Aurora

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16. Conversaciones privadas

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Se volvió de nuevo, como si lo que yo dijera no fuera importante. ¡Pero lo era!

—No me importa si puedes obligar a Mrs. Dalton a retractarse de su historia y si puedes hacer que mi madre parezca menos, se formará el suficiente escándalo para ser desagradable. Se lo diré a Randolph. Solamente piensa el daño que le hará cuando lo sepa. Le dejaste con la esperanza de volver a encontrarme, ofreciste ésa recompensa.

Me miró estudiándome durante un momento. Sostuve la mirada tan firmemente como pude, pero era como mirar directamente al centro de una hoguera. Finalmente se ablandó al ver mi resolución.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres que me sienta avergonzada y hacer llover la tragedia sobre los Cutler?

—Quiero que saques a Padre de la cárcel y dejes de tratarme como si yo fuese basura. Deja de decir que mi madre es una sinvergüenza y deja de exigir que me cambie mi nombre por Eugenia —dije con determinación.

Quería mucho más, pero tuve miedo de exigir demasiado. Con el tiempo esperaba conseguir que hiciese algo por Jimmy y por Fern.

Ella asintió lentamente.

—Está bien —suspiró—. Haré algo respecto a Ormand Longchamp. Hablaré con gente importante que conozco y procuraré conseguirle una pronta libertad condicional. De todos modos, estaba pensando hacerlo. Y si insistes en que te llamen Dawn, pues puedes seguir siendo llamada Dawn. Pero —agregó rápidamente cuando yo empezaba a sonreír—, tendrás que hacer algo por mí.

—¿El qué? ¿Quieres que regrese a vivir con él?

—Claro que no. Ahora estás aquí y eres una Cutler, tanto si nos gusta a ti y a mí como si no, pero —ronroneó muy contenta, satisfecha consigo misma, recostada en el respaldo de su silla y contemplándome por un momento—, no tienes por qué estar aquí todo el tiempo. Sería mucho mejor para todos nosotros… para Clara Sue, Philip, Randolph, hasta para tu…

madre, si te fueses.

—¿Adonde? ¿Dónde iría?

Asintió con una curiosa sonrisa en la cara. Indudablemente a ella se le había ocurrido algo muy hábil, algo que le daba mucha satisfacción.

—Tienes una voz muy bonita. Creo que se te debería permitir desarrollar el don que posees para el canto.

—¿Qué quieres decir? —¿Por qué de repente estaba ella tan ansiosa por ayudarme?

—Resulta que soy miembro honorario de la junta de fideicomisarios de una prestigiosa escuela de bellas artes en Nueva York.

—¿Nueva York?

—Sí. Quiero que vayas allí en lugar de regresar al Emerson Peabody. Hoy haré los arreglos y podrás irte dentro de poco. También tienen cursos de verano. Naturalmente que todo esto y todo lo que has sabido, no saldrá de esta habitación. Nadie tiene que saber nada excepto que yo he decidido que tu don es demasiado importante para que desperdicies tu tiempo limpiando habitaciones en un hotel.

Me di cuenta de que le agradaba la idea de que todo el mundo la considerase magnánima. Parecería una maravillosa abuela haciendo grandes cosas por su nueva nieta y yo tendría que hacer ver que estaba agradecida.

Pero yo no deseaba regresar al Emerson Peabody y sí quería llegar a ser una cantante. Se saldría con la suya y se libraría de mí. Pero yo tendría una oportunidad con la que sólo había podido soñar. ¡Nueva York! ¡Una escuela, de bellas artes!

Y Padre también recibiría ayuda.

Está bien —acepté—. Siempre que cumplas lo que has prometido.

—Siempre cumplo mi palabra —dijo airadamente—. Tu reputación, tu nombre, el honor de tu familia, son las cosas importantes. Tú vienes de un mundo en que todas esas cosas eran insignificantes, pero en mi mundo…

—El honor y la honestidad siempre han sido importantes para nosotros —le devolví cortantemente—. Podíamos ser pobres, pero éramos gente decente. Y Ormand y Sally Jean Longchamp no se traicionaban ni se mentían —repliqué. Los ojos me quemaban con lágrimas de indignación.

Me contempló durante un largo momento otra vez, sólo que esta vez vi una mirada de aprobación en sus ojos.

—Será interesante —dijo finalmente, hablando lentamente—, muy interesante, ver qué clase de mujer engendró el lío de Laura Sue. No me gustan tus modales, pero has demostrado independencia y agallas. Y ésas son cualidades que admiro.

