Arena

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Capítulo 13

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Garth contempló en silencio la lenta aproximación de la hidra durante unos momentos, y después bajó la cabeza y desvió la mirada.

La silueta encorvada de una mujer cubierta de la cabeza hasta los pies por una larga capa apareció ante él. Risas de perplejidad surgieron de los graderíos ante una defensa tan sorprendente. Garth extendió las manos y arrancó la capa que cubría a la anciana sin mirarla en ningún momento.

La Medusa se irguió con un grito triunfal, y las víboras que eran su cabellera sisearon y ondularon de un lado a otro. Las largas cabezas serpentinas de la hidra se alzaron ante la nueva amenaza sobrenatural a la que se enfrentaban, y un coro de gritos brotó de ellas un instante antes de que las cabezas y el cuerpo de la hidra quedaran petrificados.

La Medusa dejó escapar una carcajada helada y se volvió hacia Garth, quien cogió la capa manteniendo la mirada desviada de ella y la arrojó sobre la cabeza de la monstruosa criatura. Después metió la mano en un bolsillo, y extrajo de él un espejito circular que alzó ante su rostro mientras la Medusa apartaba la capa de un manotazo y se preparaba para atacarle; pero ver su imagen reflejada en el espejito hizo que lanzara un grito angustiado, y un instante después ya se había vuelto de piedra.

La multitud, que había estado presenciando aquel contraataque tan poco usual fuera del radio de alcance de los horrendos poderes de la Medusa, prorrumpió en aplausos de entusiástica apreciación ante la ingeniosa defensa que había empleado Garth y la forma en que había controlado un hechizo que resultaba tan peligroso para quien lo utilizaba como para el objetivo contra el que se pretendía emplear.

Controlar la hidra había consumido una gran parte del poder de Varena, y un instante después Garth se lanzó hacia adelante en una repentina carrera y saltó la grieta para aterrizar en el otro lado del campo de combate.

Garth empezó a recurrir a los hechizos defensivos para desviar la serie de débiles ataques que Varena lanzó contra él en un intento de frenarle un poco mientras Garth iba acumulando más reservas de poder. Un momento después Garth se llevó la sorpresa de ver cómo Varena también utilizaba un hechizo de destrucción que acabó con su maná y con el de él al mismo tiempo. A continuación le atacó con una ráfaga psíquica que le causó un cierto daño, pero que dejó mucho más malparado a Garth que a ella. El terrible impacto hizo que Garth retrocediera tambaleándose, y faltó muy poco para que se precipitara al interior de la grieta. Garth erigió un círculo de protección para bloquear los ataques de Varena, y después actuó a toda velocidad para disipar los daños que le había infligido.

Varena volvió a atacar, pero esta vez Garth estaba preparado e invirtió el hechizo haciendo que volviera disparado hacia ella. Varena cayó de rodillas.

Garth reanudó su avance y fue envolviéndola con un muro de zarzales y espinos. Varena los derribó con chorros de llamas, pero Garth ya tenía a varias criaturas arbóreas esperando detrás de ellos. Los árboles vivientes avanzaron hacia Varena con su lento y pesado caminar. Varena corrió de un lado a otro intentando esquivar sus golpes hasta que uno de ellos logró agarrarla por una pierna y la alzó en vilo.

Un gigante apareció junto a Varena, alzó su hacha y la descargó sobre el árbol que la había capturado. Después se volvió para enfrentarse a los otros, y las criaturas arbóreas respondieron con una ofensiva de brotes y raíces que se enroscaron alrededor de los brazos y las piernas del gigante. El gigante dejó escapar un salvaje alarido de furia y siguió lanzando golpes potentísimos. Su hacha, que era tan grande como un hombre, fue derribando árboles que Garth se apresuró a sustituir.

La multitud estaba fascinada ante aquel espectáculo tan emocionante y empezó a lanzar rugidos de placer, vitoreando primero al gigante y luego a los árboles mientras uno y otros libraban una encarnizada batalla entre una montaña cada vez más grande de miembros vegetales destrozados, astillas y trocitos de madera.

Varena se fue recuperando poco a poco y retrocedió apartándose de la terrible contienda, e invocó rayos para que cayeran del cielo y prendieran fuego a los árboles vivientes. Las criaturas arbóreas lanzaron aullidos de ira cuando sus ramas empezaron a arder, y la repentina conflagración no tardó en hacer que toda la arena se llenara de humo.

