Anxious

Anxious


Anxious

Página 11 de 33

—¿Estás loco? —gritó—. ¿No ves que está durmiendo?

—¿Y tú qué eres? ¿Su guardaespaldas?

—¡No, soy su fan!

Aquel debía ser el día de quedarse sin palabras, porque Hunter había esperado cualquier respuesta menos esa. Tenía que haber oído mal.

—Perdona —dijo—. ¿Qué has dicho?

—Que soy su fan. —Lo señaló—. ¿Pero no ves quién es? ¿No lo conoces?

Hunter lo examinó de arriba abajo. Le recordaba a los típicos ídolos de adolescentes guapitos, pero no le sonaba de nada.

—¿Debería? —preguntó.

—¡Es Jared Jacobs! —Hunter ni se inmutó—. ¡J.J! —Ninguna reacción. Ella estiró la camiseta que llevaba puesta, para que Hunter viera la foto impresa en ella. Era el chico, con cara mística y una guitarra en los brazos—. ¡Es imposible que no lo conozcas!

—Tranquila, Margorie, tranquila —dijo el chico, levantándose y palmeándole la espalda cariñosamente para tranquilizarla—. Discúlpala, es que es la presidenta de mi club de fans y a veces se deja llevar por la emoción.

—No hace falta que lo jures.

Si no la hubiera oído hablar, habría pensado que estaba contagiada. La chica movía la cabeza incrédula, hablando para sí como si fuera imposible de creer que hubiera alguien en el mundo que no supiera quién era aquel tal Jared Jacobs.

—Seguro que has oído alguna canción mía, aunque ahora no te acuerdes —siguió el chico.

—Lo dudo mucho.

—Bah, no importa. Ya te cantaré algo y no te preocupes, no te cobraré.

—¿Pero esto es en serio? —Señaló a la chica—. ¿Es la presidenta de tu club de fans? ¿No es una forma de hablar?

—Claro. —Lo miró como si estuviera loco—. Todo esto nos pilló en medio de un meet & greet, así que… —Se rio, divertido—. ¡Es el meet & greet más largo de la historia!

Hunter estaba tan sorprendido que casi había olvidado por qué se había acercado a ellos. Le parecía todo tan surrealista, que estuvo a punto de pellizcarse por si estaba soñando. O teniendo una pesadilla, más bien. Se pasó una mano por la cara, intentando aclarar sus ideas.

—De acuerdo, dejemos eso por un momento —dijo—. Os he estado observando, y no os he visto hacer ninguna guardia ni nada, ¿no tenéis ninguna tarea asignada?

—¡¿Pero estás sordo!? —gritó Margorie—. ¡Es Jared Jacobs! ¡No puede trabajar!

Se lanzó hacia adelante como si fuera a pegarle, pero Jared la retuvo cogiéndola por los brazos.

—Shhhhh, tranquila, tranquila —dijo, en tono suave.

—¿Está bien? Parece que le va a dar un ataque.

—Es un poco impulsiva, pero tranquilo, no te hará daño. Rachel sabe que no estoy acostumbrado a hacer esfuerzos, así que prefiero no molestar.

—Ya. —Estaba alucinando, pero decidió dejarlos en paz por el momento. Parecía que la chica empezaba a hiperventilar, así que no quería ser responsable de que le ocurriera nada—. Bueno, os dejaré solos. —Levantó las manos en un gesto pacificador—. Tranquila, eh, Margorie. Ya me marcho.

Se alejó rápidamente, preguntándose cuántos locos más se encontraría en el campamento. Por suerte, no fue así. Conoció a unas cuantas personas más, pero ninguno con ínfulas de poder ni comportamientos extraños, así que cuando anocheció se dirigió hacia la tienda de aprovisionamiento para que le dieran su ración.

Rachel estaba sentada con un grupo de gente en unas mesas de picnic, y le hizo gestos para que se sentara con ellos. Hunter dudó unos segundos, pero acabó acercándose y sentándose junto a ella. En la misma mesa estaba Hannah con la mujer rubia y un chico.

La niña lo miró abriendo los ojos con asombro.

—¿Eres el hombre raro? —preguntó, incrédula—. ¡Pero si antes eras muy feo!

—Cariño, eso no se dice —intervino la mujer, enrojeciendo—. Discúlpela, por favor.

—No pasa nada.

