Ariana

Ariana


VEINTICUATRO

Página 26 de 45

VEINTICUATRO

Entornó los ojos y sintió un cuerpo cálido de mujer junto al suyo. Se relajó y la abrazó. Pensó que, a pesar de todo, quería a aquella bruja, o al menos estaba obsesionado con ella. El amor le era desconocido y no tenía deseos de caer en él. El amor era para los tontos, para los que se dejan atrapar en sus redes y prometen ser fieles a la misma mujer. Su vida había sido siempre demasiado licenciosa para llevar a cabo semejante juramento.

Y sin embargo…

Aquella figura acurrucada a su lado volvía a despertar el deseo. La tomó por el talle y acopló su cuerpo al cuerpo desnudo de ella. Aquella silueta rolliza, aquellos pechos grandes y…

Abrió los ojos totalmente y se sentó de golpe en la cama. La luz entraba ya a través de la pequeña ventana, un tanto sucia, y dejaba ver los contornos de una habitación que… ¡no era la suya ni la de Ariana!

Se tiró del lecho y sacudió la cabeza para despejar las brumas de su cerebro, enredado en una telaraña, y miró a su compañera de cama con atención. Pelirroja chillona, algo rellena de curvas y con pechos exuberantes. Tenía la pintura de los labios corrida y en su cara se veía una expresión feliz.

- Joder -gimió por lo bajo, llevándose las manos a la cabeza, que comenzaba a doler de modo horrible-.

Fue suficiente como para despertar a la durmiente, que giró entre las revueltas sábanas y se quedó mirándole. Rafael volvió a gemir. Ni mucho menos era joven -aparentaba unos cuarenta años-, y se notaba a la legua que era una prostituta sin clase. Ella le sonrió y se pasó las manos por los muslos desnudos, dejándolas quietas sobre su vello púbico, tan rojo como su cabello.

- Hola, amorcito -susurró una voz cargada de alcohol-. ¿Estás preparado ahora? Entiendo que anoche estuvieras demasiado bebido para…

Rafael se adecentó las ropas, preguntándose qué demonios hacía vestido. Ella le siguió cada movimiento con los ojos entornados y una mueca libidinosa en los labios. Hasta entonces no había tenido la suerte de dar con un espécimen de hombre como aquel. Apuesto y con dinero -pagó muy bien antes de subir a la habitación-. Le fastidió que él se hubiera dormido apenas su cabeza tocó la almohada. Y la irritó que él pronunciara entre sueños el nombre de otra. Pero ¿acaso la mayoría de los hombres a los que atendía, no iban a los prostíbulos por culpa de otras mujeres? Ella les quitaba sus penas, cobraba y nada más. Pero no le hubiese importado realizar un buen servicio a aquel hombre moreno y alto, de espléndido cuerpo.

Rafael se recolocó la arrugada chaqueta y buscó el sombrero y el bastón. Maldijo en voz alta al encontrarlos debajo de una sucia coqueta. El sombrero estaba como para tirarlo a la basura y su cabeza bullía preguntándose qué mierda había pasado la noche anterior. Lo abandonó, buscó la cartera y sacó unos cuantos billetes. Luego miró a la prostituta, que seguía sobándose sólo para él y sintió la necesidad de echar de su estómago todo el alcohol ingerido. Se acercó a la cama y depositó sobre los grandes pechos el dinero.

- Una noche deliciosa -susurró-.

- Si vuelves, y la siguiente vez con ganas, pregunta por Cissy.

Salió del cuarto y la prostituta recogió los billetes. Buena paga. Estaba tan ebrio la noche anterior que no se acordaba de haber pagado por anticipado. Bueno, pues mejor para ella; a fin de cuentas aquel sujeto debía tener más dinero que el que necesitaba, de modo que no importaba que gastara unos cuantos billetes de más.

Apenas pisar la parte inferior del local, Juan se le echó casi encima. No parecía haber dormido demasiado y tenía marcadas ojeras. - ¿Buena caza?

- Y un carajo -gruñó Rafael, saliendo a largas zancadas-.

Juan le siguió, las ceja alzadas, asombrado. - ¿Qué pasó? -preguntó mientras caminaban hacia el carruaje-. Me pareció que anoche estaba muy interesado por esa dama. - ¡Por Cristo, maldito majadero! -Rafael frenó en seco y tomó al otro del cuello de la chaqueta, alzándolo un palmo del suelo- ¿Para qué demonios te tengo, Juan? -le soltó de mala gana y el muchacho fue a estrellarse contra el muro que tenía al lado- ¡Santa Madre de Dios, era una bruja!

Juan entendió y dejó escapar una carcajada. Se atragantó cuando su patrón le miró y contuvo las ganas de reír, pero resultaba difícil. Debería haber guardado silencio, pero su lengua se desató.

- La eligió usted, jefe.

Rafael Rivera se detuvo y apretó los puños, intentando calmarse. Juan estaba seguro de que se ganaría un buen cachete y se alejó un par de pasos, dispuesto incluso a salir por pies si la ocasión lo requería. Pero el español se echó las manos a la cabeza con gesto de dolor.

- Me va a estallar -gimió-. - ¿La cabeza? -sonrió el jovencito-. - ¡El culo, hombre! -vociferó Rafael. Y de inmediato se encogió ante su propio grito-. Dios…

Juan se apiadó de él. Le había visto así sólo en una ocasión, cuando tuvo una discusión con su padre, don Jacinto Rivera, acerca de sus actividades políticas a favor de la monarquía -peligrosa conversación en aquellos tiempos-. Pero jamás a causa de una mujer, de modo que Ariana Seton bajó dos peldaños en su escala de valores.

- Vamos -le tomó del brazo-. Conozco el remedio para eso.

Rafael se dejó llevar como un niño, maldiciendo mil veces su idiotez. Cuando quiso darse cuenta estaba sentado frente a una jarra de cerveza humeante. Arrugó la nariz y miró a Juan por encima del pichel. - ¿Qué es esto?

- Un remedio que mi abuela daba a mi abuelo cuando hacía el idiota como usted, señor -repuso con picardía-. Cerveza caliente con pimienta.

- Puaj.

- Bébasela si quiere regresar por su propio pie. Claro que también puedo llevarle a cuestas.

Rafael asió la jarra y se la acercó a los labios. Probó el primer sorbo y sintió que su estómago saltaba. Juan sujetaba la jarra por debajo, instándole a ingerir todo su contenido. Haciendo de tripas corazón lo bebió de un trago. Y creyó que se moría. Aquella pócima que sabía a rayos le produjo una reacción espantosa. Antes de que Juan pudiera ayudarle salió corriendo, dobló la esquina para internarse en un callejón y vació su estómago hasta que no le quedó ni bilis.

Ir a la siguiente página

Report Page