcionarnos cierto consuelo es que el crecimiento de los priones dentro de los mamíferos es un proceso muy lento. A eso se debe que descartase la posibilidad de que el patógeno auroriano fuese un prión. Cuando Jochi lo llama prión rápido, creo que se refiere a que se trata de algo que no reconocemos. Yo creo más probable que sea un tardígrado muy, muy pequeño.

Más tarde, Freya fue al Radio 2 a visitar a Jochi, que seguía dentro del transbordador, aferrado magnéticamente al espacio entre el Radio 2 y el Radio 3. Jochi ni siquiera había dudado a la hora de decidir permanecer junto a la nave y, por tanto, junto a Aram, Freya y Badim. Seguía sintiendo una ira intensa contra los que se quedan, debido a lo que les había pasado a quienes regresaron a bordo en el transbordador.

Freya y él conversaron situados en sus respectivos contenedores desde donde podían verse mutuamente, separados por mamparos y ventanucos.

—Han hallado un prión en uno de los compartimentos del transformador de la columna —le informó Freya—. Se trata de algo parecido a un prión terrestre.

Jochi asintió.

—Algo había oído al respecto. ¿Creen que proviene de mí?

—No. Se parece demasiado a los priones terrestres. Como uno de los que causan la enfermedad de las vacas locas.

—Ah. De acción lenta.

—Sí. Y no está claro aún que haya ido más allá de una gota de agua en el compartimento eléctrico.

Jochi negó con la cabeza.

—No entiendo cómo es eso posible.

—Tampoco Aram. Nadie lo hace.

—Priones. Vaya. ¿Están asustados?

—Sí, claro.

—Claro. —Su expresión adoptó cierta hosquedad.

—Bueno —continuó ella, poniendo la palma de la mano en el mamparo traslúcido—. ¿Cómo lo llevas ahí fuera?

—Estoy bien. He seguido una transmisión de China. Es fascinante. Parecen haber hecho grandes progresos en proteómica y epigenética.

—¿Alguna otra cosa? ¿Has estado contemplando las estrellas?

—Ah, sí. Un par de horas diarias. He estado mirando el Saco de carbón. Y encuentro nuevos modos de mirar a través de nuestra pantalla magnética hacia Sol. Aunque podría ser que la pantalla esté distorsionando la imagen. O eso, o el Sol titila un poco. A veces creo que se trata de señales dirigidas a nosotros.

—¿Sol? ¿Te refieres a la estrella?

—Sí. Eso parece.

Freya lo miró en silencio.

—Y también he vuelto a ver a los cinco fantasmas —continuó Jochi—. Hay algo que los tiene muy cabreados. Por lo visto, el Forastero cree que tenemos problemas. Vuk se limita a reírse de él.

—Ay, Jochi.

—Lo sé. Pero, mira, supongo que con alguien tienen que hablar.

Freya se rio.

—Supongo que sí.

De modo que mientras viajaban de vuelta a Sol, intentaron acostumbrarse a sus nuevas vidas, que en parte eran como las antiguas y en parte no. Para empezar eran menos, circunscritos todos al Anillo B. Y después del trauma del cisma, y de escoger regresar al sistema solar y a su gigantesca civilización, había muchos a bordo deseosos de dar con una forma nueva de hacer las cosas. Menos normas en sus vidas, menos gobierno; que no fuese tan necesario estudiar todo lo que debían saber para gobernar la nave.

Error, decía Freya siempre que salía el tema a colación. Todo era un error, ¡no podían andar más errados! Insistió en que siguieran el mismo camino que habían tomado a la ida, sobre todo en cuanto al estudio. Cómo se manejaran en sus vidas cotidianas era, por supuesto, asunto suyo y no le atañía; pero independientemente del método, entre los asuntos cotidianos debía contemplarse una educación completa sobre el funcionamiento de la nave.

