Astrid

Astrid


OCHO

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Todavía era de noche cuando se despertó en brazos de Grimur, pero tardaría poco en amanecer así que tenía que ponerse en marcha, si quería seguir con su plan.

Durante las horas que habían pasado en la cama habían disfrutado con el abandono propio de unos niños y eso había hecho que las barreras con las que los dos se protegían, habitualmente, desaparecieran. Pensó en olvidarlo todo y quedarse con Grimur, pero tenía que enfrentarse al traidor que había asesinado a su familia, aunque, si después de la pelea seguía con vida, volvería con su vikingo. Se vistió sin hacer ruido y le dio un beso en los labios, luego, salió al pasillo para recoger el hatillo con sus cosas y se dirigió hacia el embarcadero para reunirse con Vinter.

El herrero la esperaba impaciente en el barco más pequeño de los que Grimur tenía anclados en el mar, cerca de la playa. Estaba colocando un par de sacos en la cubierta, con algunas cosas que se llevaba de su casa y que podrían serles de utilidad. Cuando la vio, sonrió aliviado, porque el sol empezaba a salir por el horizonte y pronto los dos soldados de Grimur a los que había emborrachado, despertarían. La ayudó a subir al barco y Astrid dejó sus cosas mientras que Vinter levaba el ancla, luego, el antiguo marinero cogió el timón

—¿Nos vamos?

—Sí, vámonos

Mientras se internaban en el mar, impulsados por el viento que soplaba con fuerza, Astrid echó una última mirada atrás y susurró una despedida que no escuchó nadie más que ella misma,

—Adiós, amor mío.

 

El viaje fue rápido y tranquilo y avistaron la costa donde estaba la antigua casa de Astrid solo un día después de salir. Ella llevaba largo rato de pie, con las manos apoyadas en la borda buscando el horizonte, intentando reconocer la playa más cercana a la casa de su padre. De repente, gritó y alargó el brazo para señalar un punto en la costa, en su mano estaba la espada que le había dado Vinter para que se fuera acostumbrando a ella, y él había cogido otra.

—¡Allí! —el hombre miró hacia el lugar que señalaba y pudo ver un embarcadero parecido al de Grimur, pero sin ningún barco en él —es raro que no haya barcos, mi padre siempre tenía aquí anclados al menos seis ¿Qué habrá pasado? —Vinter hizo que el barco se aproximara lo máximo posible hasta que echaron el ancla, y pudieron amarrar el drakkar a uno de los postes de madera que sobresalían del agua. Antes de bajar, la princesa observó a su alrededor, extrañada,

—Normalmente el vigía tendría que haber avisado de nuestra llegada y alguien debería estar esperándonos —sonrió antes de bromear —para darnos la bienvenida o para matarnos —Vinter, que había cogido los sacos de los dos, contestó riendo

—Espero que sea para lo primero. Antes de que nos maten me gustaría comer algo en condiciones.

—Sí, a mí también. Vamos —se dejaron caer en el agua y cuando atravesaron la playa, Astrid se volvió hacia él—Vinter, escondamos las bolsas. No sabemos quién puede estar aquí, yo no tengo nada de valor, pero no me gustaría que te robaran lo que tanto te ha costado ganar— enterraron las dos bolsas bajo un arbusto y luego se dirigieron hacia la casa del rey.

 

Grimur despertó con una sonrisa a pesar del dolor de cabeza. Su princesa había acudido a él por propia voluntad, y esta vez se habían entregado completamente el uno al otro. Se levantó eufórico, decidido a buscarla para terminar de aclarar las cosas entre ellos y seguro de que nada le agriaría el humor ese día, o eso pensaba hasta que se enteró de que ella había huido con Vinter.

 

La tierra estaba desierta y las cabañas que se habían encontrado de camino hacia la casa del rey, destruidas. No sabían qué había pasado allí, pero lo que fuera no había dejado ningún rastro. No encontraron a nadie, vivo o muerto por el camino, hombre, mujer o niño.

