Asylum

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Capítulo Diez

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En términos generales, con Abby a su lado bebiendo su expresso para llevar y las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo, Dan se sentía bastante bien. Caminaron de vuelta al campus a un ritmo relajado, mientras Abby le contaba las últimas noticias de su familia: sus papás habían arreglado sus diferencias por el momento; su padre había aceptado trabajar en un proyecto personal más creativo, y hasta le había pedido a ella que creara piezas de arte para vender en Internet y recaudar fondos para cubrir el costo de las grabaciones.

—Son buenas noticias —dijo Dan, acompañándola por el camino que conducía a Brookline. Comenzó a preguntarse si debía besarla al despedirse.

No, no, despacio, ¿recuerdas? Si lo echas a perder, la perderás también como amiga.

Claro que si ella lo ofrecía, todo era posible. Pasaron sin prisa por el vestíbulo hasta llegar a la escalera principal.

—Deberías pasarme el link del sitio para recaudar fondos cuando esté on line. Me encantaría colaborar.

—Sí, claro —Abby le dio un empujoncito con la cadera—. Ni siquiera sabes cómo suena su música.

—¿Y? Me encantaría comprar algo que tú hayas creado. Y es obvio que significa mucho para ti —Abby se detuvo al llegar a su piso y se volvió para mirarlo a los ojos. Tenía que inclinar la cabeza hacia atrás debido a la diferencia de altura entre ambos.

—Eso es realmente… realmente… Gracias, Dan.

—No hay problema.

Doblaron la esquina y encontraron el pasillo vacío, excepto por Jordan.

—Oh, maldición —susurró Abby.

—¿Qué? —Dan alternó la mirada entre ambos.

—Generalmente me encuentro con Jordan después de cenar para estudiar. Lo olvidé completamente —Abby apretó el vaso de café tan fuerte que crujió—. Va a estar furioso.

Dan sabía que pasaban mucho tiempo juntos, pero no tenía idea de que las sesiones de estudio eran un ritual obligatorio. Disminuyeron la velocidad a medida que se aproximaban a Jordan, que esperaba frente a la puerta de la habitación de Abby.

—Ah, hola. ¿Vives aquí? —preguntó.

—Jordan, lo siento tanto —abriendo los brazos, Abby se acercó para darle un abrazo, pero Jordan la esquivó con agilidad.

—No, no, estoy bien. De verdad. Cambia tus planes sin avisarme, no hay problema —tenía un vaso desechable como el de Abby en su mano derecha. Cuando bebió de él, ella arrugó la nariz.

—Jordan, ¿eso tiene licor?

—No.

Jordan.

—¡Bueno! ¡Sí! —acercó el vaso contra la nariz de Abby—. Me estás impulsando a beber.

Ella intentó quitarle el vaso, pero Jordan retrocedió y se bebió lo que quedaba.

Los ojos de Abby se encendieron, y luego de una pausa, se serenó.

—Dije que lo sentía, Jordan. ¿Qué más quieres que diga? —Dan sostuvo el vaso de café mientras ella sacaba sus llaves y abría la puerta. Abby le sonrió aliviada. Dan estaba feliz de ser su aliado—. Como sea, ¿por qué no me llamaste en lugar de merodear fuera de mi habitación?

Jordan se encogió de hombros, repentinamente absorto en escarbarse las uñas.

—No lo sé.

—Creo que sí lo sabes. Escúpelo —dijo Abby, abriendo la puerta. Dan esperaba que Jordan entrara en la habitación y comenzara a decirles todo lo que pensaba, pero en lugar de eso, dudó, observando la puerta con desconfianza, como si creyera que Abby estaba esperando el momento oportuno para cerrársela en la cara.

—¿Qué eres, un vampiro? —preguntó ella—. ¿Tengo que invitarte para que puedas cruzar el umbral?

—No estaba seguro de ser bienvenido.

—No seas ridículo, Jordan. Entren, los dos.

