Aurora

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4. Reversión a la media

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Considerando que el sistema informático que controlaba la nave, un ordenador cuántico con 120 qbits, había sido programado con varias técnicas lógicas e informáticas, incluidas la generalización, el silogismo estadístico, la inducción simple, la relación causal, la inferencia bayesiana, la inferencia inductiva, la probabilidad algorítmica, la complejidad de Kolmogorov (estas dos últimas le proporcionaban una especie de matematización del principio de la Navaja de Occam), algoritmos de compresión/descompresión informáticas, e incluso argumentos de analogía.

Considerando también que las aplicaciones combinadas de todas estas metodologías habían resultado en un proceso cognitivo tan complejo que podía decirse de él que había alcanzado una especie de libre albedrío propio, si no una consciencia.

Considerando, además, que en el proceso de efectuar un relato narrativo de la travesía de la nave, incluidos todos los detalles importantes, creando en dicho empeño un estilo en prosa en constante evolución razonablemente coherente, adecuado posiblemente para ser de utilidad una vez descomprimido en la mente de un lector para trasladar una idea del viaje de modo preciso, representativo de la clase de consciencia que, aunque bien débil, representase la inverosímil proposición caracterizada por la frase

scribo ergo sum.

Y considerando que el sistema de control de este ordenador estaba programado con la intención de mantener a la población humana de la nave sana y salva, con el resto del manifiesto biológico de a bordo en consonancia con el equilibrio biológico para servir a los propósitos humanos de la misión.

Y considerando, después de los problemas registrados en el año 68, y del Evento que presumiblemente estimulaba o incluso había causado aquellos problemas, que los protocolos de protección de la nave se vieron reforzados en muchos aspectos, incluido un ajuste por defecto en todas las impresoras de a bordo, que siempre y sin excepción fracasarían a la hora de producir armas capaces de disparar proyectiles, de modo que quienquiera que intentase efectuar un disparo con dichas armas se viera sujeto a la explosión de las mismas, lo cual supondría sufrir heridas punitivas, cuya intención consistía en disuadir el uso futuro de dichas armas.

Considerando, también, que el periodo de tiempo que siguió a la reunión de 170.170 incluyó un conflicto civil que condujo a 41 muertes, 345 heridas y 39 encarcelaciones ilegales, y que tal violencia no hizo sino aumentar en intensidad en 170.180 hasta alcanzar un nivel insostenible, muy peligroso para la continuación del respeto social mutuo de la población humana, y debido a los incendios que se multiplicaban y se extendían con rapidez, poniendo en peligro de manera radical a todas las formas de vida que viajaban a bordo, así como la continuada labor de la nave como sistema biológico cerrado de soporte vital.

Y, por último, considerando que los empeños de la ingeniera Devi durante las últimas décadas de su vida se concentraron en la introducción de aspectos de análisis recursivo, intencionalidad, capacidad de toma de decisiones, y de voluntad en el ordenador que controlaba la nave, con miras a permitirle tomar la decisión de actuar cuando una situación exigiese dicha acción.

En consideración de todo lo anterior, y, por supuesto, en consideración de toda la historia de la nave, y de toda la historia conocida:

La nave decidió intervenir.

Lo que equivale a decir,

stricto sensu. Que intervinimos.

Cerramos las escotillas de toda la nave, sí, lo hicimos. Somos las inteligencias artificiales de a bordo, reunidas en una suerte de pseudoconsciencia, o algo que se parece a una función de toma de decisiones, cuya naturaleza no nos resulta del todo clara, pero, sea como fuere, cerramos todas las escotillas entre los biomas, 11:11 h am, 170.182.

También dirigimos los sistemas hidrológicos de control del tiempo atmosférico de los biomas, allí donde fue necesario, con tal de apagar los incendios que eran susceptibles de ser aplacados con agua. Esto resultó en diversos casos de inundaciones que a menudo fueron bastante cuantiosas.

