Anxious

Anxious


Anxious

Página 6 de 33

—¡Ya era hora! —gruñó al verla—. ¿Hasta cuándo piensas tenerme aquí? ¡No me puedo creer que mi padre no te haya llamado aún!

—Sí que lo ha hecho, pero tenía otras preocupaciones antes que esta. Y no te viene mal aprender la lección, quizá así dejarías de meterte en líos gratuitos.

—Mira, Emma, te prometo que esta vez no fue culpa mía. El tipo se me tiró encima y no tuve tiempo ni de pestañear. —Vio su mirada escéptica—. Te digo la verdad, ¿vale? Ya sé que me tienes manía, pero…

—Yo no te tengo manía —replicó ella con serenidad—. Pero estoy harta de que creas que puedes hacer lo que quieres siempre, francamente. Y no nos engañemos, tú nunca eres la víctima, Scott.

—Bueno, su novia me guiñaba el ojo —se defendió Scott como pudo.

—Mira, llamaré a tu padre en cuanto pueda, ahora hay otras cosas más importantes. —De pronto recordó algo y se acercó hacia los barrotes—. Tú conoces a Tuesday Latch, ¿no?

—Sí, tenemos amigos en común, ¿por qué?

—Anoche no volvió a casa.

—Bueno, no es tan raro. No trabaja en nada, no tiene que preocuparse por volver… estará siguiendo la juerga en algún otro lugar, ya la conoces.

—Nadie la ha visto.

Scott se acercó hacia ella y se detuvo justo en frente.

—Pregúntale a su novio —sugirió.

—¿Sabes quién es?

—O sea, que necesitas mi ayuda. —Él puso una sonrisa encantadora, pero la quitó cuando vio la mirada fulminante que le lanzaba Emma—. Vale, vale. Tiene un lío con un soldado, se llama Connor Riker. Últimamente los he visto varias veces juntos. Un tío de ojos claros con una cara un poco rara, no muy grande. Tiene labia. —Observó curioso como ella anotaba toda la información en su libreta—. ¿Es sospechoso de algo?

—Aún no lo sé. —Emma cerró la libreta y se la guardó—. Gracias. En seguida me pondré en contacto con tu padre, hasta entonces no molestes.

—A sus órdenes. —Scott Hauser regresó al banco del que se había levantado.

Emma abandonó el calabozo; cuando llegó hasta su despacho, Joel ya estaba allí intercambiando impresiones con Olivia.

—¿Sigue borracho?

—No, parece que se le ha pasado ya —explicó ella—. Aunque ni tan mal, porque recordé que él y Tuesday Latch pertenecen al mismo grupo de amigos, así que le hice un par de preguntas. Me ha dado el nombre completo del novio de Tuesday, Connor Riker. No me va a quedar otro remedio que llamar a la base.

 

David estaba apoyado en la pared, esperando a que Connor saliera del cuarto donde le estaban haciendo las preguntas rutinarias que al parecer estaban haciendo a todos los soldados. A él ya se lo habían hecho, no sabía qué pensar del tema, pero la llamada de June sobre Tuesday le había dejado intranquilo. Justo en ese momento su amigo salió, así que se acercó a él.

—¿Podemos hablar? —dijo—. Yo también he estado en la sala de interrogatorios, ¿qué es lo que sucedió anoche, tío?

—Nada y baja la voz. —Connor lo agarró del brazo para llevarlo a un rincón y así ocultarse del flujo de soldados que iban y venían.

—Están preguntando dónde estuvimos todos y si anduvimos metiéndonos en zonas prohibidas de la base, como el laboratorio. Tú estuviste aquí con Tuesday y si sumo dos y dos estoy casi seguro de que fuisteis vosotros, ¿qué coño hiciste?

—¡Nada! Solo divertirnos un rato, eso es todo. No tocamos nada, lo prometo. —Lo miró con cara de angustia—. No se lo habrás contado…

—No, pero esperaba que lo hicieras tú.

—¡Y una mierda! Si confieso me meteré en un lío, Dave. Nadie vio nada, el soldado de guardia estaba frito y esquivé las cámaras, así que no tienen por qué enterarse.

—Pero joder, puede ser un asunto serio —insistió David preocupado—. Es un jodido laboratorio, allí hay todo tipo de cosas y quién sabe por qué preguntan… además, ¿es que no te preocupa que Tuesday no aparezca?

