Aurora

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15. Secretos desvelados

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—Los recuerdo —admitió. Bebió un poco más de agua y se reclinó—. ¿Por qué has venido? ¿Qué quieres de mí? —preguntó—. Soy una mujer enferma, tengo una diabetes avanzada. Es casi seguro que me van a tener que amputar esta pierna y después de eso… es igual que me muera —añadió.

—Lamento su problema —dije—. Mi madre… Sally Jean… se enfermó y sufrió terriblemente.

Su cara se ablandó.

—Quiero que me diga usted la verdad, Mrs. Dalton —le pedí—. Hasta el último detalle que recuerde, pues mi padre… el hombre a quien llamaba mi padre, Ormand Longchamp, está en la prisión y mi madre, Sally Jean, ha muerto, pero no puedo pensar que son malvados como todo el mundo me dice. Siempre fueron buenos conmigo y siempre se ocuparon de mí. Me quisieron con todo su corazón y yo les quise a ellos. No puedo permitir que se digan esas cosas tan malas sobre ellos. Simplemente no puedo. Les debo el averiguar la verdad.

Vi entonces un pequeño gesto de aprobación en la cara de Mrs. Dalton.

—Me caía bien Sally Jean. Era muy trabajadora, una buena mujer que jamás menospreciaba a nadie y que tenía una agradable sonrisa, aunque las cosas fueran difíciles para ella. Tu padre también era un hombre trabajador que trataba bien a todos. Jamás pasó por mi lado sin saludarme y sin preguntarme cómo estaba.

—Es por eso que no puedo concebir que sean malas personas, Mrs. Dalton, no importa lo que me digan —insistí.

—Ellos te secuestraron —dijo.

Sus ojos se volvían vidriosos.

—Lo se, pero el porqué…, eso es lo que no entiendo.

—Tu abuela no sabe que has venido aquí, ¿verdad? —preguntó, asintiendo con la cabeza porque ya sabía lo que iba a contestarle.

—No.

—¿Ni tu padre ni tu madre?

Negué con la cabeza.

—¿Cómo está tu madre? —preguntó, metiendo hacia adentro las comisuras de sus labios.

—Casi siempre encerrada en su habitación por una u otra razón. Sufre enfermedades nerviosas y se hace llevar todo a su cuarto, aunque a mí no me parece enferma. —Me negaba a sentir lástima de mi madre. En su propio estilo, era tan egoísta como Clara Sue—. Ocasionalmente acompaña a mi abuela en la cena y saluda a los huéspedes.

—Cualquier cosa que quiera tu abuela —murmuró Mrs. Dalton—, ella la hará.

—¿Por qué? ¿Cómo es que sabe tanto sobre los Cutler? —pregunté rápidamente.

—Estuve con ellos durante largo tiempo… Siempre trabajaba para ellos cuando alguien estaba enfermo. Me caía bien tu abuelo. Era una persona dulce y gentil. Cuando murió lloré lo mismo que cuando murió mi propio padre. Entonces fui enfermera de tu hermano, de ti y de tu hermana.

—¿Cuidó usted a Clara Sue también?

Ella asintió.

—Entonces mi abuela en verdad no estaba enfadada con usted por lo que sucedió y no la culpó por mi secuestro.

—Cielos, no, ¿quién te dijo eso?

—Mi madre.

Asintió nuevamente. Entonces abrió más los ojos.

—Si tu abuela no sabe que estás aquí y tampoco tus padres, ¿quién te envió? ¿Ormand?

—Nadie me envió. ¿Por qué iba a enviarme mi padre? —pregunté rápidamente.

—¿Qué es lo que quieres? —inquirió de nuevo esta vez más agudamente—. Ya te dije que estoy enferma, que no puedo permanecer sentada mucho rato hablando.

—Quiero saber lo que realmente ocurrió, Mrs. Dalton. Hablé con Mrs. Boston…

—¿Mary? —sonrió—. ¿Cómo está Mary?

—Está muy bien, pero cuando le pregunté sobre lo que había sucedido no me dijo que estaba usted haciéndole una visita cuando fui secuestrada y no quiso hablar del asunto.

—Yo estaba con ella. Simplemente se le olvidó. No hay nada más que contar. Estabas dormida. Salí de tu habitación. Ormand te cogió y luego él y Sally Jean se fugaron. Ya conoces el resto.

Bajé la mirada mientras las lágrimas se me agolpaban rápidamente en los ojos.

—No te están tratando muy bien desde que regresaste, ¿verdad? —preguntó Mrs. Dalton con percepción. Negué con la cabeza y me sequé las lágrimas que habían brotado de mis ojos.

