Arthur

Arthur


CAPÍTULO 5

Página 7 de 40

CAPÍTULO 5

 

En lugar de coger el vuelo de regreso a Ibiza como tenía planeado, al día siguiente del caótico picnic, decido quedarme en Londres hasta el fin de semana. No es que me entusiasme mucho la idea, no obstante, después de lo ocurrido es mejor que no aparezca por el Libertine. Sé que debo ir, aunque sólo sea para recoger mis cosas, ya que no creo que siga conservando mi empleo en el club. Un empleo que me encanta y que se ha esfumado en un abrir y cerrar de ojos, al igual que mi amistad con los James.

Mentiría si dijera que lo ocurrido no me ha quitado el sueño. Al igual que mentiría si asegurara que no estoy preocupado. Hace tres días lo tenía todo bajo control: trabajo, amigos y mis convicciones intactas. Era feliz dentro de mi mundo y viviendo como me daba la gana. Acostándome con la de turno sin tener que dar explicaciones ni aguantar reproches y pataletas ñoñas. Ya ha quedado claro que eso no va conmigo. Hace tres días, tenía claro cómo iba a ser mi mañana, exactamente igual que el día anterior. O sea, no habría ningún cambio, porque ese era mi deseo. Jamás hubiera imaginado verme viviendo lo que me ha tocado. Bueno, no, mejor dicho…, lo que me he buscado. Sí, yo solito me lo he buscado. No estaría en esta situación si no dejara que me dominara la polla y me olvidara de usar protección a la hora de echar un polvo. «Pero eso no te había pasado antes…».

Cierto.

«Para una vez que se me olvida y mira la que se lía…».

«Estúpido».

Echarle la culpa a mi acosadora, delante de sus hermanos, hubiera sido fácil. Podría haberles dicho que sí, que estaba borracho como una cuba y que ella me persiguió con un único propósito en mente. Que el estado de mi embriaguez era tal, que no era consciente de lo que hacía. Vamos, que prácticamente me había follado a su hermana en contra de mi voluntad y al borde del coma etílico. Dejarla a la altura de la mierda y de loca salida, ante su familia, hubiera bastado para que la discusión se centrara sólo en ella y alejar la atención sobre mi persona. Pero no soy un hijo de puta sin escrúpulos y, a lo hecho, pecho. Aunque me joda en el alma y reconocerlo me haya alejado de mis mejores amigos y de la única familia a la que, en los últimos años de mi vida, he sentido que pertenecía.

«No fue reconocerlo lo que hizo que Theodore te echara de su casa…»

Lo sé.

Si en lugar de decir que cada uno seguiría con su vida y que yo no iba a asumir mi paternidad como tal, hubiera dicho que estaba dispuesto a casarme con su hermana y criar a nuestro retoño, ahora mismo estaríamos celebrando un compromiso y poniendo fecha a la boda y todos tan contentos. Pues no, todos no, porque tanto Alison como yo, estaríamos aceptando algo por obligación. ¿Cómo pueden ser tan hipócritas después de lo que ellos han vivido en sus propias carnes? ¿Por qué no aceptar nuestra decisión y dejarlo estar?

Joder, que es nuestra decisión, lo que ambos queremos… ¿Tan difícil es de entender que entre nosotros sólo hubo un polvo y que, a pesar de las consecuencias, no queremos estar juntos ni formar una familia? ¿Tan difícil es?

«Por lo visto sí».

Resoplo.

Menos mal que ella tiene un par de ovarios y los huevos que les faltan a muchos hombres para no achicarse antes los neandertales que tiene por hermanos. De lo contrario ya me vería perseguido por los James para hacerme cumplir con ella. Y yo que pensaba que Alison James era una niñata consentida… Joder, no podía estar más equivocado con ella.

«Menuda sorpresa te has llevado con la pequeña acosadora, ¿eh?».

Sonrío a mi pesar.