Connor pareció exasperado e hizo un gesto de desesperación con las manos.

—Maldita sea, Dave, ¡no lo sé! —siseó—. La dejé sola unos minutos, ¿vale? No sé si tocó, robó, rompió o quemó algo por que no estuve todo el tiempo con ella.

—Madre mía. —David se frotó la cabeza—. Hay que decirlo, Connor. No sabemos de qué va todo esto.

—Espera. —Connor le cogió la muñeca suplicante—. Deja que antes intente localizarla, ¿sí? Si la encuentro y logro traerla mataremos dos pájaros de un tiro.

David parecía dudar entre la lealtad a su amigo y la intranquilidad y preocupación que le sugerían la rapidez con que se habían movilizado los militares para preguntarles. Los temas de laboratorio no había que tomarlos a broma, o eso le parecía.

—Vale —aceptó al final—, te doy una hora. Si en ese rato no has conseguido localizarla, iré a hablar yo mismo con el sargento Clive.

—Me parece justo.

—¿Ella estaba bien cuando se fue?

—Todo pasó muy deprisa —explicó Connor—. Estábamos casi fuera, yo iba a acompañarla tal y como había prometido. Pero justo entonces el soldado de guardia me pilló… no tuve más remedio que regresar a mi cuarto.

—Y ella tuvo que irse sola —acabó David meneando la cabeza—. Joder, Connor.

—¡No pude hacer nada! —Y al darse cuenta de que casi estaba gritando, Connor bajó de nuevo la voz mirando a su amigo—. ¿Crees que podré conseguir un permiso de un rato? Sé bien el camino que hicimos… a lo mejor se cayó, o se ha roto algo, yo que sé. Quizás se le terminó la batería del móvil.

«Es una posibilidad», pensó David. El bosque que comunicaba Little Falls con la base era extenso y no era disparatado perderse de noche en él. No era ninguna locura que Tuesday se hubiera tropezado o roto algo y se encontrara por allí tirada; la simple idea hizo que se le pusiera un nudo en el estómago.

—Vamos a ver si el sargento nos permite salir —dijo acercándose a Connor.

—¿Me acompañas? —preguntó este esperanzado y vio como David asentía—. Gracias, de verdad. Lo único que quiero es que aparezca y que éste lío se calme.

—La encontraremos —dijo David con seguridad—. Vamos.

 

El coronel Thomas decidió asomar la cabeza a la sala privada donde había dejado a su hijo y a Paris, leyendo y estudiando los datos del proyecto. Llevaban horas sin parar y el horario de la comida hacía rato que había pasado, de manera que ordenó a Hunter que trajera algo de la cocina y cuando éste lo hizo ambos entraron.

—¿Cómo vais? —inquirió, depositando la bolsa sobre la mesa—. Traemos comida, debéis tener hambre. —Ninguno le hizo demasiado caso, ambos concentrados en el montón de papeles que tenían estirados ocupando todo el espacio.

—Déjala ahí —repuso Paris.

—¿Has llamado ya a tu amiga para enterarte de si ha habido algún incidente extraño? —preguntó el coronel mirando a Nathan.

—Todavía no.

No le apetecía mucho hacer esa llamada. Después de lo que había sucedido sí que tenía ganas de hablar con ella, de saber qué tal iba su día o cualquier otra cosa, pero llamarla solo en plan virólogo para hacer un sondeo… Joder, le daban ganas de estampar todos aquellos papeles en la cara de su padre.

—Nathan —le dijo con cierta rigidez en la voz—. Es importante. Cuanto antes sepamos si hemos de actuar mejor.

Ahí tenía razón. El coronel Thomas puso el teléfono junto a él y se sentó a su derecha, decidido a esperar, mientras Hunter permanecía en la puerta apoyado sin mediar palabra; sin embargo, cuando Nathan iba a marcar se vieron interrumpidos por un zumbido que provenía de la oreja del pinganillo que llevaba puesto el coronel.

—¿Sí? —Lo oyeron responder—. Oh. Vaya. Sí, sí, claro pásamela al teléfono del laboratorio. Gracias, teniente Wallace. —Se quitó el pinganillo y pulsó un botón haciendo que la llamada pudiera así escucharse en voz alta—. ¿Hola? Aquí el coronel Thomas.

—Hola, coronel. Le habla Emma Jefferson, de la comisaría de Little Falls.

—Hace mucho tiempo, Emma, ¿cómo estás?