—Mi abuela me odia. Está molesta porque me han encontrado —le dije y miré hacia arriba—. Y ella fue la que ofreció el dinero de rescate que llevó a que me recuperasen. No lo comprendo. Quería que me encontrasen, pero se molestó cuando lo hicieron y no fue solamente porque había pasado todo este tiempo. Hay algo más. Puedo sentirlo. Lo sé. Pero nadie quiere explicármelo o nadie lo sabe.

»Oh, Mrs. Dalton, por favor —le supliqué—. Padre y Madre no eran mala gente. Hasta usted lo ha dicho. No puedo entender que le robasen un bebé a alguien, aunque Madre acabara de perder uno. No importa lo que me digan, no puedo aprender a odiarles y no soporto pensar en Padre encerrado en la cárcel.

»Mi hermanita Fern y mi hermano Jimmy han sido enviados a vivir con extraños. Jimmy tuvo que escaparse de un malvado granjero y esconderse en el hotel, hasta que Clara se chivó. La Policía se lo llevó anoche. Fue horrible.

Respiré hondo y moví la cabeza.

—Es como si nos hubieran hecho una maldición, ¿por qué? ¿Qué hemos hecho? No somos unos pecadores —añadí vehemente. Eso le hizo abrir más los ojos de nuevo. Se llevó las manos a la garganta y me miró como si fuese un fantasma. Entonces asintió lentamente.

—Él te ha enviado —murmuró—. Él te ha enviado a mí. Ésta es mi última ocasión de redimirme, mi última ocasión.

—¿Quién me ha enviado?

—Dios Todopoderoso —me dijo—. Todos los días de ir a la iglesia no han servido para nada. No ha sido suficiente para dejarme limpia. —Se inclinó hacia delante y me tomó la mano firmemente en la de ella. Sus ojos se habían vuelto enormes y habían adquirido una mirada salvaje—. Es por eso que estoy en esta silla de ruedas. Es mi penitencia. Siempre lo he sabido. Esta vida tan dura es mi castigo.

Permanecí absolutamente quieta mientras ella me miraba a la cara. Después de un momento, movió la cabeza y soltó mi mano. Se recostó sobre el respaldo, respiró profundamente y me miró.

—Está bien —dijo—. Te lo contaré todo. Tú estabas destinada a saberlo y yo destinada a contártelo. Si no Él no te hubiese enviado a mí.

—Tu madre proviene de una rica, distinguida y vieja familia de la Playa de Virginia —empezó Mrs. Dalton—. Recuerdo la boda de tu padre y de tu madre. Todo el mundo se acuerda. Fue uno de los grandes acontecimientos en Cutler’s Cove y todos en la buena sociedad fueron invitados, incluso gente de Boston y de Nueva York. La gente pensó que era el matrimonio perfecto, dos personas muy atractivas de las mejores familias. Incluso la gente aquí comparaban esa boda con la de la actriz Grace Kelly, y ese príncipe en Europa. Tu padre era aquí como un príncipe y tu madre tenía un buen número de pretendientes tras ella. Pero incluso entonces, oí historias.

—¿Que clase de historias? —pregunté cuando pareció que no iba a continuar.

—Historias de que a tu abuela no le gustaba esa boda, que pensaba que tu madre no era la chica adecuada para tu padre. Di lo que quieras sobre tu abuela, es una mujer poderosa con ojos de águila. Ve cosas que otra gente se niega a ver y va y hace lo que debe ser hecho.

»Sí, es una señora distinguida que no haría nada para avergonzar a la familia. A tu abuelo sí le gustaba tu madre. A cualquier hombre le hubiera gustado. No sé si sigue siendo tan bonita como era, pero parecía una muñequita encantadora, sus facciones eran diminutas pero perfectas y cuando agitaba las pestañas… Los hombres se volvían como niños. Lo he visto con mis propios ojos —añadió Mrs. Dalton, mirándome y levantando las cejas—. Así pues, tu abuela, silenció su oposición, creo. No sé lo que sucedió a puerta cerrada naturalmente, aunque algunos miembros del personal más antiguo, gente que había estado con los Cutler mucho tiempo, gente como Mary Boston, tenían una idea acertada de lo que estaba sucediendo y dijeron que había una lucha.

»No es que Mary sea el tipo de persona que va contando chismes, no creas. No lo hace. Yo siempre estuve muy unida a Mary y por eso me contaba lo que sabía. Yo ya era enfermera y había hecho algún trabajo especial en el hotel, cuidando huéspedes que se enfermaban y luego, como ya te he dicho, cuidando al viejo Mr. Cutler cuando se enfermó.

