Aurora

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3. Siempre una extraña

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—¿Cutler? —retiré mi mano rápidamente.

—¿Qué pasa? —Sus ojos azules brillaron malignamente—. ¿No me digas que una de esas chicas maliciosas ya te ha avisado en contra mía?

—No… —me giré y miré hacia la mesa de las chicas en donde estaba Clara Sue en el centro. Estaban todas mirando hacia nosotros.

—Yo… tu hermana…

—Ah, ella. ¿Qué ha hecho? —Su mirada se oscureció al mirar en su dirección. Vi cómo esto enfureció a Clara Sue.

—Ella… me responsabiliza por haberla metido en un lío esta mañana en la clase de gimnasia. Yo… ¿no me viste paseando por el colegio en mi uniforme de gimnasia?

—¿Oh, eras tú? Así que eres la famosa chica nueva… Dawn. Sí, me llegaron rumores sobre ti, pero estuve muy ocupado esta mañana, así que no te vi.

Por la manera que sonrió, tuve que preguntarme si estaba mintiendo. ¿Clara Sue le había hecho que se metiera en esto?

—Eres probablemente la única persona en el colegio que no me vio —dije—. Incluso fui llamada al despacho de la Directora para recibir una regañina, aunque no había sido mi culpa.

—No me sorprende. Mrs. Turnbell se cree que es la guardiana de una prisión, en lugar de ser la directora. Por eso la llamamos Mrs. Turnkey.[2]

—¿Turnkey? —Tuve que sonreír. Le iba.

—Y todo esto fue por culpa de mi malcriada hermana, ¿verdad? —movió la cabeza—Eso encaja.

—He tratado de hacerme su amiga, pedirle disculpas, pero… —miré ferozmente hacia las chicas—. Todas se volvieron en mi contra al saber en lo que trabajaba mi padre.

—¿Qué hace? ¿Roba Bancos?

—Podría hacerlo por lo mucho que les importa —le disparé—. Especialmente tu hermana.

—Discúlpala —aconsejó Philip—. No debes permitir que mi hermana te pueda. Es una malcriada. Se merece cualquier cosa que le pase. ¿De dónde eres?

—De muchos sitios. Antes de Richmond, de Granville, Virginia.

—¿Granville? No lo conozco. ¿Era agradable?

—No —contesté.

Él se rió, revelando sus dientes blancos y perfectos. Miró mi bolsa de comida y mi sándwich.

—¿Una bolsa de comida?

—Sí —dije esperando que me pusiera en ridículo también. Pero me sorprendió.

—¿De qué es?

—De mantequilla de cacahuete y confitura.

—Parece mucho más grueso que el sándwich de mantequilla de cacahuete que te dan aquí. Quizá te pida que me prepares también a mí una bolsa de comida —dijo. Pareció serio acerca de su petición por un momento y entonces se rió de la expresión de mi cara—. Mi hermana es la mayor metomentodo por aquí. Le encanta espiar los asuntos de otros y entonces esparcir rumores.

Lo contemplé por un momento estudiándolo. ¿Estaba diciendo todo eso para ganarse mi confianza, o realmente lo decía de corazón? No me podía imaginar a Jimmy hablando de mí con ese odio.

—¿En qué grado estás? —pregunté tratando de cambiar el tema.

—En el Once. Obtuve mi permiso de conducir este año y tengo mi propio coche. ¿Te gustaría dar una vuelta conmigo después del colegio? —preguntó rápidamente.

—¿Una vuelta?

—Sí. Así te enseñaría los alrededores —añadió con un guiño.

—Gracias —contesté—. Pero no puedo.

—¿Por qué no? Soy un buen conductor —insistió.

—Yo… Tengo que reunirme con mi padre después del colegio.

—Bien, quizá mañana, entonces. ¡Eh! —dijo al verme dudar, buscando otra excusa—Soy totalmente inofensivo, no creas lo que te hayan contado.

—Yo no he… —me corté confundida y sentí que mis mejillas empezaban a arder.

Él se rió.

—Te tomas todo tan en serio. Tus padres te pusieron el nombre apropiado. Eres definitivamente fresca como el nacimiento de un nuevo día —dijo.

Me ruboricé aún más y miré mi sándwich.

—¿Estás interna o vives cerca? —me preguntó.

—Vivo en la calle Ashland.

—¿Ashland? No la conozco. Pero no soy de Richmond. Soy de la Playa de Virginia.

—He oído hablar de ella, pero nunca he estado allí. Tengo entendido que es un lugar muy bonito —respondí y mordí mi sándwich.