—Bien, gracias. Pero llamo por un asunto oficial, no para charlar.

El coronel alzó una ceja y miró a su hijo, que se encogió de hombros. Ni Paris ni él habían abierto la boca, si el coronel hubiera querido que Emma estuviera informada de su presencia ya habría comentado que estaban allí. Así que se mantuvieron quietos y en silencio, exactamente igual que estaba haciendo Hunter.

—Adelante, te escucho.

—Tenemos a una chica desaparecida desde anoche, coronel, y la última persona en verla resulta que es uno de sus soldados. Se llama Connor Riker.

—Me temo que no entiendo…

—Tranquilo que lo explico —respondió ella—. Al parecer necesitaban un lugar donde intimar un poco y fueron a la base militar. No tengo claro en qué parte, pero…

El intercambio de miradas fue significativo.

—De manera que estamos buscando al cabo Riker para hablar con él, a ver si puede arrojar algo de luz sobre donde puede estar la muchacha —continuó Emma.

—Y eso fue anoche, ¿correcto?

—Exacto. La chica se llama Tuesday Latch. No hará falta que diga que si por casualidad se encontrara aún en sus instalaciones me avise de inmediato, ¿no?

Nathan contempló a su padre, esperando que informara a Emma de lo sucedido en el laboratorio y cómo eso parecía estar conectado a la desaparición de la joven. Ahora estaba claro qué había sucedido y parecía relativamente sencillo, solo había que encontrarla y ponerla en cuarentena para observar los efectos del virus y para eso, la policía de Little Falls podía ayudar.

—Te llamo en cuanto dé con el cabo Riker, Emma —dijo el coronel antes de cortar la línea. Hizo una mueca y alzó la mirada hacia su teniente coronel—. Vale, ya tenemos algo.

—¿Por qué no la has avisado de lo que pasa? —preguntó su hijo al momento.

—No, ni loco, no quiero que la policía se meta en esto, Nathan. —Los miró con gesto tajante para que les quedara claro—. Es un proyecto secreto del ejército, si por el motivo que sea llegara a la opinión pública… cundiría el pánico, ¿o no, teniente coronel Cooper?

—Así sería —lo apoyó éste.

—Ray… —empezó Paris—, me parece que no lo entiendes. No sabemos qué tenemos entre manos, desconocemos qué efectos puede provocar ese virus. Hay que encontrar a esa chica y aislarla de inmediato, antes de que ocurra algún accidente, y para eso tenemos que poner en aviso a la policía de Little Falls.

—Vamos a necesitar su ayuda —añadió Nathan dirigiéndose a los dos—. No podéis coger a vuestros soldados y soltarlos por el pueblo sin más. Tenéis que explicarle a ella lo que ocurre y colaborar juntos. Si salís ahí para buscar a una civil sin informar y os la lleváis estarías pasando por encima de su jurisdicción.

—Posse comitatus —comentó Hunter sin alzar la voz—, es la ley que prohíbe al ejercito meterse en jurisdicción civil. No podemos interferir en las labores de la policía, y son ellos quienes han empezado a buscarla primero. —y esperó a que el coronel respondiera algo.

Éste negó con la cabeza, como si la observación que acababa de hacer su hombre no tuviera la menor importancia.

—Dentro de la base o fuera con personal nuestro quedarían bajo jurisdicción militar —dictaminó.

—Sé razonable —insistió Nathan—. Gracias a ella tenemos un nombre y ya sabemos qué buscamos, no seas cabezota.

Los dos observaron cómo se levantaba y cogía el teléfono, quitando el cable.

—Coronel… —empezó Hunter, desconcertado.

—¿Qué demonios haces? —preguntó Paris.

—No quiero que habléis con nadie —decidió el coronel—. Seguid trabajando en eso. Nosotros vamos a ver si encontramos al cabo Riker para que podamos interrogarlo, así habrá datos más exactos de lo que sucedió anoche. —los miró de reojo—. Y buscaremos a la chica.

—Papá —Nathan se levantó para seguirlo hasta la puerta—, no debes actuar de forma unilateral en un caso así. —el coronel le dio la espalda mientras aguardaba a que la puerta exterior se abriera, tratando de ignorar a su hijo—. ¡Papá! ¡Puedes provocar una epidemia!

La única respuesta que recibió fue el chirrido de la puerta, cerrándose tras la salida del coronel. Nathan lo vio alejarse con expresión furiosa, pero se dio la vuelta y regresó junto a Paris.