—No hay muertos, ni heridos—Vinter estaba muy callado— ¿qué estás pensando? dímelo Vinter. Detrás de esa loma está mi antigua casa y debo saber a qué me enfrento— él volvió a mirar a su alrededor pausadamente, era un hombre que nunca hablaba sin pensar.

—Astrid, he visto solo una vez un pueblo devastado como este y sin que los atacantes dejaran pistas tras de sí. Aunque, si no me equivoco, puede que encontremos algunos soldados muertos más adelante

—¿Quieres decir que matan a los soldados y no al resto de los habitantes? —él se explicó

—La raza en la que estoy pensando es muy distinta a la nuestra, si los vikingos tenemos fama de ser crueles, ellos son mucho peores, no conocen la misericordia. No creen que los soldados se adapten bien a la esclavitud y por eso suelen matar a todos los que se encuentran, pero al resto de los hombres, a las mujeres y a los niños, los hacen sus esclavos.

—Entonces, debería dar gracias a Lars porque me vendiera a los piratas, ¿qué pueblo es el que hace esto, Vinter?

—Los mongoles. Están ampliando sus fronteras y hacen incursiones en las costas de algunos países para llevarse a todos los esclavos que pueden. Son mercancía fácil de conseguir y por los que sacan un alto precio en los mercados de esclavos de Asia —ella apretó la mandíbula y miró en dirección a su casa,

—Está bien, sigamos —continuaron caminando hasta que, sobre una suave colina, pudieron ver la casa de su padre que seguía en pie. Astrid, sorprendida, se dio cuenta de que aquel ya nunca sería su hogar, porque su corazón se había quedado con Grimur. Pero levantó la barbilla y comenzó a bajar la ladera seguida por Viner que vigilaba que nadie los atacara inesperadamente.

—Tampoco parece que haya nadie por aquí —ella levantó una mano para que Vinter se callara, porque había escuchado unas voces a su izquierda.

Se acercaron sin hacer ruido a la puerta de la cocina y escucharon un ruido que procedía de dentro, como si alguien estuviera cortando algo. Se preparó con la espada en posición de ataque y, cuando Vinter abrió la puerta sigilosamente, la estampa que vio hizo que mereciera la pena el viaje: los cobardes de Lars y Hrulf estaban comiendo, con aspecto de no haberse bañado desde hacía mucho tiempo.

Se quedaron pálidos cuando entró, como si hubieran visto un fantasma y la princesa avanzó hasta que su espada rozó la mejilla de Lars, y la mantuvo en esa posición para evitar que se movieran.

—¿Acaso habéis permanecido escondidos para que los atacantes no os vieran? Sois aún más cobardes de lo que pensaba —los habló con todo el desprecio que sentía hacia ellos. Hrulf miró a Vinter y levantó las manos en señal de paz, lo que le valió un gruñido del bueno del herrero, pero Lars, que no sabía cuándo callar, la contestó

—Me alegra verte de vuelta, princesa —su sonrisa consiguió que a Astrid se le revolviera el estómago —espero que después de pasar por las camas de numerosos extranjeros, vengas a comprobar si te equivocaste al no haberlo hecho antes con nosotros—Vinter se adelantó con un gruñido dispuesto a ejecutar al bocazas que estaba hablando,

—Astrid, permíteme que le arranque la lengua, me encantará hacerlo en tu honor —Lars miró las enormes manos del hombre y luego volvió la vista hacia la princesa con una sonrisa algo menos firme, pero ella contestó con una sonrisa.

—No, Vinter, este cerdo es cosa mía —luego, volvió a dirigirse al hombre que había destruido a su familia— vas a morir, Lars, pero te ofrezco un holmgang para que lo hagas como un hombre. Si eres capaz de luchar contra mi honradamente, claro.

—¿Y qué gano yo si te doy ese gusto? —ella sonrió con desprecio y le dijo

—Que no te rebane ahora mismo el pescuezo, como se merece un traidor cobarde como tú —Lars se limpió la boca con el reverso de la mano y la miró sonriendo.

