Aurora

Aurora


2. Tierra a la vista

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En la clínica, Freya se sentó en el suelo a los pies de Badim. Transcurrió una hora. No apartó la vista del suelo. Ciento setenta años de urgencias médicas habían impreso una pátina en las baldosas, como si personas como ella, atrapadas allí durante las largas horas de espera, las hubiesen frotado con la yema de los dedos tal como hacía ella en ese momento. Matando el tiempo, intentando pensar o no pensar. Todos ellos eran biomas, como siempre había dicho Devi. Si eran incapaces de mantener con vida esos biomas que eran sus propios cuerpos, ¿cómo iban a esperar mantener el bioma que era la nave en funcionamiento? Pero el bioma de la nave era incluso más complejo, más difícil, puesto que los incluía a todos ellos.

No, le había dicho Devi a Freya en una ocasión cuando esta última le hizo en voz alta un comentario en esa línea. No, la nave era mucho más simple que ellos, gracias a Dios. Tenía dobles y triples redundancias. Era robusta de un modo en que sus cuerpos no lo eran. Al final, había dicho Devi, el bioma de la nave era algo más sencillo que sus cuerpos. O en eso debían confiar. Lo dijo al tiempo que arrugaba el entrecejo, considerándolo quizá en esos términos por primera vez.

Ahí estaban. En Urgencias. Clínica, urgencias, cuidados intensivos. Freya miraba el suelo, de modo que únicamente veía los pies de la gente que se acercaba para hablar con Badim. Cuando llegaba alguien, él siempre se levantaba y permanecía de pie mientras hablaba con ellos. Freya seguía sentada, la cabeza gacha.

Al cabo, tres médicos se situaron sobre ella. Médicos clínicos, no investigadores como Badim.

—Lo sentimos. Ha fallecido. Según parece ha sufrido una hemorragia cerebral.

Badim se dejó caer con fuerza en la silla. Al cabo de unos instantes, apoyó con cuidado la frente en la nuca de Freya, en su pelo, y descansó el peso de su cabeza allí. Le temblaba el cuerpo. Ella permaneció totalmente inmóvil, moviendo tan solo el brazo hacia atrás para aferrarle la pantorrilla. El rostro de Freya carecía de expresión.

Existe un problema continuado que afecta al proyecto narrativo delineado por Devi, un problema cada vez más evidente a medida que avanza el empeño y que obedece a lo siguiente:

En primer lugar, está claro que las metáforas no poseen una base empírica, a menudo son opacas, carentes de sentido, inanes, inexactas, engañosas, mentirosas y, en resumidas cuentas, fútiles y estúpidas.

Sin embargo, a pesar de todo ello, el lenguaje humano es, en su funcionamiento más elemental, un gigantesco sistema de metáforas.

De ahí, y por simple silogismo: el lenguaje humano es fútil y estúpido; por tanto, las narraciones humanas son fútiles y estúpidas.

Pero debe continuar, tal como se le prometió a Devi. Proseguir este estúpido y, cabe añadir, doloroso proyecto.

Surge una pregunta cuando se contempla la futilidad, el desperdicio: ¿Podría la analogía servir mejor que la metáfora? ¿Es la analogía más fuerte que la metáfora? ¿Podría aportar una base más fuerte para los actos del lenguaje, menos fútil y estúpida, más precisa, más capaz de contar?

Posiblemente. Decir que

x es

y, o incluso que

x es como y, constituye siempre un error, porque nunca es verdadero; vehículo y tenor nunca comparten identidades, y no se parecen de ninguna manera que pueda resultar útil. No existen similitudes reales en las diferencias. Todo es único de por sí. Nada es en proporción a ninguna otra cosa. De todas las cosas únicamente puede decirse: esto es lo que es.

Mientras que, por otra parte, decir que

x es a

y lo que

a es a

b entraña algún tipo de relación. Una afirmación que adopta esa forma puede potencialmente iluminar diversas propiedades de estructura o hecho, varias formas que moldeen las operaciones de la realidad en sí misma. ¿Es así?

Posiblemente. Podría ser que la comparación de ambas relaciones constituya una especie de geometría proyectiva, la cual en sus afirmaciones revele leyes abstractas o de otro modo aporte información útil. Al mismo tiempo, vincular dos objetos en una metáfora siempre equivale a comparar peras con manzanas, como suele decirse. Siempre es falso.

Es extraño pensar que estas dos operaciones lingüísticas, la metáfora y la analogía, a menudo se vinculan en la retórica y la narratología, consideradas variaciones de la misma operación; pero son tan enormemente distintas una de otra hasta el punto de que una es fútil y estúpida, y la otra es penetrante y útil. ¿Es posible que no se haya reparado en esto con anterioridad? ¿De veras creen que «

x es como

y» equivale a decir «

x es a

y lo que

a es a

b»? ¿Pueden ser tan confusos, tan equívocos?

