Arena

Arena


Capítulo 14

Página 37 de 42

C

a

p

í

t

u

l

o

1

4

El Caminante bajó la mirada hacia Garth, sonrió y volvió su atención hacia Zarel.

—Me marcho —susurró su voz.

Zarel, visiblemente sorprendido, alzó la mirada hacia el Caminante, que se había puesto en pie, y le contempló sin poder disimular el alivio que sentía.

—¿No volveréis al trono para seguir disfrutando de las diversiones y placeres, mi señor? —preguntó.

—Quizá regrese después de que me haya ocupado de él —dijo el Caminante, y movió la cabeza señalando a Garth—. También volveré para averiguar si has sabido recuperar el control de este plano, y espero por tu bien que todo esté en orden cuando lo haga.

El Caminante se volvió hacia la mujer desnuda que estaba reclinada sobre el diván de seda. Podía ver el terror en sus ojos. Alzó la mano, y los rasgos de la mujer palidecieron a pesar de que hizo un desesperado intento de lanzarle una mirada lo más seductora posible. El Caminante chasqueó los dedos, y un diamante magníficamente tallado del tamaño de una pequeña nuez apareció entre su pulgar y su índice. Arrojó el diamante entre los pechos de la mujer, bajó el tramo de peldaños de la plataforma del trono y fue hacia Garth. Después apuró su copa y la arrojó a un lado.

—Bien, tuerto... Has vencido —dijo.

Garth no dijo nada, y clavó la mirada en el rostro del Caminante.

—Eso significa que te has convertido en mi sirviente de este año —siguió diciendo el Caminante—. Ven conmigo y te mostraré todo cuanto deseas y mereces conocer.

El Caminante giró sobre sí mismo y empezó a cruzar la arena.

—Proclamo a Garth, al que llamáis el Tuerto, vencedor de este Festival.

Hubo una ondulación de vítores y aclamaciones, pero la gran mayoría de espectadores permanecieron en silencio. El Caminante frunció el ceño y se volvió hacia Garth.

—Creo que tu victoria no les ha complacido demasiado —dijo.

—Quizá sean otras cosas las que no les gustan, mi señor —replicó Garth en voz baja y suave.

El Caminante fue hacia Varena, cuyo cuerpo estaba siendo sacado a rastras de la arena por su sirviente y Hammen.

—Deberías reclamar su bolsa, ya que tienes el derecho a hacerlo.

—Sospecho que no voy a necesitarla allí donde iré.

El Caminante dejó escapar una risita ahogada y asintió.

Bajó la mirada hacia los dos monjes arrodillados junto al círculo que sostenían una gran bolsa de seda que contenía el tributo de maná. La bolsa parecía palpitar con una deslumbrante irradiación luminosa. Kuthuman alargó codiciosamente las manos hacia ella, la cogió y se volvió hacia Zarel.

—Sospecho que no hay tanto como esperaba —murmuró.

Zarel inclinó la cabeza y no dijo nada.

—Si es así, sabes que no tardaré demasiado en volver —siguió diciendo el Caminante.

—¿Por qué no averiguarlo ahora? —preguntó Garth.

Kuthuman se volvió hacia él, y una sombra de preocupación ensombreció sus rasgos durante un momento.

—Más tarde —dijo, y pronunció aquellas dos palabras en un tono helado mientras se volvía nuevamente hacia Zarel, quien estaba mirando fijamente a Garth con un odio nada disimulado—. Es hora de irse —anunció después, y clavó su gélida mirada en Garth—. Esto va a resultar muy divertido... —murmuró.

El Caminante alzó las manos.

Garth sintió como si acabaran de colocar una pantalla opaca a su alrededor, y el mundo que había más allá de ella se convirtió en una sombra borrosa medio oculta entre neblinas. Los sonidos quedaron distorsionados, como si la multitud estuviera gritando desde el fondo de una gigantesca caverna subterránea. El mundo se oscureció. Alzó la mirada y vio que el sol, que había estado ardiendo con un resplandor llameante sobre su cabeza, se había convertido en un círculo rojo oscuro. El cielo se ennegreció rápidamente y la noche se fue extendiendo por él.

