Arena

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Capítulo 11

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—Reconquistar el favor del populacho nunca resulta muy difícil, especialmente cuando pagas esa reconciliación con monedas de oro.

—¿Conoces a alguien que forme parte de las dotaciones de las catapultas?

—No. ¿Por qué me lo preguntas?

—Oh, por nada.

Hammen miró a Garth, y sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.

—¿Quieres robarles el dinero? Es eso, ¿verdad?

—No. Pura curiosidad, nada más.

—Tengo un amigo que podría hacer algunas averiguaciones. Se gana la vida con un pequeño negocio ilegal.

—¿De qué clase?

—Pociones y similares, ya sabes... Te ayuda a librarse de una esposa que se ha vuelto insoportable o a seducir a una chica que se niega a ceder, e incluso puede proporcionarte un poco de valor extra cuando más lo necesitas... Ese tipo de cosas.

—¿Y qué clase de clientela tiene?

Hammen volvió a sonreír maliciosamente.

—De lo mejorcito —dijo—. Nobles, grandes comerciantes..., y Uriah, el capitán de los luchadores de Zarel —añadió bajando la voz—. No me costaría mucho averiguarlo a través de él. Mi primo dice que siempre está presumiendo de lo importante que es, y de que toda la gente de la corte le respeta y le teme.

La mención del nombre del enano hizo que Garth se volviera hacia la arena.

—¿Ocurre algo, amo? —preguntó Hammen.

Garth sonrió melancólicamente y se volvió hacia Hammen.

—No, nada —replicó—. Quiero hablar con ese amigo tuyo después de que hayan terminado los combates de hoy. ¿Podrías concertarme una cita con él?

—¿Deseas una poción para cierta benalita, tal vez?

—No, maldito seas. Limítate a concertar esa cita, ¿entendido?

Hammen dejó escapar una risita ahogada y asintió.

Un estallido de vítores brotó de la multitud cuando los dos favoritos, ambos luchadores de noveno nivel —Varena era una de ellos—, fueron enfrentados el uno contra el otro. Los otros nombres fueron siendo colocados en rápida sucesión, y la multitud se apresuró a hacer su siguiente ronda de apuestas en un nuevo frenesí de excitación incontrolable.

Hammen lanzó una mirada expectante a los graderíos en los que se sentaba el populacho.

—Vuelvo dentro de un momento —anunció de repente.

Se levantó del asiento que había estado ocupando al lado de Garth y fue hacia la barrera, junto a la que esperaba un hombre encorvado que Garth pensó le resultaba vagamente familiar. Hubo un rápido y furtivo intercambio de palabras y un apretón de manos, y Hammen volvió a sentarse junto a Garth.

—He apostado todo lo que teníamos por Varena —le dijo a Garth en voz baja.

Garth asintió y alzó la mirada hacia el sitio en el que había estado el hombre de la espalda encorvada.

—Me resulta familiar.

—Debería resultártelo. Estaba en la mazmorra, y su celda quedaba delante de la tuya. Le saqué de allí aprovechando la confusión.

—Y supongo que ahora no siente demasiado aprecio por el Gran Maestre, ¿verdad?

Hammen dejó escapar una risita ahogada, como si Garth acabara de decir algo increíblemente estúpido.

—¿Tiene tantas amistades y conocidos como tú? —preguntó Garth.

—Debería. Es el jefe de una de nuestras hermandades.

—Dile que se reúna con nosotros esta noche.

—Oh, amo, otra vez no...

—Haz lo que te he dicho cuando vayas a recoger nuestras ganancias.

Los trompetas lanzaron su advertencia y los artistas circenses salieron de la arena seguidos por los carros, que dispararon su última salva de ollas antes de irse. Una de ellas pasó por encima de los luchadores de la Casa de Bolk y se hizo añicos al chocar con la primera fila de graderíos. Docenas de espectadores intentaron saltar el muro para recoger las monedas que contenía, pero fueron recibidos por los guardias del Gran Maestre, que los hicieron retroceder golpeándoles con sus garrotes y los planos de sus espadas. Los infortunados que padecieron los golpes empezaron a aullar y maldecir, y los espectadores que estaban sentados más arriba lanzaron rugidos de placer ante aquel nuevo e inesperado entretenimiento.

