Aurora

Aurora


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Se encaminó al saliente rocoso y, al pasar ante Hojarasca, la llamó.

—Quiero hablar contigo. A solas.

Desazonada, Hojarasca lo siguió hasta la torrentera. Lanzó una mirada a Cora, que seguía en la maternidad provisional. Su amiga estaba muy atareada limpiando a Betulino, sin inmutarse por los gimoteos de protesta del cachorrito. Fronda estaba durmiendo junto a ellos. Aliviada al ver que la gata que más lo necesitaba estaba descansando, Hojarasca se internó en la oscura cueva que había debajo del saliente.

Estrella de Fuego la miró con expresión apremiante.

—Hojarasca —maulló—. Debes decirme si has tenido alguna señal del Clan Estelar.

—No, ninguna —respondió la aprendiza, sorprendida por la vehemencia de su padre—. Quizá Carbonilla…

—Ella tampoco ha sabido nada —la interrumpió Estrella de Fuego—. Tenía la esperanza de que nuestros antepasados hubieran hablado contigo.

Hojarasca movió las zarpas, incómoda. Aunque la complacía que su padre tuviera tanta fe en ella, la turbaba que pudiera pensar que el Clan Estelar se dirigiría a ella antes que a la curandera del clan.

—¿Por qué nuestros antepasados están tan callados? —continuó Estrella de Fuego, enfurecido. Sus uñas se clavaban en el frío suelo de piedra—. ¿Qué sentido tiene? ¿Es una forma de decirnos que cada clan debe preocuparse de sí mismo en vez de abandonar el bosque todos juntos?

—Yo me sentí igual cuando los Dos Patas me capturaron —confesó la joven—. Mientras estaba encerrada en aquella apestosa jaula, el Clan Estelar no me visitó ni una sola vez. Sentí como si estuviera absolutamente sola. Pero no lo estaba. —Le sostuvo la mirada a su padre, solemne—. Mis compañeros de clan acudieron a rescatarme. —Y continuó, mientras a Estrella de Fuego se le dilataban las pupilas—: El Clan Estelar no hará nada para mantener unidos a los clanes. No tiene que hacerlo. El hecho de pertenecer a uno de los cuatro clanes… no dos ni tres, sino cuatro… es algo que reside dentro de nuestros corazones, como la capacidad de rastrear presas y escondernos en las sombras del bosque. No importa lo que digan los otros clanes: no pueden darles la espalda a las divisiones, las diferencias, las rivalidades que nos conectan. La línea que nos separa del Clan del Viento o el Clan del Río es también la línea que nos une. El Clan Estelar lo sabe, y es cosa nuestra tener fe en esa conexión.

Estrella de Fuego se quedó mirando a su hija sin parpadear, como si estuviera viéndola por primera vez.

—Ojalá hubieras conocido a Jaspeada —murmuró—. Me recuerdas mucho a ella.

Más conmovida de lo que podía expresar, Hojarasca bajó la vista. Sintió que aquél no era el momento de contarle a su padre que Jaspeada ya le había hablado en sueños varias veces. Le bastaba con que Estrella de Fuego la considerara una compañera digna de la antigua curandera del Clan del Trueno, que seguía caminando incansablemente entre las estrellas, protegiendo a su clan.

Sólo esperó, con todo su corazón, que Jaspeada y sus demás antepasados guerreros los acompañaran cuando abandonaran por fin el bosque.

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