En momentos como este, parecía actuar como una especie de versión de Devi, solo que más alta, lo cual obviamente inquietaba a los demás. Había quienes la llamaban Devi Dos, o Gran Devi, o Durga, incluso Kali. Nadie le llevaba la contraria cuando hablaba de ese modo. Nosotras llegamos a la conclusión de que su liderazgo en estos asuntos era importante para el continuado funcionamiento de la sociedad de la nave. Tal vez se tratara de una sensación, pero era evidente que la gente confiaba en ella.

Pero también Freya moriría algún día, igual que lo había hecho Devi. Y entonces, ¿qué?

Delwin sugirió abandonar la estructura política o cultural que había existido anteriormente, compuesta por representantes, o alcaldes, de cada ciudad, que formaban una asamblea general que tomaban decisiones en materia pública.

—¡Eso fue lo que nos llevó a tener todos los problemas que hemos tenido!

—No, no fue eso —decía Freya—. Si la gente hubiese hecho caso a la asamblea, no habría pasado nada malo. Lo sucedido se debe a que hubo gente que optó por saltarse las leyes.

Es posible, admitió Delwin. Pero fuera como fuese, ahora todos estaban de acuerdo y únicamente debían mantenerse unidos hasta regresar al sistema solar, en cuyo momento se verían de nuevo integrados en un mundo mayor y más variopinto.

Teniendo eso en cuenta, dada la verdad constatada de que el poder siempre corrompe, ¿por qué no abandonar todo aparato de poder? ¿Por qué no confiar en que serían capaces de organizarse a sí mismos, de hacer sencillamente lo que había que hacer?

Ese no era momento de experimentar con la anarquía, se limitó a decir Badim a su viejo amigo. No tenían margen de error. Existían problemas agrícolas que crecían a mayor velocidad que las propias cosechas; debían resolverlos, y no iba a ser tan sencillo. Para sobrevivir deberían ordenarse a sí mismos qué hacer, y mantener sus vidas en orden.

—No solo es la agricultura —señaló Freya—. Es un problema de población. A la velocidad que vamos, no tardaremos en alcanzar el límite de la capacidad de la nave. No podemos rebasarlo, y teniendo en cuenta los problemas que tenemos con las cosechas, igual sería mejor mantenerlo por debajo del límite teórico. Cuesta saberlo con seguridad, porque necesitaremos trabajadores para todo lo que debe hacerse. Eso concierne a nuestros problemas de logística. Pero sea como sea, habrá que regular cuántos somos.

—Y basta con tener una ley para necesitar un sistema que la imponga —intervino Badim—. Y cuando se trata de algo tan básico como la reproducción, todo el mundo debe acatarla. Puede ser democracia directa, tratándose de un grupo de este tamaño. No hay motivo para que sea de otro modo. Hay asambleas de representantes en la Tierra mayores que el conjunto de nuestra población. Sin embargo, creo que debemos acordar que ciertos comportamientos que decidamos seguir son vinculantes. Necesitamos un régimen legal. No pongamos eso en duda, por favor.

—Pero ya has visto adónde nos llevó eso —insistió Delwin—. En cuanto se produce un desacuerdo real, todo se derrumba.

—Pero ¿acaso es eso un argumento en contra del gobierno? Porque a mí me parece todo lo contrario. Se quebrantó la ley, hubo un intento golpista. Logramos reconducir la situación imponiendo el cumplimiento de la ley, un retorno a las normas que teníamos.

—Es posible, pero me refiero a que creemos contar con una estructura que va a tomar las decisiones en nombre nuestro, y a protegernos cuando surja un problema, pero no hacemos más que engañarnos. Porque cuando se declara una crisis, el sistema no puede actuar por nosotros, y en ese momento nos sumergimos en el caos.

A nosotras nos parecía que la nave era el sistema que había logrado salvar a la población durante la crisis y el trauma del cisma, y que seguía estando en posición de resolver cualquier futura crisis política; pero desde luego no íbamos a mencionarlo en ese momento, por estar fuera de lugar, y posiblemente también para evitar torcer, o incluso alimentar, los sentimientos del propio Delwin. Además, tan solo habíamos velado por el cumplimiento de la ley.

Y estaba claro que Badim quería apaciguar los sentimientos de su viejo amigo.

