Arabella

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Arabella

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—No queríamos preocuparle sir, además… al comienzo yo tampoco lo creía, pero las mucamas que aseaban esas habitaciones se quejaron de haber oído voces. Cantos. Caprice cantaba una canción a veces, una canción de cuando era niña y eso era lo que escuchaban. Pero sólo una doncella vio su fantasma recorriendo la habitación en una oportunidad. Pensé que se lo había inventado, no le creí una palabra.

—¿Y el día que mi esposa tuvo un accidente ese día también la vieron?

—Al parecer sí pero… quisieron avisarle a lady Arabella pero ella parecía como embrujada, si me permite la expresión. No oía y se acercaba al lugar donde el piso estaba roto.

—Señor Robert, no puedo entender cómo no se reparó ese piso, di órdenes al respecto. Además las habitaciones debían estar cerradas siempre, todos los días. ¿Quién cometió el descuido de dejarlas abiertas ese día?—replicó el caballero cada vez más alterado y furioso con todo ese asunto.

—No lo sé, sir Lawrence pero déjeme averiguar eso. Fue realmente penoso y…lo lamento mucho, sir. De veras que sí.

—Demonios, mi esposa pudo quebrarse una pierna o perder al bebé. Fue atraída por ese fantasma y sospecho que hay algo más detrás de todo esto.

 El mayordomo se marchó listo a investigar ese asunto.

En los días siguientes, un grupo de obreros subió al segundo piso para vaciar los aposentos de Caprice. Quitaron muebles, ropa, retratos y luego de hacerlo repararon el piso y pintaron las paredes. Lo dejaron como nuevo.

Las pertenencias de Caprice fueron llevadas a un orfanato del pueblo y sus ropas donadas a caridad al igual que sus joyas pues Arabella no quiso saber nada de usar algún anillo o collar de la dama fantasma. Demasiado daño le había hecho y no quería que quedara nada en Wensthwood.

Lawrence se preguntó por qué no lo había hecho antes, fue tan tonto. Prefirió dejar las habitaciones cerradas con llaves y mantener ese misterio absurdo. Nadie le advirtió que su esposa estaba tan obsesionada por Caprice, debió sospecharlo, debió decirle la verdad mucho antes. Casi ocurría una tragedia por culpa de la negligencia de sus mucamas. Pero no habían sido ellas… Y nadie la avisó del fantasma. Él no creía en fantasmas ni pensaba que uno de ellos pudiera hacer daño pero si era de Caprice… tenía sus dudas.

El mayordomo pidió hablar con él ese día, a media tarde.

Traía cara de disgusto y se veía viejo.

—Sir Lawrence, creo que sé quién dejó las puertas abiertas ese día, milord. Confieso que sospechaba de esa persona y ahora tengo las pruebas pero… me siento indignado y horrorizado pues se trata de una criada de su total confianza.

El caballero quiso que dijera su nombre.

—Alice Stuart, el ama de llaves, señor. Ella ha mantenido el fantasma de su antigua señora aquí, en Wensthwood…—dijo inquieto y le mostró una peluca rubia y un vestido color pastel—encontré estas cosas en su habitación. Ella se hizo pasar por el fantasma y además, tenía las cartas que usted le había escrito a Caprice.

—¿Qué?—sir Lawrence estaba muy sorprendido—¿Y por qué las tenía?

—No lo dijo, pero si confesó haber sido el fantasma que ha estado atormentado a todos en la mansión.. Ella lo confesó y creo que debe hacer algo con esa mujer. Está loca sir Lawrence.

El caballero no salía de sí del asombro.

—¿La señora Stuart lo hizo todo?

El mayordomo asintió con aire grave.