Dan entró y admiró lo genial que se veía la habitación, con mucho del arte de Abby decorando las paredes. La mayoría eran pinturas coloridas, fascinantes y alegres, así que no estaba preparado para el único retrato que resaltaba como una rosa muerta en un ramo: la niña con la mirada vacía. Estaba pegado en la pared sobre la cama; la había dibujado exactamente como en la fotografía. Dan se quedó mirando los ojos vacíos y la cicatriz en la frente de la niñita, preguntándose por qué Abby podría querer que algo tan espeluznante vigilara su sueño. Era difícil verla pero también dejar de mirarla.

—Disculpen el desorden —estaba diciendo ella, que parecía no notar lo que realmente le incomodaba. Quitó algo de ropa de la cama y les indicó a Dan y a Jordan que se sentaran. Acercó la silla de su escritorio hasta que estuvo cerca de ellos.

—Ahora cuéntanos, Jordan. ¿Qué te sucede?

Jordan miró nada más a Abby.

—Es solo que… que me dejaran… Bueno, me trajo malos recuerdos —dijo lentamente—. Tenía un amigo. Blake —a Jordan le costó pronunciar el nombre, como si solo decirlo fuera doloroso—. Hacíamos casi todo juntos, hasta hace un par de meses, cuando finalmente le dije que era gay. Aunque, vamos, ¿cómo podría alguien pasar cinco minutos conmigo y no darse cuenta? —agregó amargamente—. Como sea, no volví a verlo. No hubo una gran pelea ni nada por el estilo. Simplemente… desapareció. Un día estábamos bien, éramos amigos… y al siguiente no me respondía los mensajes, me ignoraba en la escuela… Nos cruzábamos en los pasillos y hacía como si yo no existiera, como si fuera una especie de fantasma.

Un largo silencio siguió a la confesión de Jordan. Abby miró de reojo a Dan.

—Eso no es justo —susurró ella finalmente—. Nosotros no desaparecimos. No te estamos ignorando. Y lo siento, Jordan, los dos lo sentimos, pero, honestamente… estábamos en una especie de cita.

—¿Lo estaban?

—¿Lo estábamos? —Dan y Jordan preguntaron al mismo tiempo. Dan se aclaró la garganta—. Quiero decir: lo estábamos.

—Ah, los felicito… —Jordan se mordió el interior de la mejilla. No sonaba sincero.

—Pero la próxima vez te llamaremos —dijo Abby, y agregó rápidamente—: si hemos hecho planes contigo o algo así, ¿está bien?

—Está bien —sonaba como un niño pequeño, que inesperadamente se había salido con la suya pero que no quería dejar de hacerse el ofendido, al borde del llanto.

—Abby… —Dan no podía contener la pregunta por más tiempo—. ¿Por qué hiciste ese dibujo? —ella siguió sus ojos hasta el retrato de la niña, como si no supiera inmediatamente a cuál se refería.

—No lo sé, ¿por qué no? —dijo—. Parecía tan triste y quería que sintiera que estaba en un lugar seguro. Obviamente se sentía sola allá abajo con la oscuridad y el polvo. Se me ocurrió ponerla en un ámbito más alegre por un tiempo —observó el retrato—. Guau… creo que no pensé en lo espeluznante que es —hizo una pausa—. ¿Es extraño?

—Sí —Jordan fue el primero en responder.

—¿De verdad? ¿Y tú también lo crees, Dan?

Piensa muy bien tus próximas palabras…

—Yo solo… ¿No te asusta ni un poco? Es muy… inusual, eso es todo.

Detrás de Abby, Jordan levantó ambos pulgares diciendo «Bien hecho» silenciosamente.

Ella hizo otra pausa.

—Es como si me hablara. Como si me necesitara.

—No te ofendas, Abby, pero eso suena un poco loco —observó Jordan.

—Probablemente —respondió ella, riendo—. Supongo que estoy un poco loca. Pero bueno, esto es aburrido. Deberíamos hacer algo, ¿saben? Salir de aquí… ¡Ir a alguna parte! ¿Qué opinas, Jordan? Déjanos compensarte —el rostro de Abby se iluminó cuando agregó—: ¿Qué les parece si vamos otra vez a esa escalofriante oficina?

—No lo sé… —Jordan miró a Dan buscando ayuda—. La última vez se puso un poco… extraño… —su voz se fue apagando.