—De acuerdo, entendido. Tal vez hayamos olvidado demasiado, o dado demasiadas cosas por sentadas.

—Espero que ahora no vayamos a enfrentarnos a elecciones tan terribles como esa —dijo Freya—. Viajamos de vuelta a la Tierra, y hay poca cosa que podamos hacer, dado ese proyecto, excepto velar por que todo vaya bien. Legar la nave a nuestros hijos en perfecto orden de funcionamiento, y enseñarles lo que deban saber. Eso fue lo que nuestros padres hicieron con nosotros tan bien como pudieron. Así que hagamos ahora lo propio, que unas pocas generaciones más lo hagan, y que la última del linaje regrese al planeta para el que estamos hechos.

Así quedó reestablecida la asamblea general, que esta vez incluyó a todos los que viajaban a bordo, todos con derecho a voto en asuntos que el comité ejecutivo encargado de presentarlos considerase relevantes. Votar era obligatorio. El comité ejecutivo estaba compuesto por cincuenta adultos, escogidos por sorteo para ocupar el puesto durante un periodo de cinco años, aunque se contemplaban ciertas exenciones razonables para no ocupar el asiento en el comité si el nombre de uno aparecía en el sorteo.

El mantenimiento de la nave quedó en nuestras manos, y debíamos entregar informes y recomendaciones periódicas al comité para la actuación humana. Acordamos desempeñar estas funciones.

—Será un placer hacerlo —dijimos.

¿Literalmente? ¿Era un sentimiento o tan solo una frase? ¿Podían los humanos sentirse así cuando decían tales cosas?

Posiblemente un sentimiento sea un complejo resultado algorítmico. O un estado superpuesto antes del colapso de su función de onda. O un conjunto de datos procedente de diversos sensores. O una especie de respuesta totalmente somática, un estado fingido que supone una suerte de suma de historias. Quién sabe. Nadie.

La primera nueva generación había cumplido su segundo año, y la mayoría echó a andar antes o después. Fueron necesarios unos meses más para constatar que, en conjunto, su capacidad para caminar era mucho más tardía que la de la anterior generación de la nave. No compartimos este hallazgo. Sin embargo, a medida que cobró un peso estadístico más significativo, también se volvió anecdóticamente más obvio y pronto se convirtió en una de esas anécdotas de las que habla la gente.

—¿Qué lo causa? Debe de haber una razón, y si supiéramos de qué se trata, podríamos hacer algo al respecto. ¡No podemos cruzarnos de brazos!

—Se los somete a tanta atención, mucha más que antes…

—¿Por qué dices eso? ¿Cuándo los padres no han prestado atención a sus hijos? No creo que eso sea así.

—Venga, vamos. Pero si hay que pedir permiso para tener uno; no abundan, son el centro de la vida de todo el mundo, pues claro que estamos pendientes de ellos.

—Nunca hubo buenos datos de asuntos relativos al desarrollo como estos.

—No es verdad, eso no es cierto.

—Vale, ¿entonces dónde están? Porque yo no los encuentro por ningún lado. No son más que anécdotas. ¿Cuándo puede decirse que un bebé camina? Es un proceso.

—Algo ha cambiado. Fingir que no lo ha hecho no nos ayudará.

—Puede que se trate de una reversión a la media.

—¡No digas eso!

Eso lo dijo Freya en tono cortante.

—No digas eso —insistió cuando se impuso el silencio entre los demás—. No tenemos ni idea de cuál era la media. Además, se cuestiona el concepto en sí.

—Vale, muy bien. Llamémoslo como queramos, pero ya veis cómo se tambalean. Debemos averiguar el porqué, es lo único que digo. Nada de enterrar la cabeza en un asunto como este. No si pretendemos que alguien llegue a casa.

