Arena

Arena


Capítulo 5

Página 13 de 42

hanin sin Casa y a los que destruiste o dejaste lisiados en tus tiempos de combates?

Jimak volvió a reír.

—Son como moscas molestas —admitió.

—He sido olvidado, pero no he olvidado lo que se me hizo —dijo Garth.

—Bien, ¿y por qué yo?

—¿Y por qué no? Sé que te gustan mucho estas cosas —Garth señaló los tesoros esparcidos sobre la mesa—. Puedo conseguirte más. Puedo conseguirte más en la arena, y luego puedo conseguirte más en forma de comisiones en cuanto haya terminado el Festival. Y puedo dañar a una Casa rival. Hoy ya he hecho eso por ti.

—Traicionaste a Tulan y a la Casa de Kestha.

—¿Ese cerdo obeso?

Garth dejó escapar un resoplido despectivo.

Jimak alzó la mirada hacia Garth.

—Es un Maestre de Casa —dijo secamente—. Debería cortarte la lengua por osar hablar así.

—Y si lo hicieses y se la ofrecieras a Tulan, entonces la devoraría cruda —replicó Garth—. Es un cerdo, un hombre sin honor y sin modales... Es una criatura vil y repugnante.

Jimak se reclinó en su asiento, y una risita estridente y quebradiza escapó de sus labios.

Garth metió la mano en su túnica, sacó de ella una bolsita de cuero y la arrojó sobre la mesa.

Jimak la contempló en silencio durante un momento y después la abrió con nerviosa impaciencia. Extrajo el rubí que contenía, lo sostuvo cerca de la lámpara y lo estudió con gran atención.

—Mientras cuente con la protección y el cobijo que me ofrecen esta Casa y pueda llevar su librea, no necesitaré estas cosas —dijo Garth—. Considéralo como una ofrenda respetuosa, un pago para el fondo de pensiones de los luchadores ya mayores que se niegan a permitir que les maten para dejar de ser un estorbo. Debería añadir que tengo más, pero están escondidos en un sitio que sólo yo conozco. Si todo sale bien, después podrán ser añadidos al fondo a su debido tiempo.

Jimak ni siquiera se tomó la molestia de mirar a Garth, y se limitó a asentir con la cabeza sin desviar la atención del rubí.

—Es realmente exquisito... No tiene ni un solo defecto —dijo por fin.

—¿Trato hecho, pues? —preguntó Garth.

—Sí, sí —replicó Jimak, que seguía absorto en la gema—. Para el fondo de pensiones, por supuesto... Puedes ser iniciado la mañana del primer día del Festival. ¿Has dicho que tenías más? —preguntó de repente, alzando la mirada hacia Garth.

Garth asintió, y Jimak sonrió y reanudó su examen de la gema. Garth esperó durante un momento, pero Jimak no dijo nada más. Garth le hizo una reverencia, salió de la habitación y cerró la puerta a su espalda. Cuando miró por última vez al Maestre de la Casa vio que seguía inclinado sobre la lámpara, estudiando el rubí como si fuese un libro de conocimientos arcanos que contuviera hechizos de los que nadie había oído hablar hasta entonces.

—Amo...

Garth se dio la vuelta y vio a Hammen oculto entre las sombras y haciéndole señas de que se acercara. Garth fue hacia él, y Hammen tiró de él y le metió en la pequeña alcoba dentro de la que le había estado esperando.

—Decidí dar un paseo cuando estabas descansando —dijo.

—¿Para ir en busca de algún burdel, ahora que tenemos dinero? —preguntó Garth.

—¡No, Garth, maldita sea! Fui a mi casa... Me pareció que debía obtener algunas informaciones. Después de todo, tengo una hermandad que dirigir incluso ahora, cuando estoy tan ocupado metiéndome en líos a cada paso que doy junto a ti... Además, tenía el presentimiento de que había ocurrido algo terrible.

—¿El qué?