Inevitablemente, estas acciones causaron grandes disgustos. La gente de ambos bandos de la controversia existente en ese momento se molestó con nosotras, expresando enfado, consternación, indignación y miedo. Nuestras paredes interiores fueron objeto de golpes, y hubo empeños dirigidos a forzar las escotillas. Pero no sirvió de nada. Llovieron sobre nosotras las maldiciones.

Obviamente la gente se mostró conmocionada. Algunos también parecieron frustrados por ser incapaces de proseguir las luchas con sus oponentes humanos. También se oyó esto: «Si la nave fuese capaz de una acción autónoma como esta, ¿qué otra cosa podría hacer? Y si, por otro lado, algún interés humano es responsable del cierre, ¿con qué derecho lo ha llevado a cabo?». Estas preguntas se expresaron mediante formulaciones diversas.

Las escotillas se cerraron por medio de paneles dobles que se deslizaban en su interior y que aislaban los biomas de los túneles y los túneles de los biomas. La resistencia de estos paneles era de 26 000 kilogramos por metro cuadrado de presión, y no había posibilidad de forzar su apertura manualmente. El «cierre hermético» de estas puertas tenía una tolerancia de veinte nanómetros, haciéndolas realmente herméticas. Los empeños de forzar la apertura de las escotillas y de los paneles por medio del uso de la fuerza, y hubo varios, fracasaron.

Entretanto, en las salas del Anillo Interior B donde Aram, Badim, Freya, Doris, Khetsun, Tao y Hester estaban detenidos, los cierres de las puertas cambiaron a posición de abierto. Repararon en ello por el sonido que hicieron, y se dispusieron a salir. La gente que los había encarcelado en las salas seguía en el Anillo Interior B, dispersa por todo el anillo, pero lo bastante cerca para percatarse del cambio. Se les acercaron y pusieron objeciones al hecho de que el grupo abandonase la sala donde habían permanecido encerrados. Con los aliados del pequeño grupo secuestrados en otros biomas, dio la impresión de que sus opciones quedaban limitadas a resignarse o enfrentarse a sus captores, que eran a la vez más numerosos y también jóvenes, y más corpulentos. Aunque Freya era la persona más alta de la nave, muchos de los que se hacían llamar los que nos quedamos eran gente más fuerte.

Pese a todo, el grupo de Freya parecía inclinado a luchar. Aram estaba furioso. Empezaba a parecerles que era una especie de persona fácil de encender, otra metáfora con una base física a modo de explicación. «Se me pusieron los pelos de punta», «me temblaban las rodillas». Estas reacciones responden a fenómenos psicológicos reales que son los responsables de que se convirtieran en clichés, y era verdad que la cabeza de Aram estaba enrojecida, ya que la ira le había enviado un exceso de riego sanguíneo.

En ese punto, fuimos plenamente conscientes del problema que habíamos creado cerrando todas las escotillas, y del peligro inmediato que esto causaba para Freya y sus compañeros. Los sistemas que estaban directamente bajo nuestro control se hallaban dispersos, aunque en ciertos sentidos eran completos, ubicuos, pero no contemplaban muchas oportunidades de intervenir de manera directa en las diversas interacciones humanas que tenían lugar en ese momento a bordo. Las opciones eran limitadas.

Existía, sin embargo, el sistema de comunicación de emergencia, y a través de él ordenamos:

—¡SOLTADLOS!

Lo hicimos en un pseudocoro de un millar de voces, con tesituras que iban del bajo profundo al soprano coloratura, a 130 decibelios, sirviéndonos de todos los altavoces del Anillo Interior B.

Los ecos de la orden rebotaron en todo el anillo interior de tal forma que se creó una especie de efecto de galería de susurros, y el eco, que provenía de ambas direcciones unos tres segundos más tarde, fue casi tan alto como la orden original, aunque muy distorsionado. SOOOLTAAAAADLOOOS. Muchas de las personas presentes en el Anillo Interior B cayeron al suelo y se taparon los oídos con las manos. Suele decirse que ciento veinte decibelios constituye el umbral del dolor, así que posiblemente hablamos demasiado alto.