—Lo es. Mi familia es propietaria de un hotel allí: el «Hotel Cutler Cove», en Cutler Cove, que está a pocos kilómetros de la Playa de Virginia —respondió acomodándose orgullosamente.

—¿Existe un lugar que lleva el nombre de tu familia?

—Ajá. Hemos estado allí desde los tiempos en que los indios lo abandonaron. Al menos es lo que dice mi abuela.

—¿Tu abuela vive con vosotros? —pregunté con envidia.

—Ella y mi abuelo llevaban antes el hotel. El murió, pero ella aún lo dirige junto con mis padres. ¿A qué se dedica tu padre, Dawn?

—Trabaja aquí —dije y pensé ya empezamos otra vez.

—¿Aquí? ¿Es un maestro? ¿Y tú me has permitido decir todas esas cosas sobre Mrs. Turnkey y…?

—No, no. Es el supervisor de mantenimiento —contesté rápidamente.

—¡Oh! —Philip sonrió y dejó escapar un suspiro de alivio—. ¡Me alegro! —dijo.

—¿Te alegras? —No pude evitar el tono de sorpresa.

—Sí. Las dos chicas que conozco de aquí, cuyos padres son maestros, son las

snobs más grandes que conozco, Rebecca Clare Longstreet y Stephanie Kay Sumpter. Ignóralas a toda costa —me recomendó.

En ese momento vi entrar a Jimmy. Caminaba solo. Se detuvo en la entrada y miró a su alrededor. Cuando me vio, dejó escapar una mirada de sorpresa al verme junto a Philip Cutler. Entonces se dirigió rápidamente hacia mi mesa y se dejó caer pesadamente en una silla.

—Hola —saludó Philip—. ¿Cómo va eso?

—Apesta —contestó Jimmy—. Me acaban de reñir por haber puesto los pies en el travesaño del asiento delante mío. Pensé que la maestra me tendría allí todo el período del almuerzo.

—Vigila eso por aquí. Si Mrs. Turnbell se da cuenta y ve a un alumno haciendo algo así, riñe al maestro primero, lo que hace enfurecer más a éste —explicó Philip.

—Te presento a Philip Cutler —dijo Dawn—. Philip, mi hermano Jimmy.

—Hola —saludó Philip extendiendo la mano. Jimmy la contempló con recelo y entonces la estrechó rápidamente.

—¿Qué se creen en este sitio, que son de oro? —comentó Jimmy, volviendo a su problema.

—¿No has hecho amigos todavía? —le pregunté esperanzadamente.

Negó con la cabeza.

—Tengo que ir a buscar mi leche. —Se levantó rápidamente y fue hasta la hilera de los que esperaban por su almuerzo. Los chicos delante suyo parecieron nerviosos cuando se aproximó.

—Jimmy no se siente muy feliz de estar aquí, por lo que veo —dijo Philip mirando hacia él.

—No, no lo está. Quizá tenga razón —añadí.

Philip sonrió.

—Tienes los ojos más bonitos y claros que he visto jamás. La única persona cuyos ojos se asemejan un poco a los tuyos es mi madre.

Me sentí ruborizar desde el cuello hasta los pies. Sus lisonjeras palabras me sedujeron, como también la mirada de admiración en sus ojos. Durante un momento, no pude hablar. Desvié los ojos mientras daba otro bocado a mi sándwich. Mastiqué rápidamente y tragué y entonces me volví a él nuevamente.

Algunos chicos al pasar le saludaban y entonces me miraban con curiosidad. Finalmente, dos de sus amigos se sentaron a mi lado.

—¿No vas a presentarnos a tu famosa nueva amiga? —preguntó un chico alto y delgado con pelo color melocotón y ojos castaños. Tenía una sonrisa torcida que levantaba un extremo de su boca.

—No si lo puedo evitar —contestó Philip.

—Ah, vamos. A Philip le gusta quedarse con todo —me dijo el chico alto—. Es un chico muy egoísta.

—Me llamo Dawn —expliqué rápidamente.

—Dawn. ¿Quieres decir como «me di cuenta»?[3] —El y su compañero se rieron con fuerza.

—Me llamo Brandon —explicó finalmente el chico alto—. Y este idiota a mi lado se llama Marshall. —El chico más bajito simplemente asintió. Tenía los ojos muy juntos y llevaba el pelo, color castaño oscuro, cortado muy corto. En vez de sonreír, hacía una mueca. Recordé que Madre una vez me había dicho que nunca confiara en nadie que tuviera los ojos muy juntos. Dijo que era porque sus madres antes de dar a luz debían de haber sido sorprendidas por serpientes.