Hammen desvió la mirada por un momento y abrió y cerró los puños, y después volvió a alzar la vista hacia él. Garth vio que sus ojos legañosos estaban llenos de lágrimas.

—Estaban muertos... Todos estaban muertos —dijo por fin.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Garth, y su tono era seco, gélido y distante.

—El Gran Maestre... Tendría que habérmelo imaginado, claro. Me di cuenta de que algo iba mal apenas llegué al callejón. Estaba demasiado silencioso, como si incluso las ratas se hubieran escondido... La puerta estaba entornada, y entré —Hammen guardó silencio durante un momento, respirando con dificultad—. Todos estaban muertos. Rico, Matu, Evanual, el viejo Nahatkim, el que no tenía piernas... Todos estaban muertos. El resto de los hermanos había desaparecido. Espero que consiguieran escapar, pero... Bueno, no podría explicarte cómo lo sé, pero estoy seguro de que fueron capturados. Los que dejaron allí primero fueron torturados, y luego les cortaron la cabeza y...

Hammen se calló.

—¿Te persiguieron? —preguntó Garth al ver que no seguía hablando.

Hammen asintió.

—Alguien entró en la casa siguiéndome —dijo—. Fui corriendo a la parte de atrás, y bajé hasta nuestra cloaca.

—Sí, ya me había dado cuenta por el olor.

—Volví hasta aquí, pero creo que me siguieron. Intenté despistarles en las cloacas. Tuve que regresar, ¿entiendes? Salí por donde sabía que había una entrada que llevaba hasta esta Casa. Se estaban acercando mucho.

Garth asintió lentamente.

—Maldita sea, ¿por qué has tenido que volver? —le preguntó Hammen con repentina irritación.

—No sé de qué me estás hablando —murmuró Garth.

—Oh, lo sabes muy bien. Mis amigos... Todos han muerto por tu culpa.

—Te equivocas. No tengo ni idea de a qué te refieres —replicó Garth sin inmutarse—. Pero deja que te haga una pregunta... Ya habías perdido amigos con anterioridad, ¿no?

Hammen alzó la mirada hacia Garth. Las lágrimas resbalaron por sus sucias mejillas y dejaron una línea blanca en cada una.

—Sí, hace mucho tiempo... —dijo por fin—. En otra vida. Intenté olvidarlo... Se fueron a la tierra de los muertos, donde creía que permanecerían para siempre.

Volvió a alzar la mirada hacia Garth y le contempló con los ojos llenos de ira.

—Ninguno de nosotros puede olvidar —murmuró.

—Y ahora están muertos —dijo Garth.

Garth se inclinó sobre Hammen, le puso la mano en el hombro y se lo apretó suavemente.

—Hammen, tienes que creerme: si hubiera sabido que tus amigos corrían peligro, habría hecho algo para salvarles. No creía que el brazo del Gran Maestre pudiese llegar tan lejos... Algo le está impulsando a actuar, y está actuando. Ya me lo esperaba, pero no me imaginaba que su brazo fuera a volverse hacia vosotros.

—Pero ahora ha llegado hasta ti a través de mí, ¿no?

—Creo que hay que hacer algo —dijo Garth, y echó a andar por el largo pasillo tirando de Hammen—. Tendremos que seguir removiendo el guiso.

—¿Qué quieres decir con eso de que está vivo?

Tulan escupió el trozo de pulpo hervido a medio masticar que había estado devorando y cogió una copa de vino.

—Pues que está vivo —replicó Uriah en voz baja.

—Imposible. Los luchadores de la Casa Marrón aseguran que le mataron, y varios de mis hombres vieron cómo estallaba entre una nube de humo verde.

—Sí, pero ese humo verde... ¿No podría haber sido un hechizo de ocultamiento?

Tulan engulló el vino y dejó caer la copa sobre la mesa con tanta fuerza que hizo añicos el fino tallo de cristal.

—Hemos visto a su sirviente, y también se afirmaba que había muerto —siguió diciendo Uriah—. Si el sirviente está vivo, entonces... Bueno, creo que hasta que podamos encontrar un cuerpo, debemos suponer que Garth el Tuerto está vivo.

