Arabella

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Arabella

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Pero ella no pensaba obedecer. Apenas pudo comer un trozo de pudding y leche fresca. Temblaba de pensar que algo podía ocurrirle a su marido. ¿Acaso había salido de la mansión? ¿Por qué su doncella parecía tan asustada?

Y a pesar de que le dijo que permaneciera en sus aposentos, no le hizo caso. Tomó una lámpara de aceite y salió a investigar porque la casa estaba tan oscura como si fuera de noche.

Avanzó por el corredor y escuchó los rayos y un trueno que hizo temblar la casa.

La furia se desató con la lluvia y al mirar por el ventanal del comedor vio que era una tormenta espantosa. ¿Dónde estaba su esposo? no se quedaría encerrada esperándole. Si algo le ocurría…

—Lady Arabella, regrese a su habitación—dijo el ama de llaves.

—¿Dónde está mi esposo, señora Stuart? ¿Por qué no está aquí?

El ama de llaves hizo un gesto de apretar los labios y luego habló.

—Pronto vendrá lady Arabella, regrese a su habitación por favor. Puede romperse un vidrio ni se le ocurra salir afuera.

—¿Mi esposo está afuera? ¿Por qué dejaron que saliera?—chilló la joven.

—Señora, sir Lawrence es quien manda aquí, ¿acaso cree que alguien podría impedir que saliera? Pero no se preocupe, él no está solo, salió con los criados, lady Arabella. Regresará pronto, no se preocupe.

Pero ella no se quedaría quieta esperando, no lo haría.

Sin embargo, cuando quiso salir notó que la tormenta era peligrosa, había rayos por todas partes y lloró al pensar en su pobre marido a merced de los elementos. ¿Por qué tuvo que marcharse un día como ese?

—No se inquiete lady Arabella, él sabrá regresar.

Pero la joven comenzó a desesperarse y lloró, lloró temiendo lo peor y en vano su doncella trató de consolarla.

Y cuando de repente lo vio aparecer empapado corrió a su encuentro emocionada.

Su esposo la miró sorprendido.

—¿Qué tienes, preciosa? ¿Acaso estabas llorando?—dijo sin entender nada.

Sólo estaba mojado y embarrado y molesto pero satisfecho porque habían podido encerrar a todos los animales dentro del cerco.

—Es que vi esos rayos y me asusté mucho cuando supe que estabas allí.

—Estoy bien, mojado y nada más.

Sus ojos la miraron sonrientes y luego le dieron un beso.

—Tranquila pequeña, estoy bien.  Hace falta más que una tormenta para liquidarme—agregó.

Fue a sus aposentos a cambiarse la ropa húmeda pero cuando se desnudó pensó que no había prisa por vestirse de nuevo.

Arabella lo miró desde un rincón y de pronto dio un respingo al sentir un rayo atravesar la campiña. ¡Qué día tan endemoniado!

—Maldita tormenta—se quejó el caballero y luego se acercó a su esposa para abrazarla, se veía tan asustada.

—No temas preciosa, la casa resistirá, es fuerte y por lo demás, no hay nada más que podamos hacer. Ven aquí…

Arabella suspiró al sentir sus besos. Tenía a su esposo medio desnudo y lo miraba con una mezcla de deseo y timidez. Pero cuando adivinó sus intenciones sonrió.

Y él nada perezoso la llevó a la cama para hacerle el amor. Al diablo con la tormenta.

—Tranquila, creo que lo peor ya ha pasado. Son tormentas de invierno de frío y lluvia—le explicó él mientras la ayudaba a quitarse el vestido.

Arabella secó sus lágrimas, pues todavía le duraba el susto.

—Tuve tanto miedo, Lawrence—le confesó.

Él secó sus lágrimas y la abrazó con fuerza.

—Preciosa, ya pasó, tranquila, ven aquí…—le dijo al oído—volví y estoy bien.

Arabella sonrió y él la envolvió entre sus brazos y le dio un beso ardiente y apasionado.

Y mientras hacían el amor ella lloró y le dijo que lo amaba.

—Te amo más que a mi vida, Lawrence.

Y esas palabras salieron de su corazón, de su alma. Amaba a su esposo, a pesar de que al comienzo su matrimonio había sido tormentoso o tal vez por eso mismo.

Él se puso serio y la besó.

—Y si algo te hubiera pasado yo…

—Nada me ha pasado, preciosa. Ven aquí. Tranquila.

Cuando hacían el amor ella sentía que él la amaba pero necesitaba tanto saber que era así, oírlo de sus labios. No le alcanzaba con que fuera cariñoso y apasionado, quería tener la certeza. Que la amara como había amado a Caprice, que la amara tanto que sufriera la angustia que ella estaba sintiendo al pensar que podía perderla. Que se volviera loco de celos, que se volviera loco de amor por ella.

Pero debía tener paciencia y dejar de obsesionarse con el amor, el amor era como una flor que crecía y florecía muy lentamente. No podía apresurarse ni… él debía amarla, era su esposa, su mujer ahora y en la intimidad era tan apasionado. A pesar de su inexperiencia era algo que sentía en su corazón, en su piel.

Y ese día se quedaron en su habitación, almorzaron y se durmieron una larga siesta. Arabella tenía mucho sueño y luego de hacer el amor de nuevo cayó rendida, sin poder moverse.

En un sueño profundo, en sus brazos.

 

La sombra de Caprice

Pero la lluvia duró días y la propiedad quedó cubierta de agua y aislada. Fue entonces que Arabella comenzó a sentirse mal, mareada y su esposo no tardó en notarlo.

Una mañana mientras desayunaban en el gran comedor la notó muy pálida.

—Estoy bien, querido—respondió ella evasiva.