»No era un secreto lo que tu abuela opinaba de tu madre. Pensaba que era demasiado ligera y egoísta para ser la mujer de un buen hotelero, pero tu padre estaba locamente enamorado. No había nada que deseara más.

»Se casaron de todas formas y durante una temporada pareció que tu madre serviría para ser la mujer de un buen hotelero. Se portaba bien, hacía lo que tu abuela quería, aprendió a ser amable con los huéspedes y a ser una anfitriona… Verdaderamente disfrutaba vistiéndose elegantemente y usando sus joyas caras, de modo que podía ser la princesa de Cutler’s Cove, y en aquellos días, como lo sigue siendo ahora, Cutler’s Cove era un hotel muy especial que atendía a las familias más ricas y distinguidas de toda la Costa Éste… ¡Y hasta de Europa!

—¿Qué sucedió para que cambiaran las cosas? —pregunté sin poder contener mi impaciencia. Conocía todo lo del hotel y lo famoso que era. Quería que llegara a la parte que no sabía.

—Estoy llegando, niña. No te olvides que no estoy ágil y mi mente se distrae muchísimo a causa de esta enfermedad, debería decir esta maldición. —Agitó la mano y adoptó un aspecto de estar mirando a lo lejos.

Permanecí sentada obedientemente, esperando, hasta que ella se volvió a mí.

—¿Dónde estaba?

—Estaba usted contándome de mi madre, de la boda, de lo bien que iban las cosas al principio…

—Oh, sí, sí. Bueno, no fue mucho después de que tu hermano naciera.

—Philip.

—Sí, Philip, cuando tu madre empezó a salirse un poco del camino recto.

—¿Salirse del camino recto?

—¿No sabes lo que quiere decir eso, niña? Tú sabes lo que hace un gato cuando sale por las noches, ¿no? —me preguntó inclinándose hacia mí.

—Creo que sí. ¿Coquetea? —dije adivinando.

Negó con la cabeza.

—Hizo algo más que coquetear. Si tu padre lo sabía no se dio por enterado. Por lo menos con la gente, pero tu abuela sí lo sabía. Nada sucede en ese hotel que ella no lo sepa en el mismo minuto o poco después. Siempre pareció que tu abuelo era el que dirigía pero ella es la fortaleza, siempre lo ha sido, por lo menos desde que yo puedo acordarme —añadió parpadeando mucho.

—Lo sé —dije tristemente.

—De todos modos, por lo que conozco del asunto, vino ese artista, pianista y cantante, tan guapo como pueda ser un hombre. Todas las mujeres jóvenes se derretían con él, y él y tu madre… —Hizo una pausa y se inclinó nuevamente hacia mí como si hubiesen otras personas en la habitación y no quisiera que la oyesen.

»Estaba esa camarera, Blossom, que me dijo que los había encontrado una noche detrás de la caseta de la piscina. Ella solía ir con un hombre llamado Félix, que era el que hacía las reparaciones. Nada atractivo —añadió torciendo la nariz— pero Blossom estaba dispuesta a irse a la cama con el primero que se detuviera lo suficiente para mirarla.

»De todos modos, ella sabía que era tu madre y se asustó y sacó a Félix de allí. Blossom no contó lo que había visto más que a una o dos de sus íntimas amigas además de mí, y tu madre y su amante no supieron que Blossom había estado por allí en esos momentos, pero no fue mucho después que tu abuela se enteró de todo. Tenía ojos y oídos que trabajaban para ella por todas partes en ese lugar, si sabes lo que quiero decir —dijo Mrs. Dalton moviendo la cabeza.

—¿Que fue lo que hizo? —pregunté con una voz que apenas se oía.

—El cantante fue despedido y poco después… bueno, poco después tu madre estaba embarazada.

—¿De mí?

—Me temo que sí, niña. Y tu abuela hizo ir a tu madre a su oficina y con sus palabras le dio tal paliza que la dejó pidiendo misericordia. Naturalmente, tu madre juró por todo lo más sagrado que tú eras hija de Randolph, pero tu abuela era demasiado suspicaz y sabía demasiado sobre lo que había estado sucediendo. Sabía las fechas, las veces… Tu madre finalmente confesó que posiblemente no eras hija de Randolph. Además —aquí volvió a levantar las cejas—, no creo que las cosas fueran tan bien entre tu padre y tu madre como se supone que deben de ir entre un hombre y su mujer. ¿Entiendes?