Jimmy volvió y Philip le presentó a los otros chicos, pero se sentó calladamente comiéndose su sándwich. Philip era el único que le hablaba, pero a Jimmy no le importaba evidentemente. Vi, por la manera que miraba a Marshall de vez en cuando, que tampoco le gustaba.

Sonó la campana marcando el final del período del almuerzo.

—¿Vas a clase de gimnasia? —Brandon le preguntó a Philip—. ¿O tienes otros planes? —añadió, mirándome y sonriendo. Supe lo que quería dar a entender, pero traté de aparentar que no había comprendido.

—Me reuniré contigo —le contestó Philip.

—No te retrases —le dijo Marshall sarcásticamente, hablando por la comisura de la boca. Los dos chicos se marcharon riendo.

—¿Hacia dónde vas, Dawn? —inquirió Philip.

—A clase de música.

—Bien, te acompañaré. Está en la dirección de la clase de gimnasia —explicó. Empezamos a retirarnos de la mesa. Cuando miré hacia el lado, vi cómo Clara Sue y sus amigas nos miraban murmurando. Me parecieron odiosas. ¿Por qué?, me pregunté. ¿Por qué tenían que ser de esa manera?

—¿Dónde es tu próxima clase, Jimmy? —le pregunté.

—Tengo que ir por el otro lado —me respondió y desapareció antes de que pudiera decir nada más. Se abrió paso a codazos a través de un grupo de alumnos que iban hacia las puertas de los corredores y desapareció rápidamente.

—¿Has asistido a este colegio toda tu vida? —pregunté.

Philip asintió. Mientras avanzábamos, vi que muchos chicos y chicas saludaban a Philip. Obviamente, era muy popular.

—Mi hermana y yo fuimos al parvulario del colegio. —Se inclinó hacia mí—. Mis padres y mi abuela hacen cuantiosos donativos al colegio —añadió, pero no pareció altanero sobre ello. Era simplemente la explicación de un hecho.

—Oh. —Todos a mi alrededor parecían tan sofisticados y tan ricos. Jimmy había tenido razón. Éramos como peces fuera del agua. Mi padre sólo trabajaba allí y ¿qué podía ponerme mañana? ¿Qué se pondría Jimmy? Si ya hoy, resaltábamos y se nos veía fuera de lugar, ¿qué sucedería mañana?

—Mejor que ambos nos pongamos en marcha antes de que nos envíen a ver a Mrs. Turnkey —dijo y sonrió—. Piénsate si mañana vienes a dar una vuelta conmigo, ¿de acuerdo?

Asentí. Cuando miré hacia atrás, vi a Clara Sue y a sus amigas caminando lentamente detrás de nosotros. Clara Sue parecía muy disgustada por la atención que me estaba prestando su hermano. Quizá fuera sincero. ¡Era tan guapo y yo tenía tantas ganas de hacer algo que la molestase!

—Lo pensaré —dije con voz suficientemente alta para que lo oyesen las otras chicas.

—Magnífico. —Me pellizcó el brazo suavemente y se marchó, girándose una vez para sonreírme. Le devolví la sonrisa, asegurándome de que Clara Sue la viera y entonces entré en la clase de música, mientras sonaba la campana que indicaba el principio de la clase.

Mi profesor de música, Mr. Moore, era un hombre de cara sonrosada con hoyuelos en las mejillas y el pelo tan rizado como el de Harpo Marx. Tenía el carácter más dulce de todos los profesores que había conocido hasta el momento y cuando sonreía, era con una sonrisa llena de calor y sinceridad. Vi que alumnos tímidos dejaban su embarazo cuando les animaba y voluntariamente, se aventuraban a cantar algunas notas en solitario. Caminaba alrededor de la clase con una armónica de afinación, enseñándonos las escalas, explicando las notas, haciendo que la clase de música fuera más interesante de lo que imaginaba que pudiera ser. Cuando llegó a mí, hizo una pausa y contrajo la nariz como una ardilla. Sus ojos castaños se iluminaron.

