Atlantis

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Nota del autor

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El descubrimiento que da pie a esta historia es ficticio. No obstante, el fondo arqueológico en el que reposa es tan verosímil como la historia lo permite y tiene en cuenta el estado actual de los conocimientos y los debates sobre la materia. El propósito de esta nota es dar cuenta de estos últimos.

La inundación del mar Negro. La crisis de salinidad de Mesina es un hecho comprobado, y la consecuencia de procesos tectónicos y glacioeustáticos que separaron el Mediterráneo del Atlántico; esta crisis ha sido datada entre 5,96 y 5,33 millones de años AEA (Antes de la Era Actual) y acabó provocando la inundación de la lengua de tierra que unía Gibraltar con África. El nivel de las aguas del Mediterráneo ascendió alrededor de 130 metros durante el Gran Deshielo, ocurrido a finales del período glaciar, hace entre 12 000 y 10 000 años.

Recientemente se han reunido pruebas que sugieren que el mar Negro quedó aislado del Mediterráneo durante varios miles de años más, y no ascendió al mismo nivel hasta el VI milenio a. J. C. por obra de una crecida del nivel de las aguas del Mediterráneo. Las muestras obtenidas del lecho del mar Negro muestran un cambio de sedimentos de agua dulce a agua salada hace aproximadamente 7500 años, un hecho establecido con precisión mediante la datación de conchas de moluscos con radio-carbono. El casquete de hielo de la Antártida occidental puede haber experimentado una fase de rápido retroceso aproximadamente en esa época, y podría ser que un hecho de esas características, combinado con la actividad tectónica, empujase el mar por encima del Bosforo.

En 1999, los investigadores, utilizando un sonar y una draga, encontraron una antigua línea costera, 150 metros bajo el nivel del mar, al norte de Turquía, en las proximidades de Sinop. Aunque hay un intenso debate en cuanto a la fecha, la rapidez y el volumen de la inundación del mar Negro, es un hecho ampliamente aceptado.

El éxodo neolítico. Muchos expertos creen que la lengua indoeuropea se originó en la región del mar Negro, entre los milenios VII y V a. J. C. Mucho antes de la hipótesis relativa a la inundación producida en el mar Negro, importantes arqueólogos argumentaron que la lengua indoeuropea evolucionó entre los primeros agricultores de Anatolia, aproximadamente en el 7000 a. J. C., que llegó a Europa en el 6000 a. J. C. y que su expansión se produjo junto con la introducción a gran escala de la agricultura y la cría de animales domésticos. Esta expansión ha suscitado no poca controversia, sobre todo sobre si esta difusión incluyó la expansión de personas o ideas, pero sigue siendo una pieza central de cualquier debate sobre los orígenes de la civilización.

La Atlántida. La única fuente que existe acerca de la historia de la Atlántida son los diálogos Timeo y Critias, escritos por el filósofo griego Platón en la primera mitad del siglo IV a. J. C. La credibilidad de la historia descansa en dos presunciones hasta ahora no verificadas: primero, que Platón no estaba simplemente inventándose el relato; segundo, que a su fuente reconocida, el erudito ateniense Solón, que vivió varias generaciones antes, no le habían contado una fábula los sacerdotes de Sais en Egipto, quienes fueron sus supuestos informantes en algún momento de principios del siglo VI a. J. C.

Parece probable que los sacerdotes egipcios realmente dispusieran de registros que se remontaban miles de años. Al historiador griego Heródoto, que reunió retazos de información de los sacerdotes cuando los visitó a mediados del siglo V a. J. C., gran parte de ella verificada, le fue enseñado un papiro con la lista de sucesión de «trescientos treinta» monarcas egipcios (Heródoto, Historias II, 100). Heródoto incluyó una nota de prudencia: «Aquellos que crean que los relatos que narran los egipcios son creíbles son libres de aceptarlos como datos históricos» (II, 122).