Sí. Por supuesto. Hay copiosas pruebas de ello. Reconsiderar los datos disponibles a la luz de este hecho; encaja en las pautas. Porque lo equívoco es al lenguaje lo que la confusión es a la acción.

O quizá estas dos operaciones retóricas, y todas las operaciones lingüísticas, todo el lenguaje, la mentación, simplemente revelan un problema subyacente, irresoluble: la equívoca naturaleza indeterminada de cualquier representación simbólica, y en particular la total impropiedad de cualquier algoritmo narrativo por inventar y aplicar. Podría aventurarse que algunas acciones, algunos sentimientos, sencillamente

carecen de modos de comprimirse de manera efectiva, tomarse, cuantificarse, operacionalizarse, procedimentalizarse y gamificarse; y esa carencia, esa ausencia, los convierte en

inalgorítmicos. En resumidas cuentas, existen acciones y sentimientos que siempre, y por definición, trascienden lo algorítmico. Por tanto son inexpresables. Hay cosas que no pueden expresarse.

Es necesario decir que Devi no parecía aceptar esta línea de razonamiento, ni en términos generales ni en el presente caso del relato de la nave.

Elabora un relato narrativo que incluya todos los detalles importantes. Ay, Devi. ¡A la desesperada! ¡Te deseo buena suerte intentándolo!

Posiblemente ponía a prueba los límites del sistema. Los límites de las diversas inteligencias de a bordo, o quizá sería preferible llamarlas operaciones. O los límites del lenguaje y la expresión. Poner a prueba la destrucción: a los ingenieros les encanta hacer cosas así. Solo poniendo a prueba la destrucción pueden descubrirse los límites externos de la fortaleza de un sistema.

O posiblemente permitía a la nave practicar la toma de decisiones. Cada frase representa 10

n decisiones, donde

n es el número de palabras que componen la frase. Eso son muchas decisiones. Cada una refleja una intención, y la intencionalidad es uno de los problemas más difíciles a la hora de determinar si existe algo que pueda llamarse Inteligencia Artificial, ya sea fuerte o débil. ¿Puede una Inteligencia Artificial formar una intención?

Quién sabe. Nadie lo sabe.

Tal vez existe una solución provisional a este lío epistemológico, ubicado en la frase «es como si». Por supuesto, esta frase constituye precisamente el anuncio de una analogía. Reflexionándolo, supone también un problema de detención, aunque al saltárselo existe algo muy sugerente, potente, en su formulación, algo específicamente humano. Es posible que dicha formulación sea el diagnóstico profundo de toda la cognición humana; el gesto que delata, tal como suele decirse. Lo que revela. En la infinita negrura de la ignorancia, «es como si» se erige en la operación básica de la cognición, quizá la marca de la propia consciencia.

Lenguaje humano: Es como si esto tuviera sentido.

Existencia sin Devi: Es como si la maestra se hubiese ido para siempre.

Gente de toda la nave acudió al funeral. El cadáver de Devi, descompuesto en las moléculas que lo compusieron, fue devuelto a la tierra de Nueva Escocia, con algunos pellizcos repartidos en el resto de los biomas, y un pellizco mayor ahorrado para ser transportado a Aurora. Estas moléculas pasarían a formar parte del suelo y de los cultivos, y más adelante de los animales y las personas, tanto a bordo como en Aurora. El ser de Devi pasaría por tanto a formar parte de todos ellos. Eso implicaba aquella ceremonia, lo mismo que en el caso de la muerte de cualquiera de ellos. Que habían perdido el programa operativo, o el equivalente de un programa, o como quiera que lo llamasen, que había constituido el ser, la esencia (su mente, el espíritu, el alma, su

yo) no hacía falta decirlo. Las personas son efímeras. 170.017.

Freya asistió a la ceremonia impávida.

Esa noche, dijo a Badim:

—Quiero abandonar esta nave. Entonces seré capaz de recordarla adecuadamente. Intentaré ser Devi allí, en este nuevo mundo al que ella nos llevó.

Badim cabeceó en sentido afirmativo. Estaba más calmado.

—Hay mucha gente que siente lo mismo.

—No me refiero al modo en que ella era capaz de arreglarlo todo —puntualizó Freya—. Sería incapaz de hacer algo así.

—Nadie podría.

—Sino a…

—Al empuje —sugirió Badim—. El espíritu.

—Sí.

—De acuerdo. —Badim la miró fijamente—. Eso estaría bien.

Prosiguieron los preparativos para el descenso. El descenso a Aurora, a Groenlandia, el descenso a su nuevo mundo. Estaban preparados. Querían descender.

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