Astrid

Astrid


SIETE

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Grimur todavía no había empezado a comer a pesar de que le habían servido la cena hacía más de diez minutos. El motivo era que Astrid seguía sin aparecer, aunque ya había mandado aviso dos veces para que fuera a cenar con él. Desconcertado porque no lo hiciera, dejó el tenedor encima de la mesa y se dirigió a la cocina, para averiguar qué estaba ocurriendo.

Cuando llegó allí se detuvo en el umbral incrédulo, Astrid estaba sentada en la mesa comiendo, sola, porque los esclavos ya lo habían hecho. Lena y Helmi estaban de pie porque lo habían oído llegar, esperando la tormenta que caería de un momento a otro, pero Astrid solo le dedicó un rápido vistazo y siguió masticando y mirando su plato como si él no estuviera allí. Grimur no entendía qué estaba pasando y entró en la cocina señalando la puerta a las otras esclavas mujeres para que salieran. Intentó mantener su furia bajo control y no habló con ella hasta que las escuchó alejarse por el pasillo

—¿Por qué comes aquí? —ella siguió masticando sin contestar, como si no lo escuchara y Grimur se dio cuenta de que, por algún motivo que no entendía, estaba muy enfadada. Se acercó a ella y le quitó el plato para que le prestara atención—¿por qué estás comiendo aquí? Contéstame, mujer, te he estado esperando en el salón —ella lo miró, cogió su tazón de agua y bebió, sin dejar de mirarlo con ironía mientras guardaba con disimulo el cuchillo de la comida en su mano derecha, luego volvió a dejar el tazón sobre la mesa y se levantó, hablándole con parte de su antigua arrogancia,

—No volveré a compartir la mesa contigo, ni la cama. Puedes pegarme si quieres, pero no lo haré —la expresión de él asustaría a cualquier hombre en su sano juicio, pero ella estaba demasiado enfadada para sentir miedo.

Grimur, cansado de discutir, la cogió de la muñeca para obligarla a acompañarlo al salón y ella se resistió con todas sus fuerzas, pero viendo que no la soltaba y, completamente fuera de sí, le clavó el cuchillo en el hombro derecho y en el momento se arrepintió de haberlo hecho.

Retrocedió atemorizada al ver la sangre, pero Grimur no profirió el menor sonido, solo se quedó mirando el cuchillo que permanecía clavado en su carne y se lo quitó, haciendo que la herida sangrara mucho más. Entonces la miró, con una expresión que traspasó el enfado de ella y levantó las manos en son de paz. Arrepentida, solo quería que le dejara curar su herida. Se sentía muy mal por haberlo apuñalado y ya no le importaba si se había acostado con Dahlia, solo quería ayudarlo.

—Grimur, déjame que…—buscó con la mirada un paño limpio para contener la sangre, pero él lanzó un rugido que parecía salir de su corazón herido, y le dolió ver su cara, que era una máscara de rabia y de decepción. Entonces la cogió del brazo con crueldad, porque por primera vez no le importaba si le hacía daño, la arrastró hasta su habitación y cerró la puerta.

Ella todavía no tenía miedo, estaba preocupada por la herida —por favor, solo quiero buscar algo para tapar la herida, estás sangrando mucho—él enseñó los dientes como haría un verdadero lobo y la zarandeó con fuerza,

—¡Eres una zorra y una mentirosa, como todas las mujeres!, has esperado el momento en el que estaba distraído para atacarme, ¡maldita! —levantó la mano para golpearla en la cara y ella lo miró a los ojos sin moverse, sabiendo que lo merecía, pero él bajó la mano con una maldición, porque no podía pegarla.

Grimur estaba confundido, a cualquier otro lo hubiera matado por lo que le había hecho y a ella ni siquiera podía castigarla,

—He sido demasiado blando contigo y eso ha sido un error, por eso has actuado así. Por mi comportamiento contigo has creído que era débil y que podías someterme, pero no volverá a ocurrir. Hoy hoy te demostraré que tú también te has equivocado, al pensar que soy débil—Astrid intentó explicarse al ver en sus ojos cómo pretendía castigarla, porque prefería que la pegara.