—No estoy segura, abuela —repliqué—, si lo que tú admiras resulte alguna vez importante para mí.

Se echó hacia atrás como si la hubiera salpicado con agua fría, con los ojos volviéndose distantes y duros instantáneamente.

—Si eso es todo, creo que es mejor que te vayas. Gracias a ti y tus intromisiones, tengo mucho que hacer. Serás informada sobre la fecha de tu partida —añadió.

Me puse de pie despacio.

—Crees que puedes dirigir las vidas de todos fácilmente, ¿verdad? —dije con amargura, agitando la cabeza.

—Hago lo que tengo que hacer. El tener la responsabilidad de cosas importantes requiere que a veces tome decisiones difíciles, pero actúo lo mejor que puedo en beneficio de la familia y del hotel. Algún día, cuando tengas algo importante de lo que ocuparte y debas tomar alguna decisión desagradable o que siente mal, me recordarás y no me juzgarás tan duramente —dijo como si fuera importante para ella que yo tuviera una mejor opinión sobre su persona.

Entonces sonrió.

—Créeme, cuando necesites algo o te metas en algún problema por algún motivo u otro, no llamarás a tu madre o ni siquiera a mi hijo. Me llamarás a mí y estarás contenta de poder hacerlo —predijo.

Qué arrogancia, pensé, pero, a pesar de ello, era verdad… Incluso pese a mi corta estancia aquí, pude darme cuenta de que Cutler’s Cove le debía lo que era.

Me volví rápidamente y me fui, sin tener la seguridad de haber ganado o perdido la batalla.

Después, esa misma tarde, Randolph vino a verme. Se me hacía cada vez más y más difícil pensar en él como mi padre y esto ocurrió cuando acababa de empezar a adaptarme a la idea. Por la expresión de su cara pude ver que mi abuela le había explicado la decisión de mandarme a la escuela de bellas artes.

—Mamá me acaba de decir que has tomado la decisión de ir a Nueva York. Es magnífico, aunque debo decir que me entristece verte marchar cuando apenas acabas de llegar —se quejó. Parecía disgustado por la idea y yo pensé que era muy triste que no supiera la verdad y que yo al igual que mi madre y que la abuela Cutler lo tuviéramos engañado. ¿Era justo? Qué frágil era la felicidad y la paz en esta familia, pensé. Su amor a mi madre desaparecería con seguridad si llegaba a saber que le había sido infiel.

En cierta forma, todo estaba construido sobre una mentira y yo tenía que mantener esa mentira viva.

—Siempre he querido ir a Nueva York y ser cantante —le dije.

—Por supuesto que debes ir, sólo te estoy tomando el pelo. Pero te voy a añorar; iré a visitarte a menudo y volverás por las fiestas. Va a ser muy emocionante para ti. Ya se lo he dicho a tu madre y cree que es una magnífica idea que sigas una carrera formal en bellas artes.

»Quiere llevarte de tiendas para comprarte ropa nueva, y, por supuesto, ya he dispuesto que el coche del hotel sea puesto a vuestra disposición mañana por la mañana para que las dos podáis ir de tienda en tienda.

—¿Se siente con ganas de hacerlo? —pregunté, apenas escondiendo mi desdén.

—Oh, raramente la he visto tan contenta como ahora. Tan pronto como le expliqué sobre la decisión que mamá y tú habíais tomado, se sentó, sonrió y empezó a hablar excitadamente sobre ir de tiendas. Hay pocas cosas que le guste hacer más a Laura Sue que ir de compras —dijo riendo—. Y siempre quiere ir a Nueva York. Probablemente irá a verte cada fin de semana —añadió.

—¿Y mi trabajo en el hotel mañana? No quiero que recaiga todo sobre Sissy.

—Eso se ha terminado. Se terminó el trabajo de camarera para ti. Simplemente disfruta de la familia y del hotel hasta que tengas que irte a la escuela —dijo—. Y no te preocupes por Sissy. Haremos que alguien la ayude y contrataremos a otra persona rápidamente.

Movió la cabeza y sonrió.

—No pareces tan contenta como esperaba. ¿Te ocurre algo? Sé que la situación que se produjo con el chico Longchamp no fue agradable y comprendo que estuvieras tan disgustada, pero no debiste permitir que se escondiera aquí. —Juntó las manos en una palmada como si con ese gesto pudiera ahuyentar ese recuerdo desagradable—. Pero ya terminó. No nos preocupemos más sobre ello.

—No puedo evitar preocuparme por Jimmy —contesté rápidamente—. Sólo estaba tratando de huir de una horrible familia adoptiva. Traté de contároslo, pero nadie quiso oírme.