Y un instante después sintió que caía. Notó un repentino vacío en el estómago y tuvo que reprimir el impulso de lanzar un grito de pavor, y durante un momento se preguntó si estaría muerto. El suelo ya no se hallaba debajo de sus pies, pero no podía oír el siseo del viento y no había ninguna sensación de estar volando. La sombra opaca pareció espesarse a su alrededor, y todo se volvió más oscuro. Garth volvió a alzar la mirada hacia el sol, y vio que había desaparecido. Un angosto cono de cegadora claridad púrpura del que escapaban deslumbrantes trazos de luz flotaba sobre su cabeza, y sin embargo Garth tuvo la extraña sensación de que en realidad no podía ver la luz y de que se limitaba a percibirla con otro sentido que no era la vista. Quería extender las manos hacia aquellas luces y tocarlas, pero sabía que se encontraban demasiado lejos. Bajó la vista hacia sus pies. Un disco rojo oscuro se estaba empequeñeciendo a gran velocidad por debajo de él, y Garth vio cómo se iba encogiendo hasta convertirse en un puntito luminoso, y las luces que desfilaban velozmente junto a él pasaron en un instante del púrpura al rojo y desaparecieron.

Garth se sintió invadido por una repentina oleada de poder, y un nuevo deleite de una intensidad que jamás había podido imaginar se adueñó de él, pues era como si el universo infinito hubiera quedado reducido a un juguete que reposaba en la palma de su mano. Disfrutó de aquel poder y se entregó a él, y permitió que fuese recorriendo toda su alma. El tiempo perdió todo sentido o significado, y Garth ya no estuvo muy seguro de si sólo había transcurrido un segundo o varios eones.

—Ahora conoces el poder del infinito —le susurró una voz.

Garth fue consciente por primera vez de que no estaba solo y de que había una presencia junto a él. Era oscura e imponente, pero en aquel instante casi pudo percibir una benigna diversión, como si el Caminante fuese un afable anciano que mostraba nuevos prodigios a un niño.

—El poder que puedes controlar no es nada comparado con lo que soy —dijo el Caminante.

La luz que brillaba delante de él volvió a cambiar pasando del púrpura a la gama de los azules y los verdes, y desplegó una variedad infinita de un millón de matices. Garth tenía la sensación de estar avanzando a toda velocidad hacia el corazón de un sol que estuviera estallando en un sinfín de arco iris de fuego.

Era como si pudiera extender las manos y hacer que los soles salieran despedidos hacia sus rumbos con un leve empujón de un dedo, como si las palmas de sus manos pudieran dar forma a los mundos y su aliento fuese capaz de hacer girar el firmamento. Se sentía como si se hubiera convertido en un dios, y el poder que acompañaba a aquella nueva sensación era capaz de consumirlo todo y se infiltraba en su alma con una fuerza terriblemente seductora.

Rió, y su voz creó ecos que resonaron en la noche.

La sensación de estar cayendo desapareció, y Garth sintió una repentina presión en las plantas de los pies. Al principio todo estaba muy oscuro, pero una luz caliginosa fue apareciendo poco a poco y Garth quedó envuelto en una difusa claridad, como si estuviera contemplando el sol desde las profundidades del mar. La luz giró y centelleó, y acabó cobrando forma.

Se encontraba en un bosquecillo lleno de frescor y sombras, y los árboles que se alzaban a su alrededor extendían sus troncos hacia un cielo de un azul cristalino salpicado de nubecillas blancas que flotaban a la deriva por él. El aire estaba impregnado por los perfumes de las flores de primavera.

Pájaros tropicales en cuyo plumaje brillaban el rojo, el verde, el amarillo y un blanco tan impoluto que casi cegaba revoloteaban velozmente de un lado a otro, y sus canciones lo envolvían todo en ecos que parecían surgir de un coro celestial.

Garth giró sobre sí mismo y sonrió mientras los contemplaba.

—Es como el paraíso —murmuró, y se sorprendió ante el temblor de su voz y la lágrima que le cegó de repente.

Y el recuerdo surgió de la nada con una increíble claridad. Era cálido y suave, y estaba impregnado por la delicada luz de la infancia. Estaba en el jardín del palacio de invierno de su padre, allá en las lejanas tierras del sur. Miró a su alrededor y vio uno de sus juguetes favoritos sobre la hierba, un caballo balancín encima del que pasaba horas mientras soñaba con cargas heroicas llenas de gloria. Junto a él había un mamut de suave peluche que había perdido el colmillo derecho y cuyos flancos estaban llenos de los pequeños nudos que sus deditos habían ido creando al retorcer y entrelazar el pelaje.