—¡No, Grimur! estaba enfadada contigo porque os he visto en el río…

—¡Calla, no quiero más mentiras! —Astrid sintió su dolor y eso le hizo estar más arrepentida, porque él le había demostrado su cariño de muchas maneras esos días—Grimur le dio un fuerte empujón que la envió encima de la cama y empezó a desvestirse mientras ella intentaba levantarse.

—¡No, por favor Grimur!, no hagas esto, no ensucies lo que hemos tenido, ¡eso no!

—¡Cállate!, no quiero que hables más —miró a su alrededor y vio un paño con el que se solían bañar y la amordazó con él —si intentas hacerme daño de nuevo, te juro que destrozaré la piel de Lena a base de latigazos esta misma tarde —ella apartó la cara como la primera vez que él la penetró, pero esta vez él no intentó besarla, simplemente levantó su vestido, le bajó las bragas y entró en ella de una embestida. Y Astrid, entonces, sintió verdadero dolor porque sabía que él quería hacérselo, Grimur siguió moviéndose encima de ella durante unos minutos que se les hicieron interminables a los dos hasta que eyaculó en su interior, luego se retiró y se marchó de la habitación dejándola tumbada boca arriba con los muslos pegajosos por su semen. Más tarde, cuando tuvo fuerzas para levantarse, se quitó la mordaza y se colocó la ropa moviéndose como si fuera una anciana de la edad de Helmi, y cayó de rodillas frente al fuego con el corazón destrozado.

Grimur fue a buscar a Thor, montó sobre él a pelo y salió galopando como un loco en contra de la voz que escuchaba dentro de él y que le insistía para que volviera junto a ella y la cuidara. Se rio de sí mismo, seguro de que todo lo que le habían contado de que existía una andsfrende para cada berserker, eran cuentos de vieja en los que había creído como un tonto. Tendría que haberla tratado como a las demás, que trabajara en la casa y que calentara su cama cuando le apeteciera, así solo había conseguido que se creyera superior al resto. Thor estuvo galopando mucho rato, hasta que tiró de las riendas para que fuera al paso y se lamentó al ver el cansancio del mejor caballo que había tenido nunca, y, avergonzado, lo llevó a beber al río. Allí la peor parte de sí mismo estuvo decidiendo cual sería la mejor venganza para una esclava que se creía mejor que las demás.

 

Lena entró a buscarla bastante rato después de que Grimur se hubiera marchado, aunque Ingvarr le había dicho que no lo hiciera temiendo la reacción de su amigo,

—Astrid —su amiga miraba el fuego como si no la oyera. Asustada se arrodilló junto a ella y rozó suavemente la mano que reposaba sobre sus piernas—Astrid —entonces la miró con sus enormes ojos dorados llenos de sufrimiento y Lena la abrazó meciéndola contra su cuerpo, a pesar de que ella era mucho más pequeña que la princesa—¿qué ha pasado?, todos pensábamos que estabais tan bien juntos…,pero cuando ha salido de la habitación, Grimur se ha comportado como un loco ¿Qué ha ocurrido, os habéis peleado?—Astrid se frotó los ojos porque le escocían.

—No había llorado tanto en mi vida, tú lo sabes. Desde que lo he conocido, me he vuelto una mujer débil y llorona, lo que siempre juré que no sería —su rabia creció —se ha enfadado porque le he clavado un cuchillo en el hombro —Lena se llevó la mano a la boca porque ese era motivo suficiente para matar a una esclava.