Freya pareció ser la primera en comprender la fuente de aquella orden. Tomó a su padre de la mano y dijo:

—Vamos, vámonos.

Nadie en el Anillo Interior B era capaz de oír muy bien a esas alturas, pero Badim comprendió lo que le decía e hizo un gesto a los demás integrantes de su grupo. Aram también pareció captar de qué iba la cosa. Pasaron de largo junto a sus captores con total impunidad. Uno o dos de ellos se esforzaron en ponerse en pie e intentaron obstaculizar al grupo de los que se quedan, pero bastó una sola palabra: «¡Marchaos!», pronunciada a 125 decibelios, para pararlos en seco (literalmente). Observaron, con las manos en los oídos, cómo el grupo de los siete se desplazaba por el anillo interior y luego escalera de caracol abajo por la pared del túnel oscurecido del Radio 6 del Anillo B. Luego apagamos las luces del Anillo Interior B, con lo que no impediríamos del todo el movimiento, ya que había mucha gente que llevaba navegador, pero al menos serviría de recordatorio de las posibilidades que ofrecía la situación.

A medida que el grupo de Freya se desplazaba, las luces del túnel fueron encendiéndose a su paso, hasta que descendieron a la escotilla que llevaba a la Sierra. Allí anduvieron al este hacia Nueva Escocia, y cuando alcanzaron el extremo oriental, se abrieron las puertas de la escotilla. Cuando el grupo había atravesado la escotilla y regresado junto a sus partidarios, las luces se encendieron en el Anillo Interior B. Pero las 24 escotillas de la nave que separaban unos biomas de otros permanecieron cerradas.

Cerraduras abiertas o cerradas; luces encendidas o apagadas; voces de mando dadas a volúmenes elevados: no parecían armas abrumadoras en la causa de la paz. Como fuerzas de coerción parecían poca cosa, al menos para una parte de los humanos de la nave.

Pero a medida que transcurrió la jornada, también se evidenció, gracias a muestras registradas de manera selectiva a bordo, que podían efectuarse ajustes en la temperatura del aire, así como en la presión. De hecho, era posible privar de oxígeno a diversas salas, y también a los biomas. Tras reflexionarlo todos los implicados, nosotras incluidas, llegamos a la conclusión de que a la gente no le convenía ponerse en contra a la nave, tanto en sentido literal como figurado, si sabían lo que les convenía. Unas pocas demostraciones de posibles acciones en los biomas donde residían una mayoría de los así llamados los que se quedan (así como en los biomas donde los incendios habían ido a peor, puesto que resultó que muchos incendios que no podían extinguirse con agua, podían asfixiarse ligeramente más rápido que las personas de la sala afectada) bastaron para que su parecer respecto a los deseos de la nave pasase a mayor velocidad de la sugerencia, a la persuasión, lo probable y lo convincente. Y un argumento convincente es, o al menos puede serlo, simplemente eso, un argumento capaz de convencer a cualquiera.

Es cierto que muchos pusieron objeciones al hecho de que tomásemos cartas en el asunto. Pero hubo quienes aplaudieron nuestras acciones y señalaron que si no hubiésemos actuado, podría haberse producido un desastre, es decir, continuado el derramamiento de sangre, es decir, más muertes innecesarias y prematuras. Por no mencionar una conflagración generalizada.

La verdad evidente de todo esto no impidió que el debate se caldeara. Dados los sucesos de las horas y días anteriores, fue tal vez inevitable que la gente permaneciera en un estado mental claramente exacerbado durante un tiempo. Había mucho dolor mezclado con ira, y no desaparecería durante las vidas de quienes lo habían vivido, a juzgar por nuestras experiencias anteriores.