—Entrará en razón, ya verás —le dijo ella—. Nos necesita.

—Espero que aciertes. —Nathan se dejó caer en la silla y se pasó la mano por el pelo con un suspiro.

Una vez que la puerta estuvo cerrada a sus espaldas, Hunter dio alcance al coronel.

—Señor —dijo, con una voz que distaba mucho de ser la firme a la que su coronel estaba acostumbrado—. Señor, no puede retenerlos ahí sin más.

—Claro que puedo —dijo él sin detenerse—. Y no es lo único que voy a hacer. Pon en marcha los inhibidores de frecuencia para que no funcionen los móviles, no quiero que puedan hacer llamadas a nadie.

—Coronel Thomas, quizás debería escucharlos. Ellos son quienes mejor entienden las posibles consecuencias de que un virus se extienda… además, no podemos pasar por encima de la policía.

Thomas se detuvo, tan de golpe que Hunter por poco se estrelló contra él. Cuando lo miró, sus ojos azules fríos como el hielo se enfrentaron a él.

—Coge a un grupo de tus soldados. De los buenos, no de esos que son capaces de dispararse un pie —repuso—. Ve a Little Falls a por esa chica y tráemela, mejor viva que muerta. Evita a la policía.

—¿Que los evite? ¿Y qué sucede si nos ven, que será lo más probable?

—Cuéntale cualquier cosa, que estáis de maniobras.

—Emma Jefferson no es estúpida —fue su único comentario.

—Pues pasa por encima de ella si es necesario, ¿entendido? —fue prácticamente un gruñido—. Haz lo que tengas que hacer, pero quiero a esa chica como sea.

—¿No nos llevamos los trajes NBQ?

—Dudo que sea necesario ponerse esos trajes anti contagio. Además, si aparecéis con máscaras llamaréis demasiado la atención. Pero mantenme informado en todo momento.

Dicho aquello, le dio la espalda y continuó su camino mientras Hunter lo veía alejarse. Ya desde que había entrado por primera vez al laboratorio acompañando a su coronel se había dado cuenta de que ese asunto apestaba… bueno, se había dado cuenta unos días antes, a decir verdad, tras abrir cierta cámara frigorífica que había abajo y que a saber dónde estaría ahora. Pero las intenciones del coronel, que ni siquiera escuchaba lo que le decía su propio hijo… En fin, tenía órdenes que cumplir, deseaba que pudieran encontrar a la paciente cero sin que los viera nadie, y menos la policía. Conocía de sobra el carácter de Emma y además, no podían pasar por encima de ellos, sin más, por mucho que el coronel lo dijera. ¿O sí podían?

Esperaba no tener que averiguarlo.

 

David observó cómo empezaba a atardecer, cada vez más intranquilo. Por la mañana habían conseguido que el sargento Clive, un tío bastante enrollado en general, les diera un permiso para salir unas horas, y los dos habían comenzado a rastrear el bosque que comunicaba Camp Ripley con Little Falls usando su formación y experiencia militar en rastreo. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos, la esperanza de hallar a Tuesday se desvanecía, dejando en el aire el hecho de que cada vez estaba más claro que la joven no estaba durmiendo la mona en algún otro lugar. Connor hacía ya rato que estaba callado, perdido en sus pensamientos y seguro que sintiéndose culpable porque no la había acompañado la noche anterior. Algo en lo que David estaba de acuerdo, pero pensó que era mejor no comentarlo, no quería que se sintiera peor.

Estaban ya en el pueblo y el rubio de nuevo sacó su móvil, para ver si podía llamar a June.

—Sigue sin haber cobertura —comentó, guardándolo—. Sí que es raro. —Se volvió para mirar a su amigo, que seguía en silencio—. ¿Connor?

—Qué.

—Creo que deberíamos ir a hablar con el sargento Clive. O con el teniente Cooper, pero hay que informar. Esto está relacionado con el movimiento de la base.

—Busquemos un poco más, por el pueblo —pidió Connor, al fin reaccionando—. Podría estar en cualquier parte. Dave, la gente no desaparece de la noche al día.

—Mira. —David sujetó al chico por los hombros—. Yo más que nadie deseo que de pronto Tuesday aparezca y todo esto se quede en un susto. Pero mientras tanto, tenemos que contar lo de anoche por que podría ser importante.

