Arena

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Capítulo 2

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—Siéntate, Garth el Tuerto, siéntate... Creo que incluso es posible que acabes cayéndome bien —dijo pasados unos momentos, y volvió a llenarle la copa.

Garth sonrió y se lo agradeció con una inclinación de cabeza.

—¿Cuál es vuestra comisión? —preguntó después.

—El veinte por ciento habitual por tus servicios a través de contratos exteriores, más el diez por ciento de cualquier bolsa que ganes en la arena durante el Festival. A cambio tendrás alojamiento y manutención, y toda la protección legal de la Casa. Y créeme, todos los contratos exteriores por tus servicios te favorecerán considerablemente... Los luchadores de la Casa Gris siempre pueden esperar recibir honorarios más elevados que los de las otras Casas —alardeó Tulan mientras se daba palmaditas en el estómago—. Nuestra reputación lo asegura, y trabajarás para nobles y comerciantes que saben apreciar un buen servicio prestado y que te tratarán con respeto. Ya debes de saber que durante los últimos veinte Festivales el campeonato ha ido a parar a manos de un luchador de Kestha en nueve ocasiones, con lo que esos nueve campeones fueron seleccionados para ser los nuevos iniciados al más alto poder, que es el del Caminante.

Tulan guardó silencio durante un momento, como si temiera que la más poderosa de todas las personas capaces de utilizar la magia pudiese aparecer de repente en aquella sala, invocada por la mera mención de su nombre.

—Ese historial de victorias garantiza que somos tenidos en la más alta estima por aquellos que contratan nuestros servicios, y nos proporciona el derecho a esperar ciertas ventajas —siguió diciendo—. Cuando no estés cumpliendo un contrato, dispondrás de la mejor comida y el mejor alojamiento..., y además también podrás compartir tu lecho con las mejores compañías sin ningún coste extra.

Garth sonrió y no dijo nada.

—Te buscaremos un empleo adecuado a tus habilidades y no tendrás que responder ante más ley que la mía... —Tulan se calló y tardó un momento en volver a hablar—. Ah, y además Zarel puede echar humo por las orejas pero no podrá tocarte..., una posibilidad que creo tal vez sea un pequeño motivo de preocupación para ti en estos momentos.

—La verdad es que no —replicó Garth.

Tulan le miró fijamente, no muy seguro de si su comentario era una simple fanfarronada o la verdad, y acabó dejando escapar una seca carcajada.

—Me gustan los luchadores que no se ponen nerviosos por cualquier cosa, pero no dudes del poder de Zarel —dijo—. Sal de esta Casa sin colores, y una veintena de los mejores luchadores caerá sobre ti al instante. Necesitas una Casa, Garth el Tuerto: sin ella, estás muerto.

Garth acabó asintiendo lentamente con la cabeza.

—A cambio deberás obedecer todas las órdenes emanadas de la Casa, lo cual significa que deberás obedecer mis órdenes —siguió diciendo Tulan.

—De acuerdo.

Tulan sonrió como si ya tuviera en sus manos las comisiones que ganaría obteniendo contratos para Garth.

—Sólo debes luchar según las reglas, y no debe haber peleas motivadas por agravios personales o en beneficio tuyo —añadió—. No quiero que andes por ahí desperdiciando tus habilidades y utilizando tus hechizos sin que la Casa saque nada de ello.

—Esa orden podría resultarme un poco difícil de obedecer.

—¿Por qué?

—Bueno, me he unido a la Casa precisamente por eso. La mitad de los luchadores de la Casa Naranja quieren verme muerto.

—Oh... ¿Debido a ese pequeño incidente con Okmark?

—No. Por otras cosas.

—¿Qué otras cosas?

—He jurado no revelarlas —dijo Garth en voz baja y suave—. Bastará con decir que tiene algo que ver con esto —añadió, y señaló su parche.

—Una cuestión personal, ¿eh?

Garth se inclinó hacia adelante.

—Sois el Maestre de mi Casa, así que creo que puedo compartir el secreto con vos —dijo en un susurro de conspirador.

Tulan se apresuró a inclinarse sobre la mesa para escuchar lo que Garth iba a decirle.

—Ocurrió hace varios años —murmuró Garth—. Perder el ojo casi valió la pena, pero ahora saben que estoy aquí y vendrán a por mí. Eso es parte de la razón por la que decidí dejar de ser un

hanin y unirme a una Casa. Sabía que la tirantez existente entre Fentesk y Kestha haría que el venir aquí me proporcionase una cierta protección.

—¿Qué ocurrió?

—Seduje a la primera consorte del Maestre de Fentesk y a sus hijas gemelas..., simultáneamente.

Tulan, que había empezado a apurar otra copa de hidromiel, esparció la mayor parte de su contenido sobre la mesa y contempló a Garth con los ojos muy abiertos. Sus facciones se pusieron muy rojas, y después se echó a reír y empezó a golpear la mesa con los puños.

—¡No me extraña que el Maestre de Fentesk le rajase la garganta a su consorte el año pasado! —exclamó—. Qué delicioso, qué absoluta y totalmente delicioso... Y cuéntame, ¿qué tal eran en la cama?

Garth sonrió.

—El honor de las damas me prohíbe hacerlo, mi señor —dijo.

—¿Damas? Qué infiernos... Todas las mujeres de la Casa Naranja son unas zorras, especialmente sus luchadoras. Así que te pillaron y te sacaron un ojo antes de que pudieras huir, ¿eh?

—Algo por el estilo —dijo Garth en voz baja, y mientras hablaba desvió la mirada del rostro de Tulan, como si un oscuro recuerdo hubiera vuelto de repente a su memoria para acosarle.

—Estupendo, estupendo... Ah, ardo en deseos de ver la cara que pondrá Varnel Buckara cuando se entere de esto. ¡Y te aseguro que haré que se entere!

—Prefiero que no lo hagáis, mi señor. Por el bien de las hijas, ¿comprendéis? Después de todo, siguen con vida, y recordarle lo ocurrido podría reavivar su rabia contra ellas.

—Está bien, está bien, pero aun así... —Y Tulan contempló a Garth con el rostro iluminado por el orgullo—. Puedes hacer el juramento en la ceremonia de la mañana del primer día del Festival. Hasta que llegue ese momento, podrás llevar la capa de un iniciado de la Casa Gris.

Garth asintió y le sonrió por encima del borde de su copa.

—Aguardaré con impaciencia recibir ese honor —murmuró.

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