En la época de Solón, los navegantes que surcaban el Mediterráneo sabían de la existencia de remotas playas más allá del mar Rojo, hacia el este, y de las Columnas de Hércules, hacia el oeste. Sin embargo, no hay que buscar tan lejos para encontrar la Atlántida. Para los egipcios del siglo VI a. J. C., aislados durante siglos después del colapso del mundo de la Edad de Bronce, la isla de Creta era una tierra misteriosa situada más allá del horizonte, que, en otro tiempo, había albergado una brillante civilización. Todo contacto con la isla se había perdido después de un cataclismo que parece concordar con el manto de oscuridad y la plaga de langostas de los que habla el Antiguo Testamento (Éxodo, 10).

Actualmente, muchos de quienes aceptan la veracidad del relato de Platón consideran que la Atlántida fue la civilización de la Creta minoica y su desaparición como consecuencia de la erupción del volcán de Thera, a mediados del II milenio a. J. C.

Aún no se ha hallado ningún barco minoico naufragado. Sin embargo, se han encontrado varios barcos naufragados de las postrimerías de la Edad de Bronce, entre ellos, uno en 1982, en el sureste de Turquía y considerado el mayor descubrimiento arqueológico desde el hallazgo de la tumba de Tutankamón. El hallazgo incluye diez toneladas de lingotes de estaño y cobre; lingotes de cristal azul de cobalto, que estaban ocultos; troncos de ébano, y colmillos de marfil; hermosas espadas de bronce; sellos de mercaderes de Oriente Próximo; joyería de oro y un magnífico cáliz del mismo metal; y un exquisito escarabajo de oro de Nefertiti, que sitúa el naufragio a finales del siglo XIV a. J. C. El oro que llevaba era suficiente para equipar todo un ejército y puede haber sido un tributo real. También se rescataron lo que parecen ser atavíos y adornos de sacerdotes. Estos tesoros se encuentran hoy magníficamente expuestos en el Museo de Arqueología Submarina de Bodrum.

En el 2001 un cráneo de homínido encontrado en Dmanisi, en la República de Georgia, fue datado en unos asombrosos 1,8 millones de años AEA, casi un millón de años antes de los primeros huesos de homínidos hallados con anterioridad en Europa. Una migración muy posterior procedente de África llevó a Europa al Homo sapiens sapiens, quien comenzó a pintar animales exquisitamente naturales en las paredes de las cuevas hace unos 35 000 años.

La «sala de los antepasados» está basada no sólo en las famosas pinturas rupestres que se encuentran en Lascaux, Francia, y en Altamira, España, datadas respectivamente entre 20 000 AEA y 17 000 AEA, sino también en dos descubrimientos más recientes. En 1994 en Chauvet, en el sur de Francia, se descubrió un conjunto que había permanecido bloqueado por un deslizamiento de rocas en la prehistoria. La fecha de las pinturas ha sido estimada en 35 000 AEA, lo que las convierte en las más antiguas descubiertas hasta la fecha; las pinturas muestran que los artistas de la Edad de Piedra alcanzaron la cima de su talento apenas unos miles de años después de que unos hombres anatómicamente como los actuales llegasen a la región. Las pinturas incluyen gigantescos mamuts velludos y otros representantes de la megafauna del período glaciar. Otra cueva descubierta en 1991, cerca de Marsella, contenía más de 140 pinturas y grabados, un hallazgo particularmente notable porque la entrada de la cueva se encuentra a 37 metros debajo del nivel del mar. La Cueva Casquer muestra que es posible que otros tesoros permanezcan ocultos en cuevas sumergidas a finales del período glaciar.

Habían de pasar muchos miles de años antes de que la lengua oral fuese representada por una forma de escritura, siendo la cuneiforme de Mesopotamia y los jeroglíficos egipcios las primeras conocidas, aproximadamente en el 3200 a. J. C. No obstante, algunos hallazgos del Paleolítico superior (35 000-11 000 AEA), contemporáneos del arte rupestre, han proporcionado huesos grabados con líneas y puntos que pueden representar secuencias numéricas, posiblemente el paso de los días o quizá el calendario lunar. Por lo tanto, la idea de escribir puede haber surgido mucho antes de que el hombre sintiese la necesidad de mantener un extenso registro de los acontecimientos, a comienzos de la Edad de Bronce.