—Es que ella adoraba a Caprice, y creo que no tomó bien que el señor volviera a casarse y a pesar de que siempre fue amable con su señora esposa, creo que en el fondo la odiaba por ocupar el lugar de señora Caprice. Ella vino con su difunta esposa a Wensthwood, ¿lo recuerda, verdad? Y entonces nuestra ama de llaves falleció del corazón y ella ocupó su lugar. Era muy eficiente, lo es y me horroriza pensar que no me di cuenta ni sospeché nada… es que yo no creo en fantasmas sir Lawrence. Pero luego de interrogar a las mucamas una de ellas se quebró y confesó la verdad. Ellas están aquí para contarle todo sir Lawrence, aguardan afuera para decirles lo que pasó.

Ambas jovencitas se acercaron a la biblioteca y miraron al señor con los ojos enrojecidos por  el llanto.

Rosie, la más regordeta y risueña estaba pálida y no hacía más que disculparse.

—Queríamos advertirle sir Lawrence pero el ama de llaves nos amenazó. Yo la vi con la  peluca ese día atrayendo a lady Arabella pero entonces dijo que me despediría si decía algo. Además, en una ocasión la vi poner una carta que usted le escribió a Caprice en la salita de música para que la señora la leyera y se angustiara. Y luego la quitó para que nadie lo supiera.

—¿Ella hizo eso? ¿Y por qué no me lo dijeron?

La joven lloró del susto.

—Lo siento mucho, sir Lawrence pero ella dijo que nos despediría y además… teníamos miedo. Esa mujer es muy mala y pensamos que nos haría brujerías.

La verdad salió a la luz y sir Lawrence se sintió furioso.

Había pensado que ese fantasma no era más que una alucinación, no creía que fuera real pero ahora con las pruebas comprendió la maldad de una criada a la que había dado demasiado poder en la mansión. Era tan eficiente y jamás había tenido queja alguna… sin embargo ella dominaba todo en su pequeño mundo doméstico y no había hecho más que mantener vivo el fantasma de Caprice para asustar primero a las criadas y luego a su esposa. Pudo hacer que perdiera al bebé la desgraciada.

—Señor Roberts, le ruego que busque de inmediato a esa mujer. Debe pagar por esto, debe hacerse justicia.

—Lo haré señor—respondió el mayordomo.

Todos la buscaron por Wensthwood pero la señora Stuart había desparecido. Su habitación estaba intacta, sin embargo, luego de revisar notaron que faltaba ropa y también un dinero que ella guardaba bajo el colchón. Sir Lawrence se sintió furioso y esa noche durante la cena, le contó la verdad a su esposa porque ella no dejaba de preguntarle por el ama de llaves. Además debía sospechar que algo pasaba.

—Fue ella Arabella, el ama de llaves. Debí suponerlo… vino aquí con mi anterior esposa y luego…

Cuando la joven dama supo la verdad se quedó espantada. No podía creerlo.

—Ella se hizo pasar por Caprice, tenía ropa, joyas de mi difunta esposa en su habitación y quiso… no sé lo que tramaba pero no era algo bueno y he pedido que la detengan cuanto antes. Esa mujer es peligrosa.

—Es terrible… ¿por qué hacía esto? Jamás fui mala con ella ni tampoco…

—Era la criada que trajo Caprice a Wensthwood, al comienzo todos la apreciaban. La señora Stuart fue muy hábil y durante años se ganó nuestra confianza hasta que tuvo el mando de la casa. Cometí la tontería de convertirá en nuestra ama de llaves porque ella fue muy servicial y no vi que esa mujer era tan malvada como su antigua ama. Debí imaginarlo. Estuve ciego. Y os puse en riesgo porque esa bruja malnacida pudo haceros mucho daño ese día, estaba loca por supuesto, como lo estaba Caprice.

Se hizo un silencio y Arabella se asustó mucho.

—¿Y si regresa e intenta matarme? Si lo que quería era…

—No, no pienses en eso, por favor. La encontraré, te lo aseguro y haré cambios en la mansión. Quedan dos sirvientas y dos mozos que llegaron con Caprice, tal vez sean cómplices de la señora Stuart, lo han negado pero todos deberán marcharse. No me fío de ninguno. Cometí la debilidad de permitir que se quedaran, confié en ellos pero ya no confío en ninguno. Y lo lamento si soy injusto pero se irán todos mañana, les daré dinero a cada uno y les prohibiré regresar.

