Ariel
ARIEL » MEDUSA
Página 19 de 84
MEDUSA
Lejos de esa restinga de mordazas de piedra,
ojos a los que envuelven palos blancos,
oídos que amplifican la incoherencia del mar,
tú alojas tu cabeza horripilante: bola llena de Dios
o lente de piedades,
tus lacayos
acomodan sus células salvajes a la sombra de mi quilla
impulsándose igual que corazones
con sus rojos estigmas en el centro,
remontan la resaca hasta el punto de partida más próximo
arrastrando su larga melena de Jesús.
Me pregunto si me escapé de veras.
Mi mente se devana hacia ti,
viejo ombligo cubierto de percebes, cable transatlántico
que sabe, por lo visto, repararse a sí mismo de forma milagrosa.
En todo caso, siempre estás ahí,
trémulo aliento al otro lado de la línea,
arco de agua que respondes
a mi vara de zahorí, deslumbrante y agradecida,
sobona y pegajosa.
No te llamé.
Yo nunca te llamé.
Y, no obstante, no obstante,
llegaste a mí por mar,
roja y pesada, una placenta
que paraliza la contienda de los amantes.
Luz de cobra
que deja sin aliento a los sépalos rojos
de la fucsia. No podía respirar,
estaba muerta y sin dinero,
sobreexpuesta: una radiografía.
¿Quién te crees que eres?
¿La Forma Consagrada? ¿María la llorona?
No probaré bocado de tu cuerpo,
botella en la que vivo,
siniestro Vaticano.
Estoy harta de tanta sal caliente.
Flácidos como eunucos, tus deseos
sisean ante mis pecados.
¡Fuera, fuera, tentáculo de anguila!
No hay nada entre nosotras.
16 de octubre de 1962