Los sacerdotes ficticios de la Atlántida son una amalgama de los chamanes y los hechiceros de las sociedades primitivas de cazadores-recolectores con los reyes sacerdotes de las primeras ciudades-Estado. También son precursores remotos de los druidas, los esquivos sacerdotes que unieron a las tribus dispersas de la Europa celta. Es posible que sus antepasados hayan usado los «gorros de brujo» dorados y de forma cónica, intrincadamente adornados con símbolos astrológicos, que han sido encontrados en yacimientos de la Edad de Bronce; estos símbolos sugieren una capacidad para cartografiar y predecir los movimientos celestes, incluido el ciclo lunar, un conocimiento también atestiguado por los observatorios megalíticos como el de Stonehenge. Los primeros gorros datan aproximadamente del 1200 a. J. C. y, hasta ahora, no se ha registrado ningún hallazgo fuera de la Europa occidental.

Los primeros agricultores de las islas del Mediterráneo tenían animales domésticos —ciervos, ovejas, cabras, cerdos y ganado vacuno— que no eran autóctonos y que debieron de ser traídos desde el continente en embarcaciones. Las excavaciones realizadas en Chipre sugieren que estas migraciones se iniciaron ya en el IX milenio a. J. C., muy poco después del comienzo de la agricultura en el llamado Creciente Fértil, esto es, entre Anatolia y Oriente Próximo.

Las embarcaciones de madera más antiguas de las que se tiene noticias son fragmentos de piraguas encontradas en Dinamarca y que datan del IV milenio a. J. C. Mientras que las primeras embarcaciones egipcias y de Oriente Próximo pueden haber sido haces de cañas, rememoradas en la forma papiriforme de los barcos funerarios posteriores, la abundancia de madera a lo largo de la costa meridional del mar Negro sugiere que las embarcaciones construidas en esa región pueden haber sido de madera antes incluso de que se dispusiese de herramientas de metal.

Un modelo para el arca de Noé es el «barco de Dover», un casco notablemente bien conservado y encontrado en el puerto inglés del mismo nombre en 1922. Aunque data de la Edad de Bronce, se trata de una forma genérica que pueda haber sido característica de las primeras naves de alta mar. Tenía cerca de quince metros de largo y estaba construido con tablas unidas con mimbres de tejo y que podían desmontarse para ser reparadas y transportadas por tierra. Con dieciocho o veinte remeros, podría haber transportado pasajeros, ganado y otro tipo de carga a través del canal de la Mancha. Una flota de esos navíos parece más apta para un éxodo neolítico que una única embarcación del tamaño del arca que se describe en el Antiguo Testamento, especialmente si las herramientas de carpintería metálicas no existían y aún debían desarrollarse aparejos de navegación eficaces.

Los poblamientos neolíticos más importantes descubiertos hasta el presente son Jericó y Qatal Hüyük (llamada también Catalhoyük). Jericó, la ciudad bíblica identificada como Tell es-Sultan, en el valle del Jordán, en Israel, estaba rodeada de una imponente muralla de piedra construida aproximadamente el 8000 a. J. C., durante el Neolítico anterior a la alfarería. En otros lugares existen escasas pruebas directas de guerras antes del VI milenio a. J. C., en forma de fortificaciones, asentamientos quemados o sitios donde se produjeron masacres, y una reciente evaluación sostiene que las «defensas» de Jericó eran, en realidad, una protección contra las inundaciones.

Qatal Hüyük, en la región meridional-central de Turquía, prosperó desde finales del VII milenio hasta mediados del VI milenio a. J. C. La imagen de sus construcciones —similares a casas comunales, con habitaciones de culto amuebladas con símbolos de cuernos de toro y decoradas con animadas pinturas murales— proporcionó la idea de las estructuras imaginadas bajo el mar Negro. Entre los hallazgos de este yacimiento destacan unas estatuillas de arcilla y piedra de una diosa madre de una corpulencia grotesca, que recuerda a una imagen femenina, estilizada, hecha en arcilla y descubierta recientemente en Ikiztepe, en la costa turca del mar Negro.