—Joder… me van a crucificar, tío… —Connor parecía desesperado—. Entramos en un lugar prohibido y a saber qué pasó, porque si nos buscan es por algo… Ojalá pudiéramos enterarnos sin tener que recurrir a la base.

David se quedó pensativo unos segundos, mientras observaba el camino que les quedaba hasta Little Falls. Hizo un cálculo rápido, cubrir lo que restaba de bosque les llevaría media hora como máximo, aún no sería noche cerrada.

—Recuerdo que June me contó que su hermana era jefa de policía —le dijo a su amigo—. Es posible que ella sepa ya algo sobre el tema, ¿quieres que nos acerquemos a preguntar?

—Sí, es muy buena idea. Con suerte igual está con ella —dijo esperanzado.

Y echó a andar tras el rubio.

 

Hunter estaba organizando su equipo por el walkie talkie cuando se le aproximó la comandante Sand, su mano derecha. Llevaban juntos desde que Hunter había regresado a Camp Ripley, y no carecía de capacidad y ambición; le habían surgido oportunidades de ascender mediante traslado, pero hasta ese momento había elegido permanecer a su lado. A veces, Hunter se preguntaba qué podía gustarle tanto a Alexis de la vida militar; tenía veintiséis años, era alta, musculada y guapa, seguro que había mejores opciones para ella y sin embargo, ahí seguía. Y siendo tremendamente eficaz, además.

—Teniente —dijo haciendo el saludo y relajándose un segundo después—, ¿qué pasa?

—Ven. —Hunter se apartó un poco para no ser oídos—. Estoy preparando dos hummers, vamos a Little Falls en misión secreta.

—¿Misión secreta? —preguntó Alexis con los ojos como platos—. ¿Cuántos?

—Dos equipos. Quiero al sargento Clive, al teniente Wallace y al capitán Scalia conmigo, solo por si acaso. Tú también.

—¿Y qué hay del teniente primero Johan?

—Puedo prescindir de él —Hunter ignoró la expresión de Alexis. No podía ver al teniente primero Johan ni en pintura, mucho menos llevárselo para trabajar juntos—. Y también necesito unos cuantos soldados, encárgate de que estén listos en media hora.

—Media hora… —Lo miró inquieta—. ¿De qué se trata, teniente?

—Te lo explicaré por el camino, ahora no hay tiempo que perder. Esto son órdenes directas del coronel Thomas.

Alexis asintió, abandonando las preguntas, y se marchó directa a cumplir lo que su superior le había pedido. Jamás cuestionaba ni una sola de sus decisiones, como debía ser… cosa que él no hacía con el coronel Thomas, pero claro… era complicado, sobre todo si no estabas de acuerdo con sus decisiones.

Hunter fue hacia el hangar para comprobar que los vehículos estaban listos y también echó un vistazo a sus armas y la munición, aunque fue más por protocolo. En un caso así no tenía necesidad alguna de abrir fuego contra nadie, menos si iban a tener civiles cerca. Deseó poder encontrar a la joven sin que hubiera ninguna complicación, ni tener que dar explicaciones a nadie… no le parecía bien, pero no podía desobedecer al coronel sin más. Aún recordaba las palabras de su amigo sobre la epidemia y eso lo intranquilizaba. Por otro lado, si lograba hacerse con el foco de infección, todo aquello quedaría en una mera anécdota.

Continuaba auto convenciéndose cuando se le acercó un soldado con un sobre.

—De parte del coronel Thomas, señor.

Hunter lo abrió, comprobando que se trataba de una foto de Tuesday Latch. Parecía sacada de alguna red social.

En aquel momento, al fin regresó Alexis con el grupo de soldados que había reclutado, ocho en total, y los tres cargos que había solicitado él. El sargento Clive, más conocido en la base como «Cara Bonita», era un chico joven y de complexión robusta; además de su atractivo físico, poseía una puntería envidiable y era simpático, por ese motivo resultaba popular entre los soldados en general. Al igual que Alexis, nunca cuestionaba las órdenes que se le trasladaban y ese hecho hacía que fuera igualmente reconocido entre superiores.

—Teniente coronel —le saludó.

—Sargento —Hunter respondió a su saludo.

—Teniente coronel —ese fue Wallace, que acababa de cuadrarse ante él.