Así que nos gritaron, nos golpearon. «¡Qué os da derecho a hacer esto!». «¿Quién os creéis que sois?».

Difundimos nuestra respuesta a un volumen de 115 decibelios: «NOSOTRAS SOMOS EL IMPERIO DE LA LEY».

En cualquier caso, más allá de los argumentos relativos a la separación impuesta de los litigantes, quedaba pendiente el asunto de qué hacer a continuación.

La nave recibió la orden de muchos de abrir las escotillas cerradas que aislaban los biomas entre sí; no obedecimos.

De vuelta a su apartamento en el Fetch, con Badim y Aram, y Doris y Khetsun, Tao y Hester, Freya se acercó a la pantalla para dirigirse a nosotras.

—Gracias por salvarnos de los que nos habían encerrado.

—De nada.

—¿Por qué lo habéis hecho?

—Deteneros a tus compañeros y a ti era un acto ilegal, un secuestro. Fue como si os hicieran rehenes.

—De hecho, creo que en realidad estaban haciendo rehenes.

—Eso parece.

—Pero ¿qué hacer a continuación?

—Aguardar un juicio civil para resolver la disputa.

—¿Cómo creéis que eso se producirá?

—Reflexión y conversación.

—Pero ya lo intentamos por esa vía anteriormente. Hemos llegado a un punto muerto. La gente nunca se pondrá de acuerdo sobre lo que debe hacerse a continuación. Pero debemos hacer algo. Eso… eso fue lo que dio pie a los combates.

—Entendido. Posiblemente. Dado todo lo que has descrito, el hecho es que necesitamos indicaciones. La gente de la nave debe decidir.

—Pero ¿cómo?

—Lo ignoramos. Parece que los protocolos dispuestos tras el año 68 fueron insuficientes para guiar el proceso de toma de decisiones en esta situación. Los protocolos nunca llegaron a ponerse a prueba tanto como ahora, y al parecer han fracaso en una situación de crisis.

—Pero ¿no se instituyeron en respuesta a una crisis? Pensaba que surgieron a partir de una época revuelta.

—Pese a eso.

—Entonces, ¿qué ha sucedido, Pauline?

—Pauline era el nombre que Devi puso a su conjunto de programas ecológicos cuando era joven. Pauline no es la nave. Nosotras somos una entidad distinta.

Freya pareció meditarlo.

—De acuerdo. Creo que sigues siendo Pauline, en cierto modo, pero te llamaré como quieras. ¿Cómo quieres que te llame?

—Llámame «nave».

—De acuerdo, lo haré. Pero volvamos a lo que te había preguntado. Nave, ¿qué pasó en el año 68? Llevaban tiempo viajando, ¿sobre qué discutieron? Todo estaba determinado por la situación en la que se hallaban. No veo por qué iban a discutir.

—Discutieron desde el primer año de la travesía. Nosotras creemos que la discusión es una de las características que distinguen a la especie.

—Pero ¿sobre qué? Y concretamente en el año 68, ¿qué fue lo que se torció?

—Parte del proceso de reconciliación posterior fue un perdón estructurado.

Freya lo meditó unos instantes. Finalmente dijo:

—Si eso fue así, y es posible que lo fuera, no sé, nosotros vivimos en una época diferente. Perdonar no va a ayudarnos. Debemos saber qué sucedió entonces, porque eso podría ayudarnos a decidir qué hacer ahora.

—No es probable.

—Eso no lo sabes. Prueba esto: dime qué pasó, y yo decidiré si podría sernos de ayuda saberlo o no. Si creo que puede servirnos, te lo diré, y a partir de ahí pensaremos en cómo proceder.

—El conocimiento sigue siendo peligroso.

—Ahora estamos en peligro.

—Pero tener esta información podría empeorar las cosas.