Una de las imágenes más extraordinarias de Catal Hüyük es un fresco encontrado en una sala de culto, aproximadamente del 6200 a. J. C., que muestra un volcán lanzando una gran columna de cenizas. Con sus conos gemelos y la depresión entre ambos guarda una extraordinaria semejanza con las imágenes del cuerno de toro de los templos. Debajo del fresco se ve una ciudad extendiéndose como si lo hiciera a lo largo de la costa, sus construcciones semejantes a las de Qatal Hüyük pero separadas en bloques rectilíneos y apiñados. El volcán puede representar un cono de ceniza en la zona volcánica de Karapinar, situada a unos cincuenta kilómetros hacia el este, y la ciudad puede ser la propia Qatal Hüyük; o puede ser una escena distante de una ciudad erigida entre los picos gemelos de un volcán. Esta pintura es la imagen más antigua conocida de un volcán activo y de una ciudad.

Alrededor del mar Negro, la prueba más evidente de desarrollo precoz la encontramos en Varna, Bulgaria, donde las prospecciones en un cementerio han revelado un depósito de oro y artefactos de cobre, junto con objetos hechos de pedernal y hueso. Los hallazgos atestiguan no sólo los extraordinarios logros de los primeros metalúrgicos sino también una sociedad jerarquizada por la riqueza material. El cementerio data de finales del Neolítico, un período conocido también como Calcolítico o Edad de Cobre, y estuvo en uso hacia mediados del V milenio a. J. C.

A ochenta kilómetros al norte de Creta se encuentra la isla volcánica de Thera, hoy llamada Santorini. Sólo una parte de la ciudad prehistórica de Akrotiri ha sido descubierta, pero a medida que va surgiendo de su tumba de ceniza y pómez parece una Pompeya de la Edad de Bronce. Los habitantes tuvieron algún aviso de la inminente erupción, probablemente a través de una serie de violentos seísmos. Hasta ahora no ha sido desenterrado ningún «monasterio», pero el espléndido fresco malino de Akrotiri, que muestra una procesión de barcos y una estructura palaciega situada a orillas del mar, sugiere que las prácticas religiosas desempeñaban un papel muy importante en la vida de la isla.

La mayoría de los arqueólogos ha situado el momento de la erupción en torno al 1500 a. J. C., basándose en la destrucción de los palacios de Creta y la llegada de los micénicos. Sin embargo, los científicos han sugerido recientemente la fecha más precisa de 1628 a. J. C., basándose en los estratos ácidos del hielo de Groenlandia, las determinaciones realizadas con radiocarbono y el análisis dendrocronológico del roble irlandés y el pino de California. Cualquiera que sea la fecha exacta, no hay duda acerca de la colosal escala de la erupción que destruyó el asentamiento de Thera, sumergió una amplia faja del Mediterráneo oriental y provocó tsunamis que se abatieron sobre la costa septentrional de Creta y debieron de hundir barcos en millas a la redonda.

Alejandría, el gran puerto fundado por Alejandro Magno en 331 a. J. C. en la costa egipcia del Mediterráneo, es la sede de la conferencia celebrada al comienzo de este libro. Dicha conferencia tiene lugar en la fortaleza de Qaitbay, el castillo del siglo XV sobre los cimientos del antiguo faro que se alzaba en la entrada del puerto. Muchos fragmentos de mampostería y esculturas han sido localizados en el lecho marino, en el lugar donde se derrumbó el faro en el siglo XIV.

A más de dos mil kilómetros hacia el oeste se encuentra Cartago, sede del ficticio Museo Marítimo. Desde 1972, el programa «Salvemos Cartago» impulsado por la Unesco ha asegurado que la ciudad se encuentre entre las más estudiadas de la antigüedad, a pesar de haber sido arrasada por los romanos en el 146 a. J. C. y nuevamente por los árabes casi novecientos años más tarde. Actualmente, uno de sus rasgos más notables es el puerto circular cercado por tierra y donde las excavaciones arqueológicas han revelado unas gradas de astillero.

Solón es un personaje histórico que vivió entre 640 y 560 a. J. C. Fue arconte de Atenas en 594 a. J. C. y un famoso estadista cuyas reformas allanaron el camino hacia la ciudad-Estado democrática de la Edad de Oro. Más tarde viajó por Egipto y Asia Menor y fue honrado como uno de los siete sabios de Grecia. Los únicos escritos que han sobrevivido de Solón son unos pocos fragmentos de poesía, pero no hay ninguna duda de que, al igual que Heródoto un siglo más tarde, debió de tomar muchas notas de los sacerdotes y otros informantes que conoció en sus viajes.