«Es un sueño...»

Pero no lo era. Se arrodilló sobre la hierba y extendió la mano, y sus dedos rozaron el caballito e hicieron que se balanceara lentamente hacia atrás y hacia adelante.

Y entonces oyó una risa suave, un sonido maravillosamente cálido y lleno de amor.

—Papá...

Se puso en pie y miró a su alrededor con nerviosa expectación. Una sombra se movió detrás de unos matorrales repletos de enormes flores amarillas y anaranjadas.

Y durante un momento sintió como si los años se hubieran esfumado, y fue como si nunca hubieran transcurrido.

«Puedo ver. ¡Puedo ver con los dos ojos!»

Avanzó como en un sueño, corriendo sobre piernas repentinamente acortadas y rió, y su voz estridente hizo vibrar el aire con sus chillidos de placer.

Volvió a oír aquella risa maravillosa.

—Ven, Galin... Mamá te está esperando.

La sombra surgió de entre los matorrales y los troncos. Era un hombre alto y pelirrojo de barba y bigote recortados. Su frente estaba ceñida por una diadema de turquesas, y llevaba una holgada túnica con delicados bordados azules por único adorno.

—¡Papá!

Corrió alrededor de una fuente llena de chorros que bailaban y caían con un alegre chapoteo. Una suave brisa hizo temblar los chorros y le roció con una fina niebla de agua, y su frescor y los arco iris de luz que flotaban en ella hicieron que riese de puro placer.

Alzó las manos hacia su rostro para secarse los ojos.

Y su mano encontró el parche que tapaba el agujero en el que había estado su ojo izquierdo.

Apartó la mano sintiéndose perplejo, y todo se desvaneció en ese instante. El jardín se derritió y dejó de existir con una última ondulación, y durante un instante fugacísimo le pareció estar viendo a su padre inmóvil delante de él, con las manos extendidas y sus ojos llenos de tristeza y amor clavados en su rostro. La imagen se alejó a toda velocidad como si estuviera precipitándose por un túnel muy largo lleno de negrura, y echó a correr hacia ella mientras extendía los brazos para que no se le escapara.

—¿Papá?

La imagen se detuvo durante un momento. Los ojos llenos de tristeza seguían clavados en su rostro y una mano se extendía hacia él como si le llamara, y dio un paso hacia ella.

«¡No! Está muerto, fue asesinado...»

La imagen se desvaneció y Garth giró sobre sí mismo mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro. Volvió a alzar la mirada.

Estaba inmóvil en una llanura llena de sombras que se extendía interminablemente hasta perderse en la eternidad. No había ningún sol brillando en el cielo, y el mundo parecía estar iluminado por una enfermiza claridad cuyo origen no podía ser detectado. Nubes color verde oscuro que se movían con una rapidez imposible se agitaban y temblaban sobre su cabeza. El viento era húmedo y frío, y estaba saturado por un humo acre en el que se agazapaba la pestilencia de la podredumbre. Una oscuridad ondulante y a medio formar se agitaba ante él, una masa de penumbra y tinieblas tan impalpable como la niebla. La masa se movió de repente y una túnica negra aleteó en la brisa, y Garth entrevió un rostro tan delgado y anguloso que parecía una calavera. La visión sólo duró un instante, pero bastó para que sintiera cómo se le helaba la sangre en las venas.

La silueta oscura se fue acercando lentamente.

—Quería evitar que sufrieras y hacértelo lo más fácil posible —susurró una voz—. Habrías muerto creyendo que abrazabas a tu padre.

—Así que ésta es la recompensa por haber vencido —replicó Garth en voz baja y suave.

—Lo sabías desde el principio, ¿verdad?

Garth asintió.

El Caminante dejó escapar una risita ahogada.

—Me interesas, Garth... ¿O debo llamarte Galin?

—Llámame Garth. Galin murió hace mucho tiempo.

—Lástima... No te he olvidado. Eras listo y ardías en deseos de aprender, y fuiste capaz de usar el maná prácticamente desde el día en que naciste. Ah, sí, llevas una sangre magnífica en las venas...

—Hubo un tiempo en el que mi padre y tú erais amigos. En una ocasión te salvó la vida.

La sombra asintió.

—Cuando todo era joven, cierto... —murmuró Kuthuman—. Y por eso quería que tuvieras una muerte lo más dulce posible, en memoria de una amistad que existió en otra era.

