Arthur

Arthur


CAPÍTULO 34

Página 33 de 40

CAPÍTULO 34

 

 

Camino como un oso enjaulado por toda la habitación. Menos mal que es pequeña, porque si no, tendría la planta de los pies en carne viva. Debe de ser por eso que me mareo, que el poco espacio es insuficiente para que el escaso aire que hay aquí dentro llegue en su totalidad a mis pulmones. Así no hay quien se calme, joder.

No me quitan la vista de encima, supongo que pensarán que estoy loco, y con razón. Hasta yo mismo lo pienso. Nunca en mi vida me había sentido el juguete de nadie, hasta hoy. Está claro que la familia James cree que soy un títere que pueden manejar a su antojo.

Estoy tan harto de todo…

—Arthur…

Me paro en seco y miro a Theodore con rabia.

—¿Quién cojones te crees que eres para manipular mi vida, Theodore? ¿Con qué derecho urdes un plan que pone mi mundo patas arriba, joder? ¿Qué clase de amigo eres tú? ¡Dime!

—Uno que se dio cuenta de que te estabas equivocando, Preston.

—Maldita sea, ¿y qué si era así? ¿Acaso no es mi vida? Puedo equivocarme y hacer lo que me dé la real gana con ella porque es mía, joder. ¿Te he manipulado yo a ti cuando la jodiste con Rebeca? Por supuesto que no. Al contrario, yo sí que estuve a tu lado, como hacen los buenos amigos, que se respetan y están ahí siempre que se les necesita, no como tú.

—Puede que no lo hayas manipulado a él, pero sí que lo hiciste conmigo, Preston, ¿lo has olvidado? ¿Has olvidado tus artimañas para que aceptara ser el sumiso de Caitlin? Porque yo lo tengo grabado en la memoria. Te pidió ayuda y se la diste porque sabías que yo me equivocaba y estaba loco por ella. Que yo sepa lo hiciste porque eras mi amigo, no mi enemigo. ¿Me equivoco?

«Mierda, es cierto que lo hice…»

—No es lo mismo, Adrien, tú ya estabas enamorado de Caitlin.

—Sí, pero habían pasado demasiadas cosas malas entre nosotros y nuestra situación no era precisamente buena.

Sabías perfectamente lo que pensaba de vosotros por practicar el BDSM, y, aun así, decidiste involucrarte, creyendo que era lo mejor para mí. En esta ocasión Theo ha hecho lo mismo por ti, así que no te mosquees con él por hacer lo mismo que hiciste tú, amigo.

—Yo no te hice daño y me mantuve a tu lado en todo momento, Adrien.

—Sabías que ella era Lady Rebel y te callaste, al igual que también sabías que su sumiso nunca tuvo un accidente. Te consideraba mi amigo y me engañaste, ¿cómo crees que me hizo sentir descubrir que estabas en medio de todo?

Suspiro, resignado.

—Mi intención al hacerte firmar ese contrato y enviarte aquí no fue hacerte daño, Arthur, al contrario.

Miro a Theodore, hastiado.

—En ese caso, te ha salido el tiro por la culata, porque me has jodido vivo. No tienes ni idea de cómo me sentí cuando me echaste de Clover House y después del Libertine, rebajando mi puesto laboral a secretario. Aunque lo entendí, porque te fallé acostándome con tu hermana, me dolió que tú, mi mejor amigo, la persona que más me conoce del mundo, me hicieras eso. Mi vida se iba a la mierda y me sentí solo, joder, Luis fue el único que se mantuvo a mi lado en todo este tiempo, escuchándome y soportando mis mierdas.

«Eso sin contar lo de tu hermana…»

—Lo siento, Preston, de verdad que sí.

Mi padre elige ese momento para entrar en el salón con los cafés y coloca la bandeja sobre la mesita central. Al volver a pasar a mi lado, se para y apoya su mano en mi hombro, para luego evaluarme con la mirada. Asiento y medio sonrío, para tranquilizarlo. No estoy bien, pero lo estaré, sólo es cuestión de tiempo. 

Me siento en una de las butacas y cojo mi café. Echo el azúcar, remuevo con parsimonia y le doy un sorbo.

Los demás hacen lo mismo.

El ambiente en el salón es tenso, raro.

Me siento incómodo en mi propia casa, joder.

—Estaré en mi habitación recogiendo algunas cosas, si necesitáis algo…

—No hace falta que te vayas, papá.

—Prefiero hacerlo, hijo, no me gusta verte sufrir.

Mi padre se va y nosotros guardamos silencio, como si no supiéramos por dónde continuar, o con miedo a hacerlo, no lo sé.

Clavo los ojos en Theodore.

—¿Puedo saber qué te hizo planear todo esto y pensar que saldría bien?

Los hermanos cruzan una mirada cómplice. 

—Tu actitud y la de Alison la noche del picnic, cuando confesaste que tú eras el padre del bebé que esperaba mi hermana—responde.  