—Esta mañana no nos han presentado. Soy Amy Roberts, la madre de Hannah. —Señaló al chico a su lado—. Y este es mi marido, Jake.

—Es un placer conocerlo, teniente —dijo él, incorporándose para extender su mano—. Muchísimas gracias por salvar a nuestra hija, Erik nos lo ha contado todo. Tendremos más cuidado, se lo prometo.

Hunter le estrechó la mano, aceptando con ese gesto su disculpa. Solo esperaba que cumpliera su promesa.

—¿Qué tal su día? —preguntó Rachel—. ¿Ha sido productivo, teniente?

—Bastante. Confuso, también.

Ella rio, moviendo la cabeza.

—Eso quiere decir que ha conocido a J.J. y a Margorie —La mesa se llenó de risas y miradas divertidas—. O mejor dicho… —Hizo un gesto con las manos como si estuviera enmarcando algo—. Su ilustrísima Jared Jacobs y su fan número uno.

—¿Siempre han sido así?

—Y peor. Ahora por lo menos hablan con el resto, al principio éramos demasiado poco importantes.

—Pero tendrían que colaborar con los demás.

—¿Cree que no lo he intentado? No puedo preocuparme por si ayudan o no, tengo demasiadas cosas que hacer… —Lo miró, entrecerrando los ojos—. Pero si se queda, me gustaría verlo intentarlo.

—¿Me está retando, doctora?

—Si lo estuviera haciendo, ¿lo aceptaría?

La mesa se quedó en silencio esperando la respuesta de Hunter. Él le sostuvo la mirada, distraído momentáneamente por el color verde claro de sus ojos, pero se recompuso rápidamente.

—Lo pensaré —contestó, regresando su atención a la comida.

Los demás comenzaron a hacer comentarios entre ellos, y él se quedó escuchándolos sin participar más, pensando en qué decisión tomar.

 

Tras unas horas dando vueltas intranquilo dentro de la tienda de Erik, Hunter dejó por imposible intentar dormir y salió al exterior. Después de tantas noches durmiendo prácticamente a la intemperie, el espacio se le antojaba demasiado pequeño y agobiante. Además, aunque sabía que había vigilancia, no podía evitar la costumbre de tener que ver todo a su alrededor para poder controlar si se acercaba algo o alguien. Y, para colmo, su mente no paraba de dar vueltas a todo lo sucedido el día anterior y no era capaz de tomar una decisión.

Recorrió la entrada, saludando a Erik al verlo, y comprobando que había el doble de guardias que durante el día, todos ellos despiertos. En eso, por lo menos, estaban bien cubiertos.

Paseó entre las tiendas donde dormía la gente, y ya se estaba alejando hacia el lago cuando vio tres figuras medio escondidas tras la tienda de aprovisionamiento. Pensó que quizá estuvieran intentando robar, así que se acercó con cuidado de que no le vieran.

Cuando llegó a su altura, los reconoció. Eran Arthur y Phil, acompañados de otro hombre. Le había visto el día anterior por el campamento, pero no había llegado a hablar con él. Era más alto y corpulento que ellos, pero estaba de espaldas y no pudo ver su cara.

Los oyó murmurar entre sí, pero no pudo distinguir lo que decían, solo el nombre de Rachel. Antes de que pudiera encontrar un lugar mejor desde el que escuchar, se marcharon.

Aquello no le gustó nada, ¿qué estarían tramando? No se fiaba de ninguno de los tres. Pero, si lo pensaba bien, tampoco era su problema. Podría serlo si se quedaba, y no necesitaba complicaciones. En su lista de pros y contras, esos tres eran claramente un punto negativo a tener en cuenta.

Estaba pensando en ello, cuando vio salir a Rachel de su tienda. Decidió seguirla sin que ella se diera cuenta, pero no había dado ni dos pasos cuando se dio cuenta de que alguien más estaba haciendo lo mismo. Frunció el ceño, reconociendo al hombre que había estado con Arthur y Phil. Se quedó a una distancia prudencial, pero sin perderlos de vista a ninguno de los dos.

Rachel se fue hasta la zona reservada para el baño. Se quitó la ropa, quedándose solo con la interior, y entonces el hombre salió de pronto de su escondite, sobresaltándola.

Ella cogió rápidamente una toalla, cubriéndose con ella y retrocediendo mientras el hombre se acercaba.