Pero los malestares continuaron y esa tarde, cuando se levantaba de la siesta tuvo un mareo tan fuerte que de no haber estado su marido cerca habría caído al piso.

—Arabella, ¿qué tienes?

Su esposo se desesperó y envió a buscar un médico de inmediato.

Pero este tardó en llegar un montón de horas pues los caminos estaban inundados.

Cuando llegó el pobre hombre tenía los zapatos y pantalones embarrados.

Sir Lawrence estaba muy alterado diciendo que su esposa sufría mareos y estaba muy pálida. Tenía náuseas y…

Cuando supo los síntomas y la examinó y le hizo preguntas supo la verdad.

Su marido entró en la habitación sin golpear, con la mirada encendida por la rabia y los celos.

—¿Qué tiene mi esposa, doctor?—preguntó alarmado.

Arabella se puso muy colorada y luego sonrió.

Al menos ya no estaba tan pálida.

—Su esposa está esperando un bebé, sir Lawrence. Enhorabuena. Lo felicito.

El caballero se quedó tieso, no podía creerlo y luego, al comprender que era verdad se acercó y la abrazó.

Y cuando se quedaron a solos para conversar él le preguntó por qué no se lo había dicho.

Ella dijo que no estaba segura.

—Fue Dolly quien lo sospechó porque hacía varias semanas que no tenía la regla—le respondió.

Su esposo la abrazó y le dio un beso ardiente y apasionado. Sus noches de amor habían dado su fruto y ahora tenía un bebé en su vientre.

Él acarició su cintura y se puso serio.

—Quédate aquí, no te muevas. Debes cuidarte y no quiero que des caminatas ni que salgas en carruaje.

Arabella sonrió emocionada.

Un hijo. Llevaba un hijo suyo en su vientre. Nadie más diría que era una esposa estéril como habían insinuado sus familiares.

Dolly fue la primera en felicitarla.

—La felicito, lady Arabella. Qué estupenda noticia—dijo.

La joven se sonrojó.

—Arabella, quédate acostada—insistió su esposo.

Él comenzó a cuidarla más que antes, la miraba distinto y ya no sufría esos celos ni malhumores. Al contrario, todos los días estaba de mejor humor, alegre, a pesar de que todavía persistían los daños de la tormenta y era necesario reparar techos y demás.

Su vida cambió luego de decirle que estaba esperando un bebé.

Arabella se sentía en las nubes.

No le importaba tener que renunciar a las fiestas y paseos  matinales.

Tenía que cuidar a su bebé y por eso, se quedó muy quieta las primeras semanas.

Lo único que extrañó fue que su marido dejara de tocarla y que durante días se durmiera abrazado a su lado pero sin intentar besarla ni muchos menos hacerle el amor.

Suponía que era por el bebé.

A pesar de que su madrina le había explicado que eso no impedía que tuvieran intimidad al parecer él prefería esperar.

Pero tampoco podía quedarse todo el día acostada y un día, decidió dar un pequeño paseo por los jardines aprovechando el buen tiempo.

Dolly la acompañó y aprovechó que su marido había salido temprano al pueblo a hacer unas diligencias.

Acababa de escribirle a su madre para darle la noticia y también a sus primas.

Le sobraba el tiempo cuando decidió dar un paseo por los jardines. Sólo saldría un momento a tomar aire.

Pero cuando llegaba a las escaleras tuvo una visión inquietante y se detuvo.

No muy lejos de allí había una sombra deslizándose hacia el piso superior sin detenerse. Arabella se asió a la barandilla mientras luchaba por no gritar porque sabía lo que era: era el fantasma de Caprice acechándola.

Maldita sea. Esa fantasma debía sentir celos de ella ahora que iba a tener un bebé y por eso…

Cerró los ojos al instante y respiró hondo para que la visión se fuera. ¿Acaso lo había imaginado todo?

Pero al abrir los ojos la sombra estaba allí, inmóvil en el piso superior y ese algo fantasmal la miraba desde la penumbra, la observaba.

Entonces escuchó la voz de su fiel doncella y dio un respingo.

—Lady Arabella, ¿qué ocurre? Señora, no debe usted abandonar su habitación.

La joven dama miró a Dolly con una mezcla de alivio y reserva.

—Sólo iba a dar un paseo, querida Dolly, aprovechando el buen tiempo. Por favor, llevo días encerrada. Necesito tomar aire.

Los ojos oscuros de Dolly la miraron con creciente alarma.

—Pero el marqués se disgustará, lady Arabella. Por favor, regrese a su habitación. Está en estado y no puede bajar las escaleras.

Arabella frunció el ceño desafiante.

—Ven conmigo, Dolly. Sólo será un paseo por los jardines. Mi esposo no regresará hasta la noche.

—Bueno, justamente iba a hacerle compañía. Traje una novela de la biblioteca para leerle, seguramente le gustará.

Arabella vaciló.

—El médico dijo que podía dar paseos si me sentía bien. Por favor, Dolly, acompáñame.

Su doncella no supo qué hacer. Se sintió acorralada.

Entonces su señora le habló del fantasma de Caprice al final de las escaleras, en el piso superior.

—La vi recién, estaba allí.

Dolly se puso pálida.

—Pero no hay nada ahora, lady Arabella. Debió ser una sombra. Está muy oscuro aquí—le explicó—Mire, no hay nadie ahora, ¿lo ve?

La joven dama miró hacia el lugar en cuestión y lo encontró vacío.

—Estaba allí recién, yo la vi Dolly. Era una sombra oscura que me miraba.

Cuando su doncella quiso convencerla, lady Arabella se alejó hacia las habitaciones de Caprice, hacia la sombra. Lo hizo porque sabía que su doncella correría tras ella.

—Lady Arabella, por favor—chilló esta—No vaya allí. El lugar es peligroso.