—Humm, bien, al menos sabemos que a la pequeña le va bien.

—¿Has sabido algo de Fern? —Me incorporé velozmente.

—No mucho. No les gusta dar ese tipo de información, pero un amigo de tu abuela conocía a alguien, que conocía a alguien. En cualquier forma, Fern fue adoptada por una pareja joven que no tenía hijos. Su dirección sigue siendo un misterio, pero los estamos buscando.

—¿Y si Padre quisiera recuperarla? —gemí.

—¿Padre? Oh, ¿Ormand Longchamp? En estas circunstancias, no creo que le sea posible recuperarla cuando salga de la cárcel. Eso todavía tardará algún tiempo —añadió. Evidentemente, la abuela Cutler no le había contado esa parte de nuestro trato.

No podía hacerlo sin revelarle por qué hacía una cosa semejante.

—De cualquier forma —continuó—, quise venir a verte para decirte lo contento que me sentía por ti. Debo volver a mi despacho. Te veré en la cena. —Se arrodilló para besarme en la frente—. Probablemente te convertirás en la Cutler más famosa —dijo y se marchó.

Me recosté contra la almohada. Qué rápido estaba ocurriendo todo ahora. Fern estaba con una nueva familia. Quizá ya había aprendido a llamar al hombre Padre y a la mujer Madre. Quizá sus recuerdos de Jimmy y de mí se estaban desvaneciendo. Un nuevo hogar, buena ropa, mucha comida, y buenos cuidados borrarían con seguridad su vida anterior y harían que todo pareciera como un vago sueño.

Estaba segura de que en cuestión de días la abuela Cutler me habría llevado a una nueva vida, una vida lejos de ella y de Cutler’s Cove. Mi gran consuelo era que estaría en un mundo lleno de música y cada vez que entraba en ese mundo, todas las dificultades y todas las miserias, toda la desgracia y toda la tristeza, desaparecían. Decidí que me concentraría y pondría toda mi energía en una sola cosa, ser una buena cantante.

Esa noche se me permitió sentarme con mi familia en el comedor para cenar. La noticia de mi marcha a una escuela de bellas artes se había extendido rápidamente por todo el hotel. Miembros del personal que anteriormente estaban molestos conmigo, ahora me deseaban suerte. Hasta alguno de los huéspedes se había enterado y tenía algo amable que decirme. Mi madre tuvo una de sus milagrosas recuperaciones. En realidad nunca la había visto más radiantemente bella. Su pelo tenía brillo, sus ojos se veían ardientes y jóvenes. Reía y hablaba con más animación de la que había demostrado nunca. Para ella todo era delicioso, la gente era encantadora. Había sido el verano más maravilloso en mucho tiempo. Hablaba y hablaba sobre nuestra próxima salida de compras.

—Tengo algunos amigos que viven en Manhattan —dijo—. Y lo primero que voy a hacer por la mañana es llamarles para saber lo que está de moda esta temporada. No queremos que te vayas con el aspecto de la hija del granjero —dijo y se echó a reír. Randolph encontraba su risa contagiosa y también estaba más animado y encantador que nunca.

Solamente Clara Sue estaba sentada con un aspecto sombrío y derrotado en la cara. Me contemplaba llena de envidia. Repleta de confusas emociones. Se estaba librando de mí, cosa que yo sabía que la hacía feliz, porque una vez más iba a ser la princesita y no tendría que compartir el escenario conmigo de ninguna forma. Pero yo me iba para hacer algo muy excitante y estaba siendo mimada y ella no.

—Yo también necesito cosas nuevas —se quejó cuando pudo decir una palabra.

—Pero tú tienes mucho más tiempo, Clara Sue, cariño —dijo mamá—. Iremos a comprar tus cosas hacia el final del verano. Eugenia se va a Nueva York dentro de pocos días. ¡Nueva York!

—Dawn —la corregí. Mi madre me lanzó una mirada y después miró a la abuela Cutler. Vio que no surgía la reprimenda—. Mi nombre es Dawn —repetí suavemente.

Mamá se rió.

—Por supuesto que lo es si te gusta y si todos estamos de acuerdo —dijo mirando nuevamente a la abuela Cutler.

—Es el nombre al que está acostumbrada —repuso la abuela Cutler—. Si desea cambiar su nombre en algún momento en el futuro puede hacerlo.

Clara Sue pareció sorprendida y molesta a la vez. Yo le sonreí y ella apartó la mirada a toda prisa.