Pues sí, para qué nos vamos a engañar. Me ha sorprendido muy gratamente, en todos los sentidos. Pero, sobre todo, cuando amenazó con desaparecer de sus vidas si me echaban de Clover House. Joder, qué manera de formárseme un nudo en la garganta al escucharla decir aquello. Que fuera capaz de dar así la cara por mí, me emocionó. Mucho. Muchísimo, de hecho. No me cabe ninguna duda que, de no haberla convencido de lo contrario, hubiera cumplido su amenaza a pies juntillas. De hecho, dijo que ya lo había hecho una vez… ¿Cuándo fue eso? Y lo más importante, ¿por qué? Esos datos se me escapan. No recuerdo escuchar a

Theodore hablar del tema.

Qué raro…

Aminoro la velocidad al enfilar Regent Street, donde he quedado con mi padre.

Mi padre…

Mi padre era un hombre corpulento, campechano y alegre. Dedicaba su vida al trabajo y a la familia. Compuesta por mi madre y por mí, nada más. Un hombre que daba lo mejor de sí en todo. Atento, cariñoso y comprensivo. Un hombre al que nunca vi ebrio ni cabreado.

Hasta que mi madre empezó a acostarse con sus compañeros de trabajo y terminó liada en serio con su jefe. Momento en el que le pidió el divorcio y nos abandonó sin mirar atrás, destrozando nuestras vidas.

Yo era un niño de doce años con mucho tiempo por delante para olvidar todo ese daño, pero él…, se hundió en la miseria cada día un poco más, amando a esa mujer con toda su alma. Jamás la perdonaré por lo que nos hizo.

Por lo que le hizo a mi padre. ¡Jamás! He sido testigo de ver como un hombre que lo tenía todo: amor, estabilidad económica y emocional, una familia…, lo perdía todo por la avaricia, vanidad e infidelidad de una mujer. La suya. Su amor incondicional por ella permitió que le arruinara la vida. No miento cuando digo que odio a mi progenitora con todo mi ser.

«Pero eso no va a pasarte a ti…»

No, no me pasará porque no amaré a nadie hasta ese punto.

Estaciono el coche alquilado en un aparcamiento subterráneo, a la altura del Café Royal, y camino unos metros hasta llegar al sitio elegido por mi padre para vernos. Una cafetería menos señorial y mucho menos imponente. Más acorde con nosotros, vamos. Lo veo nada más entrar, sentado a la barra con un té frente a él y las narices metidas en alguna novela policíaca.

Sonrío.

Es un lector voraz, ese es su sello.

Camino hacia él y me pongo a su lado. Sin levantar los ojos de las páginas de la novela, dice:

—Llegas tarde, hijo.

—Sólo cinco minutos, papá, el tráfico a estas horas es imposible, ya lo sabes.

—Por eso yo voy en metro a todas partes.

Cierra la novela, la deja sobre la barra y se gira a mirarme, sonriendo.

—Mírate, estás hecho un pincel.

Le paso un brazo por los hombros y le atraigo hacia mí, riendo.

—Tú también estás muy bien.

Y lo digo en serio.

Si no me equivoco, creo que llevaba sin ver a mi padre unos tres meses, cuando celebramos su cumpleaños. Recuerdo que aquel día, al verlo tan mejorado, pensé que lo estaba recuperando, al fin. La última vez que estuve aquí en Londres, para la boda de Theodore, él estaba en un retiro con su grupo de apoyo y por eso no pudimos vernos.  

—¿Qué tal estás, papá?

—Bien, hijo.

—Sí, se te ve genial.

Le pido al camarero un café solo, doble, y giro el taburete para sentarme mirándolo de frente.

—Estoy muy contento, Arthur, siento que por fin estoy saliendo del bache.

«Pues ya era hora…», lo miro con cariño.

Ese bache, como él lo llama, ya dura veintitrés años. El mismo tiempo que hace que mi progenitora desapareció de nuestras vidas.

—Me alegro mucho, papá. Lo bueno de caer, es volver a levantarse con muchas más fuerzas, aunque cueste.

—Sí—musita metiendo la mano en el bolsillo de su chaqueta—. Toma.

Me entrega una moneda dorada con un número en una de las caras.

Sonrío, sé lo que es.

—Me la entregaron la semana pasada. Dos años sobrio, hijo.

—Felicidades, estoy muy orgulloso de ti, papá.

Lo abrazo con fuerza y le doy un beso en la sien.

Quiero a este hombre con toda mi alma.

Hace dos años estuve a punto de perderlo. Casi se ahoga con su propio vómito en una de sus tantas borracheras.