—¿Y no te ha castigado?—Astrid sonrió irónica

—Sí, lo ha hecho. A su manera, y ha sido peor que una paliza, te lo aseguro —Lena supo lo que había ocurrido y sintió que un temblor recorría su cuerpo, al imaginar que Ingvarr podría tomarla sin el cuidado y el cariño que siempre derrochaba con ella. Como si su amiga le leyera pensamiento, preguntó, intentando distraerla de sí misma,

—¿Qué tal te va con Ingvarr? —no se veían demasiado porque Lena trabajaba con las demás esclavas y ella había estado haciendo sus comidas con Grimur, y por la noche Lena e Ingvarr desaparecían temprano tomados de la mano para irse a su habitación.

—Soy muy feliz, Astrid.

—Pero ¿no te gustaría dejar de ser esclava? —su amiga se encogió de hombros

—Siempre he sido esclava, pero espero que mi situación cambie cuando Ingvarr… —se detuvo al escuchar unas risas que se acercaban desde la entrada y Astrid se puso pálida sabiendo quienes eran.

Dahlia y Grimur caminaban por el pasillo riendo entre ellos en dirección a la habitación de él. Lena miró a su amiga horrorizada

—¡No se atreverá! —Astrid se levantó y se estiró el vestido antes de contestar con aparente tranquilidad

—Yo creo que sí. Vamos, no voy a permitir que nos eche de aquí —la cogió de la mano y salieron de la habitación, encontrándose con la pareja, que llegaba a la puerta en ese momento. Grimur la miró con los ojos entrecerrados esperando su reacción, pero Astrid, con una frialdad inesperada en ella, sonrió y salió de la habitación seguida por Lena, como lo que era por nacimiento, una princesa.

 

Una semana después, no parecía una princesa ni se sentía como una, y no recordaba cuándo había sido la última vez que había dormido varias horas seguidas. Todas las noches daba vueltas sin cesar en el mismo camastro que había ocupado los primeros días en casa de Grimur, pero esta vez, sola, porque Lena dormía con Ingvarr.

Desde hacía una semana nadie se atrevía a respirar demasiado fuerte por temor a la reacción de Grimur, que solía beber todas las noches hasta emborracharse y luego se iba a su habitación. El primer día lo había hecho acompañado por Dahlia, pero los demás días lo hizo solo. Exigía que fuera Astrid quien le sirviera las comidas y el resto del día ella intentaba ayudar en los establos con los caballos. Si a él le molestaba que hiciera ese trabajo, no lo había dicho. Todos esperaban que ocurriera algo, la tensión en la casa era palpable y los dos protagonistas no habían vuelto a hablar entre sí desde que tuvieron la discusión.

Astrid trabajaba de sol a sol cayendo agotada en la cama, pero ni siquiera de esa manera conseguía dormir. Sabía cómo conseguiría volver a dormir, pero no volvería a su cama por ninguna causa, además, él no se lo había pedido a pesar de que sentía sus miradas de deseo mientras le servía las comidas.

Hoy estaba cepillando a Thor, al que había traído una manzana como todos los días y tarareaba una vieja canción de cuna intentando calmarse. Pero la voz de un hombre la distrajo,

—Hola —se volvió hacia el herrero sonriente.

—¡Vinter!, me alegro de verte, no sabía que alguno de los caballos necesitase de tu oficio.

—No he venido por ellos —pareció algo avergonzado —me gustaría hablar contigo, si tienes un momento —ella dejó el cepillo junto a Thor y se acercó a él.

—Claro —levantó la cabeza para mirarlo, porque era tan alto como Grimur—¿qué ocurre?

—Lamento si soy muy directo, pero lo he pensado mucho y no puedo esperar más. Quería saber si te gustaría que le hiciera a Grimur una oferta por ti —su primer impulso fue negarse, pero una vocecilla le dijo que al menos lo pensara.