Dan quería estar de acuerdo con Abby. Quería estar de su lado y mostrarle que podía contar con él. Pero entre el retrato de la pared y los extraños correos electrónicos sobre el paciente 361, sentía que había tenido suficientes sustos por una noche. Cuanto más lo pensaba, sin embargo, más sentía que algo de la oficina lo llamaba. Y acababa de tener su primera cita con Abby; ese no era un buen momento para empezar a decirle que no.

—¿Por qué no? —dijo Dan con cautela—. Probablemente no haya nada allí abajo, pero…

—Exacto —Abby tomó la mano de Jordan—. Son solo fotografías viejas. No hay nada que temer.

—No es eso —respondió Jordan—. Estoy tratando de que no nos expulsen. ¡De que no me expulsen! Ni siquiera debería estar aquí. Sería un absoluto desastre si mis padres se enteraran.

—Cálmense chicos. Estoy seguro de que podemos ponernos de acuerdo en otra cosa que hacer —Dan intentó sonar neutral para bajar la tensión en la habitación. Además, siempre podía explorar por su cuenta más tarde.

—Pero somos dos contra uno: Dan y yo queremos ir, ¿no es cierto, Dan? —dijo Abby.

—Sí, pero…

—Podría haber una pista allá abajo acerca de los correos que recibiste y sobre tu escritor fantasma misterioso…

—¿Tu qué? —Jordan se animó, volviéndose hacia Dan para fulminarlo con la mirada—. ¿Qué correos?

—Ehhh… no había decidido si quería divulgar esa información todavía.

—Oh-oh, ¿primera pelea entre amantes? ¿Y a causa de un «escritor fantasma»? ¿Qué me perdí exactamente? —Jordan volvió a sentarse en la cama y dio unas palmadas en el espacio junto a él. Dan y Abby permanecieron de pie.

—Dan recibió un correo electrónico extraño, pero cuando quiso leerlo, desapareció. Algo médico, un informe sobre un paciente o algo así.

Dan se resintió.

—Puede que sea un fantasma informático —dijo Jordan.

—¿Qué es un fantasma informático? —preguntó Dan.

—Es un fragmento de consciencia humana que queda atrapado en un dispositivo tecnológico incluso después de que la persona muere… una fracción del alma que intenta contactarse antes de desaparecer para siempre. Puede comunicarse, pero solo durante un período corto antes de comenzar a fallar y a degradarse.

A Dan, eso le sonó siniestramente acertado. Tal vez no estaba loco después de todo… Aunque la idea de un escritor fantasma real no era exactamente reconfortante.

—¿Se trata de algo real? ¿Cómo es posible que no haya escuchado antes de esto?

—Oh, no, no es real —rio Jordan, desestimando la idea con un movimiento de su mano—. Al menos, no creo que lo sea. Lo vi en un episodio de la serie Doctor Who. Pero suena similar, ¿no?

—Sí —estuvo de acuerdo Abby—, pero creo que Dan estaba buscando algo que fuera menos ciencia ficción. Y si lo que quiere es algo real, entonces seguramente lo encontrará en el sótano, ¿no creen?

Jordan caminó de un lado al otro, sacando un dado de su bolsillo y pasándolo de una mano a la otra. Abby lo interceptó y lo escondió en su mano.

—Dijiste que se trataba de algo médico, ¿verdad, Dan? Tal vez haya algo allí abajo que esté intentando comunicarse desde el más allá o, no lo sé, emitiendo ondas cerebrales paranormales para asustarte.

Hubo una pausa mientras todos consideraban la idea.

Finalmente, Jordan dijo:

—Dan, si algo inexplicable está sucediendo, ¿por qué querrías meter tu nariz en ese asunto? Quiero decir, no es que crea que sea real pero ¿no deberías dejarlo en paz? ¿Qué esperas encontrar?

Dan se encogió de hombros. Por el cambio en la voz de Jordan, supo que habían ganado. En contra de su buen juicio, el chico iba a acompañarlos al sótano.

—Tengo la sensación de que lo sabré cuando lo vea.

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