—Me había enterado ese mismo día.

Adrien sonríe.

—Lo sabemos.

—¿Y bien? —indago.

—No voy a negar que me quedé de piedra cuando soltaste la bomba, no me lo esperaba para nada, pero aún me sorprendió más la forma en que os defendíais el uno al otro. Mientras Adrien se puso furioso y quiso partirte la cara, yo me limité a observaros a ti y a Alison: vuestros gestos, vuestras miradas… A pesar de la vehemencia con la que asegurabais que no queríais que el bebé interfiriera en la vida del otro, vuestra complicidad era demasiado grande como para pasarla por alto, por eso tensé la cuerda siendo cruel y echándote de la mansión. La reacción de mi hermana, y tu posterior actitud, calmándola y limpiando sus lágrimas, fue lo que terminó por activar mis sospechas.

—¿De qué sospechas hablas, hombre?

—Theodore creyó en ese momento que entre vosotros había algo más. En realidad, todos lo vimos, aunque yo tenía mis dudas, pero él fue el único que se atrevió a decirlo en voz alta. Bueno, él y Rebeca, por supuesto, ya la conoces.

Asiento.

—Pues no podíais estar más equivocados…

—De eso nada, Preston. La única vez que mi hermana amenazó con lo mismo y lo cumplió, fue porque estaba enamorada y nosotros no aprobábamos esa relación.

—Colin…

—¿Te ha hablado de él?

—Sí, Adrien, sé todo lo que hay que saber de ese tipo—digo con amargura.

—No suele hablar de él con nadie.

—Conmigo sí lo hizo, Theodore, te lo aseguro.

Sonríe.

—Ya lo veo.

—Continúa.

—El caso es que, cuando te fuiste de la mansión, Alison se puso furiosa con nosotros, despotricando lo que quiso y más, dando la cara por ti. En cuanto salió del salón dando un portazo, fue mi esposa la primera en preguntar si habíamos visto lo mismo que ella.

Creo que todos asentimos, ¿verdad, Adrien?

—Verdad.

—En ese momento trazamos el plan.

—¿Trazasteis?

—Sí, todos estamos en el ajo.

—¿Luis también?

—¿Te sorprende? —exclama Adrien con guasa.

—Joder, pues sí, me sorprende, la verdad.

—Pues no debería.

—Ya—mascullo entre dientes.

Me levanto y me acerco a la ventana, no sé qué pensar de todo esto, joder. Aunque me siento utilizado, en cierta manera, no puedo dejar de pensar en lo mucho que me hubiera gustado que su plan diera resultado.

—Bueno, ahora que ya sabes cuáles fueron mis motivos para enviarte aquí, me gustaría que me hablaras de los tuyos para renunciar a tu trabajo de la noche a la mañana.

Miro a Theodore por encima del hombro, sin ganas de seguir con aquello. 

—Porque se ha enamorado de tu hermana, muchacho, por eso se fue.

—¡Papá!

—¡Lo sabía! —grita Adrien, señalándome con un dedo.

—Es la verdad, hijo.

—¿No estabas en tu habitación?

—He venido a buscar mi teléfono.

Chasqueo la lengua.

«Joder, vaya tres…»

—¿Arthur? —Theodore se planta ante mí, sonriendo—. ¿Es eso cierto?

Cierro los ojos y suspiro, asintiendo.

—Lo es, estoy jodidamente enamorado de tu hermana. Estoy loco por ella, Theodore.

—¿Y cuál es el problema?

—El problema es que ella no siente lo mismo por mí.

Las carcajadas de Adrien me sorprenden.

—¿De qué te ríes, mamón?

—De lo que acabas de decir, no tienes ni idea.

—¿Y tú sí?

—Pues sí, Preston, sí. Tendrías que ver cómo se le iluminan los ojos cuando habla de ti, que es todo el tiempo. Y luego está esa sonrisa estúpida que se dibuja en su cara cada vez que entras en su despacho. Joder, si hasta mi padre me ha preguntado si por fin había algo entre vosotros, por Dios.

—¿Ellos lo saben?

—¿Por qué crees que, en todo este tiempo, ni el señor August ni la señora Victoria, se han puesto en contacto contigo para pedirte explicaciones?

—Lo saben…

—Por supuesto que sí.

Me tapo la cara con las manos.

«Qué vergüenza…»

—¿Se lo has dicho a mi hermana?

—¿Tú qué crees, Theodore? Se lo he dicho por activa y por pasiva, pero no hay manera. Yo también creí que sentía algo por mí, pero joder, no me quiere y punto. Ya está. Fin de la historia.

—No lo entiendo.

—Maldita sea, Adrien, sigue enamorada de Colin y piensa cumplir su promesa a rajatabla, ¿entiendes? Y eso me destroza. Me destroza que me dé una de cal y otra de arena.