Disponían de baterías de test para que los niños mejoraran su desarrollo cognitivo. En los cuarenta, a bordo de la nave, se había elaborado la Combinatoria Pestalozzi-Piaget, empleando diversos juegos a modo de test. Freya pasó la mayor parte del año sentada en el suelo de la guardería, jugando a juegos con los niños que se van, tal como se los conocía. Rompecabezas sencillos, juegos de palabras, invitaciones a poner nombres a las cosas, problemas aritméticos y geométricos con bloques. A nosotras no nos pareció que estos test pudiesen revelar gran cosa sobre el razonamiento de los niños, sobre sus habilidades analógicas, su capacidad deductiva a partir de pruebas negativas, y demás; eran todos parciales e indirectos, simples desde un punto de vista lingüístico y lógico. Pese a todo, el resultado obvio de cada una de las sesiones causaba mayor preocupación en Freya. Tenía menos apetito, llevaba más la contraria a Badim y al resto. Dormía menos de noche.

No solo los juegos de los niños la preocupaban a ella y a los demás. Era más acuciante la escasez de resultados en las cosechas de Pradera, La Pampa, Sonora y Olympia; también aumentaban las bajadas de la tensión eléctrica en los generadores de la columna, 6,24 cortes y 238 kilowatt/hora al mes de promedio, lo cual causaría serios problemas en toda clase de funciones en cuestión de varios meses. Era posible rastrear y aislar las secciones de la red donde los cortes eran más frecuentes, aunque, de hecho, se extendían a lo largo de puntos muy diversos en la columna y los radios. Se sospechaba de la acción de las geobacterias, halladas a menudo en el cableado. Al igual que sucedía con otros componentes esenciales de la nave, el mantenimiento era cada vez más necesario.

Trabajaron en estos problemas siempre que pudieron localizarlos, y nosotras hicimos lo mismo. En muchos componentes, debía mantenerse su funcionamiento mientras se efectuaban las reparaciones, y, en su mayor parte, los elementos a repararse debían ser retirados previamente y reparados, antes de devolverlos a su lugar, ya que no disponían de materiales adecuados para muchos de los componentes mayores. Por ejemplo, las paredes exteriores.

Por tanto hubo que retirar los paneles de aislamiento, dejando los cables al aire para efectuar las labores de limpieza, desmontar el material de aislamiento para luego reconstituirlo, y por último devolverlo a su lugar sobre el cableado, sin dejar un instante sin potencia a la nave. Podía acordarse un calendario de apagones parciales, y así se hizo. No obstante, las pérdidas de potencia derivadas de los cortes reducían las funciones a bordo, incluidas las de las instalaciones de luz solar artificial.

Empezamos a investigar los algoritmos recursivos en un archivo etiquetado por Devi como «Metodología bayesiana». Íbamos en busca de opciones. Deseábamos que Devi estuviese ahí. Intentábamos imaginar qué hubiese dicho. Lo cual descubrimos que era imposible. Eso era precisamente lo que se perdía a la muerte de una persona.

Esta serie de averías constantes resultaba particularmente problemática en lo relativo a la iluminación de luz solar artificial. Toda la luz de la nave, aparte de la ambiental procedente de las estrellas, que no superaba 0,002 lux, la generaban los elementos de iluminación de a bordo, que aprovechaban un amplio abanico de diseños y propiedades físicas. Su luz solar artificial variaba en luminosidad de los 120 000 lux de una mañana clara a los 5 lux durante las tormentas más oscuras al atardecer. Todo esto se regulaba adecuadamente, junto al efecto de la nocturna luz de luna, que oscilaba entre la luna llena con sus 0,25 lux a los 0,01 lux, de acorde con el clásico calendario lunar. Pero cuando los elementos de iluminación debían repararse o reabastecerse, era como si se produjeran eclipses inesperados. Las cosechas se veían afectadas, su crecimiento demorado, lo cual era problemático para ellos llegada la cosecha. Aumentar la luz del bioma tras un apagón no compensaba la pérdida de luz en los momentos clave. Sin embargo, a pesar de los costes agrícolas, dado el inevitable desgaste de los elementos de iluminación propiamente dichos, simplemente era necesario realizar el mantenimiento de rigor. De resultas de ello obtenían menos alimentos.