Dijo algo de la tormenta pero puesto que no podía ir a dar un simple paseo por los jardines iría a ver por qué ese maldito fantasma no la dejaba en paz. ¿Qué quería decirle? ¿O sólo estaba celosa de que estuviera esperando un hijo de Lawrence?

A sus espaldas oyó la voz de Dolly.

—Lady Arabella, por favor.

La doncella estaba histérica y no vaciló en correr al ver que su señora se acercaba a un lugar peligroso.

—No se acerque allí por favor, luego de la tormenta hubo un derrumbe. Lay Arabella.

Al oír eso la joven se detuvo y la miró. Dolly corrió a su lado con desesperación.

—No se acerque a ese lugar, por favor. Regrese conmigo, lady Arabella.

Estaba al borde de las lágrimas.

Pero la dama no la escuchaba, sus ojos estaban fijos en el fantasma de Caprice, estaba allí, su imagen apenas visible, su cabello rubio estaba suelto y llevaba un vestido color esmeralda muy bonito pero lo que más atrajo su atención fueron sus ojos. Su mirada maligna estaba fija en ella como si la odiara. La miró así un instante y luego se alejó para que siguiera su fantasmal presencia, guiándola hacia el centro. Allí donde el piso había sufrido los reveses del temporal anterior y la madera se había roto al pudrirse de forma inexplicable. Todo era peligroso y los sirvientes habían dejado todo cerrado con llave, Dolly no entendía cómo fue que su señora pudo entrar pero en su desesperación comenzó a gritar pidiendo ayuda al ver que su señora iba derecho al precipicio y no la escuchaba.

—Lady Arabella, no vaya allí, el piso está podrido y se caerá.

La joven se detuvo y la miró.

—Caprice dice que quiere mostrarme algo—respondió.

Su mirada era distinta, parecía en trance y entonces cayó, pero Dolly la atajó a tiempo de que se diera contra los muebles de la habitación porque los tablones del piso estaban levantados y rotos y Arabella no los vio. No la escuchaba, era como si el fantasma de Caprice la hubiera embrujado porque tardó bastante en reaccionar, en comprender lo que ocurría.

—Dolly estoy bien, deja de gritar, me aturdes—dijo entonces y luego dijo que le dolía el pie.

—Creo que me he torcido el tobillo, me duele.

Un grupo de sirvientes llegó entonces y la ayudaron a regresar a su habitación.

—Estoy bien, Dolly. Qué exageración—se quejó Arabella mientras la llevaban en brazos hasta su habitación.

Una de las parteras estaba preocupada por lo que pudiera pasarle al niño y preguntó varias veces cómo había sido la caída.

Arabella se asustó al comprender lo que pasaba, ese tropezón pudo costarle caro, pudo perder a su bebé y entonces lloró y tuvo una crisis de nervios.

—Ella estaba allí, dijo que quería mostrarme algo. La vi en esa habitación—exclamó.

 Dolly le dio un vaso de agua.

—Todo pasó lady Arabella, y está a salvo ahora pero no puede regresar a esas habitaciones, fueron dañadas por la tormenta. Ahora beba esto, le hará bien. Llamaremos al doctor para que la revise. Ahora debe quedarse quieta aquí.

Cuando las criadas y la partera se marcharon de la habitación pudieron hablar a solas.

Arabella lloró, no pudo contenerse estaba muy nerviosa y por más que su doncella le dijera que debía aguantarse estaba temblando. Acababa de ver el fantasma de la esposa difunta de su marido, Caprice, la mujer que tanto la había obsesionado desde su llegada a Wensthwood y se preguntaba si no sería su imaginación o todo había sido real. ¿Acaso había sufrido alucinaciones?

Entonces miró a su doncella y le dijo: —

Dolly, estaba allí, yo la vi. ¿Tú la has visto? Dime la verdad por favor. ¿Es que estoy volviéndome loca?

Dolly asintió.

—Lady Arabella, no se atormente así. Yo también la he visto pero ya sabe, su esposo nos prohibió mencionarlo, no quería que usted se asustara o… pero luego de su muerte, al poco tiempo. Pero era en ocasiones, no siempre.

—Siempre he sentido su presencia aquí, desde que llegué. Pero nunca la había visto como la vi hace un momento. Dolly, ¿tú crees que está furiosa porque estoy esperando un hijo de mi esposo y siente celos? No me engañes, sospecho que quiso que perdiera a mi bebé, por eso me atrajo hacia ese lugar de la habitación, quería que tropezara y luego…

—No piense eso, Lady Arabella.

—Es la verdad, Dolly. Deja de engañarme, de hacerme creer que tu antigua señora era una santa porque no es verdad.

Dolly se quedó callada. No tuvo el valor de desmentirlo. Al final la verdad siempre salía a la luz, o era lo que siempre decía su padre y tenía razón. La verdad no podía ocultarse, la verdad era algo muy poderoso y sabía que durante mucho tiempo la historia de Caprice había estado llena de mentiras.

Sobre ella se había tejido una especie de leyenda trágica.

La esposa atormentada y triste, forzada a un matrimonio de conveniencia, soportando sus celos en silencio, como una mártir. Hasta que un día decidió poner fin a su calvario.

Sir Lawrence fue señalado como el culpable por la muerte de su esposa. Él la había empujado a cometer ese suicidio. Porque Caprice era un ángel y él un demonio. No soportó más sus celos y mal carácter y ella decidió lanzarse al mar, esa helada mañana de invierno.

Pero Dolly sabía la verdad.

Era la única que conocía a Caprice en profundidad y a pesar de que los criados sospechaban la verdad, sólo ella podía decir a ciencia cierta cómo habían ocurrido las cosas.

—Lady Arabella, tiene razón. Era Caprice. Yo la vi—dijo entonces Dolly sosteniendo su mirada.