Era su oportunidad. Con Vinter tendría más posibilidades de volver a su casa para vengarse de Lars, y, después de lo ocurrido con Grimur sentía en su corazón la necesidad de venganza con más fuerza que nunca

—Ya le hice una oferta cuando te conocí, pero dijo que no quería venderte. Puede que ahora —carraspeó— por cómo se comporta contigo, acepte. Por supuesto, si es así, nos iríamos de aquí, adonde tú quisieras —todos en la aldea pensaban que Grimur la había repudiado. La única que conocía la verdad era Lena, a la que le había hecho jurar que no se lo contaría a nadie, ni siquiera a Ingvarr.

—No creo que lo haga —estaba segura de que, en esos momentos, el principal motivo de Grimur para vivir, era vengarse de ella. No la dejaría marchar, porque ahora Astrid siempre tenía detrás a uno de los esclavos vigilándola, para evitar que escapara.

El lobo era astuto y sabía que, después de lo ocurrido, ella lo intentaría.

—Eso no es lo que te he preguntado.

—No, tienes razón—Vinter siempre le había demostrado bondad y respeto. Sabía que no sentiría lo mismo con él que con Grimur, pero con el tiempo…

—Tengo dinero ahorrado porque siempre he querido tener mi propia granja así que podemos comprarla donde quieras. Y te cuidaría bien, Astrid— por la mente de la mujer pasó la imagen de Grimur con Dahlia en el río, lo que, a pesar de sus dudas, consiguió que se decidiera.

 —De acuerdo Vinter, acepto. Pero necesitaré algo de tiempo para considerarte mi compañero de verdad —se mordió el labio buscando las palabras necesarias, pero él cogió su mano y le dio un rápido apretón

—Tendrás todo el tiempo que necesites—él se marchó y ella volvió a cepillar al semental. Era extraño que no estuviese contenta después de haber tomado esa decisión, al contrario, le parecía que había cometido un grave error, aunque no sabía por qué.

Esa noche Grimur había bebido aún más de lo habitual y estaba de muy malhumor. Oleg y Hansen a quienes había llamado por algo que decía que no habían hecho bien en los campos de cultivo se llevaron la peor parte, y aguantaron sus gritos con la cabeza baja. Astrid, harta de verlo pagar su amargura con otros, volcó la taza de caldo que le traía de la cocina “sin querer” sobre sus piernas, lo que provocó que él e Ingvarr la miraran atónitos durante unos segundos, después, Grimur se levantó con un rugido y Astrid se quedó mirando el caldo grasiento chorrear por sus piernas. Los esclavos aprovecharon para salir corriendo y ella comenzó a hacer lo mismo, pero él la sujetó por la larga trenza que colgaba en su espalda. Ingvarr también se levantó e intentó mediar entre los dos,

—Grimur, creo que deberías tranquilizarte o esto va a acabar mal —al ver la mirada malvada de su amigo temió por la mujer —vamos al río, te acompañaré a bañarte, estás demasiado borracho para hacerlo solo.

—¡No! —por la sonrisa de Grimur, ella estaba segura de que se le había ocurrido algo, en venganza, que la haría sufrir —antes quiero decirle a esta esclava lo que hemos acordado esta mañana.

La razón por la que había bebido sin medida era que había aceptado que Ingvarr se llevara a Lena al día siguiente a su granja. Quería tomarla como concubina, y él viendo el cariño que se profesaban los dos no se había podido negar, pero llevaba todo el día sufriendo por lo mal que lo iba a pasar Astrid, ¡y la muy zorra le escaldaba las piernas en compensación!

—No creo que sea buena idea que se lo digas ahora, Lena quiere hablar con ella antes…—Ingvarr miró hacia Astrid haciéndole un gesto para que se fuera, pero ella tenía el pelo aprisionado por el puño de Grimur.

—No te preocupes por ella, es una mujer dura, ¿verdad Astrid? Y no necesita a ningún hombre, pero tu amiga no es como tú, princesa—Astrid frunció el ceño sin saber qué quería decir —tu amiga prefiere retozar en la cama de mi amigo antes que tu amistad, y ha decidido marcharse a su casa con él.

