Arizona

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II

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—¿A qué, entonces?

—No lo sé, a algo que podría ser terrible —murmuró ella con gravedad—. Estas muchachas del Tonto dicen que yo soy una tejana orgullosa. El humillarlas no las inclinará más en mi favor. Magde Low me odia ya. Ella es quien ha extendido la murmuración sobre mí y Tate. Ahora será un veneno; está loca por Lee, y él…, él se ha reído de ella… Entonces será cuando Rich se enfadará de veras conmigo. Aún no lo ha hecho nunca. Y Sam sufrirá más, pero él no me ha pedido que no vaya; nunca me ha dicho una palabra dura, y por eso estoy más avergonzada… Pero si, después, no vuelvo a Shelby, quizá no sea tan terrible… Si me alejo de Lee Tate después…

Nesta se interrumpió, dándose cuenta, sin duda, de que estaba pensando en voz alta. Cappy no necesitó más para adivinar que no se alejaría de Shelby ni de Lee Tate, y que allí estaba la amenaza para el porvenir. Nesta debió de adivinarlo también, pues su cabeza se apoyó con más fuerza en el hombro del cazador. Éste pasó un brazo consolador y cariñoso sobre su cuello, y apretó los dientes para guardar silencio. Ella no pudo resistir su caricia ni la emoción que llevaba dentro. Rompió a llorar.

—¡Quisiera morirme, Cappy!, —sollozó, y su dolor se hizo indomable. Lloró con violencia y abandono, como si tuviese las lágrimas contenidas desde hacía mucho tiempo. El viejo cazador se asustó. Cuándo había visto él llorar.

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