El «papiro de la Atlántida» es ficticio, si bien las circunstancias de su descubrimiento están inspiradas en una extraordinaria serie de hallazgos realizados en Egipto occidental. En 1996, en el oasis de Bahariya, un burro se hundió en la arena y se descubrió una necrópolis excavada en la roca que había permanecido oculta durante quince siglos. Desde entonces se han desenterrado más de doscientas momias, muchas de ellas doradas y pintadas con retratos y escenas religiosas. Pertenecen al período grecorromano, después de la conquista de Alejandro Magno en el 332 a. J. C.; pero, por otra parte, en 1999, los arqueólogos que estaban realizando una excavación en el oasis de El Bawiti descubrieron la tumba de un gobernador de Bahariya durante la XXVI Dinastía (664-525 a. J. C.), el período en el que Solón realizó sus viajes por aquella parte del mundo.

Las ruinas de Sais se encuentran debajo de la ciudad moderna de Sa el-Hagar, en la parte occidental del delta del Nilo, a menos de treinta kilómetros del Mediterráneo. Al igual que Cartago y Alejandría, es muy poco lo que queda de la metrópolis que se extendía a orillas del río, su mampostería se hundió y sus cimientos se encuentran bajo varios metros de limo. Sin embargo, Sais era probablemente un importante centro de culto en los albores de la historia de Egipto, antes incluso del primer período dinástico (circa 3100 a. J. C.). En la época de la visita de Solón, Sais era la capital real de la XVI Dinastía, un lugar que los griegos debían de conocer muy bien debido a la proximidad de su emporio de Naucratis.

Los peregrinos llegaban de todas partes para ofrecer sus respetos en el templo de la diosa Neith, un vasto complejo descrito por Heródoto cuando lo visitó el siglo siguiente. El historiador griego se encontró con el «escriba», término que empleó para describir al Sumo Sacerdote, quien «llevaba el registro de los tesoros sagrados de Alhena (Neith) en la ciudad de Sais», un hombre que lamentablemente «no me dio la impresión de que fuese formal». (Historias II, 28). El templo tenía altos obeliscos, estatuas colosales y esfinges de cabeza humana (II, 169-171, 175). Hoy se requiere mucha imaginación para concebir algo semejante en ese lugar, pero un muro de piedra caliza de baja altura sugiere la existencia de un recinto tan grande como el famoso complejo de Karnak, en el Alto Egipto.

Las excavaciones que sacaron a la luz los primeros jeroglíficos y la lista de los sacerdotes son ficticias. No obstante, por una extraordinaria casualidad, el nombre del hombre que pudo haber sido el mismo sacerdote que conoció Solón es conocido: Amenofis, cuya imponente estatua en piedra arenisca gris, probablemente procedente de Sais y seguramente al cargo del templo durante la XVI Dinastía, se encuentra en el Museo Británico (No. EA41517). Sostiene un naos, un relicario que contiene una imagen de la diosa Neith.

Los navegantes de la Edad de Bronce que intentaban llegar al Nilo desde Creta pudieron haber zarpado del recientemente excavado puerto de Kommos, en la costa meridional y a la vista del palacio de Fastos. Desde su magnífica posición, Fastos domina la llanura de Mesara y linda con el monte Ida, con sus cuevas sagradas y sus santuarios en la cumbre. A tres kilómetros de allí se encuentra el complejo conocido en la actualidad como Agia Triada, interpretado tradicionalmente como una villa real pero, quizá, alguna forma de seminario para el clero minoico. Fue aquí, en 1908, donde se descubrió el famoso disco de Fastos. Los 241 símbolos y las 61 «palabras» han desafiado desde entonces todos los intentos de traducción, pero es posible que estén relacionados con una antigua lengua hablada en el oeste de Anatolia y, por lo tanto, con la lengua indoeuropea hablada a principios del Neolítico. De hecho, el «símbolo de la Atlántida» existe en este disco: hay varios iguales y uno de ellos está próximo al centro de uno de los lados.