—¿Entonces no lo imaginé? ¿Pero por qué quiere hacerme daño, Dolly? Ella odiaba a mi esposo.

Dolly pestañeó inquieta.

—Al principio sí, su familia la obligó a esa boda lady Arabella. Pero luego…  él la amaba, es verdad. La adoraba y quería conquistar su corazón. Y quiero que sepa que su esposo no era tan celoso como dicen, y era mentira que la encerraba en su habitación. Era ella quien se encerraba para pintar y estar a solas. Caprice era una mujer que sufría problemas mentales, lady Arabella. Era muy cambiante. Y creo que es tiempo que sepa la verdad. Nadie la conoció como yo, ni estuvo tan cerca. Pero hizo cosas que lastimaron a sir Lawrence, que lo desilusionaron. Él se casó muy enamorado, adoraba a Caprice y la creía un ángel como los demás. Todos la llamaban así. El ángel de Devon. Y una parte de ella lo era pero tenía secretos. Oscuridad. Yo no sabía por qué hacía esas cosas. Por qué parecía disfrutar haciendo pequeñas maldades, pensé que era una dama inmadura y caprichosa. Pero no era eso. Creo que ella sufría de los nervios y también… de repente su ánimo se volvía distinto y hablaba y era como si te hablara otra persona. No era la dama de quién todos decían era un ángel—hizo una pausa y suspiró—Quedó embarazada luego de la boda, casi enseguida y entonces… todo era felicidad. Caprice dijo que nunca había sido tan feliz. Pero luego, comenzó a dar paseos en la mañana porque entonces le atacaban los nervios. Comenzaba a pensar cosas malas. Ella misma me lo decía. Sabía cuánto deseaba su marido un hijo, lo feliz que estaba y en vez de cuidarse… Daba largas caminatas y corría. Hasta que lo perdió. Hizo todo por perderlo. Luego se mostró desconsolada y deprimida. Estuvo meses así. Tal vez porque se sentía culpable.  Luego volvió a quedar embarazada al tiempo y en vez de estar feliz, una noche me confesó que odiaba tener intimidad con su esposo, que era un tormento espantoso y que nadie la había preparado para eso. Lloró al confesarme que era muy desdichada y que por más que se esforzara en ser una buena esposa, no podía soportar la intimidad porque él… era muy ardiente y siempre quería hacerlo—Dolly se sonrojó.

Arabella suspiró.

—Continúa Dolly, dime qué pasó luego  por favor. Necesito saber la verdad—dijo.

—Pasaron los meses y Caprice volvió a quedar encinta y dijo que era feliz. No por el bebé sino porque significaba que su marido no volvería a tocarla. Me sentí horrorizada al escuchar eso porque hablaba con tanta frialdad.  Pero ella era muy inquieta y nerviosa, no soportaba quedarse en cama todo el día ni hacer reposo. Y cuando estaba por llegar al tercer mes de embarazo, lo perdió. Al parecer eran los nervios. Su esposo encontró una carta misteriosa dirigida a su esposa. Un primo de Caprice.

—¿Entonces ella tenía un amante? No puedo creerlo.

—Es que en el pasado ellos habían estado enamorados pero la familia no aprobó la boda porque el primo de Caprice era pobre. No tenía fortuna para poder casarse. Sin embargo al parecer ella lo amaba y luego de su casamiento con sir Lawrence comenzaron a escribirse en secreto. A verse. Pero no pasó algo más. Sin embargo cuando sir Lawrence leyó una carta de Caprice a su primo Peter se sintió muy molesto y celoso. Porque por más que no pasara algo físico ella le decía que lo amaba. Fue una indiscreción, una tontería. Porque no era más que un amor de juventud, una fantasía romántica. Caprice fue imprudente y también cruel y se arrepintió porque él no le perdonó eso. La maldita carta le rompió el corazón y luego, su carácter cambió. Tuvieron una discusión fuerte, ella acababa de perder su segundo embarazo y estaba con esa otra personalidad oscura como le decía yo. Y la discusión de ese día fue espantosa. Yo estaba presente y quise alejarme, lo hice pero los gritos de Caprice se oyeron a la distancia. Ella le dijo sin reparos que la habían obligado a esa boda, que nunca lo había amado y que estaba harta de sus celos. Dijo otras cosas muy hirientes para un hombre, lady Arabella, dijo que la intimidad era un tormento para ella y que quería separarse. En un momento lo dijo. Cuando se hartó de lastimarlo dijo que se iría—Dolly hizo una pausa y suspiró—Sir Lawrence tenía orgullo y dijo que no la retendría y que ella no era el ángel que todos decían sino un demonio. Le dijo la verdad en la cara. Y Caprice, acostumbrada a ser adorada, a tener siempre su afecto se sintió tocada, herida. Porque creo que algo lo amaba, no como amaba a ese primo que había sido su primer amor, pero sí quería a su marido. Pero no pudo con sus demonios y se marchó. Tomó sus cosas, se llevó las joyas que él le había obsequiado, sus vestidos y abandonó la mansión. Quiso que la acompañara, me lo pidió… pero este es mi hogar, lady Arabella y no me agradó lo que oí ese día. Sir Lawrence no merecía eso. Él la adoraba, yo fui testigo de eso, de lo bueno y paciente que era con sus cambios de humor y su frialdad. Siempre esperando conquistar su corazón, tan ciego de amor pero luego de ese día algo cambió en él. Algo se rompió. Se sintió muy defraudado, insultado, despreciado. Se sintió como un tonto enamorado con el que su esposa había jugado. Engaño, mentiras, traiciones… fue demasiado para él.

—¿Entonces Caprice se fue, lo abandonó?