Negué con la cabeza. No lo entendía.

—Bueno —dijo ella—. Ésa es la historia. De todos modos, la única razón por la que me enteré de todo esto fue porque tu abuela iba a obligar a tu madre a abortar a escondidas. Quería que yo la llevase a alguien para eso.

Moví la cabeza asombrada. Randolph Cutler no era mi padre. Una vez más, lo que yo había creído no era verdad, no lo era. ¿Cuándo terminaría todo esto? ¿Cuándo cesarían las mentiras?

—¿Cómo se llamaba el cantante?

—Oh, no me acuerdo. En aquellos días los artistas pasaban por aquí como un huracán. Algunos se quedaban toda la temporada, otros apenas una semana, porque iban camino de Nueva York o Boston o Washington D. C. y, como ya te he dicho, no era el primero que tu madre llevaba a la caseta de la piscina.

No podía creer lo que estaba oyendo respecto a mi madre. Mi pobre madre enferma. ¡Já! Qué farsa más complicada había logrado crear. ¿Cómo podía haberle hecho una cosa así a Randolph? ¿Cómo podía haber traicionado su amor y sus promesas matrimoniales durmiendo con otros hombres? Me asqueaba.

Ella me asqueaba, porque sus acciones no eran más que las de una mujer egoísta que no piensa más que en sí misma y en lo que desea.

—¿Randolph no se enteró? —pregunté.

—Se enteró de que tu madre estaba embarazada —replicó—. Y eso fue lo que la salvó de tener que abortar. Como ves, Él pensó que tú eras su bebé. Así que Laura Sue suplicó a tu abuela que le permitiese tener la criatura, llevar el embarazo a término y evitar que Randolph supiese su infidelidad.

»Tu abuela no quería escándalos pero no se sentía contenta de tener que mantener al hijo de otro hombre y que la criatura llevase el nombre de Cutler. Está demasiado orgullosa de su sangre y nadie

jamás ha podido vencerla.

—Pero yo nací. Permitió que eso sucediese —dije.

—Sí, tú naciste, pero justo antes de que sucediese, tu abuela decidió que después de todo, no podía vivir con esa mentira en el hotel. Creo que se estaba recomiendo al ver a Laura Sue cada día más y más abultada con la criatura y ver a la gente mimándola y hablando de una nueva nieta mientras que ella sabía que la criatura no era verdaderamente su nieta. Además, tu madre aprovechaba todas las ocasiones para presumir ante tu abuela. Ése fue su gran error.

—¿Qué fue lo que hizo? —pregunté sintiendo que el corazón empezaba a latirme con fuerza. Temía respirar demasiado alto por miedo a que Mrs. Dalton se detuviese o cambiase de tema.

—Se enfrentó a Laura Sue. Yo ya estaba trabajando en el hotel cuidándola durante su último mes y viviendo dónde viviría, en la suite de los niños, después de que tú nacieses. Estaba muy cerca —agregó irguiéndose en la silla de ruedas y levantando las cejas.

—¿Quiere decir que oyó lo que estaban hablando? —le pregunté. No quise decir: «Oyó a escondidas». Podía notar que era un tema sobre el que se sentía especialmente sensible.

—Lo hubiese sabido de todos modos. Me necesitaban. Y tuvieron que contármelo.

—¿La necesitaban? —Yo estaba confusa—. ¿Por qué?

—Tu abuela había hecho un plan. Había rescindido el acuerdo original con tu madre y le había dicho que tenía que ceder el bebé. Si lo hacía, tu abuela guardaría el secreto de su infidelidad y podría continuar siendo la Princesa de Cutler’s Cove.

—¿Qué dijo mi madre? Debieron de tener una terrible discusión. —A pesar de que mi madre creaba la ilusión de estar enferma, yo sospechaba que cuando quería algo, podía tener una gran fuerza de voluntad, si era para su propio provecho.

—No hubo discusión. Tu madre era demasiado egoísta y mimada. Tenía miedo de perder la buena vida, así que aceptó el engaño.

—¿Engaño? ¿Qué engaño?

—El plan, niña. Sally Jean Longchamp acababa de dar a luz una niña que había nacido muerta, como sabes. Tu abuela fue a verlos a ella y a Ormand e hizo un trato con ellos. Tendrían que secuestrar al bebé recién nacido. Les dio joyas y dinero para ayudarles en la fuga.

»Sally Jean estaba alterada por haber perdido una criatura y aquí estaba la abuela Cutler ofreciéndole otra niña que, de todos modos, nadie parecía querer. Laura Sue había aceptado y creo que se les dijo que Randolph también.