La trompeta sonó por última vez. Los luchadores salieron a la arena, y Garth se puso en pie y consiguió ver a Varena cuando ésta se dirigió hacia un círculo del otro extremo del campo. Volvía a haber varias banderas rojas que indicaban la localización de los combates a muerte, y una de ellas hizo que la multitud dejara escapar un jadeo de sorpresa, ya que un luchador de sexto nivel iba a enfrentarse con uno de segundo nivel, y estaba claro que aquel combate suponía prácticamente un suicidio por parte del contrincante más débil.

—Algunos lo hacen porque están locos, y otros esperan tener un golpe de suerte y ganar una bolsa llena de hechizos que hubiesen tardado décadas en obtener al viejo estilo, acumulando maná y estudiando tal como se hacía antes —declaró Hammen con obvio desdén.

Zarel se puso en pie y volvió a hacer los anuncios rituales con los brazos levantados hacia el cielo, y los dejó caer bruscamente en cuanto hubo acabado.

—¡Luchad!

Y la arena volvió a quedar invadida por la salvaje explosión de hechizos y destellos de luz, y las criaturas surgieron de la nada para enfrentarse en feroz combate entre las nubes y los ciclones de fuego. Una araña gigante apareció en uno de los círculos, y el luchador que había lanzado el hechizo fue descalificado al instante cuando perdió el control de la criatura, que huyó a toda velocidad del círculo de combate en cuanto fue atacada por una manada de lobos. La araña corrió hacia el límite del recinto de combates yendo en línea recta hacia los graderíos, y la multitud sucumbió al pánico y empezó a abandonar sus asientos para escapar. Los luchadores del Gran Maestre se lanzaron detrás de ella y la atacaron repetidamente con fuego, consiguiendo que la araña se desviara de la trayectoria que estaba siguiendo justo cuando había llegado a los graderíos. Unos cuantos espectadores sucumbieron bajo el rociado de veneno ácido lanzado por la horrible criatura y sus cuerpos se desintegraron, quedando convertidos en nubes burbujeantes de vapor pulposo antes de que la araña acabara siendo destruida. El luchador que había perdido el control de su hechizo salió de la arena con los hombros encorvados y el rostro lleno de consternación después de haber sido despojado del hechizo de la araña como penalización, aunque los espectadores le obsequiaron con una entusiástica salva de aplausos por haberles proporcionado aquel espectáculo tan emocionante, del que se hablaría una y otra vez durante los próximos días.

Los combates fueron terminando uno por uno. El combate de sexto nivel contra segundo nivel se prolongó mucho más de lo que casi todo el mundo había esperado, hasta que el luchador de segundo nivel giró repentinamente sobre sí mismo e intentó huir. Su oponente le persiguió durante más de doscientos metros a través de la arena lanzándole pullas y gritos despectivos hasta que Zarel, visiblemente disgustado, se puso en pie, alzó las manos y acabó con él un instante antes de que pudiera cruzar el círculo en el que Varena y su oponente estaban librando un ejemplo clásico de combate entre hechizo y contrahechizo que ya había conseguido poner en pie a toda la multitud.

Garth estaba observando el enfrentamiento con toda su atención, e iba tomando nota mental de todos los hechizos que Varena se veía obligada a revelar.

—Espero que se esté guardando algunas cartas en la manga, porque de lo contrario no le quedará ningún secreto para cuando lleguen los combates finales —observó Hammen sin inmutarse—. Lo siento por ella... Pero tendrás que enfrentarte con esa mujer tarde o temprano, amo, y esto te dará un poco de ventaja.

Los otros combates ya habían terminado, pero Varena y su adversario seguían luchando. La multitud se callaba cada vez que el encarnizamiento del combate disminuía un poco, y lanzaba vítores o gemidos según cual fuese el contrincante que parecía estar imponiéndose. Varena fue derribada en dos ocasiones, una por la carga de un berserker que atravesó su hilera de criaturas de fuego, y la segunda por varios ataques de caballeros negros. Acabó logrando dar la vuelta al curso del combate cuando su oponente lanzó un hechizo negro de absorción de vida, para el que Varena poseía un contrahechizo que le proporcionaba fuerza adicional en vez de debilitarla, con lo que recuperó todas las energías que había perdido bajo las ofensivas anteriores. Después lanzó un terrible ataque, confiando en hechizos de fuego mezclados con tormentas de hielo, y su rival acabó quedando inconsciente después de haber agotado todo su poder.

