Aurora

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10. Un nuevo hermano, un amor perdido

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Mi sugerencia le sorprendió. Levantó las cejas y miró rápidamente hacia la puerta como si temiera que alguien pudiera estar escuchando por la cerradura. Entonces se llevó su índice y pulgar de la mano izquierda al anillo de su dedo meñique y empezó a girarlo y girarlo mientras movía la cabeza y meditaba.

—No sé —murmuró—. No sé si eso traería complicaciones con las autoridades —dijo.

—Es muy importante para mí.

—De todos modos, ¿cómo sabes que te dirá la verdad? —preguntó rápidamente—. Te mintió, te contó historias horribles. No quisiera ser el que te endureciera el corazón en contra suya —añadió— pero lo que es verdad es verdad.

—Sólo quiero intentarlo —supliqué—. Si no me contesta o si no me lo explica, dejaré el asunto para siempre. Lo prometo.

—Ya veo. —Repentinamente levantó el montón de papeles y lo colocó delante suyo otra vez, prácticamente desapareciendo de mi vista—. Bien, no sé —murmuró—. No sé. Tengo todo este trabajo… La abuela Cutler quiere que todo funcione como una seda —repitió. Empezó a grapar papeles. Me pareció que ni siquiera miraba lo que estaba uniendo—. No debemos eludir el hacer las cosas, haciéndolas a tontas y a locas. Hay responsabilidades, obligaciones… una preparación —sermoneó.

—No sé a quién pedírselo, quién lo puede hacer por mí —dije con la voz en tono de súplica—. ¡Por favor! —gemí vehementemente.

Se detuvo y me miró.

—Bien… de acuerdo —dijo asintiendo—. Veré lo que puedo hacer.

—Gracias —agradecí entregándole el sobre. Lo cogió y lo miró. Yo ya lo había cerrado. Lo puso en el cajón superior de su mesa rápidamente. Tan pronto como desapareció, le cambió la cara. La expresión preocupada se desvaneció y sonrió.

—Bien —dijo—. Quería hablarte sobre tus trajes. Laura Sue y yo hablamos anoche sobre ello. Hay una serie de cosas que Clara Sue ya no usa que quizá te sirvan. Mrs. Boston te las llevará a tu habitación más tarde en el día de hoy y podrás ver lo que te sirve o no.

—Ya lo ha hecho —repuse.

—Oh, bien, bien. Laura Sue te quiere llevar de tiendas mañana o así, para comprarte cualquier otra cosa que necesites. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti?

Negué con la cabeza.

—Gracias —dije y me levanté.

—Es una bendición, un milagro que nos hayas sido devuelta —me dijo. Entonces se levantó de su silla y dio la vuelta a su mesa para acompañarme hasta la puerta—. Oh, Philip me dijo que tocas muy bien el piano.

—Apenas estoy empezando. No lo toco tan bien.

—A pesar de ello, sería muy agradable si subieras y tocaras algo para Laura Sue y para mí en el piano.

Me estaba preparando a contestar cuando volvió a mirar hacia su mesa.

—Lo siento. Estoy tan ocupado. Pronto pasaré mucho tiempo contigo.

¿Ocupado con qué?, me pregunté, ¿grapando papeles? ¿Por qué no tenía una secretaria que se lo hiciera?

—Todo irá bien. Sólo dale tiempo —me aconsejó y abrió la puerta.

—Gracias —dije.

Y entonces se inclinó y me besó en la mejilla. Fue un roce breve, tentativo. También me apretó la mano en la suya y entonces cerró la puerta rápidamente entre nosotros, como si tuviera miedo de que alguien hubiera visto que me había besado y que había estado hablando conmigo.

Su extraña forma de ser, la inesperada aspereza de mi abuela, las raras enfermedades de mi madre, todo me dejaba aturdida, flotando en la desesperanza. ¿Cómo iba yo a nadar en este nuevo océano de remolinos y confusión?

¿Y quién sería mi balsa y me mantendría a flote ahora?

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