Kuthuman suspiró, y había un cansancio infinito en su voz.

—Pero por desgracia eres demasiado fuerte, y fuiste capaz de ver lo que se ocultaba detrás del espejismo.

Garth no dijo nada. El poder del espejismo había sido tan inmenso que aún sentía deseos de llorar, y jamás admitiría que hubo un momento en el que se había dejado engañar por completo.

—Matas a todos los vencedores del Festival, ¿verdad?

—¿Albergas la esperanza de que haga una excepción contigo, tal vez?

—No. Te conozco lo suficiente como para no esperar algo semejante... Y además, hay demasiadas cuentas pendientes entre nosotros.

La sombra suspiró, y Garth se sorprendió al ver que se sentaba ante él.

—Sólo puede haber un final para ti, pero no tiene por qué llegar ahora mismo. Siéntate. Debes de estar muy cansado.

Garth titubeó.

—Oh, no temas: nada de trucos, ¿de acuerdo? Ahora que lo sabes... Bien, eres el hijo de un amigo y te debo una explicación. Además, será un placer poder hablar como lo hacía en el pasado, sin miedo abyecto y sin mentiras. Cuando te llegue el fin, permitiré que te enfrentes a él como un hombre y con un arma en la mano. Tienes derecho a ello.

Garth se sentó sobre aquel suelo helado.

La sombra suspiró.

—Siempre mato al vencedor del Festival.

—Quieres eliminar posibles competidores futuros, ¿verdad?

—Por supuesto. Lo lógico sería pensar que esos pobres estúpidos que compiten con tanto entusiasmo ya lo habrían adivinado a estas alturas, ¿verdad? Como ocurre en tu mundo, en el mundo que en tiempos fue mi único reino, el maná es muy escaso... Va siendo extraído lentamente de las tierras después de haber sido creado por la fuerza vital de cada criatura que alienta, y después es domesticado y controlado por los pocos que han nacido con el poder de verlo, concentrar sus capacidades y utilizarlo. Necesité una gran cantidad de ese maná para poder derribar las barreras que se alzan entre los mundos y caminar de uno a otro como un semidiós. Hace falta el tributo de muchos mundos para que mi poder se mantenga y continúe creciendo. Teniendo en cuenta todo esto, ¿piensas acaso que voy a compartir un poder semejante con otros? El poder de caminar entre los mundos y de ser un Caminante se sostiene sobre eso. Si permitiera que otros obtuvieran ese poder, se convertirían en una amenaza a medida que fueran volviéndose más potentes.

—Y lo que haces es estrangularles en la cuna. Permites que escojamos al que podría llegar a convertirse en la próxima amenaza, y después te lo llevas y acabas con él.

La sombra asintió.

—Verdaderamente lamentable e infortunado, ¿verdad? —murmuró, como si las oscuras necesidades de la realidad le resultasen muy desagradables—. Si no lo hiciese, podría llegar el día en el que alguien conseguiría acumular el maná suficiente para ser capaz de atravesar el velo que se interpone entre los mundos y caminar de uno a otro tal como yo hago ahora. Y si lo hicieran, ¿qué ocurriría entonces? Pues que habría una contienda más en un universo que ya está lleno de ellas...

—Sabes que Zarel está acumulando el maná..., tu maná..., para poder atravesar el velo, ¿verdad?

—Vaya, vaya... ¿Te dedicas a difundir rumores?

Garth sonrió.

—Tengo un motivo para hacerlo.

—¿Volverme contra mi sirviente?

—Tal vez.

La sombra se rió.

—Zarel es ambicioso, desde luego, y lo he sabido desde el principio. Es tan ambicioso que estuvo dispuesto a ayudarme a matar a tu padre no por lealtad a mí, sino sencillamente para quitarme de en medio, sabiendo que eso le permitiría ir preparándose poco a poco para dar el último paso. No me estás diciendo nada que no sospechase ya.

—¿Y...?

La sombra guardó silencio y pareció hacerse un poco más pequeña. Garth mantuvo la mirada clavada en ella y fue sintiendo cómo el poder iba abandonando a Kuthuman hasta que éste casi hubo desaparecido. Después transcurrieron largos minutos en los que ninguno de los dos se movió, y entonces el poder volvió de repente.