Varena se quedó inmóvil en el centro del círculo, oscilando lentamente de un lado a otro debido al agotamiento mientras el árbitro sacaba un hechizo de la bolsa de su oponente y se lo entregaba. Después Varena sorprendió a muchos espectadores llevando a cabo el gesto de poner las manos sobre su oponente para revivirle, una acción que gustó mucho a la multitud y que le ganó una aclamación cuando Varena giró sobre sí misma y salió de la arena. Cuando pasó junto al trono de Zarel, Garth se dio cuenta de que Zarel sabía qué papel había jugado Varena en su rescate, y vio cómo el Gran Maestre se inclinaba hacia adelante y la observaba con gran atención.

—Hemos doblado el dinero que teníamos —siseó Hammen con evidente placer mientras volvía a dejarse caer en el asiento que había estado ocupando al lado de Garth.

—¿Transmitiste el mensaje a tu amigo?

—No sé por qué, pero lo hice —replicó Hammen poniendo cara de irritación.

Garth se recostó en su asiento e ignoró las piruetas de los artistas circenses, que habían vuelto a salir a la arena. Los graderíos quedaron casi totalmente vacíos cuando la multitud abandonó el estadio para ir a los puestos de comidas y las letrinas, pero aun así quedaron muchos espectadores que empezaron a moverse de un lado a otro intentando ocupar los sitios en los que iban a caer las ollas de barro.

—Tu combate —anunció Hammen, y lanzó una mirada llena de excitación a Garth.

Garth no dijo nada y clavó la mirada en el tablero, que ya estaba empezando a mostrar la nueva tanda de enfrentamientos.

—Apuesto a que somos nosotros —dijo Hammen.

Estaba señalando el tablero mientras un chico correteaba por una pasarela y colgaba un símbolo consistente en un parche para ojo muy estilizado delante de la primera letra del nombre que acababa de ser colocado. La multitud empezó a lanzar vítores en cuanto vio el símbolo de Garth. Garth permaneció inmóvil con la mirada fija en el tablero y vio cómo los muchachos colocaban su nombre, que en el tablero quedaba reducido a «Tuerto». Su oponente apareció en el tablero un instante después. También era de Ingkara, y la multitud reaccionó con visible confusión.

—¿Quién es ese bastardo? —preguntó un luchador Marrón, volviéndose hacia Garth como si éste tuviera la respuesta.

Garth se volvió hacia Hammen, que seguía inmóvil y en silencio.

—Hace dos días no estaba en las listas —anunció por fin Hammen—. Espera un momento...

Se levantó de su asiento y fue corriendo hacia los graderíos, donde varios espectadores se separaron del gentío y bajaron para reunirse con él. Hubo una apresurada conferencia en voz baja, y Hammen volvió enseguida.

—Es una trampa —dijo con irritación—. Uno de los hombres de Zarel, como mínimo de nivel ocho o incluso más alto... Fue visto en el desfile de la arena. Jimak debe de haber aceptado un soborno para permitir que fuese incluido a última hora en las filas de los Púrpura.

—Así que lucharé contra él, ¿eh?

—Es un desconocido, uno de los lugartenientes de Zarel... Eso también significa que la selección ha sido amañada. Uno de los monjes ha tenido que hacer algún cambio con los discos de los nombres.

—Bueno, así que lo han amañado todo. ¿Qué infiernos esperabas? —replicó Garth en voz baja y suave.

Garth se dio cuenta de que estaba siendo observado, y alzó la mirada y vio que Kirlen le estaba contemplando.

Kirlen sonrió e inclinó la cabeza.

El tablero mostró las apuestas, tres a uno contra Garth. Los murmullos de sorpresa y confusión que brotaban de la multitud se hicieron un poco más ruidosos.

Hammen se volvió hacia los graderíos y formó bocina con las manos delante de la boca.

—¡Está amañado!

Su grito fue oído y coreado casi al instante, y la agitación no tardó en irse extendiendo por la arena.

Hammen se reclinó en su asiento, permaneció inmóvil durante unos momentos y después se levantó para volver al muro.

—¿Qué apuestas vas a hacer? —preguntó Garth.

Hammen volvió la mirada hacia él y le contempló poniendo cara de sentirse dolido.

—¿Tres contra uno? —acabó replicando—. Vamos a dejarles limpios... Y además, si pierdes estoy muerto, así que supongo que tanto da.

—Gracias por la confianza.

