Armageddon

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Capítulo XXXI

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CAPÍTULO XXXI

2 de diciembre de 1948

Los berlineses se despertaron a la luz de las velas en unas chozas heladas. Las primeras nieves del invierno descendían sobre unas largas colas de votantes que temblaban de frío aguardando delante de los colegios electorales. Con la Unión Soviética boicoteando la elección, el partido demócrata obtuvo la mayoría en el sector occidental. La primera medida de la nueva Asamblea consistió en elegir a Ulrich Falkenstein para alcalde del Berlín Oeste.

Entonces los Estados Unidos, Inglaterra y Francia organizaron una Kommandatura de tres potencias para los barrios occidentales. Entre los primeros deberes de la misma figuraba el de cerciorarse, en colaboración con el Magistrat, de qué cantidad de carbón de racionamiento podía concederse a la gente. Las reservas habían descendido otra vez a un nivel peligroso, y el invierno iba a plantear mayores exigencias.

Se anunció a los berlineses que el racionamiento de carbón durante el invierno sería de veinticinco libras por familia. Ulrich Falkenstein pidió a la Kommandatura que permitiese una vez más la tala de bosques, a fin de aumentar el parco suministro, y se le concedió.

Hanna Kirchner, hablando ahora en nombre de las amas de casa berlinesas, dijo a su anciano camarada que era preciso conservar aquellos amados árboles y sólo había que cortarlos en una situación desesperada.

—Hanna —respondió él—, los árboles pueden volver a crecer en el mismo sitio. Pero nosotros, si salimos de Berlín, ya no creceremos aquí nunca jamás.

Los últimos pinos, hayas y tilos de aquellos bosques en otro tiempo tan ufanos fueron talados, y la radio del pueblo dijo en son de burla:

—El último acto de vandalismo occidental ha consistido en destruir los vergeles y la belleza de Berlín.

Entretanto, en la ciudad de Helmstedt, de la zona inglesa, largas hileras de trenes cargados de carbón aguardaban un gesto de humanidad de los soviéticos que les permitiera arrancar y correr hacia Berlín. Los trenes se volvían blancos por la nieve y se oxidaban en silencio.

En Berlín, los gestos de desafío se sucedían e intensificaban.

El brigadier general Neal Hazzard anunció que América ayudaría a establecer una Universidad nueva en su sector. Cuando millares de estudiantes y muchos profesores escaparon de la cárcel académica del sector soviético, nació la Universidad libre de Berlín y dio sus primeros pasos tambaleantes en clases celebradas en un centenar de edificios dañados y remendados del barrio de Steglitz. Desde el momento en que el Airlift tuvo su primer muerto, Neal Hazzard prohibió toda relación social con los rusos. La sima entre las dos ciudades se ensanchó en otros terrenos, como, por ejemplo, cuando se prohibió a la Sinfónica de Berlín que tocara al otro lado de la Puerta y se deshicieron todos los contactos culturales.

Los rusos no cesaban de hostigar. A la amenaza de que cortarían las líneas telefónicas que comunicaban con la zona, respondieron los americanos con la promesa de que ellos cortarían las soviéticas.

Los soldados de ambas partes se volvieron susceptibles, de tal modo que estuvo a punto de trabarse una inesperada batalla cuando los americanos detuvieron el coche del mariscal Popov por pasar a gran velocidad por el sector americano, y los guardias rusos, animados de un celo excesivo, adoptaron una actitud amenazadora.

La Unión Soviética parecía obsesionada por el afán de construir, en Treptower Park, un cementerio en honor a sus soldados muertos en la batalla de Berlín. No se concebía que tal gesto pudiera granjearle las simpatías de los berlineses, ni siquiera las de los de la calaña de Wöhlman. Los comunistas impusieron a un enemigo vencido un grotesco canto a los muertos. Para empezar, llevaron allá el mármol rosa de la demolida Cancillería de Hitler y encargaron grandes placas y monumentos llenos de frases de Stalin, descripciones de batallas, enormes coronas de metal, y estatuas representando los sufrimientos de los héroes rusos.

En medio de aquella singular batalla de fuerza de voluntad, muchas de las estatuas de bronce fueron encargadas a la Alemania Occidental. Neal Hazzard se aprovechó de la manía soviética en favor de tal proyecto demorando la entrega de las estatuas hasta que los otros las hubieron pagado todas con moneda occidental.

El servicio de contraespionaje informó que muchos componentes del mundo soviético se marchaban de Alemania. Uno tras otro, los miembros del personal ruso dejaban de aparecer en los actos públicos. Salía a escena una leva nueva de oficiales. ¡Y luego se confirmó que V. V. Azov había desaparecido!

Una semana después de la desaparición de Azov, el palco del general Nikolai Trepovitch estuvo vacío durante una representación de Aida. Tres días más tarde un pequeño recuadro de cinco líneas en la última página del periódico del Ejército rojo anunciaba que el mariscal Popov desempeñaría las funciones de Trepovitch, además, de las suyas propias.

Mientras el Oeste continuaba afrontando resueltamente los desafíos del invierno y los berlineses adquirían el temple del acero, Popov ordenó que se incrementara el número de cazas «Yak» que volaban por los pasillos aéreos. Los cazas rusos zumbaban acercándose peligrosamente a los «Skymasters» y a los «Yorks» ingleses. A veces se levantaba hacia los pasillos el fuego antiaéreo, sin previo aviso y muy cerca de la corriente de aviones. Los rusos colocaban blancos en el trayecto de las oleadas de aparatos que se acercaban… A pesar de todo lo cual, el Puente Aéreo no se tambaleó.

Los franceses seguían una política de moderación, insistiendo hasta el fin en que podía negociarse con la Unión Soviética…, hasta que, por último, se les terminó la paciencia.

Los tres gobernadores militares occidentales convocaron conjuntamente una conferencia de Prensa para proceder a un anuncio impresionante. Se le concedió tal honor al general Yves de Lys, el cual se plantó delante del micrófono teniendo ante sí una sala atestada de periodistas de ambos lados de la Puerta.

—A partir de las seis de esta mañana, todo comercio entre las zonas occidentales de Alemania y la zona soviética quedará interrumpido. El tránsito por canales, carreteras y ferrocarriles a través de los sectores occidentales de Berlín cesará en absoluto.

¡El Oeste había instaurado el contrabloqueo!

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