—Sí, lo hizo. Y él dejó que se fuera, no hizo nada por retenerla ni se quejó de que se llevara las joyas y algunos muebles. Hasta dijo que le daría dinero para que no pasara necesidades a condición de que regresara con su familia, por supuesto. Pero Caprice dijo que su familia no la recibiría y que se iría a vivir con su tía Amanda en el campo, en Suffolk. Pero luego de su partida el señor se desesperó. A pesar de sentirse herido, todavía la amaba y pensaba que era su esposa y no podía abandonarlo. Y haciendo a un lado su orgullo le escribió y le pidió que regresara, le rogó que volviera. Caprice no respondió a sus cartas pero un buen día regresó. Seis meses después volvió y le pidió perdón. Lloró y dijo que lo lamentaba. Parecía otra persona y me pregunté si en ese tiempo algo la había curado de su personalidad maligna. Si acaso algún doctor le había dado algún calmante, no lo sé. Eso creí entonces. Sir Lawrence estaba feliz de su regreso sí, pero noté que estaba más frío con ella y luego, ella decidió instalarse en los aposentos del segundo piso porque dijo que quería pintar y tener soledad para sentirse mejor. Eran dos extraños, lady Arabella, tan alejados el uno del otro.

Noté que el cambio de Caprice era sólo una fachada y que bebía oporto y un tónico que le había recetado su doctor para los nervios. Con ese tónico ella dormía la noche entera y despertaba cerca del mediodía y luego durante el día parecía como atontada.  Me pidió que fuera su doncella y acepté. Como una tonta creí que podía hacer que ambos se reconciliaran, que dejaran de estar tan alejados porque sabía cuánto la amaba sir Lawrence y… creo que entonces me engañaba como los demás. Ninguna mujer sensata abandona a su marido por seis meses. Pero pensamos  que su arrepentimiento era sincero y que con el tiempo las cosas cambiarían. Sin embargo un día la encontré llorando con una carta en sus manos y le pregunté qué le pasaba. La señora me miró y no dijo nada, guardó la carta y me la dio. Durante mucho tiempo fui su confidente y ella confió en mí su nueva angustia. Estaba embarazada, lady Arabella. Porque luego de abandonar a su esposo su primo fue a verla y quiso convencerla de que dejara a su marido y se fueran a otro país. Pero ella no quería ser la esposa de un hombre pobre, lo amaba sí pero no lo suficiente. Entonces no lo vi lady Arabella, no entendía por qué Caprice estaba tan angustiada. Debía estar feliz, pues había regresado con su marido y ahora tendrían un hijo.

—¿Entonces el hijo no era de mi esposo sino  de su primo?

Dolly asintió.

—Yo no lo adiviné entonces, y traté de consolarla, pero ella se rió de mí. Dijo que era una completa tonta. Claro que el  hijo no era de su marido porque él no la había tocado en más de ocho meses luego de esa pelea y ahora tenía más de tres meses de preñez. Había dormido con su primo algunas veces porque se fue a vivir con él y luego lo abandonó porque estaba harta de pasar estrecheces, primero en casa de su tía solterona y luego con Peter, su primo. Y su lugar estaba al lado de su marido dijo. Por eso regresó, porque todavía era la señora de Wensthwood y siempre lo sería—Dolly hizo una pausa y miró a Arabella.

—Ella nunca fue un ángel, lady Arabella, usted sí lo es. Es tan buena que siento rabia de que ese fantasma haya querido hacerle daño—dijo.

—¿Entonces crees que Caprice me odia?

Su doncella asintió.

—Ella perdió el amor de su esposo, señora, porque luego de ese día, cuando supo que estaba esperando un hijo quiso acercarse a él pero su esposo no le había perdonado su abandono, su maldad. Nada volvió a ser como antes y era como si intuyera que tenía un secreto. Caprice me lo dijo. Estaba perdida. Él no quería tener intimidad, por primera vez la rechazó cuando ella quiso besarlo. Sus intentos por recuperar su cariño fracasaron y su estado comenzó a notarse. Le aconsejé que le dijera la verdad a su marido, que él entendería.

Pero pasó el tiempo y las cosas no mejoraron y ella no quiso decirle. “Sólo hay una salida ahora, Dolly, debo regresar con mi tía y tener a este bebé y darlo en adopción. Demonios. No puedo creerlo, hice de todo para perderlo y sigue allí prendido. No puede nacer, es el hijo del pecado” dijo en una ocasión. Le confieso que me sentí enferma cuando oí eso, señora. Quedé horrorizada de que confesara que intentó perderlo y que no quería que su hijo naciera. Pensé que debía hacer algo para ayudar a esa criatura—los ojos de la doncella se llenaron de lágrimas—lo intenté y en mi desesperación hablé con la señora Mel, el ama de llaves. Le conté lo que pasaba pero ella no se sorprendió, ya lo sabía. “No puedes decirle a sir Lawrence, muchacha, no es asunto de nuestra incumbencia”. Así que no dije nada. Quise decirle al señor, pedirle que la perdonara, interceder por ese bebé que era una criatura inocente pero la señora Stuart me prohibió que dijera algo, dijo que eran cosas de marido y mujer y que si llegaba a contar esto a alguien me despedirían. Entonces hablé con Caprice, desesperada le dije que hablara con su marido, que le dijera la verdad. Que él la perdonaría. No quiso escucharme. Entonces su marido la vio en su habitación mientras tomaba un baño, ella no podía seguir ocultando su embarazo. Sufrió una fuerte impresión al comprender lo que pasaba. Creo que supo de inmediato que ese hijo no podía ser suyo. Pienso que él quiso acercarse a su esposa, tratar de hacer las paces, no sé, algo fue lo que lo impulsó a ir a su habitación. Pero cuando la vio vistiéndose ella se asustó.