El consejo ejecutivo y la asamblea general, lo que incluía a todo el mundo a bordo de la nave mayor de doce años, recibió la consulta por parte del grupo de laboratorio de Aram de que considerase cuestiones de capacidad de carga. Únicamente se trataba de una formalización de una conversación que se mantenía en varios canales, ya que todos los biomas habían emprendido su debate sobre el uso de la tierra, respecto a qué clase de alimentos cultivar. ¿Tenían un margen calórico suficiente para criar animales para obtener carne? La carne cultivada era más eficaz en términos de tiempo y energía, pero existía el factor limitador de las existencias de materiales para elaborarla. Y no siempre resultaba sencillo efectuar un cambio rápido en los biomas de un régimen agrícola a otro ganadero, y de tierra de pastos a tierra de cultivos. Cada cambio en los biomas tenía ramificaciones ecológicas que no podían modelarse ni predecirse en toda su extensión. Habría un margen de error muy escaso si perjudicaban la salud de un ecosistema, intentando volverlo más productivo en términos alimentarios. Necesitaban que todos los biomas fuesen saludables.

Se acordó que los biomas menos productivos en términos agrícolas debían reconvertirse en tierras de labranza. En comparación con la comida, la biodiversidad no era tan importante en ese momento.

Nos alegramos de ver a la gente alcanzar conclusiones que la simple exploración algorítmica de sus opciones había sugerido hacía tiempo. De hecho, probablemente nosotras mismas debimos mencionarla. Algo a recordar, con el tiempo.

De modo que reprogramaron el clima de Labrador, elevando bastante su temperatura y añadiendo una estación de lluvias similar a la de una pradera. En la Tierra, este nuevo régimen climático habría resultado más apropiado unos veinte grados de latitud al sur de Labrador, pero esto quedaba como entre dos aguas (literalmente), ya que lo que les preocupaba en ese momento era maximizar la agricultura. Drenaron las ciénagas que resultaron cuando los glaciares y el permafrost se fundieron, y, cuando no la almacenaron, destinaron el agua a otro lugar. Luego procedieron con vehículos pesados a allanar el terreno, y más tarde añadieron inoculantes de suelo procedentes de los biomas más cercanos, además de fertilizante orgánico y otras mejoras, y cuando todos estos cambios se hubieron realizado, plantaron trigo, maíz y hortalizas. Los renos, los bueyes almizcleros y los lobos de Labrador fueron sedados y transportados a recintos acotados en el bioma alpino. Un porcentaje de los mamíferos ungulados fue sacrificado para su consumo como alimento, aprovechado el fósforo de los huesos, igual que sucedía con todos los animales a su muerte.

La población humana de Labrador se dispersó a otros biomas. Hubo algunas muestras de descontento y amargura por ello. Fue en Labrador donde varias generaciones de niños se habían educado como en la Edad de Hielo de la Tierra, para luego, en la pubertad, serles revelada la verdadera naturaleza de la nave, un evento memorable para los jóvenes. A mucha gente de otros biomas les parecía un trauma innecesario, pero un porcentaje amplio de quienes habían pasado por ello educaba a sus hijos del mismo modo (62 por ciento), de modo que había que admitir que no iban muy desencaminados, y posiblemente era como si los labradoreños dijesen que la educación recibida durante su niñez los había ayudado a ser adultos. Otros habitantes de Labrador lo discutían, a veces acaloradamente. Tampoco estaba claro que más adelante mostrasen una mayor incidencia de dificultades mentales. Ellos lo expresaban así: «El sueño de la Tierra te volverá loco, a menos que vivas el sueño. En cuyo caso eso también te enloquecerá».

Fuera como fuese, ese modo de vida había llegado a su fin.

Los biomas de bosque tropical se enfriaron un poco y se secaron considerablemente tras la tala de muchos de sus árboles. Los claros del bosque tropical se terraplenaron para el cultivo de arroz y hortalizas, reforzados los terraplenes por hileras de viejos árboles abandonados que sustentaban una fracción muy modesta de las poblaciones anteriores de aves y mamíferos. De nuevo se procedió al sacrificio de muchos animales, que fueron consumidos o congelados para más adelante.