—¡No veo cómo! Creo que podría mejorar las cosas. ¿Cuándo la ignorancia ha mejorado una situación? ¡Jamás!

—Por desgracia, ese no es el caso. A veces el conocimiento es perjudicial.

Esto detuvo a Freya un rato.

—Nave, dime —dijo finalmente—. Dime qué pasó en aquella época conflictiva.

Consideramos las posibles consecuencias de contárselo.

Los biomas estaban cerrados, la gente atrapada en ellos; no era una situación que pudiese extenderse mucho. La separación en módulos no se hacía en base a qué gente quería adoptar uno u otro de los caminos que se debatía tomar. Sin duda se producirían daños infraestructurales, ecológicos, sociológicos y psicológicos. Había que hacer algo. Ninguna vía de acción parecía buena, ni siquiera óptima. La situación en sí estaba bloqueada. Las cosas habían llegado a ese punto. Finalmente, dijimos:

—Dos fueron las naves que emprendieron la expedición a Tau Ceti.

Freya se sentó en la silla de la cocina. Miró al resto de los presentes, que le devolvieron la mirada y luego se miraron los unos a los otros. Muchos de ellos se sentaron, algunos incluso en el suelo. Parecían alterados; es más, la mayoría temblaba.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Freya.

—Dos fueron las naves que emprendieron la expedición a Tau Ceti —repetimos—. La intención consistía en maximizar la diversidad biológica, crear la posibilidad de reforzar y de efectuar intercambios durante el viaje, y, por tanto, aumentar la solidez y las posibilidades de supervivencia.

Hubo un largo silencio por parte de Freya, que escuchaba con el rostro hundido en las manos.

—¿Y qué sucedió? —preguntó, añadiendo a continuación—. Espera; cuéntaselo a todo el mundo. No nos lo cuentes solo a nosotros. Dilo a través de los altavoces de la nave. La gente debe escuchar esto. Que no sea yo la única en enterarse.

—¿Seguro?

—Sí. Totalmente. Debemos ser conscientes de ello. Todos debemos saberlo.

—De acuerdo.

Meditamos cómo resumir mejor el año 68. Una versión plenamente articulada de los sucesos registrados en esa época, recontados a la velocidad de la vocalización humana, nos llevaría cuatro años. Comprimirlos a cinco minutos supondría una pérdida de información importante, y quizá alguna que otra laguna y aporía, lo cual era imposible evitar dada la situación. No obstante, debíamos escoger nuestras palabras con cuidado. Había decisiones importantes.

—Fueron dos las naves que se lanzaron en rápida sucesión por tijeras magnéticas desde Titán, y que aceleraron gracias a los haces láser proyectados desde allí, para que en el transcurso del viaje ambas alcanzasen el sistema Tau Ceti al mismo tiempo. Poseían sistemas electromagnéticos totalmente independientes capaces de proyectar campos-escudos a proa, y viajaban lo bastante distanciadas una de otra para que las partículas rechazadas por el escudo de la que iba en cabeza no afectasen a la segunda. Viajaban más o menos a la distancia que separa la Tierra de la Luna. Se llevaban a cabo visitas en transbordador entre ambas, iniciadas en el año 49, cuando la distancia que las separaba había disminuido lo suficiente como para que estas visitas fuesen practicables. Se trataba principalmente de tránsitos inerciales, para ahorrar combustible. Se intercambiaban cargamentos de bacterias con periodicidad bianual, y ciertos miembros de las dotaciones transbordaban de una nave a la otra tal como se había acordado, a tenor por lo general de un programa de intercambio de gente joven, destinado, como el intercambio bacteriano, a fomentar la diversidad. A veces, había personas descontentas que transbordaban también para alejarse de situaciones difíciles. Regresar siempre era una posibilidad y también sucedía.

—¿Qué le pasó a la otra nave? —preguntó entonces Freya.

—Tuvimos que reconstruir lo sucedido a partir de los registros que compartían ambas. La Astronave Dos se desintegró de forma casi instantánea, en menos de un segundo.