Hammen soltó una risita ahogada. Después fue hacia el muro y volvió pasados unos momentos, justo cuando sonaba el primer clarinazo de advertencia.

—Naru apuesta por Garth.

Garth se volvió hacia el gigante sonriente.

—Gano de las dos maneras —anunció Naru, como si hubiera logrado salir triunfante de un monumental desafío lógico—. O gano dinero ahora, o no tengo que luchar y matarte después.

Naru celebró su chiste con estrepitosas carcajadas que más parecían rugidos.

La tercera trompeta sonó por fin y Garth se puso en pie, con Hammen al lado, y salió de debajo del toldo para emerger al sol de finales de la tarde. La arena prorrumpió en salvajes aclamaciones que se fueron difundiendo desde el sector Marrón hasta las otras tres cuartas partes del estadio.

Garth fue hacia el círculo que se le había asignado sin prestar ninguna atención a los vítores y entró en el cuadrado neutral, que había quedado manchado de sangre durante el combate anterior. Hammen le quitó la capa y observó con recelosa cautela al oponente de Garth cuando fue hacia el círculo.

—Conozco a ese bastardo —susurró de repente—. Fue capitán de la guardia en Tantium... Es un auténtico asesino. Esto no tiene muy buen aspecto, Garth.

Zarel Ewine se recostó en su trono y dejó escapar una risita ahogada. El capitán sabía hacer bien su trabajo, y también sabía lo que se esperaba de él. Después resultaría sencillísimo eliminarle para evitar el tener que preocuparse por la posibilidad de que empezara a hablar de las violaciones de tradiciones antiquísimas, de cómo se había amañado el combate y se había sobornado al monje, que también sufriría un accidente y, finalmente, de que había salido a la arena llevando consigo un hechizo que le había entregado el Gran Maestre para que lo utilizara durante el combate.

Zarel cogió su copa de vino, la contempló con expresión satisfecha y tomó un sorbo mientras esperaba a que los luchadores acabaran de prepararse.

El capitán de Tantium fue hasta su cuadrado neutral sin ningún sirviente que le acompañara. Abrió el broche que sujetaba su capa y dejó que ésta cayera al suelo. Después se inclinó y se desperezó lánguidamente sin prestar ninguna atención a Garth. Los músculos ondularon en sus robustos brazos desnudos.

—Podría tratar de acabar contigo físicamente —susurró Hammen—. Ten mucho cuidado con su daga. Fíjate en su bota izquierda: lleva otra daga escondida allí para lanzarla cuando le haga falta. Ah, y lo más probable es que la hoja esté envenenada...

El último trompetazo hizo vibrar el aire, y el árbitro del combate de Garth fue hasta el centro del círculo y miró a Garth.

—¿Qué clase de combate vas a librar? —preguntó.

—Combate por un hechizo —dijo Garth en voz baja y suave.

El árbitro se volvió hacia el capitán.

—¿Qué clase de combate vas a librar? —volvió a preguntar.

—Combate a muerte —replicó el capitán.

El árbitro giró sobre sí mismo y fue hacia el poste que se alzaba al lado del círculo.

—Eh, ¿qué infiernos estás haciendo? —gritó Hammen.

El árbitro ignoró el grito de Hammen e izó la bandera roja que indicaba un combate a muerte.

—¡Han amañado el combate! —gritó Hammen.

Se volvió hacia los graderíos de la arena, pero sus palabras quedaron ahogadas por el estallido de gritos que brotó de medio millón de gargantas.

Hammen se volvió hacia Garth.

—Si pierdo, sal de aquí lo más deprisa posible —murmuró Garth, y después inclinó la cabeza y cerró los párpados.

—¡Luchad!

Garth abrió los párpados y entró en el círculo. Se concentró y empezó a invocar el poder de su maná, que sería el cimiento sobre el cual iría construyendo sus hechizos..., y sintió la presencia de un bloqueo apenas empezó a hacerlo. El capitán ya había recurrido a su maná, y había lanzado un hechizo de bloqueo que absorbía el poder de Garth. Garth sintió una punzada de temor. Aquel hombre era extremadamente poderoso, y además también parecía saber utilizar sus tácticas con suma habilidad.