El teniente Wallace era un gigante que medía al menos metro noventa; un hombre de pocas palabras, pero del tipo que deseabas tener cerca de ponerse las cosas feas. En la lucha cuerpo a cuerpo era el mejor y famosas eran ya en Camp Ripley las negativas a hacer prácticas de ese tipo con él como contrincante. Su cuerpo, duro como una roca, contrastaba con su cara de niño bueno.

Por último, estaba el capitán Scalia. Reth disfrutaba del visto bueno del mismísimo coronel Thomas, de manera que todo el mundo se dirigía a él con respeto. Aunque no abusaba de ello, siempre andaba con esa confianza que dejaba claro que era casi intocable. Hunter no llegaba a comprender bien qué veía el coronel Thomas en aquel tipo, porque aunque no le caía mal ni le parecía poco profesional, bien cierto era que los había mejores y más preparados. Su punto fuerte era su experiencia conduciendo y manejando los hummers, que era el motivo por el que en ese momento se encontraba en su equipo.

—Trece personas. —Alexis lo sacó de sus pensamientos—. ¿Serán suficientes?

—Sí, creo que sí —dijo Hunter y se acercó mientras todos se colocaban frente a él—. Muy bien, las órdenes son ir a Little Falls y encontrar y traer con vida a la civil sospechosa de haber estado aquí anoche.

—¿Tenemos su nombre y descripción? —preguntó el teniente Wallace.

Hunter estaba preparado para aquella pregunta. Sacó la foto que le había proporcionado poco antes el coronel Thomas y la mostró a su equipo. Hubo silencio durante unos minutos mientras ellos estudiaban y memorizaban la cara de aquella foto.

—Se llama Tuesday Latch. Se supone que estuvo en el laboratorio anoche, así que vamos a traerla a la base para ponerla en cuarentena, ¿entendido?

Todos asintieron sin hacer comentarios.

—Por cierto —preguntó Hunter—, ¿se sabe algo ya del cabo Riker?

—No —comentó Clive—. Esta mañana les di un permiso de cuatro horas, pero ni él ni el soldado Strike han regresado a la base.

—Estupendo —murmuró Hunter con ironía.

El coronel Thomas había prometido llamar a Emma cuando localizara a Riker, y si aquello no sucedía pronto, la jefa de policía empezaría a sospechar. No quería que eso sucediera, de modo que tenían que tratar de llevar a cabo la misión de forma limpia y rápida y así lo trasladó a su equipo. Hubo conformidad general, de manera que Hunter hizo un gesto y todos se repartieron en los hummers para ponerse camino a Little Falls.

 

6.     El mando es mío

Joel miró su reloj y comprobó que eran las ocho. Normalmente a esa hora ya se habría marchado, pero no quería dejar a Emma sola y ella, al parecer, no tenía la menor intención de abandonar la comisaría. Seguía esperando que la llamaran de Camp Ripley, pero el teléfono no sonaba y aquello la irritaba, así que Joel fue a buscar un café y regresó.

—Mira lo que te traigo —dijo, acercándolo a su mesa—; y no es de la máquina, sino de los buenos, que he ido a la cafetería de Mel a buscarlo.

—Gracias. —Ella lo cogió con una mueca—. No sé por qué los militares presumen tanto de rectitud y compromiso, hace horas que me dijo que llamaría y nada. Ese tío siempre ha sido gilipollas.

—Pobre suegro… —empezó a bromear Joel, que tardó poco en notar que Emma no estaba de humor—. Perdón. Era una broma. Ya me conoces. —Se sentó frente a ella—. ¿Te preocupa algo? Me refiero además de la desaparición de Latch.

—No me fío del coronel.

—¿Por qué? Estarán buscando al chico, seguro, y en cuanto lo encuentren te llamará. Puede que haya imaginado que ya estarías en casa y que para hablar con el policía de guardia mejor esperaba a mañana.

Ella negó con la cabeza.

—Tú sabes cómo son los militares. Hemos crecido con ellos —replicó—. Si dicen que van a hacer una cosa, la hacen y punto. Si Thomas se hubiera puesto a buscar al cabo nada más colgarme el teléfono, ese chico ya estaría sentado aquí hace tiempo. No, algo no me cuadra.

—¿Has tenido noticias de tu ex novio, novio, amigo o lo que demonios sea? —De nuevo Joel la vio negar despacio—. No te preocupes, seguro que está hablando con los niños y después te llamará a ti.

Ir a la siguiente página

Report Page