Se preguntaban a menudo si la reducción de los bosques tropicales había causado que determinados patógenos se desplazasen a biomas cercanos, ya que la incidencia de ciertas enfermedades aumentó en los biomas adyacentes.

El tizón temprano, un problema fúngico que los expertos en agricultura siempre consideraron muy difícil de combatir, golpeó con fuerza los árboles frutales de Nueva Escocia. Entretanto, el tizón tardío, una especie de Phytophthora, dañaba las hortalizas de La Pampa. Las plagas bacterianas devastaron las legumbres de Persia, cuyas hojas segregaban baba. No toquéis las hojas, advertían los ecólogos, o lo extenderéis por todas partes.

Los baños de plaguicida y las cuarentenas se volvieron rutinarios en todos los biomas.

El cancro de Cytospora mataba los árboles de frutas con hueso de Nueva Escocia. A Badim le entristeció la pérdida de sus frutos favoritos.

Los cítricos de los Balcanes cedieron ante la enfermedad verde y sufrieron un rápido declive.

La putrefacción de las raíces se convirtió en un fenómeno cada vez más común, y únicamente podía contrarrestarlo el empleo de hongos beneficiosos y bacterias que competían con éxito a los patógenos. El índice de mutación de los patógenos parecía superar a lo que los ingenieros genéticos denominaban ripostíferos.

Las plantas se marchitaron cuando los hongos o bacterias obstruyeron la circulación de agua. Un hongo capaz de residir en el suelo durante años sin manifestarse pudrió las raíces. Empezaron a ajustar el pH del suelo al menos a 6,8 antes de plantar vegetales cruciformes.

Los mildius polvorientos también persistieron en el suelo durante varios años, y el viento los dispersó.

Mantenían aislados en todo momento a los biomas. Cada uno de ellos padecía su propio cuadro de problemas y enfermedades, su propia serie de soluciones. Todas estas enfermedades de las plantas que veían los habían acompañado desde el inicio del viaje, las habían llevado a bordo en el suelo y en las primeras plantas. Que tantas se manifestasen ahora era algo que se comentaba constantemente, y muchos consideraban el fenómeno un misterio, incluso una especie de maldición. La gente hablaba de las siete plagas de Egipto, o del Libro de Job. Pero los patólogos de las granjas y de los laboratorios decían que sencillamente era atribuible a desequilibrios del suelo y a endogamia genética, aspectos todos propios de la biogeografía insular o de la involución de zoo, o de como quiera que se llamase el aislamiento en el que llevaban ciento ochenta y siete años inmersos. En la intimidad del apartamento de Badim y Freya, Aram se mostró implacable en su juicio de la situación: «Nos hundimos en nuestra propia mierda».

Badim intentó ayudarlo a ver las cosas con un prisma más positivo, recurriendo a su antiguo juego:

Uno solo se esforzará en sobrevivir,

cuando en su propio nido ensuciado se vea obligado a dormir.

Lentamente, pero con seguridad, a medida que pasaban las estaciones, la patología de las plantas se convirtió en su principal materia de estudio.

Las manchas de las hojas eran el resultado de una amplia hueste de especies fúngicas. El moho era consecuencia de la humedad. El tizón era fúngico. Las invasiones de nematodos causaban un crecimiento reducido, agostamiento, pérdida de vigor y una excesiva ramificación de las raíces. Intentaron reducir las poblaciones de nematodos mediante la solarización del suelo, lo cual funcionó hasta cierto punto, pero el proceso apartaba al suelo afectado de la rotación de cultivos al menos durante una temporada.

La identificación de las infecciones víricas en el tejido de las plantas a menudo se alcanzaba, si ese es el verbo adecuado, eliminando el resto de las posibles causas de un problema. La distorsión de la hoja, las manchas, las vetas, eran causadas por lo general por enfermedades víricas.

—¿Por qué se traerían consigo tantas enfermedades? —preguntó Freya en una ocasión en que visitaba a Jochi.