La abuela Cutler y yo compartimos una mirada de entendimiento. Intercambiamos unas cuantas esa noche. Ahora que nuestra gran batalla había terminado, encontraba que estaba actuando de una forma distinta conmigo, tal y como había prometido. Cuando algunos huéspedes se detuvieron a preguntar sobre mi canto, dijo que había un tío en nuestra familia que solía cantar y que tocaba el violín.

Al mirar alrededor de la mesa, me di cuenta de que todo el mundo estaba contento de que me fuese pero por diferentes motivos. La abuela Cutler nunca me había querido, mi madre me consideraba una amenaza y ahora una vergüenza, Randolph estaba sinceramente feliz por mi nueva oportunidad y Clara Sue estaba feliz porque perdía la competencia por la atención de la familia. Solamente Philip, desde su puesto de camarero, me lanzaba miradas confusas.

Después de cenar y de haber pasado un rato sentada con mi madre oyéndola conversar con los huéspedes, me excusé diciendo que estaba cansada. Deseaba escribirle otra carta a Padre explicándole todo lo que había sabido. Quería que se enterase de que no lo culpaba por lo que había hecho y que comprendía su actitud y la de Madre.

Pero cuando abrí la puerta de mi habitación, encontré a Philip esperándome. Se había acostado en mi cama, con las manos detrás de la cabeza mirando al techo. Se sentó rápidamente.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté—. Sal.

¡Ahora!

—Quería hablar contigo. No te preocupes, sólo quiero hablar —dijo levantando las manos.

—¿Qué es lo que quieres, Philip? No esperes que te perdone por lo que hiciste —le dije duramente—. Jamás me olvidaré de lo que me hiciste.

—Le has dicho algo a la abuela, ¿verdad? Es por eso que ella ha arreglado todo para que te vayas tan pronto a Nueva York. Tengo razón, ¿no? —Me quedé simplemente mirándolo, sin entrar en la habitación, encontrando imposible estar en el mismo cuarto a solas con él, después de lo que me había hecho—. Bueno, ¿lo hiciste? —preguntó temeroso.

—No, Philip, no lo hice, pero creo que es verdad cuando la gente dice que la abuela Cutler tiene ojos y oídos por todo el hotel. —Eso tenía que asustarlo—. Ahora, lárgate —le ordené, permaneciendo en el umbral y manteniendo la puerta abierta—. El verte me enferma.

—Bueno, si no fuera por eso, ¿por qué iba a hacerlo? ¿Por qué iba a enviarte así?

—¿No te has enterado? Cree que tengo un don para la música —le dije secamente—. Pensaba que tú también lo creías.

—Sí, pero… todo parece tan extraño… Justo al principio de la temporada de verano, justo cuando acabas de volver con tu familia, te manda a una escuela de bellas artes… —Movió la cabeza y entrecerró los ojos con sospechas—. Aquí está pasando algo, algo que no me cuentas. ¿Entonces tiene que ver con que Jimmy fuese encontrado aquí?

—Sí —le contesté rápidamente, pero no pareció quedar satisfecho.

—No te creo.

—Peor para ti. No me importa lo que creas o pienses. Estoy cansada, Philip, y tengo mucho que hacer mañana. Por favor, vete. —Él no se movió—. ¿No me has hecho ya bastante daño? —exclamé—. Déjame sola.

—Dawn, debes comprender lo que me ocurrió. A veces un chico de mi edad pierde el control. Ocurre especialmente si la chica lo hace ir hacia delante y después no quiere seguir —dijo. Pensé que su intento de justificarse era patético.

—Nunca te impulsé hacia delante, Philip, y esperaba que comprendieras por qué me eché atrás. —Le miré con odio—. No te atrevas a echarme la culpa. Tú y sólo tú eres el responsable de tus acciones.

—Sólo estás enfadada conmigo, ¿verdad? —preguntó, con la sonrisa en su cara tomándose coqueta—. Estás muy bonita cuando te enfadas.

Le contemplé sin poder creerme lo que oía y recordé la ilusión que había sentido cuando nos conocimos en el Emerson Peabody. Qué diferentes habían sido las cosas entonces. Era como si fuéramos dos personas diferentes. En cierta forma, lo éramos, pensé. Jamás podría retroceder a cómo habían sido las cosas…, a cuando aún creía en los cuentos de hadas y en los finales felices.

—No debes odiarme —dijo haciendo ver que suplicaba que lo entendiera—.

¡No debes odiarme! —insistió.