—¡Mientes! —Lena no lo haría, no sin antes hablar con ella. Sabía que había cogido cariño a Ingvarr, pero no le había dicho que quisiera irse con él. Consiguió liberarse y salir corriendo a la cocina donde Lena estaba ayudando a Helmi a recoger la cocina. Se detuvo ante ella respirando con agitación y la miró interrogante, entonces Lena vio su expresión y adivinó que ya se lo habían dicho, y agachó la mirada avergonzada. Y Astrid supo que era verdad.

—¡Ay Lena! —y la traición de Lena, porque así se sentía, fue la última que pudo soportar. Ya no tenía a nadie, su amiga evitaba su mirada porque lo que había dicho Grimur era cierto. Planeaba irse al día siguiente y no la había avisado, aunque la abandonaba sola con un monstruo que le hacía la vida imposible. Se dio media vuelta para salir por la puerta de atrás, porque quería estar sola, pero Lena la siguió.

—Astrid, ¡espera un momento, por favor! —se paró, pero no se volvió porque no podía ver su cara o se derrumbaría—no sé qué te ha dicho Grimur, pero Ingvarr le ha pedido que te deje venirte con nosotros y se ha negado. Ha dicho que jamás dejará que te vayas

—Está bien, Lena —aunque se sentía traicionada, no creía que volvieran a verse más y prefería que su último recuerdo fuera bueno.

—No, no lo está —Lena se retorcía las manos, llorando —le dije a Ingvarr que no quería irme, pero…estoy embarazada—Astrid abrió los ojos como platos al escucharla

—¿Por qué no me lo dijiste? ¿no estás contenta?

—Sí —sonrió —pero tú eres tan infeliz que no me parecía bien contártelo. Cuando Ingvarr se enteró del embarazo, dijo que no me dejaría aquí cuando volviera a su granja y discutimos mucho, porque le dije que no te dejaría aquí, sola. A pesar de mi opinión, ha hablado con Grimur y él ha accedido a dejar que me vaya, pero sin ti—Astrid entendió.

—Me parece bien. Debes irte, Lena —se inclinó hacia su amiga y le dio un último abrazo y un beso en la mejilla —estoy segura de que serás muy feliz—después, se dirigió a la salida

—¿Dónde vas?

—A dar un paseo, no te preocupes —Lena siguió observando la marcha de su amiga, porque la conocía demasiado bien.

Vinter comía frente al fuego cuando sonaron los golpes en su puerta y se levantó a abrir armado con una daga. Era un hombre tranquilo, pero nunca se sabía lo que podía acechar en la oscuridad. Se quedó asombrado al ver a Astrid y no reaccionó, hasta que ella le dijo,

—¿Puedo pasar un momento, Vinter? —se apartó, disculpándose

—Sí, sí, claro, perdona —cuando entró la princesa, cerró la puerta—¿ha ocurrido algo? —ella esperaba no equivocarse porque iba a poner su vida en las manos de ese hombre.

—Sí —aceptando su invitación, se sentó en una de las viejas sillas de madera y él lo hizo frente a ella, esperando. Era un hombre muy paciente y esa era una de las cosas que más le gustaban de él—quiero irme cuanto antes de aquí—Vinter mostró su sorpresa arqueando las cejas —ahora sé con seguridad, aunque era algo que imaginaba, que Grimur jamás dejará que me vaya—él siguió esperando —me marcho al amanecer y he venido a preguntarte si quieres venir conmigo

—¿A dónde quieres ir?

—A mi tierra, necesito vengar la muerte de los míos, mi padre, mi hermano y Heinrik, mi querido maestro —imaginó lo que estaría pensando —sé que parece una locura porque Lars tiene un ejército, pero lo voy a desafiar a un Holmgang.

