Asya

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¿Y si la venganza final eres tú?

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Tras perder a Pasha de vista, Asya regresó a la casa presa de un desbordante optimismo. Sus pies marcaron un ritmo imaginario de baile en la hierba mojada por el rocío matutino. Comenzó a reír al observar cómo sus zapatillas se hundían en la tierra humedecida y no se molestó en sujetarse el bajo de su camisón que barría el suelo impregnándose de hojas secas y barro. Estaba tan eufórica que no se percató que, delante de la entrada, la esperaba

babushka y casi chocó con ella en el marco de la puerta. La enorme sonrisa que lucía en los labios se le quedó congelada al ver el gesto enfurruñado de su abuela, quien aguardaba una explicación del porqué su nieta aparecía casi de madrugada, con el pelo despeinado y el camisón manchado.

—No podía dormir y salí a tomar el aire. —Tentó Asya la suerte adornándola con una ensayada expresión inocente.

El gesto sobrio de su abuela le indicó que no se había tragado ni una sola palabra de su explicación.

—Ven, tenemos que hablar. —Su voz sonó extraña, casi susurrada. Tomó a su nieta por el brazo y entraron en la casa. Acto seguido, se sentaron en la cocina, una enfrente de la otra, con los sentidos alertas.

—¿Qué ocurre, abuela, por qué me miras así?

—Eso quisiera yo saber. ¿Qué ocurre?

Asya no imaginaba lo mucho o poco que sabía de la visita mañanera de Pasha, por lo que decidió permanecer callada antes de empeorar la situación. Observó desesperada cómo las fosas nasales de

babushka se dilataban, clara señal de que estaba realmente enfadada.

—¿Por qué Pasha se acaba de marchar de aquí a estas horas? ¡Y mírate! Por favor, dime que lo que estoy pensando no es cierto. —Ante el prolongado silencio de la joven, levantó la voz—: Dime que no tengo por qué preocuparme, necesito escucharlo de tus labios. Me imagino que una mujer, lista y sensata como tú, sabrá que el hijo de los Fedorov no es una opción válida para ti. No puede serlo, Asya. Matarías a tu abuelo.

La sensación de euforia que bullía en su interior se esfumó al instante y, su lugar, fue ocupado por una inmensa tristeza. Amaba con toda su alma a sus abuelos y lo último que hubiese deseado en el mundo era herirlos. Pero ¿qué alternativa tenía? ¿Sacrificar de nuevo a Pasha y a sí misma? ¿Negarle a su maltrecho corazón un poco de consuelo y felicidad?

«Es ahora o nunca». Las palabras de Pasha surtieron un efecto estimulante en ella y decidió luchar por su amor. No sería fácil hacer comprender al mundo los sentimientos que existían entre ambos. No después de todo lo que habían sufrido las dos familias, aunque merecía la pena intentarlo.

Babushka —comenzó a hablar con voz queda—. Yo quiero a Pasha. Desde siempre. Lo quiero con toda mi alma.

La mirada decepcionada de la anciana se agrandó por la sorpresa. Le tapó la boca con la mano con cierta brusquedad, intentando ocultar el temblor de sus dedos tomados por la artritis.

—No vuelvas a decir eso. ¡Nunca! —la apremió asustada—. Elige a cualquier hombre que quieras, tu abuelo y yo te apoyaremos de forma incondicional, pero no a él. Eres nuestra única nieta, solo te tenemos a ti; no puedes pretender que veamos con buenos ojos una relación con alguien que puede destruirte.

Asya rodeó las manos de su abuela con las suyas y le dio un beso, cargado de arrepentimiento y pena, en la parte superior de las mismas. Entre lágrimas, se atrevió a enfrentar su mirada decepcionada:

—¿Crees que no sé qué es una relación imposible? ¿Crees que no he intentado olvidarme de él? Sabes mejor que nadie que, tan solo un par de días atrás, estaba pensando en aceptar la proposición de matrimonio del capitán Lenin. Pero si lo hago, ¡seré infeliz toda mi vida!

—No, querida niña, te equivocas; si aceptas a Pasha, sufrirás toda su vida. Mira cuántas arrugas hay en esta cara. —La anciana hizo un gesto con el dedo índice, alentando a su nieta a prestarle atención—. Todas y cada una significan experiencias de vida. Sé lo que te digo. Hay demasiado rencor y dolor acumulado y cuando la llama de la pasión se haya apagado, aflorarán dentro de vosotros todos los males que ahora os empeñáis en esconder. Seréis como un río; por mucho que el agua corriese, las piedras siempre se quedarán en el fondo.

