Aurora

Aurora


Libro cuarto

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406

Inmortalizar. Quien quiera matar a su rival considere si no será esta una forma de inmortalizarle dentro de sí mismo.

407

Contra nuestro carácter. Cuando hemos de decir una verdad que es contraria a nuestro carácter —lo cual es muy frecuente—, la decimos como si no supiéramos mentir, por lo que inspiramos desconfianza.

408

Alternativa. Hay caracteres que se encuentran ante la alternativa de o ser malhechores públicos, o llevar su cruz en secreto.

409

Enfermedad. Hay que considerar como una enfermedad el envejecimiento prematuro, la fealdad y los juicios pesimistas: tres cosas que suelen ir unidas.

410

Los tímidos. Los individuos torpes y tímidos se convierten fácilmente en criminales; les falta prudencia para defenderse y para vengarse. Por falta de ingenio y de presencia de ánimo, su odio no da con otra salida que el aniquilamiento.

411

Sin odio. Quieres liberarte de tu pasión. Hazlo, pero hazlo

sin odio hacia ella. De lo contrario, te verás subyugado por una segunda pasión. El alma del cristiano que se ha liberado del pecado suele hundirse después a causa de su odio al pecado. Mirad los rostros de los grandes cristianos. Son rostros de gente que odia mucho.

412

Inteligente y torpe. No sabe apreciar nada fuera de sí mismo, y cuando quiere apreciar a otras personas tiene que transformarlas en virtud de la idea que tiene de sí mismo. En esto es inteligente.

413

Acusadores públicos y privados. Mirad de cerca a los acusadores e inquisidores: estos actos revelan su carácter, y no es extraño que ese carácter sea peor que el del criminal al que acusan. El acusador se figura ingenuamente que quien persigue el crimen y al malhechor deber ser, por ello mismo, de buena condición o, al menos, pasar por bueno. Por eso se deja ir, esto es, se

vierte.

414

Ciegos voluntarios. Hay una forma de entrega entusiasta y llevada al extremo, ya sea a una persona o a un partido, que revela que nos sentimos íntimamente superiores a dicha persona o a dicho partido, y que nos acusamos de ello. En cierto modo nos cegamos voluntariamente para castigar a nuestros ojos por haber visto demasiado.

415

Un remedio contra el amor. Por lo general no hay nada más eficaz contra el amor que el viejo y radical remedio de corresponder a ese amor.

416

¿Dónde está el peor enemigo? Quien sabe llevar bien un negocio y tiene conciencia de ello, experimenta, por lo general, sentimientos de conciliación con sus adversarios. Pero el que cree que lucha por una buena causa y ve que no tiene aptitudes para defenderla, persigue a sus adversarios con un odio secreto e implacable. Según esto, que cada cual calcule dónde debe buscar a sus peores enemigos.

417

Los límites de la humildad. Hay muchos que han llegado a ese grado de humildad que dice «creo porque es absurdo», y que sacrifican su razón; pero nadie ha alcanzado aún esa otra humildad que se encuentra a un paso de esta y que dice «creo porque soy absurdo».

418

La comedia de la verdad. Hay quienes son veraces no porque detesten fingir, sino porque no lograrían disimular totalmente. En suma, no confían en su talento de comediantes y prefieren ser sinceros y veraces. «La comedia de la verdad».

419

El valor en un partido. Las pobres ovejas dicen al pastor: «Ve delante, que no nos faltará valor para seguirte». Y el pobre pastor se dice: «Seguidme, y no me faltará valor para guiaros».

420

Astucia de las víctimas. Hay una triste astucia consistente en querer engañarnos sobre alguien por quien nos hemos sacrificado, y en darle la oportunidad de que se nos presente como desearíamos que fuese.

421

A través de los demás. Hay hombres que no quieren ser vistos más que proyectando sus rayos a través de otros. Y esto supone una gran habilidad.

422

Agradar a los demás. ¿Por qué no hay placer superior al de causar placer? Porque así damos placer a cincuenta instintos nuestros. Quizá se trate de pequeñas satisfacciones, pero, unidas en una mano, colmarán totalmente esa mano, así como el corazón.

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