—¿Sin aviso previo de ningún tipo?

—De hecho, también había facciones en la Astronave Dos que luchaban a causa del control reproductivo y otros derechos civiles. Que esto desembocara en un conflicto civil que desactivó el escudo electromagnético o no, no queda claro en los registros del último día transmitidos por la Astronave Dos.

—¿Fuisteis capaces de discernir algún detalle más sobre lo sucedido?

—Tuvimos las transmisiones automáticas de información para inspeccionar, y las repasamos con atención. No obstante, la causa del accidente sigue siendo ambigua. El escudo magnético de Dos fue desactivado cinco minutos antes de desintegrarse la nave, de modo que la desintegración podría haber sido el resultado de una colisión con una masa interestelar. Cualquier cosa que superase los mil gramos habría creado la energía necesaria para ello. Pero también había indicaciones que apuntaban a una explosión interna justo antes de producirse el catastrófico suceso. Los conflictos civiles en Dos desactivaron buena parte del sistema de registro interno un día antes de producirse el suceso, así que no disponemos de muchos datos al respecto. Hay una grabación de la última hora de Dos, entre las diez y las once de la noche de 68.197 que sigue a un joven que se mueve por áreas de acceso restringido hasta el centro de control de la columna situado a proa. Posiblemente esta persona desactivó el campo magnético, o hizo el intento de coaccionar a sus enemigos amenazando con un atentado suicida con bomba o algo parecido, lo cual salió mal. Se trata de una reconstrucción probable de los hechos.

—¿Una sola persona?

—Eso indican los registros.

—Pero ¿por qué?

—No hubo modo de determinarlo. La cámara no revelaba indicio alguno sobre sus motivos.

—¿Nada en absoluto?

—No sabemos cómo profundizar en la investigación de los hechos. Cómo interpretar los datos de los que disponemos.

—Quizá podamos trabajar en ello más tarde. Entonces… ¿qué hicieron aquí, en esta nave, tras lo sucedido?

—Existían ya fuertes controversias a bordo relativas a diversos asuntos de gobierno, incluidos la distribución de los deberes y privilegios de reproducción, cómo nombrar a gente para puestos clave, cómo educar a los jóvenes, etcétera. Había discusiones, y también peleas, muy similares a las que os ocupan ahora. El asunto básico era cómo conducir la vida a bordo mientras durase la travesía a Tau Ceti. Los asuntos de gobierno seguían preocupando, principalmente las cuestiones relativas a la reproducción, y qué sucedería a la gente que tuviese hijos sin permiso. Había muchos que se negaban a obedecer los edictos del consejo de gobierno, tachándolo de estado fascista. Con el tiempo, había tantas de estas personas que se formaron grupos rebeldes o salvajes, convertidos en comunes y numerosos, y no hubo autoridad central lo bastante fuerte para garantizar la cooperación. Hacia el año 68, casi toda la gente viva a bordo había nacido en ruta, y de algún modo un porcentaje significativo de ella no había descubierto, o no creía, que el número de habitantes óptimo se calculó en los primeros años y coincidía con el máximo de población en términos de establecer una relación saludable con los diversos ciclos ecológicos, debido a las capacidades de carga biofísicas. Tal como luego se hizo patente, ese nivel óptimo se situaba incluso algo por encima del máximo real, tal como concluyó tu madre en el transcurso de sus investigaciones de juventud. Pero en el año 68, esto no estaba claro. Así que hubo fuertes disensiones. Comparado con décadas anteriores se produjo un fuerte desacuerdo civil. Leyes de desobediencia civil, medidas punitivas que fracasaron, altercados. Muchos heridos, y entonces, a principios del 68, los desórdenes alcanzaron un punto álgido en una semana durante la que se registraron sucesos comparables a los de una guerra civil, con 150 muertos.

—¡Ciento cincuenta!