El centro del círculo se llenó de humo, y media docena de cadáveres putrefactos surgieron de la nube y envolvieron a Garth en la pestilencia de su podredumbre. Garth retrocedió mientras seguía haciendo esfuerzos desesperados para acceder a su maná, y el primer cadáver fue hacia él con paso tambaleante. La palidez del hueso era claramente visible a través de la fosforescencia de su rostro medio podrido. Garth reprimió un acceso de náuseas, pero su concentración quedó rota cuando tuvo que echarse a un lado para esquivar las manos del no muerto que pretendían atraparle. Otro cadáver le agarró por el hombro, y unos dedos helados se hundieron en su carne e intentaron llevarse el espíritu de la vida. Garth se liberó con una sacudida y se apartó rápidamente mientras sentía cómo iba perdiendo las fuerzas. Más formas aparecieron en el centro del círculo: era una plaga de ratas, y sus ojillos verdes ardían con un resplandor malévolo. Las ratas atacaron. Garth bailoteó de un lado a otro y aplastó a varias bajo sus botas, pero dos ratas consiguieron saltar a sus piernas y hundieron sus dientes en ellas. El veneno empezó a extenderse por su sangre. Garth se tambaleó, pero logró quitárselas de encima.

Garth acabó consiguiendo alzar la mano, y el maná del bosque por fin quedó bajo su control. Una neblina color verde oscuro surgió de la nada y se arremolinó a su alrededor, cegando a los no muertos. El ataque vaciló y fue desviado durante un momento, y Garth levantó las manos y un torrente de agua fresca y límpida cayó sobre su cuerpo y eliminó el veneno.

Estaba utilizando cada vez más maná, pero se dio cuenta de que su oponente estaba haciendo exactamente lo mismo que él. La neblina empezó a dispersarse, y Garth extendió las manos hacia adelante y dibujó una imagen en el aire. Un instante después hubo un estallido de luz y una silueta cobró forma, y la multitud lanzó un rugido de aprobación ante la aparición de un caballero blanco montado sobre un brioso corcel que piafaba y se encabritaba. El caballero hizo girar su maza y empezó a pisotear los cadáveres que volvían a rodear a Garth, y después volvió grupas para atacar al capitán. El ataque del caballero se fue haciendo cada vez más lento y acabó deteniéndose del todo, como si hubiese quedado atrapado en una telaraña oscura. El caballo intentó erguirse sobre sus patas traseras mientras lanzaba relinchos de dolor, y después acabó desplomándose de lado y aplastó al caballero bajo su peso. Su oponente había sufrido un momento de distracción debido al ataque del caballero, y Garth quedó en libertad de enfrentarse a las ratas que seguían persiguiéndole, lo que hizo lanzando sobre ellas un enjambre de avispas que acosaron y atormentaron a las ratas, clavándoles sus aguijones con tal ferocidad que las ratas se hicieron un ovillo y fueron muriendo una detrás de otra.

Otro ataque azotó a Garth, y sintió cómo su maná se marchitaba e iba quedándose sin poder. Garth comprendió que su oponente tenía a su disposición poderes tan grandes como los de un Maestre de Casa o incluso un Gran Maestre. Le miró fijamente mientras el pensamiento se abría paso a toda velocidad por su cerebro, y percibió la mirada burlona del capitán, como si éste se estuviera limitando a jugar con él y estuviera totalmente seguro de cuál iba a ser el desenlace del combate.

Garth movió las manos describiendo un círculo, y consiguió erigir un círculo de protección para que le mantuviera a salvo de las embestidas de su oponente. Después dobló el poder del círculo. No estaba causando ningún daño a su enemigo, pero al menos el atacante tampoco estaba causándole nuevos daños con sus ofensivas. Más no muertos surgieron de la nada, pero fueron repelidos por la pantalla. Su oponente lanzó un nuevo ataque contra el maná de Garth, pero éste también fue detenido por el círculo de protección. El capitán concentró su atención en las avispas, que estaban avanzando hacia él, y un instante después el enjambre cayó al suelo al haber perdido el poder que necesitaba para volar. Las avispas se retorcieron frenéticamente y murieron enseguida.

Durante un momento no hubo ataques por ningún lado. Garth lanzó una rápida mirada a su alrededor y vio que casi todos los combates habían finalizado. La multitud había concentrado toda su atención en el combate a muerte que se estaba librando en el centro de la arena. Una masa de oscuridad apareció en la parte central del círculo y empezó a avanzar hacia Garth, quien comprendió que se enfrentaba a una sombra gélida de terror y sintió cómo su círculo exterior de protección se desmoronaba bajo su ataque. Alzó las manos, y un grupo de árboles surgió de la nada un instante después y le rodeó. Garth salió del círculo de protección y extendió la hilera de árboles hasta que llenaron la mitad de su círculo. Pudo sentir cómo su poder iba creciendo rápidamente, y extendió el brazo señalando más allá de la sombra gélida. Un árbol cobró vida y agarró a la sombra con brazos de ramas que la hicieron pedazos.