—¿Y la nueva voz? —dijo—. Dawn, ¿puedes cantar do, re, mi, fa, sol, la, si, do? Te daré el tono. —Empezó, llevándose la armónica a los labios, pero comencé antes de que tuviera ocasión de soplar. Sus ojos se agrandaron y sus peludas cejas color marrón rojizo se arquearon—. Bien, un descubrimiento. Ésa es la mejor escala que he oído en años —dijo—. ¿No fue perfecto, chicos? —preguntó a la clase. Cuando miré a mi alrededor, vi caras llenas de envidia. Louise estaba especialmente celosa del cumplido que me había hecho Mr. Moore. Tenía la cara verdosa—. Creo que hemos encontrado la solista de nuestro próximo concierto —rumió Mr. Moore en voz alta, pellizcándose su redonda barbilla entre su pulgar y su índice mientras me miraba y asentía—. ¿Has formado parte de un coro antes, Dawn?

—Sí, señor.

—¿Y tocas algún instrumento? —inquirió.

—He estado aprendiendo la guitarra por mi cuenta.

—¿Aprendiendo sola? —Miró alrededor de la clase—. Eso es estar motivado, chicos y chicas. Bien, vamos a tener que ver hasta dónde has podido llegar. Si lo haces muy bien, hasta es posible que me dejes sin empleo —bromeó.

—No lo hago muy bien, señor —contesté.

Se echó a reír, y las mejillas le temblaron con las risas.

—He aquí algo refrescante —comentó dirigiéndose al resto de la clase—, la modestia. ¿Os habéis preguntado alguna vez qué cosa es eso, chicos?

Se rió de su propio chiste y continuó con la lección de ese día. Cuando sonó el timbre que avisaba el final, me pidió que me quedase un momento.

—Trae tu guitarra mañana, Dawn. Me gustaría oírte tocar —me dijo con el rostro serio y decidido.

—No tengo una buena guitarra, señor. Es de segunda mano y…

—Vamos, vamos. No te avergüences de ella y tampoco permitas a los otros alumnos que te avergüencen. Tengo la sensación de que seguramente es mucho mejor de lo que crees. Además yo puedo dejarte una guitarra muy buena cuando llegue el momento.

—Gracias, señor —le contesté.

Se recostó contra el respaldo y me contempló un momento.

—Sé que los alumnos deben llamar a sus maestros señor y señora —explicó—. Pero cuando estemos trabajando solos, ¿crees que puedes llamarme Mr. Moore?

Sonreí.

—Probaré a hacerlo.

—Bien. Me alegro que estés aquí, Dawn. Bienvenida al Emerson Peabody. Ahora, más vale que te des prisa en llegar a tu próxima clase.

—Gracias, Mr. Moore —le dije y él sonrió.

Me dirigí hacia la siguiente clase pero me detuve cuando vi a Louise esperándome

—Hola —le dije al ver que quería que volviésemos a ser amigas. Pero eso no era lo que más le preocupaba.

—Vi a Philip Cutler sentado contigo a la hora de comer —comento sin poder esconder una nota de envidia—. Más vale que tengas cuidado. Tiene mala reputación entre las chicas —añadió con la voz aún llena de celos.

—¿Mala reputación? Parece muy simpático. Muy diferente de su hermana —expliqué haciendo énfasis—. ¿Qué es lo que dicen que sea tan malo?

—Es lo que quiere hacer, ya en la primera salida —replicó abriendo mucho los ojos.

—¿Y qué es lo que quiere hacer? —pregunté. Ella dio un paso atrás.

—¿Qué piensas que quiere? —Miró a un lado y a otro para asegurarse de que nadie nos oía—. Quiere llegar hasta lo último.

—¿Has salido tú con él?

—No —contestó con una mirada de asombro—. Nunca.

Me encogí de hombros.

—Creo que no debes de permitir que la gente decida sobre lo que debes o no debes pensar de los demás. Debes decidir por ti misma. Además no es justo para Philip —añadí mientras los brillantes ojos azules de él flotaban por mi pensamiento.

Louise movió la cabeza.

—No digas que no te lo advertí —me indicó.

—Por lo menos no dejó que me quedase sentada sola durante la comida. —Mi disparo fue certero, dando como una flecha en la diana.

—Siento haberte dejado… ¿Te parece que comamos juntas mañana? —me preguntó.

—Es posible —contesté sin decir nada definitivo. Aún sentía los arañazos que ella y sus felinas amigas me habían hecho en el corazón. Pero se quedó lo bastante satisfecha como para hacerme otra advertencia.

—Si crees que ahora le caes mal a Clara Sue Cutler, espera a que sepa lo que dijo Mr. Moore.

—¿Qué quieres decir?

—Se cree que va a cantar la parte solista en el concierto. Lo hizo el año pasado —explicó Louise, reventando el globo de mi felicidad justo en el momento en que comenzaba a hincharse.

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