—No te odio, Philip. —Sonrió—. Pero me das lástima —añadí con rapidez, borrando la sonrisa de su cara—. Nunca podrás cambiar lo que ha pasado entre nosotros y nunca podrás cambiar lo que siento. Cualquier sentimiento que pude haber tenido por ti, murió la noche que me violaste.

—No te mentía —protestó—. Dawn, te quiero. Con todo el corazón y con toda el alma. No puedo evitar sentir esto por ti.

—Bien, ¡pues tendrás que hacerlo! Tienes que evitarlo, Philip. Soy tu hermana. ¿Lo entiendes? ¡Tú

hermana! Se te tiene que pasar.

¡No puedes amarme! Estoy segura de que no tendrás problemas en encontrar otra novia.

—Supongo que no —dijo con arrogancia—, pero eso no quiere decir que no esté pensando en ti. No quiero otra novia, Dawn. Te quiero a

ti. Sólo a ti. ¿Por qué no pasamos una última noche juntos…? Sólo hablando —sugirió y se recostó sobre mi almohada—. Por los viejos tiempos.

¡No podía creerlo! ¿Cómo podía sugerir algo semejante? Después de todo lo que acababa de decirle, Philip aún quería… La sola idea me enfermaba. No podía soportar mirarle. Del mismo modo que Clara Sue y yo jamás podríamos tener una relación de hermanas, con Philip tampoco sería posible. Tenía que sacarle de mi vista. Antes de que le dijese algo que después lamentase. O que hiciera algo que tuviera yo que lamentar. Hice ver que oía algo por el pasillo.

—Alguien viene, Philip. Puede ser la abuela. Dijo que quería hablar después conmigo.

—¿Eh? —Se incorporó velozmente y escuchó—. No oigo a nadie.

—Philip —dije, con aspecto preocupado. Se incorporó rápidamente y vino a la puerta.

—No oigo a nadie —dijo. Le empujé y le saqué de la habitación, cerrándola velozmente.

—¡Eh! —exclamó—, eso fue algo solapado.

—El ser solapado es un rasgo de la familia —dije—. Ahora vete.

—Vamos, Dawn. Quiero compensártelo, demostrarte que puedo ser cálido y cariñoso sin atacarte. ¿Dawn? Me voy a quedar aquí toda la noche. Dormiré en tu puerta —amenazó.

Lo ignoré y después de un rato se molestó y se marchó. Finalmente pude estar sola con mis pensamientos. Acerqué la silla a la pequeña mesita, saqué una pluma y papel y empecé a escribir:

Querido Padre:

No importa lo que haya pasado, me doy cuenta de que siempre te llamaré Padre. Veo que te estoy escribiendo incluso antes de que hayas tenido la oportunidad de contestar a mi primera carta, pero quería que supieras que he sabido la verdad. He hablado con la mujer que fue mi enfermera, Mrs. Dalton, y después me enfrenté con mi madre, que lo confesó todo.

Entonces, hablé con la abuela Cutler y me lo explicó todo. Quiero que sepas que no te culpo a ti ni a Madre de nada y que sé que una vez que Jimmy sepa los detalles, se sentirá de la misma manera que me siento yo.

Me van a enviar a una escuela de bellas artes en Nueva York. La abuela Cutler se quiere deshacer de mí, pero es lo que he deseado siempre y creo que es mejor que me vaya de aquí.

Aún no sabemos dónde está Fern, pero espero que algún día vuelva contigo… su verdadero padre. No sé qué ha pasado con Jimmy todavía, pues se escapó de una malvada familia adoptiva y lo encontraron aquí y lo devolvieron. Quizás ambos os reunáis pronto. La abuela Cutler me ha prometido que hará lo que pueda para que consigas pronto una libertad condicional.

Siempre dijiste que te traía felicidad y que era un rayo de sol. Espero que esta carta te lleve alguna en lo que deben ser tus días más sombríos. Quiero que sepas que cuando canto, estoy y estaré pensando en ti y en tu sonrisa y en todo el amor que Madre y tú me disteis.

Con cariño,

DAWN

Sellé la carta con un beso y la metí en un sobre. La mandaría por la mañana.

Estaba realmente muy, muy cansada. Momentos después de que mi cabeza se apoyara en la almohada con los ojos cerrados, empecé a deslizarme hacia un sueño muy deseado. Los sonidos del hotel se desvanecieron rápidamente. Mi corta pero dramática vida aquí estaba llegando a su final.

Estaba siendo arrebatada de aquí, pensé. No estoy en el coche de Padre y no me estoy marchando en medio de la noche, pero vuelvo a estar en marcha, buscando, siempre buscando, un lugar al que pueda llamar hogar.

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