—¿Qué quieres, Rick?

—La pregunta no es qué quiero yo, sino qué quieres tú. —Se acercó más, obligándola a retroceder hasta la orilla del agua—. ¿Qué tal un poco de compañía?

—No te acerques más.

—¿No? ¿Y cómo vas a impedírmelo?

Ella lo empujó, lo que solo consiguió que él se riera. Hunter ya había visto suficiente, así que llegó hasta ellos en un par de segundos.

—Hola, doctora Portman —saludó, como si pasara por allí casualmente—. Qué madrugadora, ¿no?

Rachel no pudo ocultar su alivio al verlo. El hombre se dio la vuelta con expresión furibunda, pero Hunter no se inmutó. Era tan alto como él, y parecía más fuerte, pero eso no lo intimidaba en absoluto.

—¿Se te ha perdido algo, tío? —preguntó el hombre.

—A mí no, ¿y a ti?

Se acercó aún más a él, retándolo con la mirada.

—Rick ya se iba, ¿verdad? —intervino Rachel, temiendo que llegaran a las manos—. ¿Rick?

Él sonrió maliciosamente, retrocediendo.

—Sí, claro. —Le guiñó un ojo—. En otro momento, monada.

Se marchó silbando tranquilamente. Hunter miró a Rachel, que se había envuelto en la toalla e intentaba aparentar tranquilidad, pero él pudo ver cómo temblaban sus manos.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó.

—Nada. —Se encogió de hombros—. No se preocupe, teniente. No es problema suyo, es un poco… insistente, pero lo tengo todo controlado.

A Hunter no se lo pareció, pero no dijo nada. Supuso que ella no quería demostrar debilidad frente a él.

—La dejaré tranquila, entonces —dijo.

—Gracias.

La dejó sola, pero no se alejó demasiado, solo lo suficiente para que no lo viera y poder vigilar él que nadie más la molestara.

En ese momento, fue cuando tomó su decisión: se quedaría.

 

3.     Estableciéndose

Después de desayunar, Hunter se dirigió a la cabaña del centro del campamento. Dentro estaba Rachel, estudiando unos mapas que había extendido sobre una mesa.

—¿Tiene un minuto, doctora?

—Sí, claro. —Bebió de una taza e hizo una mueca de asco—. Nunca pensé que echaría de menos el café del hospital, pero en fin. En comparación con lo demás, es el menor de los males. —Sacudió la cabeza—. Perdón, estoy un poco espesa. Dígame.

Lo miró expectante, y Hunter no pudo evitar preocuparse por ella al ver su aspecto. No parecía la misma chica que había reído el día anterior mientras cenaban. Tenía ojeras de haber dormido poco, y parecía cansada y preocupada.

—¿Ocurre algo? —preguntó, acercándose a ella—. ¿Ha habido algún avistamiento?

—¿Debo entender con esa pregunta que se marcha y teme encontrárselos? —Señaló el mapa—. Puedo decirle dónde están, aunque imagino que ya sabe que se mueven bastante rápido… Y le pediré a Erik que le entregue algunas raciones.

—Yo no he dicho que vaya a marcharme.

Rachel se cruzó de brazos, intentando aparentar indiferencia. Estaba aliviada de que no se marchara, pero también preocupada. Había descubierto que todo lo que estaba pasando sacaba lo mejor y lo peor de la gente, y últimamente solo se encontraba con los de la segunda clase.

—¿Entonces se queda? ¿Acatará nuestras normas?

—Bueno, eso depende, primero tendré que conocerlas todas. Y además, no me voy a quedar sin más, tengo condiciones.

—Soy toda oídos.

—No estoy acostumbrado a que una civil me dé órdenes, así que no espere que la siga ciegamente.

—Aquí todo se decide en grupo, votamos las cosas. No es una dictadura.

—Ya, pero eso lo veo también como un problema, si en ese grupo de decisión están Arthur o Phil.

Ella se sorprendió.

—¿Los conoce?

—Hablé con ellos ayer, no iba a quedarme sin saber qué terreno piso. Tengo claro que son un problema, por no hablar del idiota que la acosó esta madrugada.

Rachel movió la cabeza, intentado quitarle importancia al tema.