—Pasha dejó la venganza atrás,

babushka. Y no son simples palabras, nos lo ha demostrado con hechos. Nos ha devuelto todo porque quiere vivir en paz. Y porque me ama.

—¿Cómo puedes estar tan segura de sus sentimientos? No olvides todo el daño que tu abuelo le ha infringido a los suyos. ¿Y si la venganza final eres tú? Es de sobra conocido que Victor Kurikov ama los caballos, pero su verdadera pasión eres tú, querida niña. Tú eres la luz de sus ojos. Y Pasha lo sabe. Destrozándote a ti, acabaría con tu abuelo.

Las palabras de

babushka dieron en el blanco y la seguridad de Asya comenzó a flaquear. ¿Podría ser que la venganza de su amor fuera más cruda de lo que ella jamás hubiera imaginado? ¿Podría llevarla al paraíso para, después, dejarla caer al vacío para que nada ni nadie lograsen levantarla?

—Abuela, mi corazón no cree que yo sea la venganza final. Y, en caso de que lo fuera, no puedo hacer nada para protegerme. Confiaré en él y en mi instinto.

—¡Claro que puedes! Es muy sencillo lo que debes hacer. Haz llamar al capitán Lenin y dile que aceptas casarte con él. Es un hombre atractivo, joven y se nota que te quiere. Tú eres una muchacha pasional y fuerte, permítete ser feliz. El resto vendrá solo, te lo prometo.

Asya abrió la boca en un último intento de defender a su amor, pero

babushka le tapó la boca con la mano y le susurró angustiada:

—Piensa en todo lo que te dije.

En este instante, la puerta de la cocina se abrió y, en el marco de la misma, hizo acto de presencia

dedushka. Las observó con curiosidad, puesto que era raro encontrar a nieta y abuela calladas.

—¿Qué pasa? ¿Se ha muerto alguien?

—¡Nada de eso! —exclamó su esposa presa de un repentino entusiasmo—. Al contrario, tenemos buenas noticias. Ven, siéntate aquí con nosotras si quieres enterarte.

Asya esperó asombrada para saber lo que relevaría la anciana a continuación y no pudo quedarse más pasmada, ni aunque lo hubiera intentado, cuando la escuchó decir:

—Asya me ha pedido la bendición. Por fin ha tomado la decisión que tanto anhelábamos. Acepta casarse con el capitán Lenin. Lo antes posible.

Algo en el interior de Asya murió para siempre cuando su abuelo le ofreció la mano para besársela, señal de que le daba su bendición. No tuvo más remedio que inclinar la cabeza, tragarse las lágrimas y fingir estar contenta ante él. Intercambió con

babushka un gesto de dolor, pensando que jamás le perdonaría haber tomado por ella la decisión más importante de su vida.

Victor Kurikov, ajeno al drama de su nieta, dijo con los ojos anegados en lágrimas:

—No sabes lo feliz que estoy por ti, querida niña. Como ves, tu abuela y yo nos estamos haciendo mayores y, el hecho de que no tomaras marido, nos tenía bastante preocupados. No es bueno para una mujer quedarse sola y, más en tu caso, que solo nos tienes a nosotros. —Se acercó a ella y le dio un sonoro beso en la mejilla—. Organizaré la mejor boda que jamás se haya celebrado en nuestra comarca, ahora mismo iré a tocar el tambor para que los trabajadores se enteren de la buena noticia.

—Muy bien, Victor, toca el tambor lo mejor que puedas para que, aparte de los trabajadores, lo escuchen nuestros vecinos, también.

Dedushka levantó el dedo en alto y salió disparado para cumplir con su promesa. Asya se quedó pegada a su silla, incapaz de reaccionar. Cuando los ruidosos sonidos del tambor llegaron a sus oídos supo que todo había terminado. Comenzó a llorar con tanta desesperación que su abuela tuvo que intervenir para calmarla. La abrazó con afecto, atusándole el cabello como lo hacía cuando era pequeña.

—No llores más por él, ya lloraste lo suficiente. Ni te enfades conmigo. Algún día me darás las gracias por salvarte de ti misma —le aseguró

babushka entristecida.

 

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