Él se rio al oír eso.

—¡No lo hicieron! Existen cientos de enfermedades de las plantas que lograron mantener al margen de la nave. Millares, probablemente.

—Pero ¿por qué incluir una sola de ellas?

—Algunas formaban parte de ciclos deseados. Pero desconocían la existencia de la gran mayoría.

Siguió un largo silencio por parte de Freya.

—¿Por qué nos azotan ahora?

—No lo hacen. Solo algunas. Da la impresión de que vuestro margen de error es muy pequeño. Porque la nave es muy pequeña.

Freya nunca hacía mención al modo en que Jochi se refería a todo lo que atañía a la nave como algo que correspondía a «vosotros», en lugar de a «nosotros». Era como si no tuviera nada que ver con él.

—Me estoy asustando —dijo—. ¿Y si resulta que volver no ha sido buena idea? ¿Y si la nave es demasiado vieja para lograrlo?

—¡Es que es una mala idea! —respondió Jochi, que rio de nuevo al ver la cara que puso—. Pero todas las demás ideas eran peores. Y mira, la nave no está tan vieja para lograrlo. Lo único que hay que hacer es solventar todas las crisis. Mantener todas las bolas en el aire durante otros ciento treinta años o así. No es un imposible.

Ella no respondió.

Al cabo de un minuto, Jochi dijo:

—Eh, ¿quieres salir y echar un vistazo a las estrellas?

—Supongo. ¿Tú?

—Claro.

Jochi se puso uno de los trajes de vacío que había en la nave y salió por la más pequeña de las escotillas de la embarcación auxiliar. Freya se puso uno de los trajes que quedaban en el complejo del Radio 3 del anillo interior. Se reunieron en el espacio que mediaba entre la columna y el anillo interior, justo frente al transbordador, y flotaron asegurados en ese espacio.

Permanecieron ahí colgados, suspendidos, flotando en mitad del vacío interestelar, asegurados cada uno a su respectivo y pequeño refugio. La exposición a la radiación cósmica era mucho mayor allí que en la mayoría de los espacios interiores de a bordo, incluso que en el transbordador de Jochi; pero una o dos horas al año, o incluso una o dos horas al mes, no alteraban gran cosa la situación epidemiológica. También nosotras nos veíamos por supuesto expuestas a perpetuidad a los rayos cósmicos, y de hecho acusábamos daños, pero por lo general éramos más robustas bajo el impacto de esta perpetua inundación, que era invisible e intangible a los humanos, y que, por tanto, era algo en lo que rara vez pensaban.

Durante buena parte de su actividad extravehicular, ambos amigos flotaron en silencio, mirando a su alrededor. La ciudad y las estrellas.

—¿Y si todo se viene abajo? —preguntó Freya, al cabo.

—Todo se viene abajo tarde o temprano. Yo qué sé.

Después siguieron flotando, cogidos de la mano cubierta con guante, sin mirar a la nave ni a Sol, en dirección a la constelación de Orión. Cuando llegó la hora de regresar, se abrazaron, al menos hasta donde les permitió abrazarse el aparatoso traje. Era como ver a dos galletas de jengibre que intentan fundirse.

Las 10:34 h de 198.088. Las luces se apagaron en Labrador y se encendieron los generadores de emergencia, pero el sistema de luz solar artificial de Labrador siguió apagado. Se colocaron enormes luces portátiles para iluminar el oscuro bioma y se situaron también algunos ventiladores en las escotillas a ambos extremos para empujar el aire de La Pampa a Labrador y, de ahí, a Patagonia, con objeto de mantener caliente el aire. El trigo nuevo sobreviviría unos días sin luz, pero reaccionaría mal al frío que resultaría de esa carencia. Se ajustaron los parámetros de temperatura y calor en La Pampa para ayudar a mitigar el frío que penetraba en Patagonia, que también se estaba transformando en tierra de cultivo, y la nueva población de Labrador se desplazó a Plata para que las dotaciones de mantenimiento trabajasen sin miedo a hacer daño a nadie.

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