—Es imposible contentar a todo el mundo —dijo—. Tengo que escuchar lo que dicen todos, yo no puedo saber qué hacer en todo momento. ¿Qué propone?

—Me encargaré de todo el tema de seguridad, y quiero participar en la toma de decisiones de todo. Habría que establecer una jerarquía, no se puede tener una reunión cada vez que pase algo para ver qué opina la gente, no es operativo. Si ahora nos atacan, ¿qué va a hacer? ¿Organizar un comité de emergencia?

—No, no tiene sentido, pero…

—No le voy a quitar el puesto que tiene, pero si me quedo, es para compartirlo. Admítalo, necesita alguien con mi experiencia para lograr que esto funcione.

—¿Y qué experiencia es esa? Porque no me ha contado nada de su pasado.

Hunter se quedó unos segundos pensativo. ¿Hasta dónde podría contarle? ¿Sabrían que todo se había originado en Little Falls?

—Llevo en el ejército casi quince años. En este tiempo he estado destinado varias veces en Irak y en Afganistán, y he llegado a teniente coronel antes que nadie. No puedo demostrarlo, pero mi carrera ha sido intachable. He tenido mucha gente a mi cargo, y mi porcentaje de misiones realizadas con éxito supera el 90%. Puedo explicar exactamente qué falló en ese 10%, pero ahora mismo no lo veo relevante. Por otro lado, he sobrevivido solo desde el… desde el primer momento. Sé que no puedo demostrar nada de ello, pero póngame a prueba.

De ser cierto, la carrera de Hunter era impresionante, pero él lo había relatado como si no fuera nada importante. Rachel se apoyó en la mesa, frotándose la frente pensativa. Tendría que fiarse de su instinto, no le quedaba otra opción.

—Está bien. —Extendió la mano—. Espero no tener que arrepentirme.

—Yo tampoco. —Le estrechó la mano, y se colocó junto a ella, mirando los mapas—. ¿Qué estaba mirando?

—No podemos quedarnos mucho más aquí, de momento tenemos armas y munición por si viene un grupo grande, pero…

—Hay que ir hacia el sur, es imposible que pasemos el invierno aquí.

—Lo sé, pero ellos… Hay una parte que quiere ir hacia el este, a Washington. Dicen que es imposible que no haya electricidad en todo el país, que allí seguro que sí.

—Si eso fuera así, ya habríamos visto algún avión o algún convoy militar. Hay que asumir lo peor.

—Eso les digo, pero… No me creen. Quiero convencerlos de ir hacia Florida.

—Mejor México. En Florida nos quedaríamos atrapados por el agua.

—Ya, pero para llegar a México hay dos desiertos por el medio y no sé si seremos capaces de atravesarlos.

—Y de aquí a Florida muchas más ciudades principales, que si están todas llenas de ellos, será imposible pasarlas.

—Vale. —Movió la cabeza—. Lleguemos a un punto intermedio. Esta tarde tenemos reunión, ayúdeme a convencerlos para ir al sur, y después volvemos a esta discusión, ¿de acuerdo?

Hunter estaba convencido de que tenía razón y lograría llevarlos donde él quería, así que decidió claudicar y dejarlo para más adelante.

—De acuerdo. ¿Tiene un listado de la gente?

—Sí. —Levantó los mapas y le entregó una hoja—. ¿Por?

—Quiero que nos sentemos y me explique qué hace cada uno y cuándo, y a partir de ahí organizaré.

A Rachel no le gustó mucho su tono de «ordeno y mando», pero ya era más de lo que cualquier otro se había ofrecido a hacer, así que acercó un par de sillas y se sentaron para estudiar la lista.

Pasaron la mañana juntos, preparando el reparto de tareas. Hunter quería hacer también el organigrama jerárquico, pero ella prefirió dejarlo para otra reunión. Conocía a la gente, y sabía que tardaban horas en discutir cualquier tontería, así que para esa tarde tendrían que conformarse con convencerlos de aceptar de Hunter y de viajar hacia el sur.

Una cosa les quedó clara a los dos: aunque estaban de acuerdo en lo básico, chocaban en muchas más cosas y a ninguno le gustaba dar su brazo a torcer.

A pesar de todo, Rachel estaba contenta. Preveía discusiones con él en el futuro, pero por lo menos las cosas que decía tenían lógica y por poca disciplina militar que consiguiera contagiar al resto, ya sería más de la que tenían en aquel momento.