—¿Un enfrentamiento en algún otro lugar? —preguntó Garth.

La sombra asintió.

—Es igual en todas partes, ¿verdad? —preguntó Garth en voz baja y suave, y en su tono había algo que casi parecía simpatía.

—Sí. Cuando atravesé la barrera... No sé por qué, pero pensé que era libre.

Garth tuvo la impresión de que casi podía ver una sonrisa melancólica en el rostro de la sombra.

—Ah, aquellos primeros momentos... —siguió diciendo Kuthuman—. Estuvieron llenos de un deleite que se encuentra más allá de cuanto puede concebir la imaginación. Era como una alegría infantil por todo lo que se mostraba nuevo, fresco e inocente ante mis ojos, como si estuviese viviendo el primer día de la creación... Volé de un lado a otro igual que un águila, abriéndome paso a través del velo del tiempo, de las lágrimas y de la eternidad. Creía que la muerte ya nunca sería capaz de tocarme. Sería eternamente joven, y me dedicaría a recorrer el pasillo del tiempo y controlaría todo lo que estaba contemplando.

Kuthuman guardó silencio durante un momento. Luego añadió:

—Y después me encontré con los otros...

—Que eran Caminantes, al igual que tú.

La sombra asintió.

—Tendrías que habértelo imaginado —dijo Garth—. Nuestras leyendas hablan de los días más jóvenes en los que había semidioses que se enfrentaban entre sí por el control de nuestro mundo, y de cómo desaparecieron de repente y nos encontramos solos. Tendrías que haber supuesto que te encontrarías con esas criaturas.

—Me hallaba bajo los deliciosos efectos de la embriaguez del poder. Pensé que las leyendas no eran más que eso, meras leyendas... O, en el peor de los casos, que en el pasado hubo otros como yo que se habían matado entre ellos, y que después el universo había quedado totalmente vacío salvo por el poder del Eterno.

—Descubriste que no era así.

—El universo está lleno de batallas y enfrentamientos. Estoy sentado ante ti, y hablo contigo, y, en este mismo instante, lucho desesperadamente para conservar lo poco que tengo. Estoy recorriendo los otros reinos, combatiendo y utilizando el maná, obteniendo maná como recompensa a mis victorias y perdiéndolo por mis derrotas. Existen poderes muy superiores a mí y tan terribles que incluso yo aparto la mirada y palidezco ante ellos, y hay quienes me despojarían de mi fuerza como si estuvieran extrayendo la sangre de mis venas. Y si me vencen... Bien, entonces me convertiré en un cascarón reseco que vagará a la deriva impulsado por los vientos de la eternidad, condenado a no vivir jamás y, al mismo tiempo, condenado a no morir nunca.

—El mismo destino que tú has impuesto a otros.

La sombra dejó escapar una risita tan helada como la noche eterna.

—Ah, cómo he hecho huir a mis enemigos ante mí y cómo he reído al escuchar sus lamentos... He irrumpido en sus mundos, y me he adueñado de lo que es mío por derecho. Aquello que no podía conservar fue destruido o corrompido para que no les sirviera de nada, y el maná fue extraído de sus tierras y pasó a mis manos. Ahora controlo muchos planos, y soy señor de un número inimaginable de reinos...

—Pero tú nunca tendrás suficiente. Nunca llegarás a conocer la paz, ¿verdad?

La sombra se removió.

—Quizá seas demasiado sabio, Garth. Bien, por una vez no hay elección... O crecer o ser expulsado al vacío, despojado de todos los poderes y con toda la eternidad extendiéndose ante ti o hasta que el Eterno vuelva a actuar y trace el final del círculo dejándolo cerrado. Así pues, no hay elección y no hay ninguna posibilidad de escoger. La contienda continúa sin descanso y sin tregua.

—Y en este mismo instante ya estás llegando al límite de tus capacidades, y apenas si eres capaz de conservar lo que tienes.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque de no ser así te habrías quedado más tiempo después del Festival. Te habrías acostado con mujeres, habrías bebido ríos de vino y te habrías divertido disfrutando de la adoración de la multitud; pero apareciste para recoger tu tributo de fuerza y poder, y sólo te quedaste un momento antes de volver a toda prisa a este lugar... —Y Garth movió una mano en un gesto que abarcó las llanuras oscuras en las que no existía el tiempo—. Tenías que volver enseguida a este mundo muerto de tinieblas y negrura.