Mi señora se puso pálida y quiso hablar pero entonces, fue muy raro todo. Ella no dijo palabra y él sólo la miró sin decir nada. Pero también lo vi palidecer y sus ojos, sus ojos lo decían todo. Sin embargo él no la acusó ni le preguntó de quién era el niño, ni cuánto tiempo llevaba de embarazo. Sólo que adivinó que no era de él, no podía ser de él, hacía meses que no tocaba a su esposa.  Caprice se desesperó y dijo que no podía quedarse en Wensthwood ahora que su marido sabía la verdad. Le dije que hablara con su marido que le pidiera perdón. Que él comprendería porque era un hombre muy bueno y la amaba. No quiso escucharme. Estaba furiosa y también asustada. No quería tener ese hijo ni tampoco marcharse de la mansión porque no quería pasar privaciones. Así que se quedó y su embarazo siguió su curso. Sir Lawrence decidió aceptarlo, y pidió que viniera un doctor para examinar a su esposa. Estaba preocupado por ella y nos pidió que la vigiláramos pues no quería que escapara ni que hiciera una locura. Creo que él entendió que su situación era difícil y por eso, hizo a un lado su orgullo herido y su honor mancillado y habló con Caprice. Le dijo que ese niño sería suyo y debía cuidarlo. Mi señora sonrió, lloró y le pidió perdón. Creo que entonces comprendió que él la amaba de verdad y que ella le había fallado otra vez y sin embargo, la perdonaba—Dolly se emocionó al recordar—Sir Lawrence le pidió que regresara a su dormitorio pero Caprice le pidió un tiempo más porque esos días no se sentía muy bien. Cuando el médico vino dijo que el embarazo iba bien y que el niño nacería en cinco meses. Creo que entonces Caprice comenzó a entender lo afortunada que era y trató de cambiar, de ser una buena esposa. Debía estar agradecida en vez de quejarse tanto…

—¿Y qué pasó con ese niño, Dolly? ¿Por qué no está aquí en Wensthwood?

Dolly demoró en responderle.

Miró a su alrededor.

—Murió lady Arabella… nació antes de tiempo, porque ella había perdido otros embarazos y eso... el doctor dijo que el niño estaba débil pero no es bueno mencionar detalles. Sólo le diré que su esposo quedó devastado y ella también, se sintió muy culpable. Y eso los separó, creó un abismo entre los dos y agobiado por el dolor sir Lawrence se fue a Londres, dijo que por negocios, estaba muy mal y no tenía consuelo. Su matrimonio no era más que una fachada y entonces ocurrió la tragedia. Fue tan inesperado, tan triste… días antes Caprice me dijo que quería irse de aquí, que ya no soportaba Wensthwood pero no creí que hablara en serio. Entonces ocurrió la tragedia y desde entonces su fantasma no tiene descanso, lady Arabella y su esposo nos prohibió hablar de Caprice. Quitó su retrato y guardó todas sus pertenencias y pidió a sus familiares que se las llevaran, pero ellos no quisieron así que todo quedó cerrado en el ala sur, donde ella vivía encerrada.

Arabella quedó impresionada con la trágica historia de Caprice, tanto que lloró pero sus lágrimas no eran por ella en realidad sino por su esposo y porque ahora comprendía su forma de actuar. Su anterior esposa lo había lastimado, traicionado y al final, su muerte había sido el último dolor, su abandono, una forma muy cruel de despedirse.

Ahora entendía por qué nadie podía nombrarla.

No había sido el amor sino todo lo que sufrió por su causa. Podía entender que ya no confiara en nadie y que fuera tan reacio a casarse, a enamorarse. A entregarse por completo a ella como tanto deseaba.

—Entonces, ¿tú crees que él nunca me amará, Dolly?

Su doncella la miró espantada.

—No diga eso, lady Arabella, por favor, no es así. Él la ama sí, pero debe entender lo que sufrió para poder comprenderle mejor. Y también para que sepa que Caprice no era la esposa perfecta ni una santa. Muchas veces quise decirle, señora, pero el señor me lo prohibió, él no soportaba que hablaran de ella, quería olvidar y recomenzar, borrar su recuerdo y también su dolor. Pocos saben del suicidio, dijeron que había muerto de fiebres y por supuesto que lo del bebé fue un secreto.

Arabella se quedó pensando en toda esa historia tan trágica y triste, y sintió pena, no pudo evitarlo. Le costaba entender la personalidad de Caprice, su forma de proceder. ¿Por qué no fue feliz al lado de un hombre que la adoraba? ¿Por qué perdía los embarazos? ¿Odiaba a Lawrence al punto de que prefirió abandonarlo por seis meses y luego terminó su vida de forma tan trágica? Pero Dolly le había revelado que Caprice sufría de los nervios y perdía los embarazos por no cuidarse. Lo hacía a propósito y cuando realmente quiso tener a su último hijo, cuando se cuidó para no perderlo, había ocurrido la desgracia.

—Lady Arabella, no se atormente con esa historia, olvide lo que pasó. Caprice está muerta y su fantasma no puede hacer daño, sólo está allí, nadie sabe  por qué. Usted no se parece en nada a ella y sé que ama a su esposo y quiere ser feliz. Eso es lo más importante. Caprice es un fantasma del pasado, una historia que debe olvidar. Y le ruego que no regrese a sus aposentos, ni aunque vea diez fantasmas de Caprice.

—No lo haré, Dolly. Gracias, tú… me has ayudado tanto, no sé cómo agradecerte.

Dolly sonrió.

—Es mi deber cuidarla lady Arabella y ha sido un placer hacerlo.

Un sonido en la puerta puso fin a la conversación.

El doctor Evans entró con expresión muy seria, alarmado preguntó qué había pasado. Cómo había sido la caída.

Arabella le dijo la verdad y él examinó su tobillo izquierdo.