Me destroza que haga planes conmigo, pero que luego me rechace como hombre. Me destroza que sólo quiera tenerme en su vida cuando le interesa. Por eso me fui de la empresa, porque no puedo más, ¿vale? ¡No puedo más!

—Eh, colega, tranquilo—Theo se acerca a mí y me abraza—. No pasa nada, tranquilo.

—Estoy hecho polvo, tío, te juro que lo he intentado todo.

—Pues sí que te ha dado fuerte, sí, y…

—¡Cállate, Adrien! —bramamos Theo y yo a la vez.

—… Y que conste que ya lo sospechaba—nos ignora—. Esa forma vuestra de discutir ayer sobre el proyecto de Acción de Gracias me confundió en un principio. Eso, sumado a que casi te dio un infarto cuando me viste por la mañana en el despacho sin Alison, me lo dejó claro. Pero, tío, escuchar de tus propios labios que estás enamorado, es como cuando Dios dividió el Mar rojo en dos, un puto milagro.

Lo fulmino con la mirada.

«Qué patada tienes en toda la boca, James…» 

—¿Así que ahora soy un milagro?

—Tú no, hombre, tus sentimientos, esos que siempre te jactaste de que nunca ibas a tener por nadie.

—Basta ya, hermano, no toques más las pelotas, ¿quieres? Esto es serio.

—Lo sé, sólo trataba de quitar un poco de hierro al asunto.

—Pues ya es suficiente.

Me alejo del abrazo de Theo, avergonzado.

—Arthur, no sientas vergüenza, joder, como quien dice, estamos en familia; y nos viste a ambos en nuestro peor momento. Tengo entendido que a Adrien el vómito le salpicó el pantalón cuando se enteró de que Caitlin era Lady Rebel.

Me río al recordar ese momento.

—¿Ves? Esto es quitar hierro al asunto y no lo que haces tú, idiota.

—Aggg, Theo, qué puto asco das cuando te pones en plan soy perfecto y por eso todo lo hago bien.

—Mamón.

—Gilipollas.

Vuelvo a reír.

Joder, cómo los echaba de menos…

—Hermano, debimos decirle a Alison lo de ese personaje.

—Lo sé, Adrien, pero ya estaba lo suficientemente hundida como para tener que soportar eso también.

Los miro, perdido, sin comprender de qué hablan.

—Lo que está pasando es culpa nuestra, por callarnos. Si lo supiera, no lo habría idealizado de esa manera y tampoco hubiera hecho esa ridícula promesa.

—Eso también lo sé.

—¿Y qué vamos a hacer ahora?

—Contárselo.

Sus miradas decididas lo dicen todo.

—Un momento—digo cuando veo que Adrien se dirige a la puerta—. ¿Puedo saber de qué cojones estáis hablando y qué es eso que le vais a contar a Alison?

—Verás, Preston, el día que ese tío tuvo el accidente y murió, había desvalijado la cuenta de ahorros de mi hermana e iba de camino al aeropuerto. Tenía un pasaje de avión con destino a Las Vegas, el muy cretino, que Dios me perdone—me explica Theodore.

Me quedo estupefacto.

«Qué hijo de puta».

—Pero ¿cómo…?

—La ingenua de mi hermana lo había autorizado en el banco dos semanas antes, por eso pudo sacar el dinero.

—Joder, no me lo puedo creer.

—Le advertimos de que ese tío no era trigo limpio, no quiso escucharnos y como ya sabes, se alejó de la familia—continúa Adrien—. Gracias a Dios que el director del banco es íntimo amigo de nuestro padre, por eso lo supimos, nos llamó en cuanto él salió del banco. Theodore se subió a un avión y, cuando llegó aquí, ese tipo ya estaba muerto.

Un choque frontal contra un camión, al parecer tenía demasiada prisa por desaparecer. La policía recuperó el dinero y pudimos ingresarlo de nuevo antes de que ella se enterara.

—Cabrón…

«Y ella lo amaba…, aún sigue haciéndolo…, saber esto la destrozará…»

—No vais a decirle nada de nada, ¿estamos?

Los dos me miran como si me hubiera salido otra cabeza.

—¿Te has vuelto loco? Que ella lo sepa te beneficiará a ti.

—Está embarazada de cinco meses, Adrien, ¿sabes lo que eso significa? No quiero que sufran ni ella ni mi hijo por culpa de ese malnacido, ¿entendido?

«Y tampoco quiero que reconozca sus sentimientos hacia mí porque ahora se entere de que su gran amor la traicionó, joder».

—Pero, Preston…

—Ni una palabra más al respecto.

Cuando se marchan, después de dos tazas más de café, a las que mi padre se une, aún sigo dándole vueltas a lo que ese pedazo de mierda se atrevió a hacerle a Alison.

«Si no estuvieras muerto juro que te mataría con mis propias manos…»

 

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page