No estoy segura sobre ese punto.

»Tu abuela lo había preparado todo con ellos y había prometido cubrir bien su fuga y enviar a la Policía en otra dirección.

»Entonces vino a mí —dijo Mrs. Dalton, bajando la vista—. Yo no pude discutir con ella cuando dijo que Laura Sue sería un desastre como madre. Podía ver cómo era con Philip. Jamás tenía tiempo para él. Estaba demasiado ocupada con almuerzos o compras o tomando el sol en la piscina, y tu abuela estaba muy alterada porque la criatura no era una verdadera Cutler.

»De todos modos, me ofreció el sueldo de todo un año para que cooperase. Era mucho dinero por limitarme a volver la espalda y puesto que ni tu madre, ni tu abuela querían al bebé…, bueno, hice lo que ella me pidió y me fui a visitar a Mary Boston a su habitación y a esperar mientras Ormand entraba y te robaba.

»Mary sabía lo que estaba sucediendo. Había cazado una frase aquí y otra allí y entonces yo le conté el resto. A ella nunca le había gustado tu madre. No gustaba a casi nadie del personal porque era muy malcriada y los despreciaba.

»De todos modos, a Mary y a mí nos daba lástima de Sally Jean Longchamp, que acababa de perder una criatura que había deseado. Pensamos que todo el asunto era una buena idea. Nadie iba a perder nada con ello.

»Aparentemente, Randolph aún no sabía lo que estaba sucediendo y lo que había decidido, así que tu abuela continuó el engaño, ofreciendo un rescate. Hubo veces que pensamos que la Policía había localizado a Ormand y Sally Jean. Randolph iba a identificar a los sospechosos pero nunca eran ellos. Creo que ya conoces el resto.

»Excepto —dijo, mirándose las manos sobre la falda—, que llegó un momento en que tuve remordimientos por mi participación. No importaba lo mala madre que Laura Sue hubiese sido y lo mucho que Ormand y Sally Jean desearan otra hija, todo estaba mal. Se convirtieron en fugitivos. Tú creciste creyendo que eras su hija y el pobre Randolph parecía estar sufriendo terriblemente porque su bebé había sido secuestrado.

»Varias veces me sentí tentada de decirle la verdad, pero cada vez que me disponía a hacerlo, perdía el valor. Mary seguía diciendo que todo había sido para bien y mi hija… Tenía miedo de lo que podía suceder si traicionábamos a la vieja Mrs. Cutler, y ella y mi yerno ya tenían bastantes problemas al tener que cuidar de mí.

»No mucho después, sin embargo, tu madre tuvo a Clara y pusieron la pequeña lápida en el cementerio para que tu recuerdo descansase para siempre.

—Lo sé. La he visto.

—Me hizo sentir fatal. Fui yo misma a verla y sabía que Dios me estaba mirando. No mucho después, empecé a enfermarme. Me empeoré más y más hasta llegar a como me ves ahora.

»Y ahora tú has vuelto y estoy contenta —me dijo con un repentino brote de energía y fuerza—. Tú eres mi redención. Puedo hacer las paces con el Señor, sabiendo que he dicho la verdad. Lo siento mucho también. No puedo arreglar el mal, pero puedo decirte que me arrepiento de cualquier participación que tuve en ello.

»Eres demasiado joven para apreciar lo que significa el perdón, niña, pero de verdad espero que algún día encuentres en tu corazón el perdón para la vieja y enferma Lila Dalton —me dijo sonriendo suavemente esperanzada.

—Usted no es la que tiene que pedir perdón, Mrs. Dalton —repliqué—. Usted creyó en aquel momento que estaba haciendo lo correcto, incluso algo que sería lo mejor para mí. Pero —añadí con los ojos ardiendo—, Ormand Longchamp no tendría que estar encerrado en esa cárcel cargando con toda la culpa.

—No, supongo que no.

—¿Diría usted la verdad ahora si se lo pidiesen? —pregunté esperanzada—. ¿O aún tiene miedo de lo que pudiese suceder?

—Estoy demasiado vieja y demasiado enferma para seguir teniendo miedo de nadie ni de nada —me contestó—. Haría lo que sea necesario para hacer las paces con Dios.

—Gracias —le dije poniéndome en pie—. Por contármelo todo. Siento que esté tan enferma y espero que esto le haga sentir mejor.

—Eso es algo muy dulce por tu parte, niña. Curiosamente —dijo cogiéndome la mano y mirándome— eres la nieta que Mrs. Cutler más hubiese deseado tener y eres la que regaló.

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