Afortunadamente, yo llegaba a casa cuando sucedió y pude evitar la desgracia. Los sanitarios dijeron que había estado muy cerca… Ingresó por voluntad propia en una clínica de desintoxicación, donde permaneció un año recibiendo tratamiento, sin salir de allí. Fue muy duro. Mucho.

Ahora ya sólo va a las reuniones y colabora en un grupo de apoyo.

¿Cómo no voy a estar orgulloso de él?

—Dentro de unas semanas habrá una celebración en el centro en mi honor. Ya sabes, para motivar a los más recientes y concienciarlos de que sí se puede. Tendré que hablar y contar mi historia delante de mucha gente. Me gustaría que asistieras. ¿Podrá ser?

—No me lo perdería por nada del mundo, papá, cuenta conmigo.

Sonríe complacido.

—¿Y a ti cómo te va?

Encojo los hombros.

—Bien.

—No parece que lo digas muy convencido.

«Ay, papá, si yo te contara la que he liado…»

—No te preocupes, estoy bien, de verdad.

Me mira suspicaz.

Joder, echaba de menos esa mirada.

—¿Has venido por trabajo?

—No, los James han celebrado el domingo el picnic anual en Clover House y nos han invitado a todos.

—¿Y cómo es que aún sigues aquí?

«Pues sí que empiezas a ser tú, viejo…»

—Me he cogido unos días de vacaciones.

Ladea la cabeza y me observa con detenimiento.

—Arthur, ¿olvidas que estás hablando con tu padre? A mí no me engañas, hijo.

Suspiro.

—He discutido con Theodore, papá.

—¿Algo serio?

¿Serio?

«No, qué va, sólo me acosté con su hermana, la dejé embarazada y ahora reniego de esa paternidad…»

—Nada importante. Lo solucionaremos cualquier día de estos.

¿Para qué voy a contarle todo el embrollo? ¿Para preocuparle? Mejor no. Empezará a agobiarse si sabe que no tengo trabajo, preguntándose cómo demonios vamos a pagar la clínica y el apartamento en el que vive. Querrá dejar el programa y eso no es una opción. Me niego. Ya me las apañaré. Encontraré otro trabajo. No será tan bueno como ser la mano derecha de Theodore James en Ibiza, ni me reportará los mismos beneficios, pero saldremos adelante.

—¿Estás seguro?

«Ahora mismo no estoy seguro de nada…»

Sonrío.

—Por supuesto. 

—¿Dónde estás alojado, en Clover House?

—No, después de discutir con Theo me fui a Dover y alquilé una habitación en una posada.

—Sabes que puedes venir a casa, ¿verdad?

—Lo sé, papá, pero no es necesario, sólo serán un par de días más. El viernes regreso a Ibiza.

«Y probablemente el domingo esté de vuelta…»

—Como quieras.

Tras terminar nuestras consumiciones, nos vamos a comer a “Nopi”, un restaurante de comida mediterránea que hay en Warwick Street que siempre me ha gustado mucho.

Mientras esperamos a que nos traigan la comanda, nos tomamos un refresco. Luego, durante la comida, mi padre me cuenta que está muy entusiasmado con un nuevo proyecto de la clínica en el que participará. Continuamente habla de una mujer llamada Amanda. Una con la que al parecer pasa bastante tiempo y está muy pendiente de él. No creo que sea consciente de cómo le brillan los ojos cuando pronuncia su nombre. Y tampoco de las sonrisas que esboza sin querer.

Algo se agita en mi interior al ver todas esas muestras de afecto que siente con sólo hablarme de ella. Ese algo es un sentimiento de satisfacción tan grande… Hacía tanto tiempo que no lo veía tan risueño… Tan feliz… Tan lleno de vida y motivado…

Más tarde, conduciendo hacia Dover, tras dejar a mi padre en el metro, no puedo evitar emocionarme al verlo tan dispuesto a seguir adelante y a empezar de cero. Hace dos años no me atrevería a dar una libra por él y, en cambio, ahora…

«Al fin vuelve a tener ganas de vivir después del abandono de mi madre…»

Sonrío.

Estoy tan orgulloso de él…

Es mi puto héroe, joder.

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page