A mediodía, llamaron a la puerta de la cabaña. Erik se asomó, quedándose sorprendido al verlos.

—Perdón, ¿interrumpo?

—No te preocupes —contestó Rachel—. ¿Ocurre algo?

—Sarah Miller se ha caído, parece que se ha hecho algo en una mano. ¿Puedes ir a echar un vistazo? Nancy no está segura de sea solo una torcedura. Están junto a los botes.

—Sí, voy enseguida. Pasa por mi tienda y llévame el kit de emergencias, por favor.

—Claro.

Saludó a Hunter y se marchó.

—Será mejor que vaya, espero que no sea nada. Lo peor que puede pasarnos es tener que llevar a alguien herido.

—¿Quién es Nancy?

—Estudiaba enfermería en el hospital donde yo trabajaba, me ayuda bastante. Se la presentaré más tarde.

—¿Le importa si me quedo? Quiero estudiar estos mapas.

—No, sin problema. Una cosa más. —Él la miró—. Teniendo en cuenta las circunstancias, quiero decir, que esto parece el fin del mundo y tal… —Hunter levantó una ceja—. Me gustaría que nos tuteáramos, la verdad.

Hunter hubiera preferido no hacerlo, le parecía que de esa manera se establecía una distancia entre ellos. Pero pensándolo bien, ya había cruzado esa línea al quedarse e implicarse en sus problemas. Como tardaba en contestar, Rachel se incorporó.

—Da igual, era solo una idea. Lo veré esta tarde, teniente.

Abrió la puerta, pero antes de que pudiera salir él la alcanzo y la detuvo cogiéndola de un brazo.

—Espera, Rachel. —La soltó—. De acuerdo, pero creo que la gente responde más ante «Teniente Cooper» que ante mi nombre solamente, así que preséntame así ante ellos.

—Me parece bien.

Bajó un escalón, pero antes de cerrar la puerta se giró de nuevo.

—Hunter.

Él ya se había sentado, y la miró con el ceño fruncido mientras enrollaba un mapa. No estaba acostumbrado a que usaran su nombre, y tampoco quería pensar en la última persona que lo había llamado así.

Rachel se mordió un labio, un poco intimidada por su mirada.

—Gracias por lo de anoche.

Lo dejó solo, sin esperar su respuesta.

 

A las cuatro en punto, Rachel y Hunter esperaban en la cabaña a que llegara todo el mundo. En total eran quince personas, entre las cuales se encontraba el padre de Hannah, y tanto Arthur como Phil. Estos llegaron los últimos, y por sus expresiones Hunter dedujo que no les hacía ninguna gracia verlo de pie junto a Rachel. Ella esperó a que estuvieran todos presentes para empezar a hablar.

—Antes de pasar al orden del día, quiero presentaros al teniente coronel Hunter Cooper. —Él hizo un gesto de saludo con la cabeza—. Algunos ya lo habréis visto por el campamento, lo encontró Erik en el bosque. Me gustaría que se quedara con nosotros, su experiencia nos será muy útil.

—Salvó a Hannah de tres rabiosos —intervino Jake—. Para mí eso es suficiente, voto que sí.

—Ya tenemos un militar —replicó Arthur—. No necesitamos ningún teniente con ínfulas de poder para desestabilizarnos. Voto que no.

—Arthur, si alguien tiene aquí ínfulas de poder eres tú —contestó ella—. Así que no…

—¿En serio? Explícame esto entonces. ¿Por qué está a tu lado? ¿Por qué está presente en la votación? Debería estar esperando fuera como todos. Y mucho menos puede formar parte de este grupo de decisión tan pronto.

—Estoy con Arthur. Tiene que demostrar que vale, para mí su palabra no es suficiente —continuó Phil—. Yo tampoco entiendo qué pinta aquí, a no ser que te lo hayas tirado ya y te haya comido la cabeza.

Hunter levantó el puño, pero antes de que pudiera golpearlo oyeron disparos. La puerta se abrió de golpe, dando paso a un Erik agitado y casi sin aliento.

—¡Rachel, nos atacan! ¡Necesitamos a todo el mundo en la entrada, son muchos!

Ella reaccionó rápidamente, corriendo hacia un armario mientras daba órdenes.