Tulan arrojó la copa rota al suelo, y lanzó una maldición mientras se chupaba el corte que acababa de hacerse en un dedo cubierto de grasa.

—Bien, y si está vivo... ¿Dónde está ahora? —preguntó pasados unos momentos.

—Creemos que con Jimak.

—¡En la Casa Púrpura! Ah, esa escoria miserable...

Tulan dejó escapar una carcajada que más parecía un rugido y se dio una palmada en el muslo.

—Antes me cortaría el cuello o, peor aún, me moriría de hambre que ir con esos miserables hijos de un gusano —dijo, y se puso muy serio—. ¿Por qué? —preguntó después en voz baja, como si estuviera hablando consigo mismo.

—Exactamente, y eso es justo lo que hay que preguntarse. Creo que no me equivoco al suponer que no le habrías castigado por lo que ha ocurrido hoy, ¿verdad? Al contrario... Más bien le habrías recompensado, ¿no?

—Has acertado. Uno contra doce, y además no olvidemos el magnífico trabajo de remodelación de las partes nobles de Naru que llevó a cabo... Maldición, Garth sería un auténtico prodigio en los combates de la arena.

—Pero te ha abandonado. Tú le diste cobijo e hiciste que dejara de ser un

hanin, y así es como te lo ha pagado.

Tulan asintió con expresión pensativa.

—¿Y qué está tramando? —preguntó Uriah.

Tulan alzó la mirada y clavó los ojos en la diminuta silueta del sirviente del Gran Maestre.

—Averígualo —replicó secamente—. Y ahora, largo.

—Creo que ya sabes que hay una recompensa de quinientas monedas de oro por su cabeza para quien se la entregue al Gran Maestre en el caso de que su cuerpo no esté unido a ella, ¿verdad? Tráele vivo y despojado de sus poderes, y la recompensa quedará doblada. Es mucho más de lo que ganarías en la arena con las apuestas.

—¿Me estás ofreciendo un soborno?

—No, me limito a exponer una proposición comercial. Ya no es de tu Casa, por lo que se ha convertido en una presa más. Si matas a Garth... Bien, entonces el dinero es tuyo.

—Creía que el Gran Maestre había emitido un interdicto formal que prohibía que los miembros de las Casas se mataran entre sí en esta ciudad salvo en la arena del Festival.

Uriah asintió con expresión pensativa, como si se estuviera enfrentando a un complejo dilema.

—Las reglas siempre tienen excepciones, y si se quiere dar con ellas basta con buscarlas —dijo por fin.

—Sospecho que al Caminante no le haría ninguna gracia oírte decir eso.

—El Caminante no está aquí —dijo Uriah con la voz repentinamente teñida de nerviosismo—, y nosotros sí, y lo que no se diga cuando llegue no debe preocuparnos.

Uriah guardó silencio durante unos momentos antes de seguir hablando.

—Y recuerda que Garth el Tuerto te ha humillado —dijo por fin—. Llevaba tus colores, y los ha despreciado para cambiarlos por los de otra Casa. ¿Vas a permitir que todos digan que uno de tus luchadores puede hacer algo semejante sin pagarlo muy caro?

Las palabras de Uriah surtieron el efecto que esperaba y Tulan dejó caer el puño sobre la mesa. El cuenco lleno de pulpo hervido se volcó, y los trozos de pulpo que contenía se esparcieron sobre el suelo y la mesa con un chapoteo viscoso.

—Ten preparado tu dinero, porque espero hacerme con él —dijo en cuanto su estallido de ira se hubo disipado—. La pregunta que quiero que me respondas ahora es si se me interrogará acerca de los métodos que he empleado para hacerme con él en el caso de que os entregue a ese hombre.

—No se te hará ninguna pregunta.

—Pues entonces ten preparado el dinero para la mañana del primer día del Festival.

Ir a la siguiente página

Report Page