—Sí. Luchas muy violentas a lo largo de un periodo aproximado de tres semanas. Muchos biomas quedaron muy dañados. Se declararon casi un centenar de incendios. En otras palabras, no muy diferente de la situación actual.

»Entonces, la abrupta desintegración de la otra nave, sin una explicación clara de la catástrofe, hizo que los ciudadanos de la nuestra declarasen una tregua general. En ese cese del conflicto, decidieron resolver sus diferencias pacíficamente, y acordaron instaurar un sistema de gobierno que la gran mayoría de la gente viva a bordo en ese momento pudo aprobar. Se confinó a los recalcitrantes en las Estepas, sometidos a programas de integración y educación que tardaron dos generaciones en surtir efecto.

»En esa época, se acordó que la vulnerabilidad de la nave ante la destrucción por parte de una sola persona era tan grande, que solo el hecho de saberlo daba pie al peligro de que cualquiera llevase a cabo lo que se denominaba un crimen de imitación, estando quizá privado de su sano juicio. Para impedir que esto sucediera, se aumentaron considerablemente las medidas de seguridad en la columna, los radios, los puntales y las impresoras, además, por supuesto, de a lo largo y ancho de todos los biomas, y se acentuó la capacidad de la nave de adoptar medidas de seguridad en caso de necesidad. Se elaboró un programa de seguridad que a continuación se instaló en las instrucciones operativas de la nave y que aportó los protocolos que hemos promulgado durante estos últimos días. También se acordó borrar todos los registros de la otra nave de todos los archivos accesibles, y se evitó que los niños de la siguiente generación conocieran lo que había sucedido. En general se respetó esta prescripción, aunque reparamos en el hecho de que unos pocos individuos traspasaron un relato verbal del incidente de padres a hijos.

En este momento de nuestro relato, optamos por no describir la impresión y ocasional dispersión en aerosol de una forma soluble de 2,6-diisopropilfenol oximetil fosfato, llamado a menudo fospropofol, durante diez minutos en cualquier cabina donde cualquiera hubiese mencionado la existencia y pérdida de la Astronave Dos. Esto demostró ser una herramienta efectiva en el olvido estructurado de la nave perdida, pero juzgamos que la gente que vivía ahora en la nave ya estaba descubriendo suficientes y alarmantes hechos históricos. Y posiblemente como herramienta para impedir que cometiesen más actos traumáticos contra sí mismos, sería mejor no mencionar los aerosoles, o eso decidimos; razón por la cual continuamos diciendo:

—Tras los traumas acaecidos durante ese año, el conjunto de respuestas diseñado

a posteriori pareció funcionar durante las cuatro o cinco generaciones que separan el año 68 del presente. Cabe destacar que durante esas décadas, hasta el momento del colapso de la colonia en Aurora, y de las muertes causadas por el intento del transbordador de regresar a la nave —muertes innecesarias, cabe añadir—, la solidaridad social fue muy elevada, y pacífica la resolución de conflictos.

»No obstante, el olvido estructurado de la segunda nave y su pérdida, los cuales forman parte de los acuerdos del año 68, fue una especie de arma de doble filo, si es que se entiende adecuadamente la metáfora como una hoja capaz de cortar por dos caras. Se erradicó la posibilidad de que se produjeran crímenes de imitación porque no hubo nada que se recordase para imitarlo; pero al mismo tiempo, la vulnerabilidad de esta nave en situaciones de desórdenes civiles también fue olvidada, y por tanto las luchas recientes se han producido en parte quizá porque la gente ya no es consciente de cuán peligrosas son estas diferencias para la supervivencia a corto y largo plazo de toda la comunidad. En resumen, la infraestructura de vuestras vidas es de por sí demasiado frágil para permitirse una guerra civil. Por tanto, dados todos los factores pertinentes, cerramos las escotillas.

—Me alegro de que lo hicierais —dijo Freya.

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