Astrid

Astrid


DOS

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—Eres un misterio para mí. La mujer más callada que he visto en mi vida, la más bella y me temo que también la más peligrosa —su voz cada vez iba siendo más ronca y ella frunció el ceño, porque no era la primera vez que escuchaba cómo le cambiaba la voz. Parecía que, cuando sentía algún tipo de emoción, su voz se volvía más grave y sus ojos más luminosos. De repente, se acercó a ella y la princesa, que nunca había retrocedido ante nadie, al ver su expresión, dio dos pasos atrás hasta que su espalda chocó con la pared. Él entonces, apoyó el antebrazo en el muro sobre la cabeza de Astrid mientras su mirada recorría su cara, pensativo,

—¿Quién eres, en realidad? —ella esperaba sin saber qué decir —entonces la tocó y le sorprendió que lo hiciera con delicadeza. Primero cogió su trenza y dejó que se deslizara entre sus dedos, luego acarició su mejilla sin dejar de mirarla a los ojos e inclinando la cabeza, la besó en la boca, pero ella mantuvo los labios cerrados, decidida a no dejarle ir más allá.

—Abre la boca —su voz fue suave, casi seductora al principio, pero al ver que se negaba, se enfadó y levantó la voz— ¡hazlo!, ¡abre la boca!

—No lo haré —en ese momento, alguien llamó a la puerta con suavidad y Grimur, antes de abrir, le dirigió una sonrisa desagradable antes de contestar

—Sí que lo harás, princesa. Cuando vuelva, lo harás. No lo dudes —la amenaza surgió de sus labios con naturalidad, mientras la miraba como si fuera un enemigo al que tenía que vencer, y la forma en la que le llamó princesa, fue insultante. Luego, abrió la puerta tras la que esperaba Ingvarr con mirada interrogante y Grimur se marchó, seguido por su amigo.

 Solo entonces ella cedió a la debilidad de sus piernas y se dejó caer a lo largo de la pared, quedándose sentada en el suelo mientras se tocaba temblorosa los labios.

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