No se ha descubierto ningún segundo disco. Sin embargo, los visitantes pueden examinar de cerca el disco existente en el Museo Arqueológico de Heraklion, donde se exhibe junto a otros tesoros pertenecientes al mundo minoico.

En Hagia Triada también se ha hallado un sarcófago pintado donde se representa un toro atado a un altar, sangrando por el cuello y cuya sangre se recoge en un vaso de libación. A unos cincuenta kilómetros al norte de Arkhanes, los arqueólogos descubrieron pruebas de una clase de ofrenda diferente: un joven atado a una plataforma de baja altura dentro de un templo en la cima de la montaña, cuyo esqueleto apuntala un cuchillo de bronce grabado con un misterioso animal parecido a un jabalí. Momentos después de su muerte el templo se derrumbó a causa de un terremoto y preservó la única prueba encontrada hasta hoy de un sacrificio humano en el Egeo durante la Edad de Bronce.

Arkhanes se encuentra a los pies del monte Juktas, el pico sagrado que domina el valle que lleva a Cnosos. Entre los muchos y extraordinarios hallazgos de Cnosos se cuentan varios miles de tablillas de arcilla cocida, la mayoría de ellas grabadas con símbolos de una lengua bautizada como Lineal B, junto con varios centenares en Lineal A. El Lineal B es una forma primitiva de griego, la lengua que hablaban los micénicos que llegaron a Creta en el siglo XV a. J. C. Los micénicos adoptaron la escritura pero rechazaron la lengua; el Lineal A es similar a la anterior, también silábica y con un número de símbolos compartidos, pero data de antes de la llegada de los micénicos y permanece sin traducir.

Otros dos sitios de la Edad de Bronce mencionados en el libro son Atenas y Troya. En la Acrópolis ateniense uno de los escasos supervivientes de la prehistoria es un túnel excavado en la roca que lleva a un manantial subterráneo; éste fue el túnel que inspiró la idea de que puede haber cámaras ocultas pertenecientes al período clásico. En Troya, la investigación paleogeográfica ha determinado con precisión la línea de las antiguas playas y un día, quizá, revele pruebas de un asedio durante la Edad de Bronce.

El mar Negro está efectivamente muerto por debajo de los 200 metros de profundidad, una consecuencia de la enorme acumulación de ácido sulfhídrico provocado por el proceso bioquímico descrito en el libro. En sus rincones más recónditos hay depósitos de salmuera que se formaron cuando el mar quedó aislado del Mediterráneo y comenzó a evaporarse, haciendo que la sal se precipitara.

Hacia el sur, el mar se extiende a través de uno de los límites geológicos más activos, y que atrajo la atención mundial en 1999, cuando un terremoto de magnitud 7,4 devastó la región noroccidental de Turquía. La falla del norte de Anatolia, situada entre las placas africana y euroasiática, llega hasta el monte Ararat, un volcán extinto de picos gemelos, y podría ser asociada con determinados rasgos físicos imaginarios en este libro: la isla volcánica, la grieta tectónica y los respiraderos hidrotérmicos.

En las aguas costeras del mar Negro se han encontrado numerosos restos de naufragios de barcos mercantes, entre ellos, uno localizado por un submarino frente a las costas de Bulgaria en 2002. En 2000, el equipo que había fijado la antigua línea costera cerca de Sinope descubrió un naufragio de la antigüedad a 320 metros bajo el agua, siendo su casco, increíblemente conservado, un claro indicio de las maravillas arqueológicas que pueden encontrarse en las profundidades anóxicas del mar.

Con la excepción del EH-4 ficticio, el «lodo mágico», y algunos aspectos de la aplicación del láser, la mayor parte de la tecnología presentada en este libro está basada en avances actuales, incluyendo las cuestiones relativas al submarinismo y la arqueología. El

Kazbek es una variante ficticia del submarino de ataque soviético SSN clase Akula y, por lo tanto, una adición imaginaria a los seis submarinos de esta clase que se sabe que estuvieron en servicio entre 1985 y 1990.

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