—¿Puede girarlo y moverlo Lady Arabella?—quiso saber.

Ella asintió.

—Me duele un poco.

—Le pondré una venda y se quedará unos días a quietud para que baje la hinchazón. Creo que es más por la herida porque no veo luxaciones. Me preocupa más el bebé. Voy a examinarla.

Dolly la ayudó con el vestido y el médico observó que su vientre comenzaba a crecer.

—¿Ha sentido dolor o sangrado?—preguntó.

—No doctor, estoy bien. Sólo tengo sueño y estaba un poco cansada de estar encerrada y quise dar un paseo.

—Bueno, todo parece estar bien. Los latidos son normales. No hay sangrado ni dolor. Pero deberá quedarse unos días hasta que baje la hinchazón. Debe estar alerta ante cualquier dolor o sangrado, lady Arabella—le advirtió el doctor.

El médico le recomendó quietud nuevamente y la joven dama suspiró aliviada.

—Mi bebé está bien Dolly, tuve tanto miedo.

Su doncella sonrió y el doctor estaba listo a marcharse cuando ella lo detuvo.

—Doctor, aguarde… necesito hacerle una pregunta delicada.

Él la miró intrigado y la joven se puso colorada como un tomate mientras le preguntaba si podía tener intimidad con su esposo.

—Por supuesto que sí, lady Arabella. Siempre y cuando no tenga dolor o molestia, por supuesto.

Ella sonrió y asintió. Tuvo que vencer la vergüenza que sentí pero pensó que valía la pena.

—Lo que me preocupa es que tenga dolores en el vientre y si nota que su vientre se endurece con frecuencia, pues debe tener cuidado—le advirtió el doctor—de todas formas deberá quedarse unos días más en cama lady Arabella, por su tobillo. Y luego deberá cuidarse de las escaleras. No es conveniente que suba y baje escaleras y los paseos deberán ser cortos. Es decir, puede quedarse en el jardín sentada una hora si desea pero no caminar durante más de veinte minutos.

Las instrucciones fueron muy precisas pero a ella no le importó. Su bebé estaba bien y podría decirle a su esposo que ya podían tener intimidad. Se moría por estar entre sus brazos…

Lawrence entró en su habitación poco después. Se veía tan angustiado, nervioso.

—Arabella, ¿estáis bien? Dios mío. El doctor Evans dijo que no era algo de cuidado pero… ¿Qué pasó? Dime la verdad.

La joven miró a su doncella y vaciló. No estaba segura de que querer hablar de Caprice pero su esposo estaba nervioso.

—Lo siento mucho Lawrence, es que quería dar un paseo por los jardines y en un momento, cuando salía de la habitación vi el fantasma de Caprice en el segundo piso y fui a ver.

Cuando el caballero escuchó el resto de la historia sintió que se le helaba la sangre y casi maldijo en silencio. No podía creerlo, pero Dolly era testigo, vio como el fantasma de su esposa muerta arrastraba a Arabella hacia el piso que estaba roto.

—Pero esas habitaciones estaban cerradas, ¿quién las abrió? Ordené que fueran cerradas con llave—se quejó.

Dolly no supo qué decir.

Lawrence tomó las manos de su esposa y las besó.

—Dolly, ve por favor, necesito hablar a solas con lady Arabella ahora.

La doncella obedeció y se alejó con rapidez.

Ella pensó que su marido iba a retarla y tembló. Sabía que no debía ir allí.

—Arabella, escucha, yo no creo en fantasmas ¿sabes? sin embargo he oído que allí hay uno, en sus habitaciones. Pero antes de que esto continúe debes saber algo.

Arabella contuvo el aliento.

—Hace tiempo os dije que mi boda fue concertada, pero eso no fue del todo cierto… estuve muy enamorado de Caprice, pensaba que ella era un ángel pero luego descubrí su verdadera esencia. Ella no fue una buena esposa, tenía mal carácter y luego… las cosas en nuestro matrimonio empeoraron al punto de que descubrí que estaba esperando un hijo de su primo. Su gran amor de soltera. Creo que esta será la última vez que hable de Caprice y no me agrada hacerlo. Habría deseado que no te enteraras, pero tampoco deseo que te hagas una imagen falsa de algo que no fue.

Y su esposo le contó la verdad, le habló del dolor que sintió cuando descubrió que su esposa estaba esperando un hijo de otro hombre y luego, él, lo aceptó porque el niño era inocente. Quería darle su nombre y criarlo, pensó que luego las cosas mejorarían con su esposa, que con el tiempo podría perdonarla. Estaba dispuesto a hacerlo pero ella… se suicidó.