—Jake, da la alarma y reúne a los niños, heridos y mayores en los botes. Busca a Nancy para que te ayude. —Él salió corriendo—. Coged un arma cada uno e id a ayudar a la entrada.

Abrió el armario y Hunter la ayudó a repartir las armas que había dentro. No se fiaba de entregar una a Arthur ni a Phil, pero no tenía otro remedio en aquel momento. Según iban cogiendo un arma y cargadores, cada uno se iba corriendo hasta que solo quedaron ellos dos solos.

Rachel cogió una pistola y la cargó, pero Hunter la retuvo.

—¿Dónde vas?

—A la entrada, ¿dónde si no? —Se soltó de su brazo—. No te me vas a poner en plan machito-rescato-a-la-chica, ¿no? No es la primera vez que disparo, y además tengo que dar ejemplo.

—No lo digo por eso, no te pongas a la defensiva. Es solo que eres la única médico disponible, no deberías arriesgarte sin más, piénsalo objetivamente. Eres uno de los activos más importantes, y…

Oyeron varias ráfagas de disparos, y ella corrió hacia la puerta.

—Luego lo discutimos, ahora no hay tiempo.

Salió rápidamente. Hunter suspiró fastidiado, ella era más cabezota de lo que había pensado. Cogió un rifle semiautomático y un par de cargadores, y corrió tras ella.

La entrada al campamento estaba llena de gente disparando, cada uno se había colocado sin ningún orden ni concierto, lo cual no le gustó en absoluto. Sin unas posiciones fijas, podrían acabar disparándose entre ellos accidentalmente.

Buscó a Rachel con la mirada, y subió a uno de los bancos junto a ella para poder tener una posición más elevada y poder protegerla mejor. No tuvo tiempo de pensar nada más. El bosque estaba lleno de gruñidos y se distinguían sombras moviéndose entre los árboles. Los perros ladraban furiosos hacia los sonidos, corriendo entre la veintena de cuerpos caídos frente a ellos. Algunos aún se movían, intentando arrastrarse a pesar de carecer de extremidades inferiores o de tener algún perro mordiéndoles las piernas.

Hunter puso el rifle en modo manual, y se encargó de ellos reventándoles la cabeza con un par de tiros a cada uno.

Inmediatamente después, tuvo que empezar a disparar hacia el bosque. Comenzaron a salir figuras humanas, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, incluso algunos niños. Todos corrían sin parar, moviéndose espasmódicamente. Sus gruñidos se vieron apagados por el sonido de las armas disparando, pero por cada uno que caía, salían tres más. Hunter rezó por que no se quedaran sin balas, apuntando a la cabeza y disparando sin cesar.

La última vez que había visto tantos juntos había sido en Little Falls, probablemente aquel grupo estaba formado por personas del mismo pueblo o barrio, y se habían contagiado antes de darse cuenta de lo que les estaba ocurriendo.

Iban cayendo unos sobre otros, pero Hunter se dio cuenta de que los que eran, o habían sido, niños, avanzaban sin que nadie les disparara. Una niña se dirigía con velocidad hacia Rachel. Tenía la mitad del pelo arrancado desde el cuero cabelludo, y le faltaba parte de la cara. Rachel  apuntó, pero le temblaba demasiado el pulso y no pudo disparar, así que se encargó él.

Rachel cogió aire, aliviada. Sabía que todos eran iguales, que no importaba el aspecto que tuvieran, pero disparar a niños era algo que la superaba. Miró a Hunter, agradecida, y no supo si admirarlo o temerlo. Estaba totalmente concentrado en lo que hacía, sin fallar ni un solo tiro, haciéndose cargo de todos los que los demás estaban fallando o ignorando deliberadamente. No parecía afectado por disparar a niños, no hacía ninguna diferencia entre ellos. A todos los eliminaba con la misma expresión neutra en el rostro.

Él se quedó sin balas, y sacó un cargador de su bolsillo.

—¿Estás bien? —preguntó, sin dejar de mirar a los rabiosos—. ¿Rachel?

—Sí, yo… Sí.

—¿Tienes balas suficientes?

—Sí, solo… Estoy bien.

Volvió su atención al grupo, disparando. Hunter frunció el ceño, pero no podía distraerse en aquel momento, había demasiados, así que apartó la preocupación por ella de su mente y siguió eliminándolos.

Ir a la siguiente página

Report Page