No correré más riesgos. Pero todos están alertados de la señora Stuart.

Arabella no salía de su asombro y habló con su doncella sobre el ama de llaves al día siguiente mientras daban un paseo matinal por los jardines.

—Debí sospechar, ella me miraba de una forma cuando llegué aquí… luego es incidente del plato con picante, lo recuerdas?

—Sí, pero ella culpó a la cocinera, dijo que había sido un descuido.

Dolly se puso seria.

—Luego de ese incidente fue mucho más cauta—dijo la doncella—A la señora Stuart le gustaba dirigir la mansión y se daba muchos aires. Pero no lo hacía por usted lady Arabella, sino por Caprice y confieso que yo lo sospechaba, sospechaba que estaba algo resentida con usted por ocupar el lugar de su venerada Caprice pero jamás imaginé que fuera capaz de tanta maldad. Creo que la señora Stuart enloqueció. Y parecía tan sensata. Era algo estricta sí, pero no era mala con las mucamas, al contrario, tapaba sus faltas a veces…ahora entiendo por qué, tenía mucho que ocultar.

—Bueno, creo que nadie podía imaginar algo tan horrendo, Dolly. Pero luego de lo que pasó ese día mi esposo sospechó que alguien dejó abierta las habitaciones a propósito cuando él ordenó que permanecieran cerrados.

—Es verdad, pensamos que fue un descuido pero el ama de llaves jamás habría olvidado una orden como esa y al parecer luego de la tormenta las dejó abiertas con un propósito. Pero no piense en eso. Creo que la mansión ha cambiado mucho estos días, lady Arabella y nada debe temer. Dicen que el ama de llaves se ha ido muy lejos para no ser interrogada y tener que confesar sus pecados.

—¿Tú lo crees? Es que temo su regreso y que intente…

—No se preocupe por eso, su esposo no lo permitirá, ha dado órdenes de que la busquen y si osa acercarse a Wensthwood la atraparán.

—Sí, lo sé…—Arabella miró a su alrededor algo inquieta.

 Dolly tenía razón. La joven dama sonrió. Ahora que sabía que su esposo la amaba se sentía flotar en una nube. El mundo se le antojaba un lugar maravilloso y esa casa ya no se veía tan oscura y silenciosa.

—Es extraño—dijo de repente lady Arabella mirando hacia la casa—pero Wensthwood se ve tan distinta como más luminosa y menos sombría, ¿no lo crees?

Su fiel criada asintió.

—Sí, es verdad lady Arabella, todos lo han notado. Se respira un aire distinto ahora, lleno de paz y felicidad.

—Dolly, no sé cómo agradecerte lo que habéis hecho por mí. Tú has sido más que mi doncella y quisiera compensarte.

Cuando lady Arabella le entregó una caja con un collar de perlas y un anillo de oro su doncella no quiso aceptarlo.

—Es demasiado costoso, señora. No puedo…

—Por favor Dolly, he hablado con mi esposo y él ha dicho que está bien, que tú mereces mucho más por haberme salvado la vida ese día. Tú estabas allí Dolly y de no ser por ti esa malvada mujer me habría matado. Por favor, acepta este obsequio como muestra de gratitud y no pienses que es excesivo. Guárdalo como lo haces con tus ahorros. Sé que algún día podrías necesitarlos, querida Dolly.

La joven se emocionó cuando recibió el regalo y finalmente lo aceptó.

Una semana después encontraron el cuerpo del ama de llaves en la costa de Lands- Ends. Habían creído que había abandonado el condado pero al parecer, algo la hizo cambiar de idea y decidió emular a su antigua ama de Wensthwood, muriendo en el mismo lugar, llevando puesto el vestido color pastel de Caprice.

Arabella no deseaba que tuviera ese fin pero al parecer estaba mucho más loca de lo que habían pensado.

