Atlantis

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Capítulo 18

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Habían dejado atrás las paredes labradas y ahora estaban rodeados por los contornos dentados de una fisura volcánica. Katya apareció de pronto a través de la oscuridad como un fantasma en una tormenta de arena y, en esa fracción de segundo, Jack y Costas sintieron que la perseguía alguna fuerza oscura, algún habitante de las profundidades que se lanzaba hacia ellos con inexorable determinación.

—¡Vámonos! —gritó Katya.

Jack tendió la mano hacia ella pero fue lanzado hacia atrás por una enorme ola que no pudo resistir. Todo lo que podían hacer era tratar de evitar desesperadamente los bordes de la lava mientras eran arrastrados por el agua a una velocidad aterradora. Antes de que se diesen cuenta, estaban de regreso dentro de las suaves paredes del pasadizo principal. Un enorme temblor los dejó conmocionados y aturdidos a casi diez metros de la fisura volcánica.

Katya estaba hiperventilando y esforzándose por controlar el ritmo de su respiración. Jack nadó hacia ella y comprobó su equipo. Por un momento, un momento fugaz, recordó su propio miedo, pero consiguió apartarlo de su mente, decidiendo que ya no le quedaba más y que ahora estaba completamente extinguido.

—Creo que era el camino equivocado —dijo Katya entre jadeos.

Costas se volvió y nadó un par de metros para reparar la cinta que había sido cortada por la fuerza que había estado a punto de aniquilarlos. Había entrado en la zona de perturbación magnética y su voz llegó con interferencias a través del interfono.

—Una explosión freática. Se produce cuando el agua choca con la lava fundida. Estalla como si fuera pólvora. —Hizo una pausa para recobrar el aliento, sus oraciones se interrumpían con profundos espasmos en su regulador—. Y esa fisura es como el cañón de una arma. Si no hubiese estallado a través de alguna chimenea detrás de nosotros habríamos sido la última anotación en el registro de sacrificios.

Regresaron rápidamente al punto donde se abrían las tres entradas. Evitaron nuevamente la central, confiando en el instinto de Jack. Cuando se acercaron a la entrada de la izquierda, Jack se hundió hasta el suelo del pasadizo, invadido súbitamente por una oleada de náusea mientras su cuerpo luchaba para adaptarse al cambio brusco, del calor lacerante a las aguas heladas del corredor.

—No pasa nada —dijo casi sin aliento—. Sólo necesito un momento.

Costas lo miró con preocupación y luego siguió a Katya al umbral de la entrada de la izquierda. Ella aún no había conseguido recuperarse totalmente de su conmoción y su voz sonaba tensa a través del audio.

—Te toca a ti abrir la marcha —dijo—. Quiero quedarme junto a Jack.

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