La multitud no podía ver lo que estaba ocurriendo, pero seguía lanzando vítores en un salvaje frenesí de sonidos que ahogaban los ruidos del enfrentamiento. Garth avanzó cautelosamente hasta el comienzo del bosque que acababa de crear. Su oponente estaba yendo hacia él con las manos levantadas. Un diluvio de rayos cayó del cielo y fue destruyendo el bosque en una rápida sucesión de impactos. Garth extendió la mano hacia el capitán, y el árbol que caminaba emergió del bosque. Se inclinó sobre el capitán y lo alzó en vilo por los aires. Un estallido de aclamaciones hizo temblar (oda la arena cuando la lucha volvió a resultar visible. El capitán se retorció de dolor y extendió las manos hacia el rostro de la criatura arbórea, y ésta retrocedió tambaleándose con los ojos recubiertos de llamas que empezaron a consumirlos. La criatura aulló de dolor y se movió en un círculo vacilante mientras el populacho celebraba su apurada situación con estruendosas carcajadas.

Garth alzó la mano y la criatura desapareció, con lo que su tormento terminó de repente. Después se lanzó sobre el capitán y extendió un pie en una patada que pretendía romperle la rodilla. El capitán esquivó el golpe y le puso la zancadilla, consiguiendo que Garth cayera al suelo. Dejó escapar una carcajada sardónica y atacó a su vez, lanzando una patada al costado de Garth con tal fuerza que se pudo oír el crujido de las costillas al romperse. Este rodó sobre sí mismo, alejándose de su oponente y alzó las manos mientras lo hacía. Unas siluetas diminutas aparecieron de repente. Resultaban casi cómicas, pues no eran más que pequeñas hadas de los bosques. Las hadas revolotearon de un lado a otro con un veloz zumbido de alas y se agruparon de repente, lanzándose sobre los ojos del capitán para clavar sus minúsculas lanzas. El capitán aulló de dolor y retrocedió. El bosque creado por Garth ardía detrás de él, y espesas nubes de humo giraban y se enroscaban sobre sí mismas, alzándose hacia los cielos mientras las llamas siseaban y crujían.

Garth, que estaba jadeando en un desesperado intento de tragar aire y no podía desperdiciar los momentos que necesitaría para curarse mediante un hechizo, hizo un nuevo conjuro y envió un oso contra su oponente. El ataque del oso fue detenido por un grupo de orcos Garra de Hierro que se lanzaron sobre él blandiendo sus pesadas cimitarras mientras el oso desgarraba sus cuerpos con zarpas y colmillos. Un diluvio de piedras empezó a caer del cielo y aplastó lo que quedaba del bosque. Garth pudo sentir cómo su poder se iba disipando.

Erigió otro círculo de protección para ganar tiempo y poder sustituir el maná que su oponente acababa de inutilizar.

El capitán estaba inmóvil al otro lado del círculo. Chorros de sangre surgidos de las heridas que había sufrido durante el ataque de las hadas, cuyos cuerpos diminutos yacían esparcidos sobre el suelo, corrían por su cara y sus brazos. El capitán se limpió la sangre de los ojos, y una mueca de rabia contorsionó sus rasgos. Garth desplegó sus poderes mentales y sondeó los pensamientos de su oponente en un intento de averiguar qué haría a continuación. Después sonrió, alzó una mano y lanzó otro enjambre de hadas contra el capitán.

Las hadas murieron en cuestión de segundos, pero el segundo enjambre también había logrado clavar sus lanzas en su oponente, y la multitud acogió con risas histéricas el espectáculo ofrecido por el capitán, que manoteaba frenéticamente intentando quitarse de encima a sus minúsculos atacantes.

El capitán había desviado su atención de Garth durante un momento, y la furia retorció sus facciones mientras lanzaba un hechizo contra la multitud.

Sus palabras no pudieron ser oídas, pero aquella momentánea pérdida de control hizo que las risotadas del populacho se volvieran todavía más estruendosas.

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