—De acuerdo, pero a cambio, quiero que él —señaló a Vinter —luche contra Hrulf—Hrulf no parecía muy conforme al ver el tamaño de su contrincante, pero su amigo le dio un codazo para que se callara. Astrid sabía que había pensado utilizar alguno de sus trucos y se volvió hacia Vinter, que seguía vigilante y amenazándolos con la espada.

Se acercó a él un poco para susurrar

—No tienes por qué luchar contra él, pero si lo haces, ten mucho cuidado, estoy segura de que trama algo—Vinter la miró a los ojos y ella se sintió culpable al ver su mirada, porque sabía que nunca podría retribuirle lo que él sentía.

—Será un honor para mí luchar a tu lado, princesa.

—Entonces, vamos al patio. Vinter, coge sus espadas, combatiremos en el mismo lugar en el que traicionasteis a mi padre —como no se movían, hizo un rasguño en la mejilla de Lars, lo suficiente para que sangrara— ¡vamos!, si no echas a andar, te iré cortando poco a poco, hasta que te desangres. Para mí será mucho más divertido —sonrió enseñando los dientes como hacía Grimur y vio cómo se asustaban al verla y empezaban a andar. Vinter los seguía.

Cuando llegaron allí, y antes de darles las espadas, los avisó:

—Si alguno de los dos sale huyendo, le daré caza y morirá como un perro —sin dejar de observarlos con cara de asco, susurró a Vinter,

—Quiero que me hagas un favor, si muero…—él la miró enfadado.

—Eso no va a ocurrir, muchacha —pero ella conocía las triquiñuelas de Lars

—Sólo escúchame Vinter, sé que eres un buen hombre y que harás lo que te pido. Si muero, quiero que le hagas llegar un mensaje —los dos sabían a quién se refería—que después de nuestra última unión, entendí lo que él decía y que tenía razón ¿lo harás? —echó una última mirada al que ahora consideraba su amigo y él aceptó el encargo muy serio. Luego, Astrid hizo un gesto para que los traidores cogieran sus espadas y susurró—y gracias, Vinter. Para mí también es un honor luchar a tu lado.

 

Los dos soldados se lanzaron contra ellos con las espadas en alto y con el grito de guerra que empleaba siempre el ejército de Siward, y que estaba destinado a amedrentar al enemigo. Astrid repelió el primer ataque de Lars, lamentando no poder mirar cómo le iba a Vinter, porque bastante tenía con aguantar los ataques del asesino de su familia. Desde que había comenzado la pelea no dejaba de insultarla intentando sacarla de quicio para que cometiera un error. Además de sus palabras, solo se escuchaban el chocar de las cuatro espadas entre sí, en el silencio sepulcral del patio de armas del rey.

—Tu padre y tu hermano murieron como dos niñas y los vas a seguir hoy mismo, pero antes, te dejaré malherida y consciente para que disfrutes cuando Hrulf y yo te violemos. Es lo que teníamos que haber hecho hace años, cuando te paseabas ante nosotros provocándonos —escupió en su dirección— ¡ser una Skjaldmö es una aberración! Pero hoy, por fin, vas a conocer a un hombre de verdad —ella se mantuvo callada sin dejarse llevar por sus sentimientos, intentando mantener la cabeza fría. Hoy estaba consiguiendo luchar como siempre había querido gracias a Grimur, le había bastado pensar en él para sentir parte de su fuerza, como si estuviera junto a ella. Sentía haberlo abandonado sin darle ninguna explicación, pero el recuerdo de lo que habían compartido la última noche, hacía que afrontara la pelea con una gran serenidad.