—No soy culpable de su muerte, preciosa. No lo soy. Pero durante años la sombra de la tragedia de ese día me ha perseguido. Todos pensaron que la pobre Caprice que era un ángel y que no pudo sobreponerse a la pérdida del bebé y que yo no fui un buen esposo. Lo cierto es que lo que causó su muerte fue una carta que recibió de su prima Betsy. Hermana de Peter, su amante diciéndole que su hermano se había casado en secreto con una rica heredera de Londres. Eso la destrozó. Porque al parecer Caprice deseaba retomar su romance y fugarse con él y le escribió una carta pidiéndole ayuda, inventó cosas sobre nosotros que no eran ciertas, y cuando leí esa misiva me sentí indignado, herido… fui un maldito juguete para Caprice, un tonto que cayó en su hechizo y hasta el último momento jugó conmigo y se burló de mis sentimientos. Cuando decía que trataría de ser una buena esposa, que lo intentaríamos y me daría hijos, ella le escribía a su amante pidiéndole ayuda. Pero él no contestó ni una de sus cartas. El gran amor que decía sentir por ella se esfumó luego de tener lo que deseaba, luego de arruinar nuestro matrimonio aunque ella también es culpable de eso. Lo cierto es que Peter fue más vivo y decidió seducir a una rica heredera soltera de Londres y forzar una boda que su familia no aprobaba. La abandonó. Y entonces Caprice no pudo soportarlo y se suicidó. Su vida había terminado, así lo dijo en una nota de ese día. Tuve que decirle la verdad a la policía y les pedí que fueran discretos porque no quería que ensuciaran la memoria de mi esposa. A pesar de todo, fue muy desdichada sí, pero ya bastante me había hecho sufrir, no quería que luego hablaran. Preferí que pensaran que fue por la pérdida del bebé. Pero durante mucho tiempo tuve que luchar con esto y quise enterrar toda esta historia. No lo hice bien. Debí hacer algo con las habitaciones que ocupó antes de morir, debí quitar los muebles, deshacerme de sus pinturas y sus cosas pero no tuve valor, preferí dejar todo cerrado con llave y hacer de cuenta que no existía. Arabella, preciosa, no estoy enojado porque quisieras dar un paseo hoy, el médico dijo que podías, tampoco por sentir curiosidad pero creo que debí decirte la verdad mucho antes para que dejaras de imaginar que todavía amaba a Caprice. Debí hacerlo, pero es que todo esto fue muy doloroso para mí, tardé mucho en superar mi dolor y decidirme a buscar una esposa. Me sentía solo, con el corazón destrozado y tu mirada tan dulce, tu sonrisa me hechizaron, Arabella. Y tú eras tan distinta a Caprice, tan buena e inocente, con el corazón puro. Por eso te escogí. Ni Beatrice, ni las damas que me habían presentado ese verano te llegaban a los tobillos. Y al tiempo de conocerte decidí que quería hacerte mi esposa y hablé con tu padre pero… no quería que me odiaras por forzarte a consumar nuestro matrimonio, tú no estabas listas para la intimidad. Lo supe en nuestra noche de bodas y por eso, decidí darte tiempo a conocernos un poco más, a que tú estuvieras más madura. No me importaba esperar. Esperaría el tiempo necesario.

Arabella se emocionó al oír sus palabras.

—Me sentí tan rechazada entonces, pensé que era por Caprice—le confesó.

Él se acercó y la rodeó con sus brazos y la miró con intensidad.

—Caprice es parte de un pasado doloroso, preciosa, la dejé de amar mucho antes de su muerte y lamento que tú pensaras que todavía la amaba. Fue por orgullo que lo hice, no quería que supieras lo que me había hecho. Pero tú Arabella, eres la esposa maravillosa que siempre quise tener, tan dulce y compañera, tan hermosa, y quiero decirte que por primera vez me siento enamorado y correspondido, plenamente feliz porque tú eres un ángel Arabella, un verdadero ángel para mí que me rescató de la soledad y el dolor y jamás, jamás habrá otra mujer en mi corazón, sólo tú. Perdóname por haber sentido celos, por haber dudado de ti… tenía miedo, miedo a entregar mi corazón y fui injusto contigo. No debí dejarte encerrada aquella vez, lo lamento.

—Está bien, no importa…

Lawrence se puso serio.

—Yo te amo preciosa y quiero que nunca dudes de eso, por favor. Porque creo que me enamoré de ti el primer día que te vi y por eso quise hacerte mi esposa, casi te rapté pero luego, temí que no estuvieras preparada para ser mi esposa.

Arabella se emocionó al oír esas palabras, había esperado tanto ese momento, y poder tener la certeza de que la amaba, de que era la única en su corazón.

Y cuando la besó sintió ese beso tan dulce y apasionado mezclarse con sus lágrimas y el deseo de que le hiciera el amor.

—No llores preciosa, yo te amo—le dijo él—te amo tanto que daría mi vida por ti y quiero que… Sueño con pasar mi vida a tu lado y llenar Wensthwood de amor y risas, de niños corriendo por todas partes.

Ella secó sus lágrimas y sonrió.

—Y yo te amo Lawrence, tú eres todo para mí y saber que me amas… es que fui tan tonta al pensar que tú no habías podido olvidar a tu esposa y yo me muero por hacer el amor contigo, por favor. El doctor dijo que podíamos.

Su esposo sonrió.

—¿De veras te dijo que podíamos hacerlo?

—Sí.

Lawrence la besó y fue a cerrar la puerta con llave, luego se acercó a su esposa y sonrió.

—Arabella, mi amor, yo también me moría por hacerte el amor pero temía que… fue por el bebé, no quiero que nada malo le pase por favor.

—Lo sé, pero sólo una vez, extraño tanto estar en tus brazos, mi amor—le respondió dulce y apasionada.

Gimió al sentir que la desnudaba y la llenaba de besos y luego, en un instante la hacía suya muy lentamente. Luego supo que ese tiempo sin intimidad había sido un tormento para su esposo, él se lo dijo entre susurros mientras la hacía suya. Pero fue muy delicado, lo hizo casi con miedo, pero Arabella se estremeció al sentir que la llenaba con su virilidad por completo. Era suya, su mujer y la amaba, no podía creerlo. Era tan feliz. Le había dicho que la amaba y que Caprice sólo era un triste recuerdo del pasado y sabía que era verdad. Podía sentirlo mientras le hacía el amor. La amaba y volvió a llorar de la emoción. Nunca más volvería a dudar de su amor.

************

Pero el accidente que sufrió su esposa debía ser investigado y sir Lawrence habló con su mayordomo al día siguiente para investigar cómo fue que su esposa pudo ir al segundo piso siguiendo un fantasma.

Él se mostró sorprendido y horrorizado.

—Sir Lawrence, hemos visto al fantasma en otras ocasiones. No es la primera vez—replicó turbado.

—¿Y por qué nadie me avisó?

El mayordomo se mostró algo avergonzado.

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