La sombra asintió.

—¿Y por qué aquí? —prosiguió Garth—. Este lugar es el mismísimo infierno... Te imaginaba cruzando el infinito a grandes saltos o habitando palacios de oro en mundos llenos de placeres y deleites insuperables. ¿Por qué este mundo de pesadilla?

—Porque este lugar es el corazón de mi reino. Desde aquí puedo llegar al resto de sitios sin importar lo lejos que estén, y desde aquí puedo erigir los muros que mantienen a raya a los otros. Cuando camino por un reino y asumo la forma mortal, quedo cegado y no puedo saber qué planes pueden estar urdiendo mis enemigos. Sólo he estado fuera durante un instante brevísimo para volver al plano en el que nací a recoger mi tributo, pero bastó para que perdiera el acceso a todo un plano de existencia, y ahora debo luchar para recuperarlo..., tal como estoy haciendo mientras hablamos.

La voz de la sombra estaba impregnada de un cansancio tan enorme que Garth casi sintió una punzada de compasión, como si fuera posible compadecer a la criatura que le había arrebatado todo cuanto amó en el pasado.

Garth se echó a reír, y la carcajada pareció extrañamente fuera de lugar en aquellas llanuras áridas y tenebrosas. Se puso en pie, giró sobre sí mismo y miró a su alrededor.

—Te he odiado durante toda mi vida —dijo—. Hubo un tiempo en el que eras Gran Maestre, y llevabas casi un milenio siéndolo. Y llegó un momento en el que empezaste a temer a la muerte, y deseaste el poder del infinito... Pervertiste todo aquello que habían sido las Casas y el propósito del maná. Utilizaste su poder para atravesar el telón que se interpone entre los mundos, para poder ir de uno a otro como un semidiós y llegar a ser inmortal. ¡Y ahora resulta que éste es el reino que has conquistado!

Garth se echó a reír y señaló la oscuridad caliginosa.

La sombra se puso en pie.

—Te he dejado seguir viviendo unos momentos más porque me divertía hacerlo —dijo—. Tu padre había sido mi amigo, y por eso te he concedido esta merced. Pero tu presencia ha dejado de divertirme.

—Piensa en eso. Hubo un tiempo en el que mi padre, un simple mortal, tenía un concepto tan elevado de ti y te amaba tanto que estuvo a punto de morir para salvarte de un asesino. Las señales de esa daga envenenada siguieron siendo visibles en su cuerpo hasta el día en que murió. ¿Sabes una cosa? Hubo un tiempo en el que alguien como mi padre te amó y te llamó amigo, cuando una mujer te amó con una intensidad tan apasionada que su corazón se rompió en mil pedazos cuando la abandonaste, y ahora sólo es capaz de sentir odio y amargura porque todavía no te ha olvidado. Renunciaste a todo eso..., a cambio de esto.

La emoción enronqueció la voz de Garth.

—Mi padre confiaba y creía en ti hasta que murió entre las llamas después de que Zarel, tu rastrero sirviente, le hubiese arrebatado los últimos vestigios de su poder para que fuesen utilizados en tu oscura y loca empresa —siguió diciendo—. La perspectiva de perder lo que controlas ahora te resulta tan aterradora que te has desterrado a ti mismo a este mundo oscuro, y te has vuelto incapaz de disfrutar ni siquiera de los placeres de un mendigo: la caricia del sol en el rostro, la risa de los niños, el sabor del vino o el del pan...

—No sabes nada —siseó la sombra—. Tu padre podría haber sido el Gran Maestre después de que yo me hubiera ido, y tú podrías haberle sucedido en el cargo. Fue su arrogancia la que provocó su destrucción y la que hizo caer la maldición de la semiceguera sobre tu cabeza.

—Mi padre escogió la muerte porque la prefería a la esclavitud.

—¡Basta! —murmuró la sombra—. Tu valor como diversión se ha agotado. Y lo más curioso es que hubo un momento en el que casi llegué a pensar en perdonarte la vida... Habría sido un gesto sentimental dirigido a un universo implacable que no conoce la compasión. No creo que vaya a hacerlo.

—Entonces adelante —dijo Garth sin inmutarse.

La sombra empezó a erguirse y extendió los brazos.

Garth sonrió y también empezó a alzar los brazos.

La sombra titubeó y se echó a reír.

Ir a la siguiente página

Report Page