—Pero ¿ese hombre no es un soldado? —le había hablado sobre la traición de Lars días atrás,

—Sí, pero no olvides que yo soy una Skjaldmö —irguió la cabeza y Vinter supo, en ese momento, que la seguiría a donde fuese —venceré o moriré en el intento. No me juzgues por lo ocurrido aquí, no he sido yo misma desde que me capturaron, primero por la enfermedad y después porque Grimur me ha tenido prisionera con chantajes y mentiras, pero eso se acabó —susurró—bueno, ¿qué dices?, sé que no es la propuesta que esperabas, pero…

—Te acompañaré princesa. Además, tengo armas suficientes para los dos, hechas por mí, y también puedo tripular un barco

—Sí, lo sé, eso es muy conveniente porque yo no conozco nada sobre barcos ¿Sabes dónde está la casa de mi padre?

—Sí, conozco aquella costa—Vinter le había contado un par de días antes que había trabajado como timonel durante varios años, cuando era muy joven.

—De acuerdo entonces, tendremos que salir al amanecer ¿se te ocurre alguna manera de sortear a los dos vigías?

—Déjalo de mi cuenta, iré ahora a emborracharlos. En un par de horas conseguiré que duerman toda la noche —ella se levantó y se mostró pesarosa,

—Siento que no estás haciendo un buen negocio —pero él sonrió valientemente.

—Eso lo decido yo. Y por mí, está bien.

—Entonces nos vemos en la playa poco antes del amanecer —salió de la cabaña mirando a todos lados, para estar segura de que no se cruzaría con ninguno de los vigilantes.

 

Preparar lo que se iba a llevar, algo de comida y agua, y sus escasas pertenencias le llevó pocos minutos. Incapaz de dormir, dejó su ligero equipaje atado junto a una vieja manta y salió al pasillo incapaz de dormir. La casa estaba muy tranquila e, inconscientemente, sus pasos la llevaron hasta la habitación de Grimur, abrió la puerta cuidadosamente para que no la escuchara y estuvo unos segundos en el umbral, a oscuras, escuchando su respiración.

De repente, supo que no podía marcharse sin darle un último beso, el de despedida, y se acercó sigilosamente a la cama, pero él había bebido demasiado para escuchar sus pasos. Se arrodilló junto a él y rozó con un dedo su fuerte mano que estaba relajada por el sueño, luego hizo lo mismo con su cara, aunque casi no podía verla, y, finalmente se inclinó y lo besó. Lo que menos esperaba era que él, que se había despertado al oírla entrar, la sujetara por la nuca, respondiera a su beso apasionadamente y después hiciera que se tumbara en la cama sobre él.

Se besaron como si llevaran años separados hasta que ella se apartó y preguntó algo que le rondaba la mente, porque notaba el sabor a alcohol en su boca y quería estar segura de que sabía a qué mujer tenía entre sus brazos,

—¿Sabes quién soy?

—Mmmhh claro…Dahlia, ¿no? —aunque notó que no lo decía en serio a ella no le hizo ninguna gracia, lo que le demostró cogiendo un mechón de pelo de su pecho y tirando de él— ¡Ay eso ha dolido! ¿no sabes reconocer una broma, mujer? —se frotó el pecho con la palma de la mano, dolorido.

—Hay algunas cosas sobre las que no se puede bromear —pero ella no quería que pensara, así que volvió a besarlo y él comenzó a desnudarla, aunque con cierta torpeza de movimientos porque no estaba en su mejor momento. Astrid reía al ver lo torpe que estaba por la bebida,

—Déjalo, ya lo hago yo —se fue a levantar para hacerlo, pero la sujetó de la muñeca

—No te vayas, Astrid, no me dejes solo —aunque sabía que se refería a que no se fuera de la habitación, su corazón se saltó un latido pensando que podría haber adivinado sus planes. Se desnudó deprisa y lo ayudó a él a hacer lo mismo, luego cayeron en la cama entre caricias, besos y risas cómplices.

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