Después Garth creó una tempestad de hielo y lluvia para apagar los fuegos y a continuación invocó a un gigante, y las dos criaturas se enfrentaron en una implacable batalla entre las nubes de humo y vapor.

De repente Garth sintió un aguijonazo en la nuca y giró sobre sí mismo para encontrarse con un enorme enjambre de avispas, cada una de ellas tan grande como su pulgar, girando a su alrededor. Los insectos se lanzaron sobre su ojo y hundieron sus aguijones en las mejillas, la nariz y la frente de Garth. El dolor era tan grande que Garth perdió el control de sí mismo y empezó a mascullar maldiciones mientras su rostro se hinchaba rápidamente a causa del veneno. El ataque le había pillado desprevenido y Garth perdió la concentración durante un momento. El veneno empezó a extenderse por sus venas, haciendo que se sintiera débil y mareado. Garth cayó de rodillas y se protegió el rostro con las manos. Los aguijonazos que había recibido durante el salvaje ataque de las avispas eran tan profundos que sus dedos no tardaron en quedar manchados de sangre. Garth logró concentrar las últimas reservas de energía que le quedaban y conjuró a las más diminutas de las hadas, que se enfrentaron a las avispas blandiendo sus lanzas en un feroz combate. Garth rodó sobre sí mismo hasta salir de debajo de la nube de cuerpos voladores, se puso de rodillas y apartó las manos de su cara.

Estaba ciego. Sus párpados se hallaban tan hinchados que no podía ver nada, pero sus sentidos mágicos le indicaron que Varena corría hacia él con la daga levantada para asestar el golpe final. Garth hizo acopio del poco poder que conservaba y erigió un muro de piedra, sabiendo que detendría a Varena durante un momento. Después se puso en pie y recurrió al único hechizo que había estado manteniendo en reserva.

Todos los poderes que controlaba Varena quedaron instantáneamente en manos de Garth, y Varena se vio despojada de toda la magia que podía controlar en aquel momento. El golpe era tan terrible e inesperado que Varena se tambaleó, y Garth pudo oír el grito de frustración que escapó de sus labios.

Había llegado el momento de poner fin al combate, y Garth invocó al poder que había tomado de la bolsa de Naru el día anterior. Una nube negra surgió de la nada y se arremolinó delante de él, y una silueta gigantesca emergió de ella. La aparición se desplazaba sobre ruedas enormes que tenían dos veces la altura de un hombre y estaban protegidas por llantas de hierro negro tan gruesas como una mano. El Juggernaut avanzó lentamente y se abrió paso a través del muro de protección que había erigido Varena, y un instante después ya estaba derrumbando el segundo muro que Varena había intentado alzar con los escasos restos de poder que le quedaban. Varena concentró aquel poder sobre el Juggernaut, y empleó todas las energías de que disponía en un desesperado intento de frenar su implacable avance. La gigantesca estructura tembló, y acabó estallando con una atronadora explosión que la envolvió en una nube de llamas y humo rojizo.

Y entonces Garth lanzó todo su poderío contra Varena, haciendo que se tambaleara bajo los repetidos impactos de una andanada de ráfagas psiónicas que, aun debilitándole, causaron daños mucho más devastadores a Varena. El tercer impacto fue tan terrible que Varena salió despedida por los aires y voló un par de metros antes de caer al suelo y quedar inmóvil.

Garth fue lentamente hacia ella, haciéndose a un lado para esquivar la mole del Juggernaut que se desplomó con un rugido explosivo tan ensordecedor que casi consiguió ahogar los alaridos de la multitud.

Bajó la mirada hacia Varena y contempló sus rasgos pálidos y agotados en los que apenas quedaba una leve chispa de vida.

—¡Acaba con ella!

Garth levantó la mirada hacia el Caminante.

—¡Acaba con ella o muere!

Garth alzó la mano y señaló a Varena con un dedo. Una ráfaga psiónica se estrelló contra su cuerpo y un estremecimiento convulsivo recorrió a Varena desde la cabeza hasta los pies, expulsando el último hálito de su alma de sus restos mortales.

Garth bajó la cabeza, giró sobre sí mismo y después volvió a alzar la vista hacia el Caminante para lanzarle el desafío helado de su mirada.

—Soy vuestro fiel sirviente, mi señor.

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