—Sigue hablando Lars, así te cansarás antes —en un movimiento que su contrincante no vio venir, Astrid adelantó el pie derecho y a la vez le clavó la espada en el costado, en un movimiento que su profesor llamaba la embestida. El soldado se llevó la mano hacia la herida que ya había empezado a sangrar, pero Astrid lo obligó a seguir en guardia porque volvió a lanzarle otro ataque que él rechazó con esfuerzo, entonces ella retrocedió y descansó un par de segundos mientras respiraba profundamente, esperando su reacción,

—¡Perra! —Astrid esperó y él atacó con fuerza, pero ella bloqueó el golpe dirigido a su vientre con un movimiento defensivo, aunque el ímpetu del cuerpo de su oponente le hizo dar un paso atrás y estuvo a punto de caer.

Había demasiada diferencia de peso entre los dos para que el combate estuviera igualado, por lo que comenzó a moverse con más rapidez para que se cansara al seguirla, un truco que también le había enseñado Heinrik. Pero, en uno de sus giros, se quedó mirando a Vinter y a Hrulf, y vio cómo el soldado sacaba un puñal de la parte trasera del pantalón, sin que Vinter se diera cuenta, y le gritó, olvidándose de Lars,

—¡Vinter, cuidado, tiene una daga! —el herrero volvió la mirada hacia ella distrayéndose de la pelea, momento que aprovechó Hrulf para lanzarse contra él como si fuera a atacarlo con la espada, pero lo que hizo en realidad fue clavarle la daga en el pecho y Astrid no pudo evitar un gemido al ver caer a su amigo. Lars, entonces, se lanzó contra ella con la espada en una mano y la daga en la otra, pero ella saltó hacia un lado y evitó el ataque,

—¡Tan tramposo como siempre!, y veo que también se lo has enseñado a tu amigo. ¡Sois unos cerdos!

Hrulf, con una sonrisa maligna se acercaba con la espada en alto dispuesto a ayudar a su amigo. Y, de repente, luchaba contra dos hombres que utilizaban la espada y la daga a la vez. Astrid redobló sus esfuerzos aun sabiendo que le era imposible ganar, pero derramaría tanta sangre de ellos antes de caer, como pudiera. Hrulf atacó y ella hizo una finta con la cintura para esquivarlo y después, le clavó la espada en el omoplato, aunque era una herida superficial. Enseguida la atacó Lars por el flanco derecho y ella sacó la espada de la herida de Hrulf para poder defenderse y siguió peleando como pudo contra ellos, llevándose algunos cortes en la pelea, aunque ninguno grave, de momento.

 Mientras luchaba con Lars, no se dio cuenta de que Hrulf se había colocado detrás de ella hasta que sintió su espada, y se quedó rígida al notar el filo metálico en su cuello, segura de que era el fin. Ellos rieron encantados, y Lars señaló el arma de Astrid al decir:

—Suéltala —la tiró, y él acercó su espada al pecho de ella mirándola de arriba a abajo.

—Yo diría que esto es el fin, ¿no es así, princesa?, ¿o debería llamarte mi putita, de ahora en adelante? —ella sabía que moriría antes de consentir que profanaran su cuerpo, pero, repentinamente, y a pesar de lo que sus ojos y oídos le decían, su corazón le susurró que estaba salvada. Supo, sin ninguna duda, que él había venido a buscarla y no pudo evitar una sonrisa de felicidad.

Lars la miraba asombrado y preocupado por su expresión.

—¿Por qué sonríes, zorra? —Hrulf seguía detrás de ella y Lars delante y parecían a punto de traspasarla con sus espadas, pero ella seguía sonriendo sin necesidad de mirar hacia su izquierda por donde sentía que él se acercaba.

 

En ese momento, una flecha se clavó certeramente en el muslo de Lars y otra en el brazo de Hrulf, y los dos miraron asustados el pequeño ejército de vikingos que corría hacia ellos.

Astrid, preocupada, salió corriendo hacia Vinter que seguía tumbado y que no había vuelto a abrir los ojos. Lars intentó retenerla como rehén y Grimur al verlo, rugió furioso y lanzó su poderosa espada, que dio varias vueltas en el aire hasta clavarse en el pecho del traidor y este cayó muerto en el suelo del patio. Astrid, arrodillada junto a Vinter, echó una mirada de agradecimiento a Grimur que la observaba con gesto de enfado, mientras Ingvarr y otros dos hombres acorralaban a Hrulf, que cayó poco después.