Pero el fantasma de Caprice había desaparecido mucho antes, se esfumó en el instante en que su esposo le dijo que la amaba y que nunca había amado así a otra mujer. Pensó que había sido una tonta al obsesionarse tanto por un fantasma, que fue su propia inseguridad y los artilugios de una mujer loca lo que hicieron el resto.

Ahora todo eso había terminado y la paz y la felicidad reinaban en Wensthwood, la mansión del acantilado.

**************

La primavera llegó a su fin y su vientre creció y aunque recibía visitas todas las semanas, Arabella se recluyó en Wensthwood para disfrutar de la compañía de su marido. Tanto tiempo habían estado alejados, separados por malentendidos y por el maligno fantasma de Caprice, que ahora quería disfrutar cada momento junto a su esposo. Y sufría cada vez que Lawrence debía ausentarse y no estaba tranquila hasta que regresaba a su lado. Eran días de ensueño, sin sombras, sin dudas, sin fantasmas.

Cinco meses después dio a luz una niña su felicidad fue completa. Una hermosa criatura regordeta de cachetes redondos que llenó la casa de llanto y alegría, la pequeña Sophia fue la alegría de sus padres. Lawrence se emocionó al tener a la niña en brazos pues nunca había visto una bebita tan hermosa.

—Dios bendito, es igual a ti mi amor, tan pequeñita y es idéntica a su madre—dijo su esposo emocionado—Gracias por este bebé tan hermoso mi amor y por hacerme tan feliz.

 Arabella sonrió débilmente y también lloró de la emoción. Sabía que nunca olvidaría ese momento ni ese día.

—Te amo, Lawrence—murmuró—y temo que todo esto sea un sueño.

—Si es un sueño, preciosa, no quiero despertar jamás. Pero no es un sueño, es real, mira a nuestro ángel… es tan hermosa, cielo.

La niña empezó a llorar en señal de protesta y no se calmó hasta que regresó a los brazos de su madre.

*********

Y un año después el retrato de lady Arabella estaba en el centro del salón principal de Wensthwood y quienes entraban a la mansión no dejaba de admirar su belleza cálida y angelical El retrato había tardado meses en terminarse y hubo una celebración familiar ese día, pues la pequeña Sophia cumplía su primer año y daba sus primeros pasos por el salón con su vestidito blanco armado de la mano de su madre que la seguía paciente.             

Fue una celebración íntima donde estuvo la familia de Arabella y familiares de Lawrence y algunos amigos entre ellos, sus vecinos los Arundell.

Todos se detuvieron para ver el retrato y admirarlo, pero el primero había sido sir Lawrence sonriendo, sintiéndose feliz de que estuviera allí y sin dudarlo felicitó al pintor, un joven muy delgado que había llegado de Londres a vivir en una casita de Saint Ives y poder tener allí su taller y pintar retratos del mar.

—Es maravilloso—le dijo.

El pintor sonrió, complacido.

—Su esposa lo es, sir Lawrence. Yo sólo he retratado lo que estaba allí—respondió.

Sir Lawrence no se sintió celoso sino orgulloso.

—Tienes razón, pintor.

Arabella se acercó y él la abrazó. Lucía un vestido color rosa como el retrato y llevaba el cabello enrulado sujeto con cintas a ambos lados.

—Estáis preciosa, mi amor—dijo.

Ella se acercó con timidez.

Esa noche le reservaba una noticia y mientras hacían el amor ella le dijo que estaba esperando un bebé.

Su esposo sonrió y le dio un beso ardiente.

—Gracias, Arabella, qué estupenda noticia… gracias mi amor, por hacerme el hombre más feliz—Lawrence se puso serio— Te amo preciosa, eres un ángel y quiero que sepas que nunca amé tanto a una mujer como a ti.

Ella se emocionó al oír sus palabras.

—Te amo Lawrence y gracias a ti por hacerme tan feliz.

 

 

 

 

 

 

Table of Contents

Arabella

Camila Winter

Penzance- Cornualles

Año 1846

El pretendiente

La noche de bodas

Wensthwood house

La carta

El escondite

Celos

La sombra de Caprice

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