—Vinter—no notaba su respiración. La herida tenía mala pinta, aunque, al menos, había dejado de sangrar. Posó la mano sobre su frente y volvió a decir su nombre, y él abrió los ojos —amigo, creía que te habías ido para siempre—Astrid pidió a Grimur que se acercara y el vikingo la miró incrédulo porque se atreviera a tanto. Aunque la forma en la que hablaba a Vinter, le hacía estar algo más tranquilo. Se colocó a su lado y observó al hombre que, hasta el día anterior, había considerado un amigo,

—Grimur, ¿cómo ves la herida? —como no contestaba, se puso en pie y le susurró—¿qué es lo que te pasa? —él la abrazó con fuerza y ella respondió colgándose de su cuello, entendiendo lo que sentía. Cuando se apartó, la miró fijamente, quería entender lo que había pasado.

—Grimur, olvidémoslo todo. Te quiero y te perdono—él no entendía a qué venía aquello, pero ella lo cogió del brazo y lo hizo separarse un poco de Vinter, para poder hablar tranquilos. Mientras, Ingvarr y otro hombre se inclinaban sobre el herrero—Grimur, imagino que estarás enfadado, pero…—él seguía callado porque algo dentro de él le decía que la dejara hablar a ella—no siento nada por Vinter, solo es un amigo que me ha ayudado a llegar hasta aquí. Necesitaba vengar a mi familia—de eso ya se había dado cuenta él solito, pero continuó callado esperando entender algo de todo este lío— ¡está bien! ¡estaba enfadada! Por eso me fui, ¡pero tenía una razón al hacerlo, y es que te vi con Dahlia! —cuando escuchó la última frase, Grimur olvidó su decisión de no hablar.

—¿Qué estás diciendo, acaso te has vuelto loca?, ¡jamás la he tocado! —la señaló con el índice—ni siquiera cuando me clavaste el cuchillo —se señaló el hombro donde la herida todavía se estaba curando. Lo intenté, pero ni siquiera entonces hicimos nada, no pude —lo reconoció enfadado, porque su cuerpo se hubiera rebelado contra él no admitiendo en su cama a otra que no fuera Astrid —ella lo miró incrédula,

—Os vi en el río…pero no importa, estoy dispuesta a perdonar si me aseguras que no volverá a pasar—él la miró con los ojos como platos.

—¿Qué viste? Solamente la llevé hasta la orilla porque se había hecho daño en un pie y no podía andar, incluso le dije que no me rondara más porque no estaba interesado —ella se acercó, hasta que sus caras estuvieron muy cerca y se miró en sus ojos que rebosaban sinceridad, y entonces tragó saliva arrepentida

—Lo siento Grimur, yo… —agachó la cabeza, pero él levantó su barbilla con una poderosa mano que era capaz de luchar, de trabajar la tierra y de acariciar suavemente a su mujer.

—No agaches nunca la cara ante mí, princesa. Los dos hemos cometido errores y creo que los míos han sido superiores a los tuyos, aunque eso es algo que no volveré a reconocer nunca —ella rio por lo bajo y le dio un beso en la mejilla mientras le decía

—¡No importa, ya lo has hecho!

—Y ahora vamos a ver como está Vinter, ese destroza hogares —ella lo miró de reojo, pero él sonreía al coger su mano antes de acercarse a su amigo. Grimur lo había examinado y había asegurado que no moriría, aunque tardaría unos días en recuperarse.

Por la noche, sentada sobre la cubierta junto a Vinter, que por fin se había dormido, miró el cielo lleno de estrellas y buscó la más brillante de todas, segura de que allí era donde vivía ahora su familia. Y se sintió mejor al decirles que, aunque no había sido por su mano, los dos traidores por fin habían muerto.

Su corazón estaba en paz por fin, y ocupado por un arrogante vikingo.

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